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Sebastián Raval

Biografía

Raval, Sebastián. ¿Cartagena (Murcia)?, c. 1550 – Palermo (Italia), 24.X.1604. Compositor y maestro de Capilla.

El origen “Charteginensis dioc.” que la Penitenciaría Apostólica (12 de noviembre de 1592) atribuyó al biografiado no debe significar necesariamente la ciudad de Cartagena, cabeza entonces de la hoy diócesis de Murcia-Cartagena. Había nacido, pues, en alguna población perteneciente a la diócesis de Cartagena.

La fecha dada del nacimiento, probable y admitida por todos, no deja de ser una suposición. Su formación musical comenzó a temprana edad y a la sombra de alguna catedral u otra iglesia importante: “[...] ab ineunte aetate precipue musicis exercitationibus [...] operam dedi” (Motecta, 1593). No consta cuándo, con qué fin y en qué circunstancias llegó a Italia, si para estudiar y promocionarse como músico o para incorporarse directamente a la milicia. Por aquellos años, 1577-1585, Marco Antonio Colonna, que participó en la batalla de Lepanto (1571) a las órdenes de Juan de Austria y al mando de las galeras pontificias, era virrey de Sicilia y estaba promoviendo la restauración de la iglesia de San Pietro del Regio Palazzo de Palermo: fábrica, personal, culto y capilla de música.

Se formó ésta con los soldados de la guarnición iniciados en canto y música. Por otro lado, bastantes años después (Canzonette, 1593), a otro Colonna, Marco Antonio Colonna, duque de Talliacozzo, le dijo: “Consagrado a tan ilustrísima e imperial Casa de V.ª Exc.ª in servitù antica, en el tiempo en que el Ilmo. y Excmo. Sr. Marco Antonio Colonna, su abuelo, era virrey del reino de Sicilia y después en el tiempo del Ilmo. y Rvdmo. Cardenal Colonna, tío de V.ª Exc.ª [...] y puesto que fui honrado en las armas por el Excmo. su abuelo [...] humildemente ruego [...] acepte estas obras”. Palermo fue, pues, su primer destino en Italia y en Palermo se encontró con las armas para subsistir y la música para cultivar su primera vocación.

Presentando su Lamentationes Hieremiae Prophetae (1594) al cardenal Odoardo Farnesio le recordó a su “Parente [...] Alexander Farnesius, acerrimus nominis christiani propugnator” y el dolor que su muerte le produjo. “En la guerra nunca tuvo, a decir verdad, mejor soldado que yo, de manera que su muerte no dejó en mí más que lágrimas, que, nacidas de la piedad y el dolor, quiero ofrecerle con estas Lamentaciones puestas en música por mí”; está hablando del sitio de Maastricht. Luchó en primera línea y fue herido gravemente: “obsidioni et expugnationi oppidi Trajecti, Leodiensis, dioc. Interfuit” (Trajectum, diócesis de Lieja; hoy provincia de Limburgo, Holanda, y ayer, en boca de los españoles, Mastrique) “Entre otras heridas, recibió tres impactos de proyectil de arcabuz: uno le atravesó el brazo izquierdo; otro, el muslo derecho quedándose la bola (globolum emissum) incrustada, y un tercero le quemó y destrozó un pie” (Penitenciaría Apostólica, 1592). Alejandro Farnesio cayó enfermo antes de rendirse la ciudad. Convaleciente aún, entró triunfante en hombros de sus soldados (29 de mayo de 1579).

Raval había prometido entrar en religión si salvaba la vida. Volvió a Italia, se curó y, en cumplimiento del voto, profesó en la Orden Capuchina y recibió el subdiaconado y el diaconado. Las lesiones de la guerra le impidieron cumplir las obligaciones conventuales contraídas y decidió acudir a la Santa Sede, solicitando la dispensa de la profesión religiosa y, en sustitución de ella, el ingreso en otra Orden cuya disciplina fuese compatible con su maltrecha condición física. En virtud de la dispensa papal, ingresó en la Orden de San Juan Bautista de Jerusalén, llamada Orden de Malta. Todo este trámite se halla descrito en el citado documento de la Penitenciaría Apostólica. Lo que no es posible precisar es el lugar donde residió y desde el que realizó las gestiones necesarias para obtener la dispensa papal y formalizar su nueva situación; en concreto, desde que volvió de Flandes a Italia hasta que tomó posesión del magisterio de capilla de San Pedro de Palermo.

