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Francisco Palou

Biografía

Palou, Francisco. Palma de Mallorca (Islas Baleares), 21.I.1723 – Querétaro (México), 6.IV.1790. Franciscano (OFM) observante, misionero y colonizador de California.

Una vez terminada su primera formación ingresó en la Orden franciscana, en el Convento de observantes de San Francisco de Asís de Palma, en 1740, con diecisiete años de edad, junto con Juan Crespi (Mallorca, 1721 – Misión de San Carlos, California, 1782). Empezó el estudio del Latín y de la Filosofía (1740-1746) bajo la dirección de fray Junípero Serra (1713-1784), a la sazón brillante profesor o “lector” de Filosofía, ministerio que desempeñó desde 1743 hasta 1749 en la Universidad de Palma, donde dirigió varias tesis doctorales, y consta su presencia en más de cien exámenes académicos.

Palou, Crespi y Serra formaron una tríada inseparable, siendo en todo momento protagonistas de la historia californiana. Fue a partir de 1740, hasta el final de los días del maestro, cuando sus vidas corrieron de forma paralela, pues la vida y la fortuna literaria de Francisco Palou están íntimamente ligadas a la de fray Junípero Serra, de manera que no se puede entender la una sin la otra aunque, había una diferencia casi de once años de edad entre ambos.

Habiendo vestido Palou el hábito franciscano y pasando la aprobación un año después, los tres amigos decidieron ir a misiones en 1749. El mismo Palou cuenta la anécdota en la Relación histórica de la vida del venerable padre fray Junípero Serra, de cómo surgió la idea de ir a América. Un día fray Francisco Palou le hizo a su maestro y buen amigo fray Junípero la confidencia de que estaba pensando ir a misiones, y grande fue su alegría y sorpresa cuando oyó que Serra pensaba lo mismo y que estaba rezando para que Palou fuese su compañero en la aventura americana. Lo cierto es que Junípero Serra, nada más concebir la idea americana, le pidió a Palou que le acompañase, y éste lo hizo en acto de amistad o de admiración. Mucho se ha hablado sobre la admiración que, como discípulo, profesaba Palou a Junípero. Quizás en un primer momento, cuando se encontraban en Palma, puede que existiera este tipo de relación de respeto, pero, una vez en América, es justo reconocer que había un vínculo de amistad. Si hay alguna obra de carácter biográfico digna de destacar, por la unión y amistad entre el biógrafo y el protagonista, no hay duda de que es la Historia de la vida y apostólicas tareas del venerable Padre Fray Junípero Serra.

Fundó la Misión de Dolores en 1776, cuando acompañó al oficial Moraga a la bahía de San Francisco y el día 28 de junio ofreció la primera misa en la que después sería la gran ciudad del mismo nombre, como narra en las Noticias de la Nueva California, donde relata sus viajes y residencia en la Misión de Dolores hasta 1784, en cuyo relato incluye testimonios de otros misioneros y exploradores y además proporciona noticias de los aborígenes de Las Californias a los cuales conoció y evangelizó.

Además, redactó una magnífica biografía sobre Fray Junípero Serra. De las dos obras que escribió Palou, La vida de Junípero es la única que vio publicada (1787), cuando era “guardián” o superior del Colegio de San Fernando (que formaba parte de un conjunto de colegios franciscanos de propaganda fide destinados a la concentración de los sacerdotes y religiosos que llegaban a las colonias y a su formación como misioneros antes de ser enviados a sus destinos), en la última recta de su ajetreada vida, es decir, tres años antes de su muerte (1790) y tres después de la del padre Serra (1784); estaban, pues, los datos frescos en la memoria, pero también reposados y asimilados. La vida de Junípero no es sólo la biografía de Serra, sino también, y esto es lo realmente importante, un testimonio de la vida misionera en la América del siglo XVIII, donde se hacen continuas referencias a la historia de Nueva España, con especial atención a la expansión californiana.

Siguiendo este paralelismo, tanto la obra de Palou como la vida del biografiado Junípero y la del mismo biógrafo Palou pueden dividirse en tres partes o etapas vitales bien diferentes entre sí, tanto en la temática tratada, como por la cantidad de capítulos.

