Gago González, Antonio. Bembibre (León), 1.III.1900 – 26.IX.1969. Pintor, político y escritor.
Fueron sus progenitores Felipe Gago González, médico de Bembibre, y Susana Matilde González Tuñón, maestra. Estudió en el seminario de los Paúles de Villafranca del Bierzo y en el colegio Belinchón de León (actual colegio Leonés), del que fueron también alumnos otros destacados artistas, como Vela Zanetti, Sáenz de la Calzada, Armesto, Muñoz y Román. Posteriormente, se matriculó en Medicina en la Universidad de Santiago de Compostela, carrera que abandonó.
Luego pasó por el Ejército, del que se licenció en 1922 y marchó a Sudamérica, residiendo en Argentina, Colombia, Chile, Panamá y Perú. En esos países se dedicó al dibujo publicitario por encargo de diferentes firmas comerciales, realizando en Santiago de Chile su primera exposición de pintura.
Regresó a la Península en torno a 1930 y se instaló en Madrid con la finalidad de retomar sus estudios, pero su vocación es la pintura y hacia esta rama de las artes dirige sus pasos. En 1935 sus inquietudes políticas hicieron que fuese uno de los fundadores del Partido de Izquierda Republicana de Bembibre. Al estallar la Guerra Civil (1936-1939), Gago se alistó en el bando republicano y como “capitán de Estado Mayor, lucha en los frentes de Extremadura, Zaragoza y Valencia, sorprendiéndole el final de la contienda en Tomelloso (Ciudad Real)”. Tras su detención en Madrid fue confinado en la cárcel de Carabanchel y acusado de “adhesión a la rebelión militar”. Durante aquel período de infortunio hizo de su lóbrega celda “un taller de pintura, donde ejercitar su talento”. Desde el 3 de mayo de 1941 su causa fue revisada y sobreseída en varias ocasiones. Fue juzgado el 22 de febrero de 1944 y sentenciado a la pena de treinta años de reclusión.
Al objeto de cumplir la condena se le trasladó el 30 de abril a la prisión de Ocaña (Toledo), siendo excarcelado definitivamente el 28 de septiembre.
Volvió entonces a su villa natal, donde se “encierra en la pacífica mansión del anonimato”, desvaneciéndose así las posibilidades de proyección profesional y la celebridad que le ofrecería el Madrid de la posguerra.
Quienes lo conocieron llegaron a afirmar que en otro contexto histórico “hubiera sido una gran figura de ámbito nacional”. Unos años más tarde, fundó la Academia VAJ, junto con Veremundo Núñez Álvarez y José García Álvarez, cuyo nombre corresponde a las iniciales de sus tres socios, compaginando la maestría de su pincel con la docencia. En esta academia impartió las materias de Historia, Literatura y Pintura, sin duda, sus tres grandes pasiones. Como investigador fue uno de los precursores de la historia de Bembibre, cuyo legado documental pereció en su práctica totalidad durante la Guerra de la Independencia (1808- 1814) y, como escritor, firmó numerosos artículos en distintos rotativos y es autor de un poema novelado que lleva por título “Yolanda de la Róvere”.
El 14 de mayo de 1960 contrajo matrimonio con Filomena Rodríguez Macías, con quien tuvo tres hijos, José Manuel, María Caridad y Susana Laura. En esta época el café de Mero era un lugar de tertulia y opinión, donde se reunían aquellas personas que tenían inquietudes por la cultura y el progreso de la villa, entre ellas Gago, que cautivaba a los presentes con su capacidad de oratoria y su fascinante forma de recrear los acontecimientos, llegando a convertirse siempre en el centro de atención.
Gago, más que pintor, era un extraordinario dibujante, coincidiendo con el artista neoclásico francés, Jean-Auguste-Dominique Ingres, cuando aconsejaba a sus discípulos: “Vosotros, ante todo, dibujad bien; luego, dentro poned lo que queráis”. La precisión y genialidad de estas obras atrae a quienes las contemplan por la belleza de su trazo y el hechizo especial de sus figuraciones, lo que lleva a decir al ilustre maestro de Bembibre, Bernardo Quindós Vega, que esos cuadros “están tan bien dibujados, que la pintura, de tomarlo en serio, moriría de rabia al considerarse acomplejada” y que “su técnica se caracteriza por hacer resaltar el farrinazo melanofílico tan acentuado en la pictórica del vasco Zuloaga”.
