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Francisco Rodríguez de Mendarozqueta

Biografía

Rodríguez Mendarozqueta, Francisco. ¿Trespuentes (Álava)?, 5.XI.1655 – ¿Sigüenza (Guadalajara)?, 26.II.1722. Comisario general de la Cruzada, primer presidente del Consejo de Castilla y obispo de Sigüenza.

Los orígenes de este personaje resultan un tanto oscuros.

Natural del pueblo alavés de Trespuentes, recibió las primeras letras dentro del entorno familiar y desde bien temprano debió de orientarse hacia la carrera eclesiástica. Una vez alcanzada la edad adecuada se dirigió a Salamanca para continuar sus estudios en su Universidad. Desde un inicio cumplió su preparación como colegial del Colegio Mayor del Arzobispo de esta ciudad, llegando a doctorarse en Cánones antes de finalizar el siglo.

Sus primeros cargos en la alta jerarquía eclesiástica se desarrollaron en el obispado de Osma, en donde cumplió como canónigo doctoral de dicha Catedral.

Más tarde fue destinado a la Iglesia Catedral Primada de Toledo, donde ejerció como canónigo y posteriormente como arcediano. Además, en esta Catedral también profesó como examinador sinodal, por lo que estuvo dedicado a examinar a los pretendientes a las órdenes sagradas y a los otros ministerios.

Sin embargo, con el inicio del siglo XVIII y la llegada de la nueva dinastía al Trono español, comenzó su carrera en la alta Administración. De este modo, el 13 de septiembre de 1701 fue nombrado presidente de la Real Chancillería de Granada, entrando, con carácter honorífico, a formar parte como consejero en el Consejo de Castilla. Asimismo, el 1704 obtuvo el empleo de comisario general de la Santa Cruzada, por lo que presidió además el consejo del mismo nombre. Desde este puesto, a través de una tesorería en Madrid y de otras repartidas en los distintos reinos, los de las Indias incluidos, dirigió la recaudación del subsidio, el excusado y la cruzada que aportaba regularmente la Iglesia a la Corona mediante concordias periódicas.

Sin duda, durante su estancia en la Corte, Francisco Rodríguez de Mendarozqueta tomó parte del denominado “partido vizcaíno”; ese grupo de poder, conformado por personajes procedentes de las provincias vascas, durante el reinado del primer Borbón, que desplegó su trama por los diferentes órganos de gobierno de la Monarquía, fundamentado principalmente por su fidelidad a Felipe V desde la misma Guerra de Sucesión y que se convirtió, entre otros personajes y facciones, en agentes y protagonistas de su política reformadora.

Además, formó parte del conjunto de asesores y colaboradores de Felipe V para la aplicación de una política regalista en oposición de los intereses de Santa Sede, que le valió la confianza del Rey y ascensos en el escalafón político.

Los conflictos entre la Corte de Madrid y Roma nacieron por la ambigua situación que tomó Clemente XI respeto a la llegada al Trono español de la dinastía Borbón. Esta postura llevó a Felipe V a iniciar su primera tentativa regalista (1707) al pretender cobrar un subsidio a todos sus súbditos, sin excluir al clero —aunque le otorgaba la libertad para ofrecer el donativo—, con el fin de reparar alguno de los destrozos causados por la guerra durante el año anterior.

Clemente XI mandó a la Corte madrileña un breve apostólico en donde desaprobaba categóricamente el subsidio y prohibía al clero que ofreciese ningún donativo sin su autorización. Además, en ese mismo texto declaraba ofendidos los derechos de inmunidad de la Iglesia y enfatizaba sobre la lesión ejercida a la autoridad de la Santa Sede.

A este respecto, Rodríguez de Mendarozqueta participó en diferentes actuaciones dispuestas sobre este tipo de desavenencias. De este modo, el cardenal Portocarrero, que en esos momentos desempeñaba el empleo de juez delegado de la Cruzada le nombró el 4 de febrero de 1709 juez subdelegado del breve contra los eclesiásticos desafectos y, posteriormente, fue elegido el 8 de noviembre de 1709 como comisario general para el examen de lo que pertenece a la penitenciaría pontifical durante la ruptura de relaciones con Clemente XI. Esta enemistad finalmente fructificó en este mismo año de 1709 y perduró durante toda la primera mitad del siglo.

