Beatriz de Suabia. ?, 1198 – Toro (Zamora), 5.XI.1235. Reina de Castilla, primera esposa de Fernando III y madre de Alfonso X el Sabio.
Acabadas las perturbaciones que la sucesión de Enrique I había provocado en el reino castellano, y asentado en el trono Fernando III, la cuestión más importante era el matrimonio del joven rey, que estaba ya próximo a los dieciocho años. Para evitar la posibilidad de un matrimonio nulo por razones de parentesco, de tan triste experiencia en el caso de sus padres, era preciso desechar las princesas hispanas, así como las de Inglaterra y Francia.
El nombre que atrajo la atención desde un principio fue el de la princesa alemana Beatriz, hija de Felipe de Suabia, emperador de Alemania entre 1198 y 1208, y de su esposa, la bizantina Irene; el padre de Beatriz era hermano del emperador alemán Enrique VI (1190-1197) y ambos, hijos de Federico I Barbarroja; su madre, la bizantina Irene, era hija del emperador de Bizancio Isaac Ángel (1185-1204) y de su esposa, Margarita, hija del rey Bela de Hungría.
Así, Beatriz descendía por su padre y por su madre de los dos grandes imperios del medievo: del Sacro Imperio Germánico y del imperio bizantino.
La adolescencia de Beatriz en Alemania había sido muy agitada, pues su padre, el emperador Felipe, había tenido que luchar todo el tiempo de su imperio con otro emperador rival, Otón IV, para morir finalmente asesinado en 1208. Muerto Felipe, su rival tomó bajo su protección a Beatriz, e incluso prometió casarse con ella, pero fue derrotado y expulsado del trono en 1214 por Federico II, hijo del emperador Enrique VI y sobrino de Felipe de Suabia, quedando así Beatriz bajo la guarda de su primo el emperador Federico II.
Resuelta la elección de esposa a favor de Beatriz, la reina Berenguela envió una primera embajada al imperio alemán para proponer el matrimonio; logrado el asentimiento, a mediados de 1219 partía en busca de la novia otra embajada más solemne presidida por el obispo de Burgos, Mauricio, e integrada por los abades de San Pedro de Arlanza y Santa María de Rioseco, por el camerario de San Zoilo de Carrión, por el maestre de la Orden de Santiago y por el prior de la Orden de San Juan en España, cuya misión era negociar los detalles del acuerdo matrimonial.
Tras casi cuatro meses de estancia en la corte de Suabia, comenzado el otoño, Federico II, ya electo emperador, hizo entrega de la novia a los embajadores, que pasando por París, donde visitaron a la hermana de Berenguela, la reina Blanca. Cuando llegaron al reino de Castilla, salió la reina Berenguela hasta Vitoria al encuentro de Beatriz. En Burgos estaba esperando Fernando con los magnates, los obispos y los procuradores de las ciudades del reino, que acogieron a la novia con muestras de júbilo. La impresión que causó la joven con sus veintiún años entre los burgaleses es descrita por los cronistas como la de una doncella nobilísima, muy sabia, pudorosa, de honestas costumbres, prudente y dulcísima, primera impresión que se confirmaría y acrecentaría durante los dieciséis años de su reinado. Por fin, el 30 de noviembre, día de san Andrés, en la catedral de Burgos, oficiando el obispo Mauricio, se celebraba la boda de Fernando y Beatriz; el novio tenía dieciocho años y la novia, veintiuno.
Con ocasión de sus bodas y para rodear a éstas de la máxima solemnidad, el rey Fernando, quiso celebrar en Burgos una reunión extraordinaria de la curia regia o asamblea del reino compuesta por los magnates, los caballeros principales, los prelados y los abades más importantes y los procuradores de las ciudades; es decir, lo más granado del reino de Castilla, con una concurrencia tan numerosa que jamás se había visto otra igual en la ciudad de Burgos. Los contrayentes celebraron su luna de miel en Burgos durante todo el mes de diciembre, y hasta el día de Reyes de 1220 no se les localiza ya en Valladolid.