Valora la calidad de su arte el otro pintor de Bembibre, Amable Arias Yebra, quien afirma que “lo más reseñable de su trayectoria es el dibujo”, definiendo la maestría que emana de sus pasteles como la síntesis “de lo mejor de nuestra tradición, la herética árabe del Eros, y de ese hechizo tan especial de lo femenino que Antonio trataba con delicadeza de pompier”. Su técnica consistía en “aplicar el pastel muy matizado y lápiz, poniéndole finalmente unos toques de guasch blanco”. Amable concluye su análisis artístico subrayando que la obra pictórica de Gago está a la altura de la de los “grandes dibujantes de la España de los 20 y los 30 años, como, por ejemplo, Penagos”. Y al igual que “el pintor catalán Cuixart”, recrea en sus mujeres el singular estilo de aquella época, pero sabe darles un “mayor encanto”.
Entre los años 1950, 1955 y 1963 realizó varias láminas para ilustrar los libros La rosa de fuego, ¡Pobre chica, la que tiene que servir!, Paulina Bonaparte y La Venus Imperial, del dramaturgo madrileño Álvaro de Retana. Éste había compartido con el pintor las penalidades del presidio y era un apasionado del estilo con el que ejecutaba sus bocetos y dibujos preparatorios; dice en 1966 que lo que Gago plasmaba “en sus cuadros no lo hace hoy ningún dibujante”. Tiempo después, le propuso hacer un total de cuarenta dibujos para las obras Mujeres célebres de la historia, la literatura y el amor y Mujeres famosas calumniadas que, lamentablemente no pudo llegar a completar al sorprenderle “la parca fiera” el 26 de septiembre de 1969, encargo que, a buen seguro, habría significado su “consagración como artista”. Láminas como Cleopatra o Judit nos han permitido admirar su delicado trazo en el tratamiento de la feminidad.
Meritorios son, asimismo, los trabajos a carboncillo sobre el patrimonio histórico y sobre la riqueza paisajística de la comarca berciana y los bocetos de los protagonistas de la novela de Enrique Gil y Carrasco El Señor de Bembibre.
Obras de ~: Autorretrato, 1932; En la celda de Carabanchel, 1939; Retrato de mujer, 1940; Dos señoritas modelos, 1941; Ninfa marina, 1942; La mujer del abrigo de pieles, 1952; El puente de Infierno de Viñales, 1963; M.ª Luisa, 1966; Plegaria ante el Ecce Homo, 1969; Recordando al Santo; El barrio de la Fuente de Bembibre; Pozo de la Villavieja de Bembibre; La Villavieja de Bembibre; Las Ventas; El valle de Tedejo; Noceda del Bierzo; San Andrés de las Puentes; Santibáñez del Toral; Sancedo del Bierzo; Antigua ermita de la Silva; Iglesia de San Juan de Montealegre; Las murallas de Lugo; Rincón de Pinza en Orense; Puente Genil de Granada; Puerta Estrella de Toledo; El castillo de Cornatel; El castillo de Monterrey; El castillo de Oropesa; El castillo de Ponferrada; El castillo de Valencia de Don Juan; El castillo de Ciudad Rodrigo; Cleopatra; Eva; Judit; Santa Teresa de Jesús; La dama de las Camelias; Florinda la Cava; Ninon de Lendos; Semiramis; La princesa de Éboli; Doña Berenguela; Doña Urraca de Castilla; Diana de Poitiers; La Celestina; Paulina Bonaparte; Gala Plácida; Julia Farnesio, Lola Montes; Serrana a caballo; Retrato de Caridad; Manola; Cabeza de caballo.
Bibl.: B. Quindós Vega, “Letras de dolor...”, en Semanario Aquiana, 7 de noviembre de 1970, pág. 11; A. M. Díaz Carro, “Antonio Gago, el último bohemio”, en Diario de León, 11 de marzo de 1984, pág. 22; M. I. Olano Pastor, “Antonio Gago, un artista a perpetuar”, en Diario de León, 28 de septiembre de 2005, pág. 12.
Manuel I. Olano Pastor