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Cristóbal Carreño

Biografía

Carreño, Cristóbal. Panamá, c. 1625 – 3.VII.1698. Castellano de un fuerte en Portobelo, sargento ma­yor de Tierra Firme, regidor perpetuo del cabildo de Panamá, alguacil mayor de la ciudad de Panamá, al­calde mayor de Natá (Panamá), comerciante exitoso, miembro conspicuo de la elite panameña.

Nacido en Panamá hacia 1625, Cristóbal Carreño —que usaba el tratamiento de “don”— empezó su carrera militar en su tierra natal como castellano de uno de los castillos de Portobelo a principios de la dé­cada de 1640. Su padre era el sargento mayor Jacinto Carreño, quien, siendo capitán de la Armada Real, “murió quemado en un galeón”. Cristóbal tenía un hermano llamado Andrés Carreño, que fue comisario general en Chile.

Luego de ejercer como castellano en Portobelo, Cristóbal Carreño fue promovido a sargento mayor del reino. El 19 de diciembre de 1649 se le despa­chó el título de veinticuatro o regidor perpetuo del Cabildo de Panamá, luego de pagar 2.500 pesos de ocho reales por el cargo. Ingresó al mismo tiempo que otros miembros conspicuos de la elite panameña, Pedro Vásquez Meléndez y Jorge Antonio de Prado. Carreño participó en las sesiones del cabildo hasta los últimos meses de su vida.

Fue nombrado alcalde mayor de Natá en 1668 y ejerció este cargo hasta 1670. Se le conocen diver­sas actividades comerciales. En el célebre naufragio de uno de los galeones de la Armadilla de la Mar del sur, en el bajo de Chanduy en 1654, logró recuperar el equivalente a 30.000 pesos en barras de plata de su propiedad, lo que sugiere una importante actividad comercial en la ruta Perú-Panamá-Portobelo-Sevilla.

Hombre de holgada riqueza, Carreño pudo com­prar el cargo de alguacil mayor de la ciudad de Pa­namá cuando renunció en él Joseph García de Albano Alonso, su anterior titular. Su valor era de 21.000 pe­sos de ocho reales, siendo uno de los oficios vendibles y renunciables más costosos de Tierra Firme. Un ter­cio de esta suma correspondía al rey, el resto, a los herederos. Pagó para adquirirlo 7.000 pesos al con­tado y los dos tercios restantes a plazos. Recibió la confirmación y título real el 12 de enero de 1673. Ejerció este cargo hasta su muerte en 1698, luego de haberlo renunciado el 1 de julio de ese año en favor de su nieto Tomás Calvo de Segura.

Cristóbal Carreño murió el 3 de julio de 1698, des­pués de una dilatada carrera pública. Fue enterrado en la iglesia de la Compañía de Jesús. Dejaba una considerable fortuna, así como tres hijas y varios nie­tos y sobrinos, que se disputaron su herencia. Uno de los temas de la sucesión era el alguacilazgo mayor, un bien muy valioso y apetecido, pero que finalmente fue adquirido por Tomás Calvo de Segura, tras pagar la suma de 5.000 pesos, correspondiente al tercio de su valor por ser heredero de Carreño. El cargo había sido evaluado muy por debajo de lo que había pagado su abuelo, señal de que para entonces los negocios de la economía de tránsito estaban en decadencia.

Tomás era hijo del gobernador y propietario de re­cuas de mulas Melchor Calvo y de una hija de Pe­dro de Segura y Tuesta, tal vez el hombre más in­fluyente de Panamá en la década de 1660, hasta la destrucción de Panamá la Vieja en 1671. Tomás ejer­ció el alguacilazgo hasta su muerte, cuando lo remata el 26 de noviembre de 1726 Manuel Justiniano.

Carreño había casado con Antonia de Arronis y era abuelo materno de los Calvo de Segura, una de las fa­milias dominantes en la ciudad de Panamá a fines del siglo xvii. Cuando murió Carreño, su viuda, Antonia de Arronis, quedó como curadora de la herencia de sus nietos los Calvo de Segura. Las herederas de Ca­rreño fueron sus nietas Juana, María y Luisa Carreño Calvo de Segura. María Félix Carreño era religiosa del convento de la Concepción. Juana casó con Joseph de Marichalar, capitán de una de las compañías milicia­nas de la ciudad de Panamá.

Este clan familiar era considerado a la muerte de Cristóbal Carreño en los siguientes términos: “una de las familias más principales de esta ciudad y que siempre se han ocupado todos de ella con su persona, vida y hacienda en servicio de su majestad, defensa de este reino bien público”. Sin embargo, al no dejar Cristóbal Carreño hijos varones, el apellido Carreño virtualmente desaparece de la escena local.

