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Juan Fivaller

Biografía

Fivaller, Juan. Barcelona, s. m. s. XIV – p. m. s. XV. Conseller del municipio de Barcelona.

Perteneció a una familia cuyos orígenes se situaban en la esfera de los negocios, entre cambistas, armadores de naves y ciudadanos honrados, cuya expansión social, política y patrimonial se documenta desde el siglo XIII, y que accedieron a la pequeña nobleza de los caballeros en el siglo XV, para finalmente enlazar con la nobleza titulada, como colofón a su ascenso social, ya en los inicios de la Edad Moderna.

Cuando Juan Fivaller apareció en la escena municipal, su familia —que ya se encontraba consolidada entre el patriciado urbano de Barcelona— había ido adquiriendo progresivamente fincas rústicas, emulando así el tradicional modo de vida nobiliario y, en consonancia también con éstos hábitos sociales y culturales, había ordenado disponer de una capilla en el interior de la céntrica iglesia de los Santos Justo y Pastor de Barcelona, situada en el centro neurálgico de la vida burguesa de la ciudad, en cuya plaza residían él y otros miembros del linaje. La capilla era el fiel reflejo de la posición social de los Fivaller; sobre ella se muestra orgulloso el escudo en piedra del linaje, el león rampante.

Como ejecutores del poder municipal, y desde las riendas del gobierno del Consell de Cent de Barcelona, los Fivaller consiguieron también ser investidos con prestigiosos cargos vinculados a la curia real, participando así del gobierno del principado junto a los sucesivos monarcas, con los que, además, la familia mantenía excelentes relaciones. Así, por ejemplo, el mismo Juan Fivaller había cedido —en 1408— su torre, construida en la cercana parroquia de Sarrià, como residencia real. Para entonces ya había sido nombrado conseller en diversas ocasiones y, en concreto, conceller segundo en 1416 y primero o en cap, tan sólo dos años después.

Fue durante aquellas fechas cuando protagonizó una serie de actuaciones por las que finalmente pasó a la historia. En ausencia, al parecer por enfermedad, del conseller primero, Juan Fivaller accedió a la primera línea de la palestra política y no dudó —apoyado en la sombra por otros prominentes miembros del partido de la llamada Biga de Barcelona, compuesto por la oligarquía de los ciudadanos honrados— en enfrentarse directamente hasta con el propio rey, Fernando I de Antequera, a fin de recordarle que debía guardar y respetar las leyes y fueros que había jurado.

El motivo fue el reclamo del pago del impuesto de la carne o pescados frescos conocido como el vectigal, que grababa la compra de dichos productos realizada en la ciudad, y que al parecer el Monarca había infringido, atacando directamente el sistema de impuestos de la ciudad, del que dependía el pago de la onerosa deuda pública municipal y, por ende, la confianza de los acreedores.

Su acción fue el espejo de un conflicto que, recién surgido en aquellos tiempos del otoño medieval, enfrentaba, de un lado, el ascenso del poder real, tendente a ampliar y centralizar su capacidad interventora, y, de otro, la jurisdicción municipal consolidada en consonancia con los intereses sociales y económicos de la clase patricia de los ciudadanos honrados.

La política real se había forjado en los últimos tiempos amparada por un pacto con la burguesía, y su acción se inscribía, pues, en el mantenimiento del equilibrio del sistema pactista de poder que iba a dirigir el devenir de la política catalana. No en vano, Juan Fivaller había sido espectador coetáneo de las recientes Cortes celebradas en la capital del principado, entre 1412 y 1413, en las que se había ido desplegando sigilosamente la ofensiva pactista, instituyéndose la Diputación del General como organismo que debía controlar a la Monarquía y que se convertiría en el auténtico rector de la vida pública de Cataluña. Éste era, en definitiva, el bagaje político de Fivaller. Su acción en representación de los intereses del gobierno ciudadano, de manera paralela a las sucesivas reuniones de diversas comisiones de prohombres del Consell de Cent a fin de deliberar enérgicamente el contencioso, que por sí mismas muestran la trascendencia de los hechos acometidos por el conseller, pronto tuvieron mayores repercusiones.

