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Adolfo Nicolás Pachón

Biografía

Nicolás Pachón, Adolfo. Villamuriel de Cerrato (Palencia), 29.IV.1936 – Tokio (Japón), 20.V.2020. Sacerdote jesuita (SI), teólogo, superior general de la Compañía de Jesús.

Circunstancias familiares, causadas en parte por la condición militar de su padre, llevaron a Adolfo Nicolás durante los años de infancia y primera juventud a residir en varias regiones españolas: Santander, La Coruña, Barcelona, Madrid. La facilidad e interés en aprender lenguas extrajeras que demostró más tarde, se despertó en contacto con los dialectos y lenguas dentro de España. No volvió a vivir en Barcelona, por ejemplo, pero aún es capaz de mantener una conversación en catalán. En su acervo lingüístico se encuentran, además del castellano, el inglés, el francés, el italiano, el japonés y tiene facilidad para leer alemán.

Al terminar el bachillerato en el Colegio de Areneros, Nicolás se unió a la Compañía de Jesús en el noviciado de Aranjuez (1953). Allí mismo hizo los estudios de Lengua y Literatura Latina, Griega y Española (1955-1958). Siguieron tres años de estudios filosóficos en la Facultad de Filosofía de Alcalá de Henares (1958-1960) y al concluirlos fue destinado a Japón.

En una antigua base naval de la Marina japonesa, en la ciudad de Taura, emprendió el estudio de Lengua y Cultura japonesas (1960-1964) en un programa que la Compañía de Jesús había establecido como “Casa de Lengua”, donde los futuros misioneros venidos de muchos países hacían sus primeras armas de preparación. Adolfo Nicolás demostró una vez más su capacidad para aprender lenguas, incluso las que no pertenecen al grupo indo-europeo. Aprender japonés supone enfrentarse con tres lenguas distintas: comunicación oral, entendimiento del japonés escrito (lectura), y competencia en la expresión por medio de los ideogramas. No es fácil dominar los tres componentes del japonés. Nicolás adquirió habilidad en los tres niveles, antes de incorporarse a la Facultad de Teología de la Universidad Sophia en Tokio, donde recibió la ordenación sacerdotal en 1967. La capacidad intelectual que demostró a lo largo de todos los años de estudio movió a sus superiores a enviarlo a Roma (1968-1971), a la Pontificia Universidad Gregoriana, donde le fue conferido el doctorado en Teología. Siguieron unos años (1971-1978) durante los cuales pudo dedicarse plenamente a la Cátedra de Teología en Tokio. Pero en 1978 lo nombraron director del Instituto Pastoral de Asia Oriental en Manila al que acudían religiosos y religiosas de diversas zonas culturales. A su apertura natural y sus experiencias en Japón, se incorporaron de este modo una parte importante de las culturas que conviven en Asia y que Nicolás absorbió ávidamente.

En 1991 fue nombrado rector de la Facultad de Teología de Tokio. Pero sólo dos años más tarde, en 1993, tuvo que interrumpir su docencia y la dirección de los estudiantes de Teología porque lo destinaron a ser el superior (provincial en lenguaje jesuítico) de todos los jesuitas de Japón. Las obligaciones del cargo, con cuatro colegios, dos universidades, casi veinte parroquias y jesuitas que procedían de muchos y diversos países le exigieron una dedicación a tiempo pleno, lejos de su cátedra. Todavía sacó tiempo para ayudar en el cuidado de inmigrantes que empezaron a constituir un grupo significativo en medio de una sociedad tan extraordinariamente compacta y uniforme como, es la japonesa. Al término de los seis años prescritos para el cargo de provincial, en 1999, le fueron concedidos cuatro años, en los que pudo volver a la enseñanza de la Teología. Pero en 2004 tuvo que volver a Manila, esta vez como moderador de la Conferencia de Superiores Jesuitas en Asia y Oceanía. Su radio de acción se extendió al resto de Asia, a países como Myanmar, Timor Oriental, China, Vietnam y Tailandia, laboratorio donde se destilan en el siglo XXI problemas decisivos para el futuro del mundo: derechos humanos, estructuras políticas de espaldas a la democracia, libertad religiosa coartada.

