Comaposada y Gil, José. Viloví del Penadés (Barcelona), 6.XII.1868 – Madrid, 1933. Dirigente sindicalista y político socialista.
Procedente de una familia muy humilde, se vio obligado a trabajar desde niño. Combinó su oficio de zapatero con un gran interés por aumentar sus niveles de conocimiento que consiguió de forma autodidacta.
Este esfuerzo inicial le serviría para desarrollar a lo largo de su vida una intensa actividad política, sindical y periodística. Estuvo inmerso desde su juventud en el ambiente obrerista de Barcelona y se decantó por las ideas socialistas. Primero militó en el Centro Obrero de Barcelona —entidad vinculada a socialistas catalanes— y en 1880 ingresó en la Agrupación Socialista de la Ciudad Condal. En representación de la agrupación socialista malagueña —que no pudo asistir por falta de fondos— participó en el congreso fundacional de la Unión General de Trabajadores (UGT), celebrado en el Teatro Jovellanos de Barcelona entre el 12 y el 14 de agosto de 1888 y fue uno de los primeros obreros catalanes que se afilió al sindicato socialista; la creación de la sindical respondía al llamamiento efectuado por los centros obreros socialistas de Mataró y Barcelona, y la representación catalana supuso un 74,6 por ciento del total.
Con la misma representación, asistió al congreso en que se produjo la constitución definitiva del Partido Socialista Obrero, celebrado en Barcelona del 23 al 25 de agosto de aquel mismo 1888; también en este congreso hubo una presencia masiva de secciones catalanas —quince de las veintiuna existentes—, aunque la dirección del partido continuó estando en Madrid.
Ocupó el cargo de secretario exterior del Círculo Socialista de la Agrupación de Barcelona del partido obrero y, durante la jornada del 1 de mayo de 1890, vigentes los acuerdos de París de 1889, luchó, junto con la plana mayor del socialismo catalán, para imponer un criterio de reivindicaciones moderadas —celebración de un mitin, seguido de una manifestación pacífica para exigir a los poderes públicos la legalización de la jornada de ocho horas de trabajo— frente a los postulados anarquistas de iniciar una huelga general.
Con la implantación del sufragio universal, acordado por el gobierno de Sagasta en 1890, y siguiendo los criterios establecidos en el segundo congreso socialista, celebrado en Bilbao en agosto de 1890 —participar con lista propia en las contiendas electorales— integró, en representación de Manresa, la lista de los candidatos socialistas para diputados en las elecciones celebradas en febrero de 1891. A pesar de la derrota en los comicios, su participación, al igual que la del resto de las candidaturas del partido obrero, fue simbólica y marcó el inicio del largo camino emprendido por los socialistas para llegar al Parlamento español que no conseguirían hasta 1910.
En el tercer congreso de la UGT, celebrado en Málaga en septiembre de 1892, fue elegido presidente del sindicato socialista, cargo que ocupó hasta agosto de 1894. Sustituyó en la presidencia a su amigo Antonio García Quejido que marchó por cuestiones laborales a Bilbao y de quien había sido un estrecho colaborador.
Su gestión al frente de la organización de resistencia socialista se vio condicionada por una serie de factores que colaboraron al descenso del socialismo político y sindical en Cataluña, como las repercusiones de la política represiva iniciada por el Gobierno a raíz de la oleada de atentados anarquistas, las dificultades en conseguir un espacio político propio —ante el arraigo en Cataluña del movimiento anarquista y del viejo sindicato reformista catalán Las Tres Clases de Vapor—, a los que se sumaron graves problemas económicos que impidieron resolver a la organización socialista problemas tan elementales como el alquiler de los locales para la sede del sindicato. Pero, sobre todos ellos, el más importante, quizá, fuera la inadecuación del proletariado catalán para protagonizar un sindicalismo reglamentista y centralizado como el que proponía la sindical socialista en aquellos momentos.
Ante estos imponderables a los que cabe sumar la sospecha de la existencia de divergencias entre la dirección del partido y la del sindicato, dejó de nuevo la presidencia de la UGT en manos de Antonio García Quejido, quien, presionado por Iglesias, regresó a Barcelona y fue reelegido secretario de la Unión en el congreso celebrado en Madrid en agosto de 1894.
Junto con el nuevo presidente de la sindical socialista y con los ugetistas catalanes, luchó tenazmente para evitar el traslado del Comité Nacional de la UGT a Madrid. Su razonamiento en contra del cambio de residencia del comité, “que será causa de grandes perturbaciones para Cataluña y España, perturbaciones que, en los años venideros, todos lamentaremos”, no fue escuchado. Y en el sexto congreso de la Unión, celebrado en Madrid en 1899, por una pequeña diferencia de votos, el comité se trasladó a Madrid. Sin embargo, los socialistas catalanes no valoraron suficientemente la situación del socialismo en Cataluña: en aquellos momentos era evidente la crisis por la que pasaba el partido obrero en el Principado, que sólo aportaba el 4,9 por ciento de afiliación a la total española; asimismo, era obvio que el desarrollo de la organización de resistencia socialista no partiría de Cataluña, cuya estructura industrial no favorecía el desarrollo de un sindicato con las características de la UGT; el mismo escritor socialista Juan José Morato resumió la situación indicando que “en Barcelona hubiera llegado el momento en que no existirían secciones para formar el Comité Nacional”.