Una primera “etapa preamericana y viaje”, en la que, a su vez, se podrían distinguir dos partes. Una primera parte “mallorquina”, porque se desarrolla de forma íntegra en la isla de Mallorca. Fue la época en que se prepararon ante todo para ser unos buenos miembros de la Orden franciscana. Una segunda parte (capítulos III-V), donde narra el viaje hacia América, que es en sí mismo un magnífico exponente sobre la navegación del siglo XVIII y el itinerario desde Veracruz hasta México capital, que realizaron a pie, y que es un episodio de la vida de Junípero que le dio fama de caminante incansable. Quizás sea ésta la parte más novelesca de toda la obra, donde Palou combina el relato de las virtudes religiosas de Junípero y el relato de la marcha; podría tratarse muy bien de un libro de viajes, pero, al estar escrito muchos años después, se ha perdido la capacidad de sorpresa y espontaneidad que caracterizaba ese tipo de obras.

Tras muchos avatares, ruegos e interminables horas de oración, les fue concedida la dispensa necesaria para irse hacia las Américas; resuelto el papeleo, embarcaron en Cádiz, a finales de agosto de 1749, con destino a las Indias. Junípero tenía treinta y cinco años. Iban en la nave veinte franciscanos y siete dominicos. A mediados de octubre de 1749 llegaron a San Juan de Puerto Rico, donde varios padres predicaron una misión. Llegados a Veracruz, aunque la Corona costeaba los gastos de caballerías y carros para los misioneros, fray Junípero y otro religioso, con el permiso debido, partieron hacia México a pie y mendigando, según la mejor tradición evangélica y franciscana. Cerca ya de la meta, notó fray Junípero una herida abierta en un pie, la cual sufriría toda su vida.

Una vez en la Ciudad de México, el 31 de diciembre de 1749, fueron antes de nada a venerar a la Virgen de Guadalupe, y de allí al Colegio misional de San Fernando de Ciudad de México, donde pasaron un período de aclimatación, que duró algo menos de medio año, hasta que les fue encomendada la organización misional de la Sierra Gorda, donde habitaban los difíciles indios pames.

Empezaba una segunda “etapa de aprendizaje misional” (1750-1759) en las vidas de Serra y Palou (capítulos VI-XI), que comprende las peripecias misioneras entre los indios pames, de la familia de los otomíes, en Sierra Gorda, en el centro de la Sierra Madre Oriental, a más de 150 kilómetros de Querétaro. El Colegio de San Fernando tenía a su cargo sostener allí las cinco misiones fundadas en 1744 (Xalpán, la Purísima Concepción, San Miguel, San Francisco y Nuestra Señora de la Luz). Dadas las frecuentes bajas entre los misioneros, el guardián o superior de San Fernando pidió voluntarios para aquellas misiones. Se ofrecieron ocho, y los primeros, fray Junípero y fray Francisco Palou, quienes, en junio de 1750 salieron a pie hacia su destino y, un año después, el padre Serra era elegido presidente de aquellas cinco misiones franciscanas, durante el trienio 1751-1754. En este primer acercamiento misional al mundo indígena americano se dedicaron tanto a sus labores evangélicas como a la introducción de mejores formas de agricultura, apertura de escuelas e implantación de una incipiente industria artesanal. Pasado este trienio, en 1754, quedó fray Junípero libre de su cargo, y como simple misionero, en Xalpán, pudo dedicarse sólo a sus indios. Esta experiencia misional fue muy productiva, sobre todo si se mira como base de la expansión misional hacia la Alta California.

Entre 1758 y 1767 se produjo el único período de separación misional que hubo entre Palou y Serra, pues en 1758 ambos fueron llamados a San Fernando para ser enviados a los indios apaches. Junto al río San Sabá, afluente del Colorado, los franciscanos habían establecido en 1757 una misión muy peligrosa entre los citados apaches, que llegaron a decapitar al padre José Santisteban. Al conocerse la noticia en San Fernando, el guardián estimó que los dos mallorquines amigos (Serra y Palou) eran los más indicados para ir a aquella misión tan peligrosa: “Lo primero, son doctos, de manera que el principal, que se llama fray Junípero, era Catedrático de Prima de la Universidad de Mallorca; el otro, que se llama fray Francisco Palou, discípulo del primero, era en su Provincia lector de Filosofía”.