Los periódicos italianos saludaron la elección del padre Adolfo Nicolás como superior general de los jesuitas como si fuera la ceremonia de colocar la primera piedra en la construcción de un puente entre Europa y Asia. Pero el mismo Nicolás puso una sordina en estas afirmaciones prematuras cuando, en resumidas cuentas, les dijo a los periodistas que lo acosaban, que Asia le había transformado. Lo que tenían delante no era un típico europeo que sabía cosas de Asia. Se trataba de una persona nacida en el corazón de Castilla, que había recorrido los campos culturales de Europa, pero que había encontrado su hogar cultural en la tierra del Sol Naciente. Esta es, quizá, la clave de la personalidad de Adolfo Nicolás. Arropados por una fe cristiana de gran profundidad teológica, se dan cita en él elementos culturales e intelectuales de índole tan diversa que hacen difícil la disección. Nicolás, por ejemplo, empezó su andadura teológica en Roma bajo la dirección de un insigne teólogo —Juan Alfaro— con una tesis de hondo calado, La Iglesia del Progreso (Salamanca, 1972), título audaz para aquellos tiempos. El progreso para Nicolás es la puerta que dará paso a la esperanza de un mundo más humano, más conforme al plan fraterno de Dios. Y a la esperanza dedicó otro libro, El Horizonte de la Esperanza, publicado en japonés (1976) y más tarde en castellano (Salamanca, 1978).

Nicolás no se convirtió en un teólogo “profesional”, si se entiende por esa denominación un teólogo que quema muchas horas en elucubraciones legítimas pero abstractas. Estudiaba seriamente porque así lo requería su magisterio, reflexionaba con originalidad y ofrecía en su actividad pastoral el fruto de esa experiencia vital de poner juntos al hombre de hoy y al Dios de siempre que nos ha dirigido una Palabra no para que se juegue con ella, por muy altos que sean esos juegos, sino para que el hombre se deje alumbrar y consolar con ella.

En Asia no faltan altas especulaciones metafísicas; pero lo que predomina es la búsqueda existencial de saber qué somos, de dónde venimos y a dónde vamos. Individual y colectivamente, ésa es el hambre que acucia a Asia. Ahí, en Asia, se forjó la personalidad humana y cristiana de Adolfo Nicolás.

 

Obras de ~: Teología del Progreso: génesis y desarrollo en los teólogos católicos contemporáneos, Salamanca, Verdad e Imagen, Editorial Sígueme, 1972; “Algunas tesis teológicas sobre Evangelio y Desarrollo”, en Sal Terrae (1973), págs. 323-333; “La Iglesia entre libertad y libertades”, en Misiones Extranjeras, 16-17 (1973), págs. 227-238; “Kyokai no Fukuisenskyo” (The Church and Evangelization), en The Missionary Bulletin, Tokyo, 1976, págs. 160-165; Kibo no Chihei (Horizonte de esperanza), en japonés, Tokyo, Joshi Paurokau, 1976; “Gospel and Society: A dimension that enriches our reading of the Bible”, en The Missionary Bulletin, Tokyo, 1977, págs. 118-129; Kokkai Yurushi no Hiseki (Penitencia: el Sacramento del Perdón), original en japonés, Tokyo, Joshi Paurikai, 1977; Kyuyakuseisho nio okeru toshi tamensei (Las distintas caras de la ciudad en el Antiguo Testamento), Toshi Shingaku, Tokyo, Shinkyo shuppansha, 1977, págs. 153-173; Toshi ni kansuru gendai shingaku no rikai, en japonés (La teología moderna ante el problema de la ciudad), Toshi Shingaku, Tokyo, Shinkyo shuppansha, 1977, págs. 279-296; “New challenges for Asia Catholic Health Worekers”, en East Asian Pastoral Review (1989), págs. 39-50; “Christianity in Crisis: Asia, Which Asia? Which Christianity? Which Crisis?”, en Concilium, 3 (2005), publicado en español en Misiones extranjeras, 204 (2006), págs. 599-605.

 

Bibl.: “Padre general Adolfo Nicolás”, en La curia de los jesuitas en Roma. La casa del superior general.

 

José María de Vera Fernández, SI