Ponderando la intercesión del cardenal Alessandro Perretti ante la Penitenciaría Apostólica, escribió: “Mientras la solución de ciertos asuntos me llevan a Roma y obtenida previamente la venia del Serenísimo Duque de Urbino, al que tenía el deber de servir, acudí a V.ª Ilma. como a áncora sagrada y puerto seguro” (Motecta, 1593). Cinco meses más tarde, dirigiéndose a Michele Montalto, marqués de Incisa y hermano del cardenal, escribió: “le ruego acepte estos Madrigales que impensadamente traje a Roma viniendo de Urbino, y encontrándome en el presente y encontrándome en el presente al servicio de su Alteza Serenísima el Duque, mi Señor, se dignó V. E. oirme algunos contrapuntos y otras habilidades que hice ante el Sr. Cavaliere del Liuto, universal nel mondo, el Sr. Scipion Dentici, raríssimo nel cémbalo, el Sr. Luca Marenzio, divino compositore, mi Sr. Stella, virtuosísimo in diferente virtù, y algunos otros gentilhombres del Ilmo. su hermano y de V. E.” (Madrigali, 1593). Parecidas alusiones a Urbino se encuentran en el Libro di Ricercari (1596): “Estando al servicio del Sermº. Duque de Urbino, mi Señor, compuse algunos de estos ricecarti”. Tanto insistir en Urbino en tiempos y circunstancias distintos no se explican sin haber residido por algún tiempo en esa ciudad y sin haber tomado parte en la actividad musical de la Corte del duque Francesco Della Rovere II. A él se dirigió desde Madrid Tomás Luis de Victoria el 10 de junio de 1603 pidiendo ayuda para imprimir alguno de sus libros de música. Que se sepa, el duque no respondió.

Victoria retornó a España en 1595.

A mediados de 1593 Urbino desapareció de la vida de Raval. Sus interlocutores eran otros y el ambiente, distinto. Frecuentó los cenáculos musicales romanos, se codeó con los grandes músicos del momento: Vittoria Romana, dicha La Romanina, Emilio de Cavalieri, Carlos Gesualdo, Cavalier (Lorenzini) del Liuto y otros, citados todos en el libro Madrigali a tre voci (1595), dedicado a Lelio Ceuli, Gentilhuomo romano, y prometió una tanda (una muta) de misas a cinco, que ha desaparecido o nunca fue escrita. Sus colegas de debate fueron los dos músicos romanos más acreditados en la especialidad: Francesco Soriano y Giovanni M.ª Nanino. Los desafió Raval a componer un canon sobre un tema dado y antes de que él hubiese comenzado sus contrincantes ya habían culminado el suyo. Cuenta Romano Micheli, alumno de Soriano, que fue tal la humillación de Raval que desde aquel momento los llamó Signor Maestro.

Raval volvió a Palermo, no como cantor de capilla; mucho menos como soldado. El 28 de abril de 1595 fue nombrado maestro de la Capilla Palatina. Su nombramiento lo firmó el conde Giovanni Ventimiglia, marqués de Garaci y presidente y capitán general del Reino de Sicilia, cargo que suplió las ausencias y las vacantes del titular. Al capitán general le dedicó Raval su Libro di Ricercari (1596). Virreyes en estos años fueron Diego Enríquez de Guzmán (Arrigo en los documentos sicilianos), conde de Alba de Liste, nombrado por Felipe II en 1585 y retirado por razones de salud en 1592, y Enrique de Guzmán, II conde de Olivares, de 1592 a 1595, momento desde el que fue virrey de Nápoles hasta 1599. Olivares pudo haber nombrado a Raval, pero o estaba ausente o ya había sido destinado a Nápoles. A Olivares le sucedió Bernardino de Cárdenas, duque de Maqueda, que, nombrado el 5 de octubre de 1596, llegó a Palermo el 1 de abril de 1598, tres años después del nombrado Raval.