El prestigioso humanista italiano, Lorenzo Valla, recogió el relato de la iniciativa de Fivaller en una crónica cortesana de tiempos del rey Alfonso el Magnánimo, siendo para él la viva expresión de la polémica política entre civismo y absolutismo regio, que escenificaba literariamente a partir del diálogo imaginario mantenido por el conseller y Fernando I en un lúcido latín. La edición parisina de la obra de Valla, en 1521, difundió el mito entre los escritores peninsulares, desde Jerónimo Zurita hasta Bruniquer, sin olvidar la proliferación de ciertas narraciones falsarias, hasta la versión más moderada de Feliu de la Penya. Otro rastro no menos importante de la política de Fivaller en la capital del principado tuvo que ver con la mejora del aprovisionamiento del espacio urbano, su uso público, así como el embellecimiento de la ciudad tal y como se procedía en otras florecientes repúblicas renacentistas. En esta línea ordenó la construcción, en la plaza de los Santos Justo y Pastor de Barcelona, de la primera fuente pública de agua corriente, que todavía existe hoy y que aún conserva su primigenio sabor de estilo gótico, aunque fue reestructurada durante la etapa neoclásica, ya a fines del siglo XVIII, y cuenta con unos relieves de halcones alusivos a la afición por la caza de su fundador, que se sitúan junto al escudo de los reyes de la Casa de Aragón. Al respecto, no tardaron las siguientes generaciones en elaborar una leyenda que atribuía al propio Juan Fivaller el hallazgo de un brote natural de agua que surgió en la vecina y frondosa sierra de Collserola, donde se encontraba de cacería en un día del año 1367, y que se preocupó por conducir y canalizar hasta la ciudad de Barcelona, coincidiendo esto con su gestión como conseller en cap de nuevo en 1427; fue el último que ocupó esa dignidad en el gobierno municipal. Por su trascendente tarea al frente del municipio barcelonés, con la pérdida de las instituciones tras el asedio de 1714 que culminaba la Guerra de Sucesión, Fivaller fue considerado el símbolo de la resistencia antiabsolutista. Fue recordado, glorificado y mitificado en época del romanticismo nacionalista de la llamada Renaixença catalana, como un símbolo de la defensa de los derechos e inmunidades municipales frente a las injerencias del poder real. Antes, ya pudo su memoria disfrutar de las panegíricas páginas dedicadas a su familia por el escritor Pere Joan Comes en el Libre de algunes coses assanyalades succehides en Barcelona aparecido en 1583. En la actualidad, una estatua que le representa y que fue realizada en el siglo XIX, homenajea su acción (desde 1844 en la fachada del Ayuntamiento de Barcelona). Desde 1881, su retrato acompaña a los de otros grandes personajes de la Historia de Cataluña, en la galería de catalanes ilustres de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, junto a la plaza que le vio nacer.

 

Bibl.: M. Angelón, Juan Fivaller, biografía. Discurso leído en el acto de colocarse el retrato de aquél insigne patricio en la galería de catalanes ilustres, Barcelona, Est. Tipográfico de los Sucesores de N. Ramírez y Cía., 1882; F. Soldevila, Història de Catalunya, II, Barcelona, Alpha, 1962, págs. 645-646; J. Vicens Vives, Els Trastàmares (segle XV), Barcelona, Vicens Vives, 1980, págs. 100-101; F. Carreras Candi, Geografia General de Catalunya, III-I, Barcelona, Edicions Catalanes, 1980, pág. 463; J. Mestre i Campí (dir.), Diccionari d’Història de Catalunya, Barcelona, Edicions 62, 1992, págs. 465-466; R. Grau i Fernández, “Joan Fiveller, Ferran I i les imposicions municipals de Barcelona”, en Quaderns d’Història (Barcelona), 2-3 (1996), págs. 53-103; F. Sabaté i Curull, “Municipio y monarquía en la Cataluña bajomedieval”, en Anales de la Universidad de Alicante. Historia Medieval, 13 (2000-2002), págs. 6-75.

 

Mariela Fargas Peñarrocha

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