Pero a última hora, el virrey de Nueva España prohibió el envío de estos misioneros, en tanto no estuviera pacificada la región. Palou tuvo que regresar a las misiones de Sierra Gorda, ahora como presidente, mientras que Junípero fue trasladado al Colegio de San Fernando de la capital de México, donde desempeñó diversas funciones, como la de maestro de novicios, comisario de la Inquisición, consejero del superior o misionero popular.

Habiendo sido decretada en abril de 1767 la expulsión de los jesuitas, que misionaban en la Baja California, en abril de 1768 desembarcaron sus sustitutos los misioneros franciscanos en la naciente población de Loreto (Baja California Sur), hogar de la Misión de Nuestra Señora de Loreto, misión madre de todas las fundaciones misioneras que se fundaron en las tres Californias. Poco después de arribar le fue asignada al padre Palou la Misión de San Francisco Javier. Pocos años después, cuando al padre fray Junípero Serra le enviaron a catequizar la Alta California, en su lugar fue designado el padre Palou como su sucesor con el cargo de Superior de la orden en las misiones de la Baja California. En 1773 llegó la orden de que los franciscanos partiesen hacia la Alta California para dejar la península de Baja California en manos de la orden de los dominicos. En el tiempo que ocupó el cargo de Superior de las misiones franciscanas en la península de Baja California, Palou demostró gran carácter al oponerse a los abusos de la autoridad civil en contra de los nativos y acompañantes de los mismos misioneros. En 1784 fue llamado a la Misión de San Carlos para administrar los últimos sacramentos a su maestro y amigo Fray Junípero Serra y, después de la muerte de Serra, Palou pasa a ser el superior de la orden de los franciscanos en la Alta California, dirigiendo el funcionamiento de una cadena de las 21 misiones, que se regían por el modelo de la de Querétano.

Una tercera etapa “californiana” y fundamental (1768-fallecimiento de los protagonistas en 1785- 1790) abarca los capítulos XII-LX de libro de Palou. Para muchos autores la historia de la Alta California es susceptible de divisiones. Desde la entrada, en 1769, hasta la muerte de Junípero, en 1784, podría considerarse como una primera y principal; independientemente de esta división histórica, la realidad es que esa “etapa californiana” fue la más fructífera de todas, no sólo por las realizaciones misionales del padre Junípero, sino también por ser un significativo período de la historia de España en el Nuevo Mundo, donde Serra y Palou tuvieron un importante puesto, como protagonistas de primera fila, en la historia californiana de la segunda mitad del siglo XVIII.

En 1767 fueron expulsados los padres de la Compañía de Jesús de todos los dominios de España; había, por lo tanto, que ocupar las misiones jesuíticas sitas en la Baja California. Las autoridades enviaron a los franciscanos de San Fernando a hacerse cargo de las misiones vacías; el 12 de marzo de 1768 partieron Serra y Palou, con trece misioneros más (entre ellos estaba Juan Crespi), desde San Blas hacia el puerto californiano de Loreto.

Cinco años (1768-1773) tuvieron a su cargo las misiones de la Baja California los padres franciscanos, coordinados por Palou, mientras que Serra andaba fundando las principales misiones (hoy grandes ciudades, algunas de ellas; otras, caseríos abandonados) de la Alta California. Al iniciar las tropas españolas la conquista de la Alta California, en 1769, fray Junípero y sus misioneros participaron activamente en el descubrimiento de Monterrey, a la vez que se consagraban a la tarea evangelizadora de los indígenas. En su labor fundadora, establecieron las misiones de San Diego (1769), San Carlos (1770), San Antonio (1771), San Francisco (1776) y San Buenaventura (1782), entre otras.