Él fue el virrey con el que más estrechas relaciones personales mantuvo y Luisa Manrique de Lara, su esposa, una diligente mecenas de la música en Palacio.

Había sido miembro de la capilla de música palarmitana en edad juvenil. Volvió acompañado de una notable fama de compositor y de influyentes personalidades de la sociedad siciliana: Girolamo Branciforte, el duque de San Giovanni y el conde de la Cammarata.

Publicó seis libros de música. Contó con el favor de los altos dirigentes del Reino. Pudo haber sido, por fin, el período más tranquilo de su vida, con la ilusión cumplida y tiempo para seguir componiendo e interpretar sus viejas y nuevas creaciones. O volver a España, como lo hicieron otros muy buenos músicos compatriotas suyos: Victoria, Bernardo Clavijo del Castillo, Fernando de las Infantas. Pero no había escarmentado con Soriano y Nanino. En esta ocasión la discusión partió del joven maestro de la vecina Caltagirone.

Cabe pensar que aspiró a ocupar la plaza de Raval y que se creyó postergado injustamente. Estuvo, además, al tanto de lo ocurrido en Roma. El oponente se llamó Achille Falcone y era natural de Cosenza (Sicilia). Aunque confirmado por otras fuentes, el conocimiento que se tenía del llamado “desafío” (sfida y disfida en italiano) procedía de Antonio Falcone, padre, músico y maestro del joven Achille: “Relatione del sucesso seguito in Palermo tra Achille Falcone, musico cosentino, e Sebastian Ravalle, musico spagnolo. Alli Signori Musici di Roma [...] Di Cosenza, li 10 Luglio 1603”.

Todo comenzó en un encuentro casual en la calle del Cassaro (hoy Corso Vittorio Emmanuele) de Palermo.

Hablando de sus más recientes composiciones, Raval se ofreció a mostrar a Falcone un madrigal a cinco con cuatro fughe rivesciate d’accordo, o sea, un canon con cuatro respuestas: unísono, cuarta, quinta y octava. En el fondo latía la cuestión de la tonalidad, la modulación y el cromatismo. Discutieron, apostaron un anillo de dos onzas de valor y eligieron juez y peritos. El juez, Niccolò Toscano, antiguo maestro de capilla de la Catedral de Giustinopoli y autor de un libro de Canzonette a quattro (1484). Peritos, dos músicos de nota: Antonio il Verso y Tommaso Giglio.

Se intercambiaron los temas de composición y convinieron las cuestiones teóricas a tratar: tonos y semitonos, diapente y diatessaron, proporciones, música diatónica, cromática y enarmónica. Tiene uno la impresión de que algunas de estas cuestiones no estaban muy claras en aquel tiempo y, en todo caso, que Falcone estaba más al día y Raval, muy a gusto al calor de la tradición. Falló el padre Toscano a favor de Falcone: el canon compuesto por Raval, sin “artificio” y sin ingenio; el de Falcone, con gran “artificio” (movimientos melódicos y proporciones), variedad de contrapuntos y disonancias.

Raval no se resignó, pidió su trabajo y, en opinión de Falcone padre, lo sustituyó por otro “hecho en casa”; atacó públicamente por calles y plazas y promovió un nuevo desafío, esta vez ante el virrey Bernardino de Cárdenas. Aceptó Falcone y se concertaron nuevos ejercicios. Como el padre Toscano siguió mostrándose favorable a Falcone, Raval incluyó entre los suyos a Mario Cangialosi, un célebre laudista que, como Raval, estuvo a las órdenes del Colonna duque Talliacozzo (1577-1584). Las obras en disputa: un madrigal a tres, otro a seis y un motete con canon.

