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Cristóbal Lozano

Biografía

Lozano, Cristóbal. Hellín (Albacete), 1609 – Toledo, 3.X.1667. Capellán real, teólogo, escritor.

El doctor Cristóbal Lozano nació a finales de 1609 en Hellín (Albacete), del matrimonio formado por Gaspar Lozano y Ana Sánchez, y fue bautizado en la iglesia parroquial de la villa el 26 de diciembre de aquel año. De humildes orígenes, alternó durante su infancia el trabajo en la carpintería regentada por su padre con el aprendizaje de sus primeras letras. Puestas en evidencia sus cualidades para el estudio desde temprana edad, su familia decidió darle carrera a pesar de sus limitados recursos. No tardó Lozano en decantarse por el sacerdocio, quizás por el rápido acomodo que le proporcionaría la profesión religiosa, si bien su carácter e inclinaciones nunca armonizaron bien con las renuncias y obligaciones aparejadas a dicho ministerio.

En torno a 1630 se trasladó a Alcalá de Henares, en cuya Universidad ingresó con unos veinte años. Allí tuvo como gran maestro al doctor Juan de Gareca, catedrático de Prima de Cánones e insigne humanista, a quien el escritor hellinense reconocería su magisterio en el David perseguido. En aquellos años, Lozano fue condiscípulo de Pedro Portocarrero, con quien trabó una estrecha amistad. Años más tarde, Lozano le dedicaría la edición de Soledades de la vida y desengaños del mundo impresa en 1663; Portocarrero, por su parte, no dudó en actuar como su protector una vez situado en el círculo de confianza de Felipe IV. Fue precisamente el joven Portocarrero uno de los primeros admiradores de Lozano, quien iniciaba, por estas fechas, su larga trayectoria literaria. Fruto de esta incipiente vocación son algunas de las primeras Serafinas, novelas cortas publicadas sólo póstumamente que fueron consagradas por el hellinense a un amor de juventud que les brinda su nombre.

Tras algo más de tres años de residencia en Alcalá, Lozano regresó a Hellín en 1634 siendo ya licenciado.

En el otoño de 1635 viajó a Valencia, donde publicó su primera obra, Flores sacramentales, cuya acogida no fue muy calurosa entre los contemporáneos. Un año más tarde, probó fortuna con una segunda pieza, Persecuciones de Lucinda y trágicos sucesos de don Carlos, que salió a la luz a finales de 1636. En esta época escribió también El buen pastor, destinado a la formación moral del sacerdote, pero prefirió no entregarlo a la imprenta hasta no recibir la aprobación de Juan de Gareca, su antiguo profesor. Con este fin Cristóbal Lozano se desplazó a Alcalá de Henares en las postrimerías de 1636.

El 6 de enero del año siguiente Gareca firmó finalmente la aprobación, pero la obra no pasó a letras de molde hasta 1641 debido a la escasez de papel.

Tras cumplir aquel requisito en Alcalá volvió a su villa natal, desde donde inició las gestiones para hacerse con el curato de la parroquia de San Salvador de Lagartera (Toledo). El 29 de abril de 1638 tomó posesión del cargo en sustitución del maestro Julio Lozano, uno de aquellos parientes arraigados en tierras toledanas a los que decidió acogerse por entonces. En estos años de permanencia en Lagartera escribió las Soledades de la vida y desengaños del mundo, que no se imprimirían hasta 1658. No abandonó, en cualquier caso, sus estudios de Teología, y en 1640 marchó a Alcalá de Henares para examinarse y alcanzar el grado de doctor.

Poco después, en abril de 1641, logró instalarse en Hellín, donde desempeñó los cargos de cura ecónomo y vicario, así como el de comisario de la Santa Cruzada de la villa de Hellín y su partido, que habían quedado vacantes por entonces. En la villa albaceteña pasó los siguientes cuatro años, hasta que fue promovido a procurador fiscal de la Reverenda Cámara Apostólica del Obispado de Murcia, cargo que figura en la portada de casi todas sus obras. Durante este período en tierras murcianas concibió su obra más importante, aquella con la que alcanzaría mayor celebridad: la trilogía formada por David perseguido, David penitente y El hijo de David más perseguido.

En 1650 Cristóbal Lozano se hallaba ya en Madrid para ultimar la publicación de la primera parte del David perseguido, que vería la luz dos años más tarde en la Villa y Corte. Durante la siguiente década estableció en Madrid su residencia habitual, si bien no cesaron los viajes de los que tanto gustó siempre.

Llevó desde este momento una vida retirada con el fin de dedicarse plenamente a cultivar su ingenio. Fruto de su intenso trabajo fueron las numerosas obras que salieron de su pluma en estos años de plenitud: en 1656, publicó la princeps del David penitente, en 1658, logró imprimir por fin las Soledades de la vida y desengaños del mundo; mientras en 1659 y 1661, respectivamente, entregó a las prensas madrileñas la segunda y tercera parte del David perseguido.

