Oviedo, Andrés de. Illescas (Toledo), 1518 – Fremona, Tigre (Etiopía), 29.VI.1577. Misionero jesuita (SI), patriarca de Etiopía.
Había obtenido el grado de maestro en Artes por la Universidad de Alcalá de Henares, cuando entró en la Compañía de Jesús, en junio de 1541, siendo recibido por el propio Ignacio de Loyola. En ese mismo año le envió a estudiar Teología a la Universidad de París, aunque con otros jesuitas se vio afectado por la guerra entre España y Francia. Las disciplinas teológicas fueron continuadas en Lovaina (entre 1542 y 1544) y Coímbra (entre 1544-1545). Precisamente, fue la ciudad universitaria portuguesa punto de arranque de la expansión de los jesuitas en España y desde allí partieron los fundadores de diferentes casas. En este caso, Andrés de Oviedo se integró en el grupo de los cinco jesuitas fundadores del Colegio de Gandía, fundado por la iniciativa de su duque, Francisco de Borja. Fue en 1547 cuando el padre Oviedo se convirtió en rector de aquella casa. Este sacerdote, junto con Francisco Onfroy, sintió una tendencia de vida religiosa en soledad, decidiendo su retirada al desierto durante algún tiempo. Sin embargo, el propio Ignacio de Loyola cortó de inmediato esa tendencia.
En 1550, viajaba de acompañante de Francisco de Borja hacia Roma, siendo elegido al año siguiente para fundar un colegio en Nápoles, ocupando también el cargo de rector. Juan III de Portugal, Monarca que había sido tan importante en la expansión misionera de la Compañía, le presentó como obispo de Hierápolis, nombramiento que fue culminado. Las Constituciones ignacianas habían establecido que los jesuitas no debían aceptar ser miembros de la jerarquía eclesiástica, aunque tampoco podían privar a la Iglesia del nombramiento de jesuitas destacados que podían servir como obispos de una diócesis determinada. Como tal, era coadjutor y sucesor del patriarca de Etiopía, Joâo Nunes Barreto. Como este último, fue consagrado obispo en la iglesia lisboeta de la Trinidad, con la asistencia de una Familia Real que se mostraba muy proclive hacia la nueva Compañía de Jesús.
Ambos, acompañados de otros ocho misioneros jesuitas, partieron de un puerto, el de Lisboa, que ya se estaba convirtiendo para los hijos de Ignacio de Loyola en salida habitual hacia los horizontes misioneros. Era el 30 de marzo de 1556, unos meses antes del fallecimiento del primer general. Etiopía se trataba de uno de esos territorios míticos de la expansión misionera. Sin embargo, el Emperador de aquel territorio, llamado Claudio ó Atanaf Segued, se mostraba disidente ante el romano Pontífice. Se consideró que no se podía poner a Barreto en peligro y que Andrés de Oviedo se dirigiría allí, acompañado de cinco jesuitas. Habían alcanzado Goa, la pequeña Lisboa en Oriente, y desde este puerto zarparon hacia el puerto etíope de Arquito. Oviedo le propuso al Emperador el desarrollo de un debate, ante su presencia, discutiendo con los monjes etíopes. No consiguiendo sus fines, el jesuita escribió una obra en cuyas páginas defendía la primacía del obispo de Roma y combatía a los que se habían comportado como cismáticos.
En 1559, el hermano del anterior, Adamas Sagad o Minas, se convirtió en el nuevo Emperador. Manifestó al principio una mejor actitud hacia el padre Oviedo, aunque endureció su trato cuando comprobó algunas importantes conversiones logradas por el jesuita. Le prohibió la predicación de la fe católica en Etiopía. Una vez que falleció el Soberano en 1563, su hijo y sucesor Malac Segued poseía un buen y virtuoso concepto de los misioneros. No obstante, su tolerancia y aprecio no le condujeron a la conversión al catolicismo. Para entonces ya había muerto Joâo Barreto, convirtiéndose Andrés de Oviedo en patriarca. El jesuita, no obstante, consideró que su presencia en aquellas tierras, sobre todo en la Corte, no conducía a frutos positivos, por lo que consideró su retirada a la aldea de Fremona.
El papa dominico Pío V, conoció el fracaso de esta misión y consideró que si Andrés de Oviedo podía salir de Etiopía sin poner en riesgo su vida, podría viajar a un nuevo horizonte misionero como eran China y Japón. Oviedo expuso al Papa la imposibilidad de salir de Etiopía a través del mar, ante el peligro de un ataque turco. Continuó en Fremona, predicando la fe y escribiendo en defensa de la primacía romana. Para conseguir su sustento, cultivaba la tierra, pero también dedicaba sus ministerios a los pobres y a los enfermos.
Murió con fama de santidad, que era el reconocimiento primero del carácter extraordinario de las virtudes, por parte de los que se encuentran más cerca. Su causa de beatificación se introdujo en junio de 1630, aunque hasta el momento no ha prosperado.
Obras de ~: De Romanae Ecclesiae Primatu deque erroribus Abassinorum, s. l., s. f.
Bibl.: J. E. Nieremberg, Idea de virtud en algunos claros varones de la Compañía de Iesus, Madrid, por María de Quiñones, 1643; C. Sommervogel, Bibliothèque de la Compagnie de Jésus, vol. VI, Bruxelles, Oscar Schepens, 1892, págs. 41-42; M. Ruiz Jurado, “Un caso de profetismo reformista en la Compañía de Jesús”, en Archivum Romanum Societatis Iesu, 43 (1974), págs. 217-266; J. Vaz de Carvalho, “Oviedo, Andrés de”, en Ch. O’Neill y J. Domínguez, Diccionario Histórico Compañía de Jesús, Madrid, Institutum Historicum Societatis Iesu, Universidad Pontificia de Comillas, 2003, vol. III, págs. 2936-2937.
Javier Burrieza Sánchez