Marichalar era hijo del oidor y alcalde del crimen de Lima Miguel Francisco de Marichalar, que ejer­ció temporalmente la presidencia de Panamá y había casado con Ana Beatriz Echeverz y Subiza, hermana de Antonio de Echeverz y Subiza. De esa manera, los Carreño y los descendientes de Pedro de Segura y Tuesta quedaron emparentados con el clan que do­minó la escena panameña entre fines del siglo xvii y la primera mitad del siglo xviii y que incluía a las po­derosas familias Echeverz y Subiza, Urriola Echava­rría, Romero Parrilla y Justiniano Echeverz.

Descendientes de Cristóbal Carreño y de Pedro de Segura y Tuesta, siguieron ocupando veinticuatrías en el cabildo capitalino, e importantes cargos en el funcionariado local entre fines del siglo xvii y princi­pios del xviii. De los cuatro hijos varones de Melchor Calvo y la hija de Pedro de Segura y Tuesta, Melchor, Bernardino, Tomás y José Calvo de Segura, se sabe que los tres primeros ocuparon cargos importante en el funcionariado y el cabildo capitalino.

Melchor era regidor desde 1675, pero al parecer ya había muerto hacia 1698. Bernardino adquirió la veinticuatría en 1686 y la ejerció hasta su muerte en 1725; en 1692 empezó a ejercer la Proveeduría y Pagaduría General —cargo que había ocupado tam­bién su abuelo Pedro de Segura y Tuesta— y en 1709 era contador de Real Hacienda.

Tomás fue alguacil mayor de la ciudad desde 1698 y él y Bernardino coincidieron como miembros del cabildo durante varios años. En 1700 se le confirió a Tomás el título de capitán de la compañía de vecinos de la ciudad de Panamá. En 1711 era a la vez regidor del cabildo, alguacil mayor de la ciudad y capitán de la compañía de vecinos españoles. El año anterior se había involucrado con otros miembros del cabildo en una acción política contra el presidente, gobernador y capitán general interino, que lideró Antonio de Eche­verz y Subiza, cabeza del clan al que pertenecía To­más, y como resultado, el presidente ordenó embar­garle el cargo de alguacil mayor. Pero en 1711 apeló ante el Consejo de Indias para que se recusara esta or­den y el oficio le fue restituido. Así, ejerció todos los cargos que tenía, hasta 1726, cuando murió. El 5 de marzo de 1728, otro miembro del clan, Manuel Justi­niano, recibió el título de alguacil mayor de la ciudad de Panamá al quedar vacante por muerte de Tomás Calvo de Segura.

Bisnietos de Cristóbal Carreño y Pedro de Segura y Tuesta ocupan veinticuatrías en el cabildo capitalino a mediados del siglo xviii, como Bernardino Calvo de Segura —hijo de su padre homónimo—, que es elegido alcalde ordinario del cabildo de Panamá en 1745.

Fuentes y bibl.: Archivo General de Indias (Sevilla), secc. Panamá, 60, Título de veinticuatro del Cabildo de Panamá para D. Cristóbal Carreño, real cédula del 19.XII.1649; secc. Panamá, 31, 93, 139 y 102, Cartas del Cabildo de Pa­namá; secc. Panamá, 213, Autos del remate de oficio de alguacil mayor de la ciudad de Panamá, real cédula de 12.I.1673; secc. Panamá, 36, Autos sobre el naufragio del bajo del Chanduy, año 1654; secc. Panamá, 226, Carta del Cabildo de Panamá, 22.VIII.1675; secc. Panamá, 31, Carta del Cabildo de Panamá, 15.II.1686; secc. Panamá, 189, Testimonio de Autos del remate de los oficios de veinticuatro, Panamá, 21.IX.1709; secc. Pa­namá, 254, Título de alguacil mayor de la ciudad de Panamá para D. Manuel Justiniano, vaco por muerte de D. Tomás Calvo de Segura, 5.III.1728; secc. Panamá, 188, Memorial de Tomás Calvo de Segura, solicitando restitución del alguacilazgo mayor de la ciudad, visto en el Real y Supremo Consejo de Indias, Madrid, 17.VIII.1711.B. Torres Ramírez et al., Cartas de Cabildos hispanoame­ricanos, Audiencia de Panamá, Sevilla, Escuela de estudios Hispano-Americanos-Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1978; A. Castillero Calvo, Sociedad, Economía y Cultura Material, Historia Urbana de Panamá la Vieja, Bue­nos Aires, Editorial e Impresora Alloni, 2006, págs. 636, 801 y 813-814.

 

Alfredo Castillero Calvo