Por otra parte, el 26 de julio de 1711 también fue designado como presidente de la Junta de la Inmaculada Concepción. Sin embargo, el punto culminante de su carrera en la administración real se produjo con su nombramiento el 10 de noviembre de 1713 como primer presidente del Consejo de Castilla. Su designación estuvo muy vinculada a la política reformista que había iniciado Felipe V con el objetivo de vaciar de poder a los Consejos para potenciar la vía personal del secretario del Despacho. De hecho, en ese mismo día se publicó un decreto que reformó los Consejos de Castilla, Hacienda e Indias. Respecto al primero, entre otras medidas, se suprimió su Cámara y se nombraron nuevos consejeros muy adeptos a las nuevas políticas del Rey, especialmente las concernientes a las nuevas relaciones con la Santa Sede, que generó algunos conflictos entre los consejeros más antiguos con la propia Corona.

No pudo ejercer mucho tiempo este empleo. Su maltrecha salud provocó su cese en noviembre de 1714, por lo que se trasladó a residir a Sigüenza para encabezar este obispado. Efectivamente, unos meses antes, el 16 de abril de 1714 había sido elegido obispo de esta sede, de la que tomó posesión el 25 de junio de 1714. Con su marcha obtuvo una pensión de 3.740 ducados de oro y se le asignó un salario de 440.000 reales de vellón al año.

El 16 de diciembre de ese mismo, le sucedió en la presidencia del Consejo de Castilla Miguel Francisco Guerra, hermano de Domingo Guerra, confesor de la reina Isabel de Farnesio.

Durante su etapa en la alta Administración, Rodríguez de Mendarozqueta, hombre conocido tanto por sus talentos como por su chiste, además mantener una estrecha colaboración con otros hombres de gobierno, como por ejemplo Melchor de Macanaz o José Grimaldo, supo rodearse de fieles colaboradores que patrocinó en las diferentes estancias por donde pasó. De este modo, se conoce que fueron sus ayudantes Antonio Sopeña Mioño, futuro secretario de Estado y del Despacho de Marina e Indias, al que le hizo nombrar su sustituto cuando ejercía como comisario general de la Cruzada, y Juan Antonio Castillo Peñas, quien fue su oficial en la Secretaría de la Presidencia del Consejo de Castilla.

Falleció el 26 de febrero de 1722, sucediéndole en el obispado de Sigüenza Juan de Herrera Soba, quien, en 1724, llegaría a ser gobernador del Consejo de Castilla.

 

Bibl.: A. Heredia y Ampuero, El estudiante preguntón. Interrogatorio suelto, que sobre varias dudas físicas, y matemáticas del tercer tomo del Teatro Crítico Universal, hace Antonio Heredia y Ampuero, al Rmo. Padre Benito Feijoo, a los Piscatores de Salamanca, Andaluz, y Gotardo, y por contera al Doctor D. Martín Martínez. Dedicado al Excelentísimo Señor Duque de Hijar, Madrid, Librería de Juan de Moya [1729], págs. 27-28; L. Ferrer Ezquerra e H. Misol García, Catálogo de Colegiales del Colegio Mayor de Santiago el Cebeo, del Arzobispo, de Salamanca, Salamanca, Universidad, 1956, págs. 158-159; P. Gan Giménez, “Los presidentes de la Chancillería de Granada en el siglo XVIII”, en Espacio, Tiempo y Forma (Madrid, UNED) (1988), págs. 241-258; V. Guitarte Izquierdo, Episcopologio español (1700-1867) (Españoles obispos en España, América, Filipinas y otros países), Castellón de la Plana, Ayuntamiento, 1992, págs. 29-30; C. de Castro, A la sombra de Felipe V. José de Grimaldo, ministro responsable (1703-1726), Madrid, Marcial Pons, 2004, págs. 239 y 251.

 

Rafael Guerrero Elecalde