Interpretadas ante el virrey Maqueda, éste felicitó a los contrincantes y encargó al Pretore de la ciudad recabar el juicio de los músicos convocados al efecto. La sentencia leída por el Pretore fue: “Con la autoridad dada por su Excelencia, prohibimos al dicho Achille y lo inhabilitamos para de aquí en adelante desafiar al dicho Raval y a cualquier otro músico del Reino, de palabra y por escrito o composición alguna, y declaramos nula la provocación bajo pena de no ser tenido por músico”. Para los músicos consultores, en el canon de Achille faltaba il verbo principale (el tema principal) de la buena composición y il sentimento di suono; el del maestro era mejor que el de Achille por ser più regolato, la música meglio osservata e di meglio suono, no ostante l’artificio preteso nel canon d´Achille.

El padre Toscano mantuvo su anterior opinión y todos acordaron dispensar a Falcone de pagar la pena convenida: un anillo de oro. El oro valía más que la fama, comentó el padre de Achille. Su hijo no se resignó y se propuso apelar a los músicos de Roma, pero cayó enfermo y el 9 de noviembre de 1600 murió en su Cosenza natal. Mientras tanto, Raval presentó en sociedad su séptimo libro: Motecta Selecta Organo Accommodata (Palermo, 1600), dedicado a la Ilma. y Excma. S.ª Luisa Manrique de Lara, duquesa de Maqueda: 21 motetes de tres a seis voces, una invención [...] a ocho tiples en término de ocho puntos y un canon a cinco y sin letra. Algunas de estas obras pudieron ser fruto de su último desafío musical.

 

Obras de ~: Motectorum liber primus, 5 vv, 1593; Il Primo Libro de Madrigali, 5vv, 1593; Il Pimo Libro di Canzonette, 4 VV, 1593; Hieremiae Prophetae, 5V, 1594; E dell´ Amena, 5V, 1595; Madrigali a tre voci 1595; Perchè s´afretta, 3V, 1595; Da pacem Domine, canon, 8V en 4 partes, 1596; Del primo tono transportato, 1596; Fuga orto vocum, canon, 1596; Il Primo Libro di Ricercari, 1596; Misit Dominus, canon, 12V en 4 partes, 1596; Angelus ad pastores, 4V, 1600; Ascendens Christus, 3V, 1600; Motecta Selecta Organo Accommodata, 1600; Madrigales in “Infidi Lumi”, 1603 (desapar.), Ediciones: M. Pajares Barón (ed.), 6 cánones. Il primo libor di recercari, Palermo, 1956, Madrid, Sociedad Española de Musicología, 1985; A. Falcone, Madrigali, mottetti e ricercari, madrigali a cinque voci, con alcune opere fatte all’improviso a competenza con Sebastian Raval, maestro della Cappella Reale di Sicilia, con una narrazione come veramente il fatto seguisse, Firenze, Leo S. Olschki, 2000; Il primo libro di ricercari a quatro voci cantabili per liuti, cimbali et viole d’arco: Palermo, 1596, Madrid, Fundación Caja Madrid, 2008.

 

Bibl.: A. Falcone, Relazione del succeso seguito in Palermo tra Achille Falcone musico cosentino e Sebastiano Raval musico spagnuolo. Alli signori musici di Roma, s. l., s. f., c. 1613; R. Micheli, Musica varga et artificiosa continente Moretti con oblighi, et canoni diversi, tanto per quelli che si dilettano sentire varie curiosità, quanto per quelli che voranno professare d’intendere diversi studii Della musica, Venecia, G. Vicenti, 1615; O. Tiby, “Sebatian Raval, Sixteenth Century Musician in Italy”, en Musica Disciplina, II (1948), págs. 217-223; J. M.ª Llorens Cisteró, “La música española en la segunda mitad del siglo XVI. Polifonía, música instrumental, tratadistas”, en Actas del congreso internacional España en al Música de Occidente, Salamanca, 1985, Madrid, Ministerio de Cultura, 1987; “Raval, Sebastián”, en E. Casares Rodicio (dir. y coord.), Diccionario de la Música Española e Hispanoamericana, t. IX, Madrid, Sociedad General de Autores y Editores, 2003, págs. 57-59.

 

Máximo Pajares Barón

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