A comienzos de 1771, para asistir a las nuevas misiones y establecer otras, fueron asignados veinte franciscanos a la Baja California, a las órdenes de Palou, y diez a la Alta California, bajo la guía del padre Serra. Palou no pudo incorporarse a la evangelización de la Alta California hasta 1773, cuando los franciscanos fueron obligados a entregar las misiones de la Baja California, aquéllas que el padre Serra había dejado al cuidado del padre Palou, a los dominicos, a petición del obispo de Sonora y California, fray Antonio de los Reyes (antiguo franciscano del Colegio de Querétaro, siempre receloso del de San Fernando). El presidente de dichas misiones, Francisco Palou, debió dejar su cargo y volcó todo su esfuerzo franciscano en la Alta California, donde durante este tiempo se habían ido fundando nuevas e importantes misiones por su amigo Serra. El padre Palou, acompañado de nueve franciscanos más, pasaron a misionar en la parte Alta de California, saliendo de San Fernando de Vellicatá el 3 de agosto de 1773, y llegaron a San Diego el 30 de agosto. Continuaron hacia el norte hasta San Luis Obispo, donde se presentaron el 25 de octubre. En 1774, Palou acompañó al capitán Riberea en su expedición a la bahía de San Francisco, y en diciembre del mismo año plantó la cruz en Punta Lobos.

Palou tuvo un papel destacado en la fundación de las misiones de San Francisco y Santa Clara de Asís. En 1774, después de hartas gestiones, llegó la ansiada autorización del virrey Bucarelli, que destinaba, en principio, treinta soldados, con sus familias, para la fundación de San Francisco. A mediados de 1776, la expedición enviada, a la que estaba asignado Palou, plantó quince tiendas cerca de la bahía, y poco después fue construyendo la iglesia y las edificaciones fundamentales. Finalmente, el 17 de septiembre de 1776 fue el día en que se inauguró el humilde núcleo de la que iba a ser una de las ciudades más grandes del mundo. Fray Junípero pudo celebrar en aquella misión la misa de San Francisco de Asís, el 4 de octubre. En la misma bahía inmensa de San Francisco nacían en 1777 la misión de Santa Clara de Asís y, junto a ella, la de un pueblo de españoles que se llamó San José de Guadalupe.

En ese año de 1777, Monterrey se convirtió en capital de California y sede del nuevo gobernador, Felipe de Neve. Así sería posible controlar más de cerca la actividad misionera del padre Serra. En 1779 las dos Californias quedaron sustraídas del virreinato de Nueva España y puestas bajo un comandante o gobernador general, Teodoro de Croix, con residencia en Sonora. En estos años, fray Junípero Serra, ya anciano y en medio de una administración política enmascaradamente hostil, todavía consiguió fundar en el canal de Santa Bárbara la misión de Nuestra Señora de los Ángeles (1781) y la de San Buenaventura (domingo de Pascua, 31 de marzo de 1782). Poco antes de morir, y sabedor de su crítico estado (finales de 1783), Serra visitó una por una todas las fundaciones, despidiéndose de sus compañeros.

A comienzos de 1784 regresó a su centro habitual, San Carlos de Monterrey. A últimos de abril Serra salió hacia San Francisco, donde le recibió su gran amigo Palou, con quien hizo confesión general. Regresó a Monterrey, donde fue visitado por Palou, con quien repitió, el 26 de agosto de 1784, la confesión general. El 27 recibió el viático y el día 28, después de prometerle que rogaría en el cielo por las misiones, Junípero murió contestando con toda devoción una oración que rezaba Palou, no sin antes despedirse del mismo: “Y ahora vamos a descansar”. La admiración de Palou por su amigo Serra llegó al extremo de repartir su escasa ropa en trozos, recurriendo al truco de decir que aquello era “escapulario y cordón de Nuestro Padre San Francisco”.

Fray Junípero moría dejando tras de sí la fundación de trece poblaciones en la Nueva California. El padre Palou abandonó estas tierras al poco tiempo y, tras solucionar los problemas que se habían planteado con las autoridades civiles, se retiró como guardián o superior del Colegio de San Fernando, donde empleó su tiempo libre en descansar a la vez que en terminar sus libros. El que fuera primer historiador de las Californias moría en el Colegio de Santa Cruz de Querétaro donde se hallaba de visita, en 1790, a los sesenta y ocho años de edad, dejando tras de sí una afanosa vida dedicada a la obra misional.

La parte “californiana” de la obra de Palou es la que tiene el tratamiento más histórico, no sólo porque entran en juego más personajes, independientemente de Junípero, sino también porque hay un continuo aporte de pruebas. Junípero Serra, como es normal en la finalidad panegírica que Palou da a la narración, sigue siendo el centro e hilo conductor de todo el relato. Es un enorme documento histórico de primera mano, y su conocimiento es totalmente imprescindible para la historia de la Alta California, aunque se ha de decir, sin restarle la importancia que tiene, que Palou deja de lado bastantes hechos históricos, como las muchas actuaciones que rusos e ingleses estaban realizando por esa parte del continente americano.

