Ayuda

Lorenzo Suárez de Cantillana

Biografía

Suárez de Cantillana, Lorenzo. Santiago del Estero (Argentina), c. 1719 – Córdoba de Tucumán (Argentina), 22.I.1799. Misionero eclesiástico, obispo de Asunción del Paraguay.

Lorenzo Suárez de Cantillana nació en Santiago del Estero a finales de la segunda década del siglo xviii, “hijo legítimo y de legítimo matrimonio de don Ignacio Suárez de Cantillana y de doña Luisa Juárez Babiano; nieto, por línea paterna, de don Lorenzo Suárez de Cantillana y de doña María de la Cerda, y por la materna de don Gregorio Juárez Babiano y de doña Luisa de la Cunza y Otazu personas de conocidas obligaciones y de las más principales de nobleza de la expresada ciudad de Santiago”.

Tras recibir la primera instrucción en su ciudad natal, pasó a cursar estudios de Artes, Teología Moral, Escolástica y Sagrados Cánones en la Universidad de Córdoba, “desempeñando su obligación con la correspondiente aplicación y empeño en las funciones públicas y privadas y exámenes regulares”.

Culminó sus estudios al obtener el grado de doctor el 17 de febrero de 1742, y tras el correspondiente ejercicio e información de limpieza de sangre, el obispo de Tucumán, el también doctor José Cevallos, le confirió los Sagrados Órdenes hasta el de presbítero, pasando como doctrinero a las reducciones de indios.

Como misionero eclesiástico, con apenas veintitrés años pero avalado por su brillante carrera, pasó a la doctrina de San José de Yucumampa de indios vilelas, en la jurisdicción de Santiago del Estero, prácticamente en la frontera con el Chaco. Allí permaneció más de una década, dedicado exclusivamente a las labores de “doctrina, enseñanza y conversión de aquellas naciones [...], expuesto por momentos, al riesgo de su vida [...], para fomentar aquella doctrina con sus industriales ganancias”. En 1748 el también doctor Pedro Miguel de Argandoña, al hacerse cargo de la diócesis de Tucumán, comisionó al licenciado Francisco de Luna y Cárdenas, cura propietario de las doctrinas del Río Salado, para que pasase a reconocer la doctrina de San José, y éste dijo hallarla “con el mayor arreglo” para satisfacción del obispo.

En Tucumán, tierra de frontera, durante el mandato de este obispo continuaron las entradas a la región indígena, con la idea de levantar una barrera de fuertes y reducciones que aislaran las regiones no sometidas, y en una de esas entradas Lorenzo Suárez de Cantillana pasó al Chaco como capellán de un tercio de Santiago del Estero, repitiéndolas hasta once veces más a lo largo de varios años.

Manuel Abad de Illana, doctor en Teología y Lector de Artes y Moral en la Universidad de Salamanca fue el sucesor de Pedro Miguel de Argandoña al frente del obispado, y quien impidió que tras la expulsión de los jesuitas la universidad se trasladase a Buenos Aires. Y en el desempeño de su oficio hizo un seguimiento de la actuación de los doctrineros, escribiendo al respecto: “Esta grande obra [la reducción de los vilelas] le costó muchas penalidades causadas de la inconstancia de los indios porque habiéndose huido a los montes huyendo del contagio de las viruelas que prendió en sus ranchos, fue este clérigo [Lorenzo Suárez de Cantillana] vestido de pieles porque la espesura no le rasgase sus ordinarios vestidos y lastimase con las espinas su cuerpo, a sacarlos de aquellos rincones a donde los llevó el horror que las más veces les obliga a desamparar sus lugares. Cuánto padecería este clérigo en viaje tan penoso sólo lo puede decir quien haya visto los bosques de este país”. El propio obispo pidió al Rey el reconocimiento de la labor del misionero y que se dignase “darle algún empleo en premio de tantos trabajos, en cualesquiera iglesia de estos reinos, para que viendo otros que, se le da en premio de tantas fatigas apostólicas, las que al presente igualmente acredita con la aplicación de su buena capacidad y prudencia, se animen a trabajar con su ejemplo”.

La petición no surtió efecto, por lo que el obispo le comisionó, con el acuerdo del gobernador de Tucumán, para encargarse de los indios vilelas tras la expulsión de los regulares de la Compañía de Jesús y así en 1769 Manuel Abad Illana volvió a hablar en sus informes a favor de Lorenzo Suárez de Cantillana, quien seguía sin obtener recompensa por sus esfuerzos.

El 4 de marzo de 1771, el obispo lo nombró, de nuevo con consentimiento del gobernador Gerónimo Matorras, visitador de todas las reducciones de indios de su diócesis “de cualesquiera naciones que sean, así de cristianos como de infieles”. Como tal, y acompañado por el gobernador, Lorenzo Suárez de Cantillana visitó la reducción de indios tobas de San Ignacio, en la jurisdicción de Jujuy, y también las de Salta, San Miguel y Santiago del Estero.

