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Berenguela de Castilla

Biografía

Castilla, Berenguela de. La virgen consagrada. Burgos, c. 1230 – Las Huelgas (Burgos), c. 1279. Infanta de Castilla, religiosa cisterciense (OCist.), mística.

Fue la hija menor de san Fernando y de Beatriz de Suavia. Desde sus tiernos años, bebió la piedad y la virtud en su propio hogar, pues su padre mereció el honor de los altares, su madre fue un dechado de virtudes, y su abuela Berenguela pasó por la vida dejando tras de sí una estela luminosa de santidad, que si bien no ha merecido culto, no obsta para que fuera la forjadora del corazón de un santo —san Fernando—, y era la que marcaba la tónica del proceder de todos los demás vástagos de este matrimonio.

Muy joven, la colocaron sus padres en el monasterio de las Huelgas para que recibiera una educación adecuada.

Así transcurrieron unos años hasta el despertar de la juventud, momento en que, ante la disyuntiva de volver al mundo para tomar estado o bien perseverar en el monasterio en estado de consagración a Cristo, tanto le satisfacía aquel género de vida, que optó por consagrarse a él toda la vida, por lo que inició el noviciado canónico. Ofició en la vestición del hábito el arzobispo burgalés Juan de Medina. La crónica general se hace eco de este acontecimiento con estas palabras: “La metieron virgen en el monasterio de las Huelgas de Burgos, et consagraronla a Dios”.

Su vida en el monasterio transcurrió en cierto sentido en la oscuridad, porque nunca quiso ostentar título de abadesa, como solía ser frecuente en las princesas, sobre todo cuando estaban emparentadas con los fundadores del monasterio, como sucedía con ella, que era nieta de Alfonso VIII. Sin embargo, bien por propia voluntad o quizá por prestar un excelente servicio a la casa, se ofreció a desempeñar el cargo de señora o protectora de la comunidad, cargo que llevaba consigo velar por los intereses materiales del monasterio.

Siendo cuantioso el patrimonio de las Huelgas en el centro de la región castellana, no era infrecuente que los colonos se mostraran rebeldes y olvidadizos de sus deberes para con las religiosas. Muchas veces se propasaban a cometer actos poco acordes con la buena crianza. Tal comportamiento obligaba a las religiosas a tener al frente una princesa que se hiciera respetar, por el peso que tenían ante las altas esferas del gobierno, bien porque estuvieran emparentadas con el Rey o con algún otro personaje influyente en el gobierno.

Uno de los actos más importantes que señalan los autores del paso de esta princesa por el monasterio de las Huelgas fue la creación de un colegio de niñas de familias nobles en el cual las jóvenes se formaban y luego pasaban a ocupar las plazas vacías de las religiosas que iban falleciendo. Así, la comunidad —compuesta por un centenar de religiosas de coro y otras tantas hermanas legas—, siempre estaba completa, porque en el momento que fallecía una de ellas, se admitía otra de las jóvenes que estaban esperando ver vacía una plaza. Porque si bien muchas de las jóvenes volvían al mundo, otras se sentían realizadas y preferían continuar en aquella vida de alabanza a Dios.

A ella se debe igualmente el ordenar que se construyera un sarcófago digno de su abuela Berenguela, que había mandado ser enterrada en sepultura llana. El sepulcro se llevó a cabo delante de la reja del coro, pero luego no prevalecieron tales deseos de la princesa, por haber acordado la comunidad que se respetara la voluntad de la abuela de seguir inhumada en sepultura llana; lo cierto es que tal sepulcro servirá para depositar los restos de la propia princesa cuando el Señor dispuso de su vida. En 1247 se la ve tomar parte en todas las decisiones importantes de la comunidad, incluso la abadesa siempre obraba de acuerdo con ella, no sólo por razón de su origen, sino por estar dotada de un equilibrio excepcional, capaz de resolver fácilmente los problemas más intrincados que aparecían.

La muerte de su padre en 1252 le ocasionó un duro quebranto, porque había sido él quien más la había ayudado en preparar su alma para consagrarse al Señor, de lo que jamás se mostró arrepentida. Pasando por alto muchas otras actuaciones ejercidas por la princesa, ha de citarse el notable elogio que le tributa el historiador del monasterio Amancio Rodríguez en estos términos: “Su muerte fue un rudo golpe para esta ilustre comunidad, que veía en ella no sólo el defensor de sus derechos, sino la prudente y sabia gobernadora de sus intereses; a su iniciativa se debieron la terminación de las obras del Real Monasterio y erección de altares, la creación del colegio de niñas nobles, que tanto realce dio a esta real Casa, pues no se sabe que en ningún otro convento de España existiese una institución de esta clase, prueba elocuente de la cultura de esta comunidad; y además procuró con su celo religioso el mayor esplendor del culto, y con su santidad fue estímulo eficaz para el florecimiento espiritual y observancia monástica”.

Dicen que cuando en 1884 se abrió su sepulcro apareció el cuerpo de la princesa incorrupto y revestido de la cogulla cisterciense. El menologio de la Orden, en el cual consta un resumen de la vida de los santos y bienaventurados, trae su elogio el día 8 de marzo en los siguientes términos: “En España, la bienaventurada Berenguela, hija de Fernando III, rey de Castilla y de León, que, dejando la corte de su padre, tomó el hábito en el Monasterio de las Huelgas de Burgos, donde acabó santamente sus días”. Según Muñiz, “fue hija de tal padre [san Fernando] y tan singular en pureza y demás virtudes que por antonomasia le dan el nombre de La virgen consagrada. Nunca quiso ser abadesa. Murió año de mil doscientos setenta y nueve, y su sepulcro se ve en la parte del coro al lado de la Custodia”.

Respecto a la fecha de muerte, el historiador Amancio Rodríguez discrepa de esta fecha de 1279, que es la que dan la mayoría de los historiadores, y sitúa el hecho nueve años más tarde, a fines de 1288.

 

Fuentes y bibl.: Archivo del Monasterio de Oseira, Nobleza y virtud en el monasterio de las Huelgas de Burgos de J. Álvarez Álvarez, ms., págs. 75-80.

C. Henríquez, Regula, constitutiones et privilegia Ordinis Cisterciensis item Congregationum monasticarum et militarium quae Cisterciense institutum observante. Menologium Cisterciense [...], Antuerpiae, ex officina Plantiniana Balthasaris Moreti, 1630 (1674, pág. 75); J. de Saracho y J. Moreno Curiel, Jardín de flores de la gracia [...] Doña Antonia Jacinta de Navarra y de la Cueva [...], Burgos, Imprenta de Atanasio Figueroa, 1736; R. Muñiz, Médula histórica cisterciense, vol. V, Valladolid, Imprenta de la Viuda de Tomás de Santander, 1786, pág. 120; A. Rodríguez, El Real Monasterio de las Huelgas de Burgos y el Hospital del Rey: (apuntes para su historia y colección diplomática con ellos relacionada), Burgos, Imprenta y Librería del Centro Católico, 1907; J. Álvarez, Nobleza y virtud en el Monasterio de las Huelgas, Burgos, 1970, págs. 75- 80; D. Yáñez Neira, “Nobleza y virtud en Santa María la Real de las Huelgas”, en Hidalguía (1987), págs. 227-232.

 

Damián Yáñez Neira, OCSO

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