Hacia 1662 su salud se resintió a causa de tanto esfuerzo, mientras su ánimo decayó por culpa de ciertos desengaños que manifestó en el prólogo de algunas obras. Decidió en aquel momento buscar un cargo tranquilo en el que asentarse para pasar los últimos años de su vida sin mayor sobresalto. Gracias a la influencia de Portocarrero, Cristóbal Lozano vio cumplidos sus deseos: obtuvo en diciembre de 1663 la plaza de capellán real en la capilla de los Reyes Nuevos de la catedral de Toledo, donde residiría hasta el momento de su muerte. Allí prosiguió El gran hijo de David más perseguido, cuya redacción alternó con la composición de una nueva obra, Los Reyes Nuevos de Toledo, trabajo al que se sentía obligado por su nuevo cargo. En 1666 pasó a Madrid para preparar la impresión de esta obra, que llegó a las librerías en febrero de 1667. El gran éxito que alcanzó no sirvió para alterar el juicio negativo que les mereció la pieza a sus compañeros de capilla, quienes consideraban excesiva la fantasía de Lozano.

Pocos meses más tarde, cuando escribía el comienzo de la tercera parte de El gran hijo de David, soltó la pluma aquejado de una grave enfermedad. Tras hacer testamento, falleció de esos achaques el 3 de octubre de 1667. Fue enterrado en la iglesia toledana de San Andrés. Dos años más tarde sus restos fueron trasladados al convento de San Francisco de Hellín, donde recibió sepultura definitiva.

A pesar de haber cultivado también la poesía y el teatro, Cristóbal Lozano ha pasado a la historia de la literatura por el valor de sus relatos en prosa y, más concretamente, por la gran riqueza que atesoran tanto las novelas reunidas en las Soledades como los relatos breves que, a modo de ejemplo, jalonan sus obras dedicadas al rey David. En conjunto, constituyen un variadísimo corpus de historias y leyendas de sabor prerromántico que, tras gozar de una gran popularidad entre los contemporáneos, sirvieron, a comienzos del siglo xix, de cantera para muchos escritores románticos, que sentían una especial atracción hacia los memorables sucesos del pasado. Tal es el caso de Espronceda, que se inspiró en Lisardo, el estudiante de Córdoba —novela contenida en las Soledades de Lozano— para escribir El estudiante de Salamanca.

 

Obras de ~: Flores sacramentales, Valencia, 1635; Persecuciones de Lucinda y trágicos sucesos de don Carlos, Valencia, 1636; El Buen Pastor, Tortosa, Francisco Martorell, 1641; David perseguido (en tres partes), Madrid, 1652, 1659 y 1661; El rey penitente David arrepentido, Madrid, 1656; Soledades de la vida y desengaños del mundo, Madrid, Mateo Fernández, 1663 (ed. facs. con pról. de F. Mendoza Díaz-Maroto, Albacete, Instituto de Estudios Albacetenses, 1998; ed. de I. Rodríguez Haro, Albacete, Instituto de Estudios Albacetenses, 1998); El grande hijo de David más perseguido (en tres partes), Madrid, Imprenta Real, 1663 y 1665 (Andrés García de la Iglesia, 1674); Los Reyes Nuevos de Toledo, Madrid, Imprenta Real, 1667; Las Serafinas, Madrid, 1672; Marial o Discursos sobre la Virgen, s. l., s. f. (desapar.); La gran hija de David más excelente, s. l., s. f. (desapar.); Historias y leyendas (antología de textos), ed. de J. de Entrambasaguas, Madrid, Espasa Calpe, 1943, 2 vols.; Antología de las obras de don Cristóbal Lozano (antología de textos), ed. de G. Lozano Jaén, Murcia, Nausicaá, 2000.

Bibl.: J. de Entrambasaguas, El doctor don Cristóbal Lozano, Madrid, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1927; R. M. de Hornedo, “Lozano, Cristóbal”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. II, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1972, pág. 1354; M. Baquero Goyanes, “Narración y octosílabos en la prosa de Cristóbal Lozano”, en Estudios sobre el Siglo de Oro: homenaje al profesor Francisco Yndurain, Madrid, Editora Nacional, 1984, págs. 45-68; J. M. Pérez, “La influencia de la temática de la mitología clásica en el Siglo de Oro: ‘París y Enone’ de Cristóbal Lozano”, en Castilla, XIV (1989), págs. 93-104; J. M. Marcos Pérez, “La pervivencia de la mitología clásica en la obra de Cristóbal Lozano“, en M. A. Marcos Casquero (coord.), VII Jornadas de Filología Clásica de la Universidad de Castilla y León: estudios de tradición clásica y humanística, León, Universidad, 1993, págs. 161-179; E. Liverani, “Zorrilla y Cristóbal Lozano: fuentes barrocas del teatro histórico de Zorrilla”, en Una nueva lectura: actas del Congreso sobre José Zorrilla, Valladolid, Universidad, Fundación Jorge Guillén, 1995, págs. 375-383; Narrativa barocca: Le soledades de la vida y Desengaños del mundo di Cristóbal Lozano, Roma, Bulzoni, 2000; G. Lozano Jaén, “Misoginia y erotismo en las obras de D. Cristóbal Lozano”, en Al-Basit, XLIV (2000), págs. 199- 213; J. Gidrewicz, “Soledades de la vida y desengaños del mundo de Cristóbal Lozano: Novela barroca de desengaño y best-seller dieciochesco”, en VV. AA., Actas del V Congreso Internacional de la Asociación Internacional Siglo de Oro, Frankfurt/ Madrid, Vervuert/Iberoamericana, 2001, págs. 614-622.

 

Eduardo Torres Corominas

 

 

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