A su regresó a Córdoba, el 15 de octubre de 1771, fue la presentación, jura y toma de posesión de su canonjía en la catedral, cuyo cabildo le nombró el 5 de mayo de 1772 como su representante para asistir al Concilio Provincial de Charcas, “por la práctica instrucción de lengua y conocimientos que tiene de dichas reducciones”, estando entre los temas más debatidos del mismo, la división de doctrinas que se había dispuesto por Real Cédula de 1769.

Años después, mientras residía en Córdoba, fue llamado a Buenos Aires por el virrey Pedro de Cevallos para asesorarse sobre la situación en que se encontraban las conquistas en el Chaco, ya que pretendía darles nuevo impulso y decidir quién sería el encargado de las reducciones del territorio. Por acuerdo de 7 de junio de 1777, los miembros de la Junta de Temporalidades nombraron al propio Lorenzo Suárez de Cantillana “superior general de todas las reducciones de esta provincia para que su señoría las pueda visitar por tiempos. Y que los curas doctrineros tengan con quien consultar y tratar los acaecimientos de sus respectivas reducciones [...] y por concurrir para ello en su señoría todas las calidades necesarias y correspondientes completamente, por constar la virtud, celo, aplicación e idoneidad que le ordena”. Y el virrey Juan José de Vértiz, a quien se remitieron todos los acuerdos de la Junta de Temporalidades, resolvió el 17 de enero de 1780 que “se de principio a esta grande obra” —el establecimiento de nuevas reducciones—, aprobando la decisión de la Junta de Temporalidades, y añadiendo que se debían entregar a Lorenzo Suárez de Cantillana, “los ornamentos, cálices y vasos sagrados necesarios al intento, de los que quedaron secuestrados de los regulares expulsos del Colegio Máximo de la ciudad de Córdoba”.

Lorenzo Suárez de Cantillana fue quien más se ocupó del problema de las reducciones y de los indios del Chaco, y estando en el pueblo de indios guacas de la jurisdicción de Corrientes, vivió el alzamiento de los indios tobas de la nueva reducción de San Bernardo, coincidiendo con la llegada de algunos indios tobas de la reducción de Río Negro —implicados, a su vez, en el que se había producido allí en conexión con el levantamiento de Túpac Amaru—, que intentaron convencerles para matar al doctrinero, al lenguaraz y destruir la reducción.

Finalmente, los méritos de Lorenzo Suárez de Cantillana pesaron, y al producirse la vacante del obispado del Paraguay el 15 de junio de 1792, al morir su titular fray Luis de Velasco, fue elegido para el cargo. El 13 de febrero de 1793 el rey Carlos IV le eligió como obispo del Paraguay, lo que le fue notificado oficialmente por Real Cédula de 4 de mayo de 1793. Así culminó su carrera eclesiástica este “deán de la catedral de Córdoba del Tucumán, americano, de legítimo matrimonio y de distinguida familia [...], graduado doctor en la Universidad de Córdoba [...], misionero en la doctrina o reducción de San José de indios vilelas [...], e igualmente ha servido otras [...], visitador de todas las reducciones de aquel obispado [...], deán de la enunciada iglesia de Córdoba desde el año de 1790 habiendo obtenido antes la dignidad de arcediano que sirvió desde noviembre de 1778 hasta 1790 [...], tiene distintos informes a su favor de la Audiencia de Charcas y de los gobernadores de la mencionada provincia”.

Pero el electo Lorenzo Suárez de Cantillana no entraría a desempeñar sus funciones hasta pocos meses antes de su muerte, por distintos inconvenientes en los trámites previos a la emisión de sus bulas de designación.

Fue también la culminación de una larga sucesión de trabas en su dilatada carrera eclesiástica, con casi ochenta años de edad.

Obtenidas las bulas, a las que el Rey dio el correspondiente pase y órdenes de reconocimiento, el nuevo obispo las recibió en Córdoba pero, meses más tarde, el 22 de enero de 1799, cuando dispuso de los fondos necesarios para su traslado, falleció sin poder iniciar su viaje a Asunción para tomar posesión efectiva de su diócesis.

 

Bibl.: E. O. Acevedo, “Un evangelizador de indios del Chaco (Pequeña biografía del P. Suárez de Cantillana. 1719-1799)”, en Anuario de Estudios Americanos, 11 (1954), págs. 1-59; A. de Egaña, Historia de la Iglesia en la América española. Desde el Descubrimiento hasta comienzos del siglo xix. Hemisferio sur, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1966, págs. 664, 756-759; A. M.ª Rodríguez Cruz, Historia de las universidades hispanoamericanas. Periodo hispánico, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1973; R. Querejazu Calvo, Chuquisaca, 1538-1825, Sucre, Bolivia, Imp. Universitaria, 1990; M.ª P. González Rodríguez, “Estudio comparativo de las constituciones de la Universidad de Charcas y de la Universidad de Córdoba”, en Estudios de Historia Social y Económica de América, 13 (1996), págs. 615-623.

 

Manuel Casado Arboniés