A partir del día de su boda, la reina Beatriz acompañará casi continuamente a su marido, salvo en las campañas militares. Lo mismo que Berenguela venía haciendo ya, ahora las dos juntas solían salir a recibir al hijo y esposo al regreso de esas campañas; sus lugares de residencia preferidos eran Burgos, Valladolid y Toledo; su lugar favorito fue el mismo que el de Berenguela: las Huelgas Reales de Burgos, en el camino de Santiago por donde llegaban todas las novedades culturales de Europa. Por lo que se sabe de sus estancias y desplazamientos siempre se encuentra a Beatriz al lado de Berenguela. El entendimiento entre ambas parece que fue algo no habitual; en las pocas actuaciones políticas que se conocen siempre actuaron las dos de acuerdo cerca de su hijo y marido, logrando con su valimiento la concordia y el perdón entre el rey y algún noble levantisco, como fueron los casos de Lope Díaz de Haro y Álvar Pérez de Castro.
Beatriz coincidía con su esposo y con Berenguela en una profunda religiosidad y en una especial devoción a la Virgen; según cuenta su hijo Alfonso X en una de las Cántigas en honor de Santa María, habiendo enfermado la reina Beatriz en Cuenca (1226) y una vez que los médicos habían desesperado de curarla, se hizo traer una imagen de Santa María, poniendo en ella todas sus esperanzas de salud.
El matrimonio de Fernando y Beatriz aparece en la historia como una unión feliz, no manchada por ninguna infidelidad; el matrimonio duró dieciséis años y sólo tuvo su fin con la muerte de doña Beatriz el 5 de noviembre de 1235, cuando sólo tenía treinta y seis o treinta y siete años de edad. Fruto de esos dieciséis años de vida conyugal fueron, según Rodrigo Jiménez de Rada, un total de nueve hijos: siete varones y dos mujeres, nacidos por este orden: Alfonso, primogénito y sucesor de Fernando III (Toledo, 23 de noviembre de 1221), Fadrique (ante 13 de septiembre de 1223), Fernando (ante 25 de marzo de 1225), Leonor (¿1226?), Berenguela (¿1228?), Enrique (ante 10 de marzo de 1230), Felipe (ante 5 de diciembre de 1231), Sancho (¿1233?) y Manuel (1234). Lucas de Tuy añade una tercera hija a la que asigna el nombre de María y de la que dice que murió puellula, esto es, niñita, pocos días antes que su madre, y fue enterrada en San Isidoro de León; pero, al ser ignorada por el arzobispo de Toledo, se supone que falleció poco después de nacer ese mismo año 1235, el de la muerte de su madre.
Es posible que una maternidad tan reiterada hubiera debilitado la naturaleza de la reina Beatriz; el caso es que, sin una enfermedad prolongada que preludiase un fatal desenlace, pues sólo contaba con treinta y siete años de edad, el 5 de noviembre 1235 vino a fallecer en Toro, cuando viajaba acompañando a su marido, como era habitual en ella. El itinerario regio nos muestra a Fernando III del 24 al 28 de octubre en Ponferrada; el 3 de noviembre el rey se encontraba en Villalobos, a tan sólo cincuenta kilómetros de Toro. Era el viaje de la muerte para la reina, que probablemente llegó a Toro el día 4 de noviembre, víspera de su óbito.
La reina Beatriz dejaba tras de sí ocho huérfanos entre los catorce y un año de edad; la falta de una madre en tan tierna edad no dejaría de influir desfavorablemente en la educación de los huérfanos y posiblemente se reflejó en las posteriores disensiones fraternas.
El cadáver de la reina fue trasladado al monasterio de las Huelgas Reales de Burgos y sepultado con honores muy cerca del rey Enrique. Cuarenta años más tarde, su cuerpo fue trasladado por su hijo a la catedral de Sevilla, donde reposa al lado del rey Fernando, con el que compartió su vida.
Bibl.: R. Jiménez de Rada, “De rebus Hispaniae”, en A. Schott, Hispania Illustrata, Frankfurt, Claudium Marnium, 1608, 2.ª ed.; págs. 47-52; Crónica latina de los reyes de Castilla, ed. de Luis Charlo Brea, Cádiz, Universidad, 1984; J. González, Reinado y diplomas de Fernando III, Córdoba, Caja de Ahorros de Córdoba, 1980-1983-1985, 3 vols.; Crónica de Veinte Reyes, ed. de Ruiz Asencio, Burgos, Ayuntamiento, 1991, págs. 288-292; G. Martínez Díez, Fernando III (1217-1252), Burgos, La Olmeda, 1993.
Gonzalo Martínez Díez, SI