A pesar de estas dificultades y de sus diferencias con la directiva del partido, continuó fiel al socialismo y aumentó su actividad propagandística y luchadora que culminó en los años siguientes. De su actividad durante los primeros años del siglo XX destacó su presencia en un mitin, celebrado el 31 de marzo de 1901, con motivo de la campaña electoral y durante uno de los momentos en que se planteaba con más dureza la lucha contra el clericalismo, cuyo exponente más conocido fue el estreno de Electra, de Benito Pérez Galdós, el 30 de enero de 1901. Participó en aquel acto, al que asistieron doce mil personas, con la feminista Ángeles Pérez de Ayala y el federalista Bula; y mientras sus compañeros aprovecharon para enardecer a las masas con propaganda anticlerical, él trató de fijar las bases del socialismo y efectuó una clara condena al capitalismo. También en los comienzos del novecientos fue el impulsor de la Federación Socialista Catalana en 1903, hecho que motivó la pérdida de influencia de viejos líderes socialistas, en especial de Toribio Reoyo.
Con el retorno a Barcelona del destacado dirigente socialista Antonio Fabra y Ribas —que regresó de París en 1908 con la misión de reorganizar y dar nueva vida al grupo socialista catalán—, Comaposada se convirtió en su principal apoyo y colaboró estrechamente con él en la intensa labor desarrollada entre 1908 y 1909. Con Fabra Ribas y Antonio Badia Matamala, entre otros, encabezó la delegación socialista que participó en el Congreso Obrero Catalán que tuvo lugar en Barcelona entre los días 6 y 8 de septiembre de 1908 en el que se acordó constituir la Confederación Regional de Resistencia Solidaridad Obrera. A este congreso asistieron 144 delegados que representaban 118 sociedades obreras y cinco federaciones locales. Su postura respecto a esta organización primó la clase frente a los principios, de forma que en su exhortación a los obreros catalanes para que se unieran a Solidaridad insistió en que lo hicieran “no como partidarios de principios determinados, sino como explotados”. La organización sindical surgida en 1908 pretendía ampliar el marco barcelonés sobre el que se asentaba Solidaridad Obrera, constituida el 3 de agosto de 1907, impulsada por socialistas y anarquistas y orientada por el sindicalismo revolucionario francés. Esta experiencia sindical que pretendió dotar al movimiento obrero catalán de una nueva organización no fue apoyada desde la dirección del partido que temió la pérdida de efectivos de la UGT. Los socialistas fueron perdiendo terreno en el proyecto de Solidaridad Obrera que recibió un golpe mortal con la insurrección barcelonesa de 1909 —la Semana Trágica— y que sería retomado por los anarquistas, poco tiempo después, para constituir la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT).
Algunos días antes de la revolución barcelonesa, el 21 de julio, acompañó a Fabra y Ribas al decisivo mitin obrero de Tarrasa en el que participaron juntos socialistas y anarquistas y en el que los primeros radicalizaron sus presupuestos. En palabras del mismo Comaposada, “sus conclusiones eran francamente revolucionarias”. Estuvo al lado de Fabra y Ribas —miembro del comité que preparó la huelga de julio de 1909 que dio lugar a la Semana Trágica de Barcelona— desde el momento en que los socialistas fueron requeridos para participar en el paro previsto para el 26 de julio de 1909. Aunque consciente de la posibilidad que fracasara la huelga, y lamentándose de que los sindicalistas y anarquistas “nos han metido ya en un lío de mil demonios [...] siempre quieren que los demás bailen al son que ellos tocan”, se inclinó finalmente por iniciarla. Su argumento en pro de la participación se basó en que los socialistas tenían pocas alternativas, ya que “la opinión pública, excitada como está, comprenderá y seguirá mejor a los que quieran hacer algo enseguida, aunque sea malo, que a los que deseen realizar mucho después, aunque parezca bueno”. Cuando se radicalizaron los sucesos de Barcelona, el martes 27 de julio integró la delegación socialista que se entrevistó con Jaume Carner, líder de los republicanos nacionalistas catalanes, para instarle a controlar el movimiento revolucionario, oferta que Carner desestimó, después de algunas entrevistas con sus correligionarios. Por su vinculación a la insurrección barcelonesa fue perseguido y se vio obligado a esconderse durante un tiempo.
Fue partidario de primar la organización de la resistencia de carácter sindical frente a la lucha política y estuvo en contra de la conjunción republicanosocialista que quedó sellada en noviembre de 1909. Sin embargo, continuó fiel a sus ideas y a partir de 1910 multiplicó su actividad en pro del socialismo.
