Sanz Pozas, Cayetano. Madrid, 7.VIII.1821 – Villamantilla (Madrid), 21.IX.1891. Torero.
Nacido de familia muy humilde en el madrileño barrio de la Arganzuela, su primer oficio fue el de zapatero remendón, que no tardó en abandonar para recorrer, en compañía de otros aprendices de torero, los pueblos de los alrededores de la capital buscando dar unos lances y ganarse unas monedas. Al tiempo, Cayetano Sanz acudía, como tantos otros, al matadero de Madrid, para intentar ensanchar sus todavía escasos conocimientos taurinos.
En 1844 logró torear una novillada en Aranjuez. Los astados pertenecían al duque de Veragua, que acudió a presenciar el festejo. Vio éste maneras en Cayetano, y de él le habló al banderillero José Antonio Calderón Capita, considerado maestro de toreros, que le tomó bajo su protección. “Las lecciones de Capita —dice Cossío—, gran teórico de la fiesta, cuyas opiniones escuchaba Francisco Montes ‘Paquiro’, sirvieron de mucho a Cayetano. Le dieron sin duda aquella elegancia suya tan peculiar en el toreo de capa y muleta. Calderón adiestraba primero a sus discípulos en el toreo de salón: forma de poner el cuerpo al lancear de capa, citar, pasar de muleta y otros concernientes a la estilística de la lidia”.
Más o menos en la misma época en que toreaba en Madrid como medio espada (en los años 1844 y 1845), se colocó como banderillero en la cuadrilla de El Chiclanero. En 1846 aún seguía en esa función subalterna, si bien de vez en cuando su maestro le cedía toros para que él los estoquease.
Hay dudas sobre la fecha de su alternativa. Cossío dice, sin especificar el día, que le fue concedida en 1850 por Francisco Arjona Guillén Cúchares, en presencia de Julián Casas el Salamanquino. Si bien el mismo autor indica que, según Leopoldo Vázquez, en un artículo publicado en la revista Sol y Sombra, el doctorado lo había recibido el 12 de septiembre de 1848, de manos del Salamanquino. Ventura Bagués Don Ventura, por el contrario, escribe: “Para los efectos de su antigüedad se cuenta la fecha del 12 de noviembre de 1848, en cuyo día alternó en Madrid con El Salamanquino, pero sin que éste le cediera muleta y espada”. López Izquierdo corrobora esta fecha, y reproduce de El Heraldo: “La tarde fue fría y la plaza estuvo casi desierta; regular los toros [de Manuel de la Torrre y Sauri, de Pedro Nautet y Manuel Suárez Jiménez]; malísima la cuadrilla”. Este autor también indica que la corrida había sido suspendida a causa del temporal en dos ocasiones, los lunes 30 de octubre y 6 de noviembre. Como todavía faltaba una fecha más para configurar el enigma del doctorado, ésta la ofrece Sánchez de Neira, al asegurar que tomó “categoría de espada de cartel a mediados de 1849, en que Cúchares y el Salamanquino le dieron la alternativa”. Esa fecha muy bien podría ser la del 30 de abril de 1849, festejo del que López Izquierdo escribe: “Al decir de El Heraldo el 1.º lo mató Cayetano Sanz por cesión de Cúchares”, que cobró 3800 reales, por los 900 que percibió Sanz. Completaban el cartel Manuel Díaz Lavi (1700 reales) y el Salamanquino (2000).
Si lo anterior no es poco confuso, a partir de este momento la trayectoria de Cayetano Sanz se complica aún más (al menos, desde el punto de vista del aficionado contemporáneo, que distingue muy claramente entre corridas y novilladas, y entre matadores y novilleros), ya que después de haber actuado en una corrida con el Salamanquino en 1848 (y, por tanto, haber adquirido antigüedad como matador de toros), ese año siguió toreando en novilladas para aficionados (los días 17 y 31 de diciembre), aunque él lidiaba toros. En 1849 toreó en esa misma plaza y esos ambiguos festejos, los días 7, 14, 21, 23 y 28 de enero; 2, 4, 11, 18 y 25 de febrero; 4, 11, 18, 19 y 25 de marzo; y, ya en corrida de toros, los días 9, 16 y 30 de abril; 7, 13 y 28 de mayo; 4, 11 y 25 de junio; se ausentó de Madrid en los meses de julio (excepto el día 2), agosto, septiembre y octubre, y regresó al ruedo de su ciudad natal el 11 de noviembre, para, de ahí en adelante y hasta diciembre, compaginar de nuevo las corridas y las novilladas.
Y, llegado, enero, comenzar de nuevo el ciclo.