En cuanto al estilo, La vida de Junípero de Palou no es una obra fácil para un lector con los ojos de la actualidad. A pesar de estar escrita a finales del siglo XVIII y correr por Europa, y por lo tanto también en sus círculos de influencia, nuevos estilos literarios, no es Palou un escritor empapado de ellos. Es una persona muy influida por su educación, la cual se dio a tres niveles, diferentes pero entrelazados: el Seminario mallorquín, las continuas enseñanzas de Junípero Serra y la gran experiencia recogida en el Colegio de San Fernando de México. Esta educación modeló la mentalidad de Francisco Palou con tres características generales: la creación de una conciencia egocéntrica del hecho religioso, es decir, fue educado en una filosofía-teología de un marcado carácter tomista; un cultivo de las humanidades, fundamentalmente con una inclinación neorenacentista, y la sumisión al servicio de unos ideales políticos específicos, que respondían a la política de renovación emprendida por los gobiernos borbónicos. La obra tiene como principales características estilísticas la claridad y lo concreto de la expresión. Es una obra escrita en un castellano claro y conciso, sin alarde, ni adjetivos grandilocuentes. Se puede decir que Palou “va al grano”, sin entrar en excesivos detalles paralelos de la historia; el hilo conductor es Junípero Serra, y de lo que él se aleja no es recogido.

Aunque pueda parecer una contradicción, ante la educación neoclásica recibida por Palou, La vida de Junípero está llena de arcaísmos y casticismos, impregnada de una literatura que nada tiene que ver con la utilizada en este tiempo, tanto en la Península como en México. La explicación de este hecho puede estar en los períodos de aislamiento misional que desconectaban a estos hombres de las modas literarias madrileñas, siendo continuadores de estilos ya caducos en otras esferas. Palou mantuvo los esquemas culturales aprendidos en la Península hasta el final de sus días, dejándolos plasmados en sus obras.

También es frecuente que Palou intercale algún texto en la narración. Este hecho, contrario totalmente al puro estilo biográfico, es producto de una influencia por otra parte de la cultura reinante; se trataba de dar valor a sus palabras, poner los créditos que necesitaban los hechos que él relata y que presenció o que le fueron referidos por alguna otra persona o algún misionero.

No tenía Francisco Palou intención de publicar La vida de Junípero, sino de mandarla a la provincia de Mallorca, al Convento de Palma, como carta edificante: servir de base para futuros religiosos cuya labor de apostolado fuera a realizarse en el continente americano; es decir, tenía la intención de ayudar a crear una conciencia misional entre los jóvenes seminaristas peninsulares, pues Junípero y Palou fueron siempre unos hombres al servicio de la Corona. Tampoco se puede desconectar el libro de la idea de Palou de que en un futuro se santificara a Junípero Serra. La última parte del libro está escrita desde esta perspectiva de “santidad”, pues en ella “se recopilan las virtudes que singularmente resplandecieron en el Siervo de Dios Fray Junípero”.

En conclusión, hoy se recuerda a los padres Serra y Palou como fundadores de ciudades, gracias a la obra biográfica de Palou, quien resume todas las noticias y relaciones de los viajes de descubrimiento que mandó hacer el Gobierno español desde 1767 hasta 1783. La figura de fray Junípero Serra, gracias a los escritos de Palou, cuya “vida y tareas” fueron divulgadas en los mismos al poco tiempo de su muerte, brilló sobre el resto de sus compañeros y oscureció a otros abnegados misioneros franciscanos, como el padre Lasuén, sucesor de fray Junípero Serra. Palou logró transmitir la idea de que tanto él como Serra no sólo eran evangelizadores, sino que también eran civilizadores. En todo momento le dieron al indio lo que le hacía falta para valerse en el mundo occidental que había a su alrededor. Lógicamente, falta en Palou una visión crítica del papel político desempeñado por los misioneros franciscanos. Hay que recordar que contra esta biografía escribió unas Notas críticas el dominico valenciano Luis Salas.

