Antonelli, Juan Bautista. El mozo. Madrid, 1585 - Cartagena de Indias (Colombia), 1649. Ingeniero.
Hijo de Bautista Antonelli, fue conocido como el “Mozo”, para distinguirle de su padre. Comenzó el estudio de las matemáticas muy joven, y con solo 19 años, en 1603 acompañaba a su padre y al capitán Pedro Suárez Coronel a la América hispana. Debían inspeccionar las salinas de Araya en la costa oriental de Venezuela, donde los holandeses venían realizando la explotación de la sal desde 1593. En 1604 reconocían las citadas las salinas, estudiando la posibilidad de su cegamiento para que los enemigos no se abastecieran en ellas. Esta misión se prolongó tres años en los que pasaron numerosas penalidades. A su vuelta, visitaron la isla de Margarita, quedándose Juan Bautista (el Mozo) en La Habana, junto a su primo Cristóbal de Roda Antonelli, con el que continuaba el aprendizaje de la profesión de ingeniero, y que se había quedado al frente de las fortificaciones desde que Bautista Antonelli abandonara la isla.
En 1608 acompañaba a su padre a la plaza de Cartagena de Indias, donde trabajaba nuevamente al lado de Cristóbal de Roda en las fortificaciones de las murallas, sus baluartes y en el frente de tierra. En 1610 volvía a España para informar al Consejo de Indias del estado de las obras de Cartagena. El 30 de junio de 1611 el rey le nombraba oficialmente ayudante de Cristóbal de Roda (en la plaza de Cartagena de Indias) y se le asignaba un sueldo con cargo a la corona. En 1618 volvía nuevamente a la metrópoli para informar de los daños provocados en la plaza por un fuerte huracán. Según su informe, las murallas y baluartes costeros habían quedado muy dañados, al tiempo que también se había producido un importante deterioro en viviendas y depósitos anegados por el temporal.
En 1622 se le destinaba a la península de Araya, en Venezuela, para la construcción de un castillo (tardó siete años en construirlo) que prohibiese el robo de la sal por parte de los holandeses, robo que venían realizando desde 1593. Posteriormente recorría la costa de la provincia de Cumaná, de la que realizaba un pormenorizado estudio de sus puertos y costas. Estuvo como responsable de tales trabajos hasta 1630. En ese año, era enviado a Madrid por el gobernador de Cumaná a fin de que informara al rey y a la Junta de Guerra de las obras realizadas. Su presentación fue aprobada por la Junta, que le prometía “tenerle presente para la plaza de Cristóbal Roda en Cartagena, cuando vacase”. Más tarde, regresaba a Araya para terminar los trabajos, pasando primero por San Juan de Puerto Rico a fin de “disponer lo conveniente para su defensa”. En la plaza citada estuvo algún tiempo dirigiendo las obras del Morro, al tiempo que modificaba las trazas del arsenal de la Puntilla (hoy museo) y construía, además, nuevas plataformas artilleras. En 1631 moría su primo Cristóbal de Roda, y tras la aprobación real de todos sus trabajos en Puerto Rico, se le concedía la plaza de ingeniero militar de las Indias Occidentales en 1632. De regreso a América, pasaba nuevamente por Cumaná, para pasar con posterioridad y sucesivamente a La Habana y Santiago de Cuba, de donde volvía a Cartagena para proseguir con los trabajos comenzados y no terminados por Cristóbal de Roda.
En 1635 el rey Felipe IV le concedía el grado de capitán de infantería sin sueldo, aunque con todas las prerrogativas del cargo. En ese mismo año, de nuevo en Puerto Rico, elaboraba nuevas trazas para las fortificaciones de la ciudad y de la bahía, de lo que informaba al rey en por carta con fecha 19 de agosto de 1636. De Puerto Rico marchó a Cuba donde dirigía las fortificaciones de La Habana y de Santiago, y en 1639 estaba de nuevo en Cartagena de Indias, donde iniciaba la construcción de los baluartes de Santa Catalina y de San Lucas, que formaban el frente de tierra de la plaza. En diciembre de 1649 fallecía en dicha ciudad de Cartagena.
Como ingeniero constructor de fortificaciones, Juan Bautista continuó la preferencia por el trazado irregular ya experimentada en intervenciones anteriores por otros de sus familiares. Tales preferencias, que comenzaron a manifestarse con el fuerte de Mazalquivir (1574), se mantienen hasta el castillo de Araya, percibiéndose también en obras en las que más prevaleció, más la influencia de las trazas de los Antonelli, que la presencia física de ellos. Es el caso del Morro de San Juan de Puerto Rico y del San Pedro de las Rocas de Santiago que, desde los dos grandes baluartes emplazados en lo más alto del cerro, va bajando con una secuencia de terrazas escalonadas hasta el mar.
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Juan Carrillo de Albornoz y Galbeño