Sirva esta prolija relación de fechas para adquirir una idea sobre cómo estaba entonces ordenado el toreo, y cómo los nombres se repetían hasta la extenuación en los carteles del abono de la plaza de Madrid. Situado ya en primera línea del toreo, en los años siguientes Sanz alternó su constante presencia en Madrid con las corridas en plazas de provincia.
Sobre la importancia de la figura de Cayetano Sanz, Arévalo dice: “Fue un diestro fundamental de mediados del siglo XIX. Era una esponja y lo absorbió todo de los grandes. De Francisco Montes, fundamentalmente, y también de Cúchares, su rival en los ruedos y en los despachos, aprendió la norma clásica y la capacidad inventiva. A Cayetano se le atribuye la interpretación de un largo repertorio de lances e, incluso, la creación del lance de frente por detrás, que Ojitos le viera ejecutar y que luego daría origen a la gaonera.
Según sus partidarios, Cayetano Sanz introdujo la elegancia en el toreo como valor estético. Y si luego hubo algunos historiadores, como Alameda, que depreciaron esta cualidad por lo que puede tener de escultórica, de ‘pose’ en el peor de los sentidos, lo cierto es que la elegancia mientras se torea —no en los desplantes— es una virtud que nace de la misma entraña de la tauromaquia. Es, por un lado, una actitud espiritual frente al peligro, y, por otro, la complacencia de la obra bien rematada, un orden estético que se deriva de la maestría. Algo muy serio debió de traer al toreo al madrileño cuando pudo romper el mando de los andaluces sobre la Fiesta. Frente a la enemiga de Cúchares y de los grandes maestros de Despeñaperros para abajo, consiguió entrar en Sevilla, donde su afición y crítica lo acogió con simpatía, e hizo de las plazas de Cádiz su verdadero feudo”.
Más importante aún de cara a la futura evolución del arte de torear es esta afirmación de Sánchez de Neira, que le vio torear: “[hizo] lo que nadie, absolutamente nadie, ha hecho hasta ahora. Irse al toro con la muleta y el estoque, después de ordenar que todos los lidiadores, tanto de pie como de a caballo, se retirasen del ruedo, y allí, solo, en los medios o en las tablas, trastear admirablemente sin mover los talones, dando alguna vez en esta postura, y sin moverse, hasta seis pases en redondo, armarse, citar y recibir, o arrancarse al volapié sobe corto y según todas las reglas del arte. [...] No ha habido quien le aventaje en los lances de capa a la verónica, navarras, de tijera, y sobre todo, de frente por detrás, ni en los pases de muleta al natural y pecho”.
El autor del Gran diccionario tauromáquico está describiendo el toreo ligado en redondo muchos años antes de que se hiciese efectivo en el toreo.
Siguió toreando hasta 1878 (“achacoso y sin facultades”, según Cossío), año en que se retiró y se marchó a vivir a su finca de Villamantilla, donde falleció en 1891.
Bibl.: J. Velázquez y Sánchez, Anales del toreo. Reseña histórica de la lidia de reses bravas. Galería biográfica de los principales lidiadores: Razón de las primeras Ganaderías españolas, sus condiciones y divisas, Sevilla, Imp. y ed. Juan Moyano, 1868; J. Sánchez de Neira, El Toreo. Gran diccionario tauromáquico, Madrid, Imp. de Miguel Guijarro,1879 (Madrid, Turner, 1988, págs. 172-177); P. P. t. (seud. de A. Ramírez Bernal), Memorias del tiempo viejo, Madrid, Bib. Sol y Sombra, 1900 (ed. Madrid, Unión de Bibliófilos Taurinos, 1996, págs. 49-55); J. M. Cossío, Los toros. Tratado técnico e histórico, vol. 3 Madrid, Espasa Calpe, 1943, págs. 906-909; N. Rivas Santiago, Toreros del romanticismo (anecdotario taurino), pról. de J. Belmonte, Madrid, Aguilar, 1947 (Madrid, Aguilar, 1987); Don Ventura (seud. de V. Bagués), Historia de los matadores de toros, Barcelona, Imp. Castells-Bonet, 1943 (ed. Barcelona, De Gassó Hnos., 1970, pág. 53); F. López Izquierdo, Plazas de toros de la Puerta de Alcalá (1739-1874), Madrid, Unión de Bibliófilos Taurinos, 1988; F. Claramunt, Historia ilustrada de la Tauromaquia, Madrid, Espasa Calpe, 1989; D. Polo, Historia del toreo, vol. 1, Madrid, Alianza Editorial, 1992; N. Luján, Historia del toreo, Barcelona, Destino, 1993 (3.ª ed.); J. C. Arévalo, “Figuras de la historia: Cayetano Sanz”, en 6TOROS6 (Madrid) n.º 511 (13 de abril de 2004).
José Luis Ramón Carrión