El retrato de fray Junípero Serra escrito por Francisco Palou representa tanto el agradecimiento de este último al que fuera su compañero y amigo inseparable, como un recorrido histórico por la segunda mitad del siglo XVIII del México colonial. La imagen del beato Junípero Serra no ha “calado” excesivamente entre los creyentes católicos, a pesar de que fray Francisco Palou fue un excelente publicista de la precoz causa de Serra, incluso en vida del franciscano, ni a pesar del profundo respeto que ha despertado su labor misionero-colonizadora hasta nuestros días. Habrá que esperar casi dos siglos a que los escritos panegíricos de Palou diesen sus frutos, ya que en 1948 se inició en Monterrey el proceso para la beatificación de fray Junípero, declarado venerable en 1958, y beatificado por Juan Pablo II el 25 de septiembre de 1988.

 

Obras de ~: Relación histórica de la vida y apostólicas tareas del venerable Padre Fray Junípero Serra y de las Misiones que fundó en la California Septentrional y nuevos establecimientos de Monterrey, escrita por el R. P. L. Fr. Francisco Palou, Guardián actual del Colegio Apostólico de S. Fernando de México, y Discípulo del Venerable Fundador, dirigida a su Santa Provincia de la Regular Observancia de Nuestro Santo Padre San Francisco de la Isla de Mallorca, a expensas de don Miguel González Calderón, síndico de dicho apostólico Colegio, México, Imprenta de Felipe de Zúñiga y Ontiveros, 1787; “Relación histórica de la vida del venerable Padre Fray Junípero Serra”, en F. X. Clavijero, Historia de la antigua o baja California. Obra póstuma del Padre Francisco Javier Clavigero, de la Compañía de Jesús. Traducida del italiano por el presbítero don Nicolás García de San Vicente, México, 1852, págs. 125-252 (México, Porrúa, 1970); “Vida de Fray Junípero Serra”, en Estandarte Católico (San Francisco) y en La Estrella (Los Ángeles), 1853-1854 (eds. cast. por entregas en folletines seriados); “Noticias de la Antigua y Nueva California”, en Documentos para la Historia de México. Serie IV, México, Diario Oficial de México, 1857, vols. VI y VII (2.ª ed. de J. T. Doyle, San Francisco, 1974); Life of the venerable Padre Junípero Serra, trad. de J. Adam, San Francisco, 1884; “Vida de Fr. Junípero Serra”, en Storia Universale delle misioni Francescane, vers. it. de M. da Civezza, vol. VII, parte IV, Firenze, 1894, págs. 227-310; Evangelista del Mar Pacífico. Fray Junípero Serra. Padre y Fundador de la Alta California, adapt. de la Relación histórica, pról. de L. Rivero, Madrid, 1944; Life and Apostolic labors of venerable Father Junípero Serra, Washington, Academy of American Franciscan History, 1955 (ed. de Maynard J. Geiger); Relación histórica de la vida y apostólicas tareas del venerable Padre Fray Junípero Serra, Madrid, Biblioteca Indiana, 1958; Historical memoirs of New California, New York, Russell Russell, 1966, 4 vols.; Relación histórica de la vida y apostólicas tareas del venerable padre fray Junípero Serra y de las misiones que fundó en la California septentrional, y nuevos establecimientos de Monterrey, ed. de M. León-Portilla, México, Porrúa, 1982; Vida del venerable Padre Fr. Junípero Serra, ed. de Bartolomé Font Obrador, Palma de Mallorca, Caja de Ahorros de Baleares, 1977; Relación histórica de la vida del venerable padre fray Junípero Serra, México, Universidad Autónoma de Querétaro-Joaquín Porrúa, 1983 (ed. facs. de la ed. de 1852); Junípero Serra y las misiones de California, ed. de J. L. Anta Félez, Madrid, Historia 16, 1988 (col. Crónicas de América, 44); Cartas desde la península de California (1768-1773), ed. de J. L. Soto Pérez, México, Porrúa, 1994; Recopilación de noticias de la Antigua y de la Nueva California (1767-1783), ed. de S. Pérez, intr. de L. Gómez Canedo, México, Porrúa, 1998.

 

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Antonio Astorgano Abajo

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