García, Juan. Mateo de Anguiano. Anguiano (La Rioja), 1649 – Madrid, 13.II.1726. Capuchino (OFMCap.), historiador y apologista.
Aunque se conocen pocos datos de sus orígenes, sí se sabe que su nombre de bautismo era Juan García y que había nacido en la villa de Anguiano (Logroño), en 1649. Algunos autores lo relacionan con la casa de los García, lo que justificaría que éste se trasladase de La Rioja a Salamanca para cursar estudios de Derecho en la Universidad del Tormes.
Hay más seguridad sobre su ingreso en la Orden capuchina, que tuvo lugar en el convento noviciado de Salamanca, como él mismo recuerda en alguna de sus obras, el 17 de septiembre de 1666, cuando contaba diecisiete años. Un año más tarde, emitió su profesión religiosa y, durante seis años, completó sus estudios de Filosofía y realizó los de Teología conducentes a la ordenación sacerdotal. Ésta tuvo lugar en Madrid el 23 de diciembre de 1673. Desde su ingreso en la Orden, debió de sobresalir por su capacidad para el estudio y la investigación, amén de su talante conservador y de absoluto respeto hacia las normas y tendencias más tradicionales. En razón de esto, tan sólo cuatro años después de su ordenación, cuando contaba veintiocho años de edad, se le encomendó la tarea de elaborar el Ceremonial por el que habría de regirse la provincia capuchina de Castilla en la formación de sus candidatos, así como para el desarrollo de todos los actos comunitarios. Dicho manual entró en vigor el 10 de septiembre de 1677 permaneciendo activo por más de cien años para los capuchinos castellanos.
Fue al año siguiente cuando pasó a la imprenta.
Ese mismo año, y teniendo en cuenta su formación jurídica, fue designado para el puesto de procurador de la provincia, cargo éste de gran responsabilidad. A él correspondía velar y defender los privilegios y derechos de los religiosos en los pleitos y litigios que pudieran suscitarse con otras órdenes religiosas o con particulares, así como ante los tribunales, tanto eclesiásticos como civiles. Por residir en la Corte se convertía también, de facto, en el defensor de los capuchinos españoles, especialmente en todas las gestiones que éstos tenían que hacer en relación con sus misiones en Indias.
Con todo, no se sabe cómo desempeñó este oficio, aunque por su formación y el tiempo que se mantuvo en el puesto, debió ser bastante eficaz en el mismo.
Un año más tarde siguió desempeñando la tarea de la procura pero, a su vez, se le nombró secretario provincial.
De los trabajos realizados en estos años sólo ha llegado hasta nosotros algún memorial. En 1681 fue destinado al noviciado de Alcalá de Henares como guardián, cargo que en esos años solía ir anexo al de maestro de novicios y que desempeñó por un trienio.
En 1690 fue nombrado guardián de Toledo, servicio que desarrolló hasta el Capítulo Provincial de 1692.
En 1695 se encontraba de residencia en el convento de Laguardia (La Rioja), donde se le había encomendado realizar las gestiones para una nueva fundación en la villa de Haro. Su salud en esos momentos ya no debía ser demasiado buena, puesto que el 25 de marzo, desde allí escribió a su provincial en estos términos: “En atención a que me hallo cada día más falto de fuerzas y salud, ya que he estado aquí desde que vuestra caridad comenzó su provincialato [1693], trabajando y sirviendo dentro y fuera de casa cuanto he podido, sin perdonar ministerio alguno, se sirva representar mi necesidad a los padres provincial y definidor que salieren, y me concedan el consuelo de mudarme a casa donde el trabajo sea proporcionado a mis fuerzas.
Ya me hallo con cerca de treinta años de hábito, y con hartos achaques habituales”. Fue durante este período en La Rioja donde preparó su manuscrito Compendio historial de la provincia de La Rioja, que vio la luz en Madrid en 1701 y, tres años más tarde, tuvo una segunda edición. Esta obra, que en las últimas décadas ha conocido una nueva edición, se ha convertido en un elemento etnográfico indispensable para el estudio de la realidad y las gentes de La Rioja.
En 1711 fue enviado al convento de La Paciencia de Madrid, también en esta ocasión para desempeñar el cargo de guardián.