Su lucha fue especialmente fecunda después de la celebración en Barcelona, en diciembre de 1910, del congreso reorganizador de la federación catalana socialista, disuelta a raíz de la Semana Trágica. Viajó por toda Cataluña presidiendo mítines y dando conferencias sobre temas muy variados, incluidas disertaciones sobre la figura y el pensamiento de Carlos Marx. Esta actividad le comportó en alguna ocasión —la más significativa fue en 1911 en Sabadell— la detención policial. Asimismo, en ocasiones, acompañó a los principales líderes del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), especialmente a Pablo Iglesias, en sus giras propagandísticas por Cataluña, entre las que cabe destacar los mítines celebrados en Gracia (Barcelona) y en Tortosa el 17 y el 22 de septiembre de 1910, respectivamente, y el que tuvo lugar en Tarragona el 11 de junio de 1911.
Asistió y participó activamente en casi todos los congresos celebrados por la Federación Socialista Catalana desde 1910 hasta la llegada de la dictadura del general Miguel Primo de Rivera. Especialmente destacaron sus intervenciones en el Primer Congreso de la Federación Catalana, celebrado en Barcelona los días 25 y 26 de diciembre de 1910 en el que se reorganizó la federación disuelta a raíz de los hechos ocurridos durante la Semana Trágica; también en el Tercer Congreso celebrado en Mataró el 17 de mayo de 1913 y los que tuvieron lugar en Sitges y Tarragona el 23 y 24 de mayo de 1915 y 17 de julio de 1916, respectivamente. Fruto de su tarea como sindicalista, fue la fundación de la Mutualidad Familiar Obrera.
Su ideario político se inspiraba en el convencimiento de que era preciso unir en una misma lucha socialismo y catalanismo. Y esta idea le movió a participar, en julio de 1923, en la asamblea fundacional de la Unión Socialista de Cataluña (USC), plataforma política catalanista que surgió por el impulso de algunos intelectuales socialistas y que estuvo en contacto con el grupo de Macià. Comaposada colaboró estrechamente con este nuevo partido socialista catalán y formó parte de la sección de relaciones exteriores en el primer comité. Sin embargo, en 1925, después del fracaso de la propuesta de Frente Único Obrero que habría de proporcionar una base social al socialismo catalanista, abandonó la USC y en noviembre de aquel año se reintegró a la disciplina del PSOE, solicitando su reingreso en la Federación Catalana y, paralelamente, en la sección de oficios varios de la UGT.
Además de su incansable tarea como hombre de acción, destacó su actividad como publicista e intelectual, materializada no sólo en la dirección de periódicos socialistas, sino en una interminable lista de colaboraciones en la prensa socialista europea, española y catalana. Desde 1901 colaboró en la Guerra Social, primer órgano de prensa de la Federación de Agrupaciones Socialistas de Cataluña (segunda época), periódico que dirigió desde 1903. Colaboró también desde 1904 en la Ilustración Obrera de Barcelona (primera época), periódico que dirigió entre 1906 y 1907. Cooperó con Antonio Fabra y Ribas —como redactor— en la edición del importante semanario socialista barcelonés La Internacional, cuyo primer número apareció en Barcelona el 15 de octubre de 1908 y que se mantuvo hasta el mes de julio de 1909.
Fue corresponsal y colaborador asiduo de L’Humanité de París, durante la dirección de Jean Jaurès y de The Daily Citizen de Londres. Asimismo, fue corresponsal desde su fundación en, 1886, y durante decenios de El Socialista, órgano oficial del PSOE, editado en Madrid. En la prensa catalana destacaron sus tareas de corresponsal y colaborador en La Justicia Social de Reus, tanto en su primera época como en la segunda, convertida ya en la publicación catalana; también colaboró en La Nació cuando ésta se publicó como Semanario Socialista Catalán. Asimismo, fue notable su colaboración en otros periódicos y revistas socialistas, tales como La Revista Socialista, La Lucha Social y La Aurora Social, entre otras.
Además, escribió dos libros sobre los hechos ocurridos durante la Semana Trágica, publicados en la biblioteca creada por el grupo socialista Acción e hizo diversas traducciones de textos socialistas, entre los que destacan El matriarcado: Estudio sobre el origen de la familia, de Paul Lafargue, y El concepto de la historia: Controversia, de Paul Lafargue y Jean Jaurés.
Obras de ~: P. Lafargue, El matriarcado: Estudio sobre el origen de la familia, trad. de ~, Barcelona, 1905, La Revolución en Barcelona, Barcelona, 1909; La Revolución en Cataluña, Barcelona, 1910; La organización obrera en Cataluña, Reus, 1910-1911; P. Lafargue y J. Jaurés, El concepto de la historia: controversia, trad. de ~, Barcelona, Centro Editorial Presa [1908-1915].
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María Teresa Martínez de Sas