Con todo, cabe señalar que los cargos y responsabilidades de gobierno, que se fueron dilatando a lo largo de su vida religiosa, poca importancia tienen. Si por algo merece ser conocido Mateo de Anguiano es por su incansable trabajo como historiador, especialmente de las misiones capuchinas, tanto en África como allende los mares, y de temas propios de la Orden.
Toda su vida transcurrió con la pluma en la mano reseñando y recogiendo la vida de sus hermanos de hábito, así como sus hechos más memorables. Gracias a su infatigable actividad, ha llegado hasta hoy mucha información que de otra manera se hubiera perdido, ya que al desaparecer los archivos con la exclaustración, sólo se cuenta con aquello que él dejó reseñado, haciendo referencia a los documentos utilizados para sus publicaciones.
El 13 de febrero de 1726 falleció en el convento de La Paciencia de Madrid, donde llevaba ya bastantes años residiendo.
Obras de ~: Disciplina religiosa de los Menores Capuchinos de nuestro seráfico padre San Francisco, para la educación de la juventud de esta Santa Provincia de la Encarnación de las dos Castillas, Madrid, Juan García Infanzón, 1678; Misión apostólica del Maracaibo y relación sumaria del martirio que padeció a manos de los indios gentiles de la sierra de esta ciudad, por septiembre de mil seiscientos y noventa y cuatro, el venerable Fr. Gregorio de Ibi, religioso lego capuchino, hijo de la Provincia de Valencia, y natural de Ibi, habiéndose con otros en la conversión de los indios infieles, por orden del Rey nuestro Señor Don Carlos II, Madrid, José Rodríguez, 1702; Misión apostólica en la Isla de la Trinidad de Barloventos, y en Santo Tomé de Guayana, Provincia de el Dorado, y relación sumaria del martirio que en ella padecieron los venerables padres Fr. Esteban de San Feliu, Fr. Marcos de Vique y el venerable Fr. Raimundo de Figuerola [...], misioneros capuchinos, hijos de la provincia de Cataluña, el día 1 de diciembre del año de 1699, en el pueblo de los Arenales de la dicha isla, Madrid, 1702; Compendio historial de la provincia de La Rioja de sus santos y milagrosos santuarios, Madrid, 1704 (ed. Logroño, Conserjería de Educación, Cultura y Deportes, 1985); Vida y virtudes del capuchino español, el venerable siervo de Dios Fray Francisco de Pamplona, religioso lego de la sagrada Orden de Menores Capuchinos. Llamado en el siglo D. Tiburcio de Redín, caballero de la orden de Santiago, señor de la ilustrísima casa de Redín y barón de Viguezal en el reino de Navarra, Madrid, Lorenzo García, 1704; Epítome historial y conquista espiritual del Imperio Abisinio, en Etiopía la Alta, o sobre Egipto, a cuyo emperador suelen llamar Preste Juan los de Europa, Madrid, Francisco Laso, 1706; La nueva Jerusalén: en que la perfidia hebraica reitero con nuevos ultrajes la Pasión de Cristo, en su sacrosanta imagen del Crucifijo de la Paciencia, Madrid, Manuel Ruiz de Murga, 1709; Paraíso en el desierto; donde se gozan espirituales delicias, y se alivian las penas de los afligidos. Constituido en el devotísimo santuario del Real Bosque de El Pardo, Madrid, Francisco Lasso, 1713; Misiones capuchinas en África. I. La misión del Congo. II. Misiones al Reino de la Zinga, Benín, Arda, Guinea, y sierra Leona, ed. de Buenaventura de Carrocera, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1950-1957.
Bibl.: J. de San Antonio, “Matthaeus de Anguiano”, en Bibliotheca Universa Franciscana, vol. II, Madrid, ex Typographia Causae V. Matris de Agreda, 1732, págs. 341-342; R. Streit, Bibliotheca missionum, vol. III, Münster, Herder, 1919; B. de Carrocera, La Provincia de los Frailes Menores Capuchinos de Castilla, Madrid, Mensajero Seráfico, 1949; Los primeros historiadores de las misiones capuchinas en Venezuela, Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1964, págs. 321-495; L. de Aspurz, “Anguiano, Mateo de”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. I, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1972, págs. 69-70.
Miguel Anxo Pena González, OFMCap.