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Antonio de Espejo

Biografía

Espejo, Antonio de. Dos Torres (antes Torre Milano) (Córdoba), 1534 – Océano Atlántico, 1587. Comerciante, expedicionario, naturalista, escritor.

Espejo nació en Torre Milano, pueblo que se unió a otro municipio (Torrefranca) y formaron juntos, en el siglo xix, el municipio de Dos Torres, que está a unos sesenta y cinco kilómetros al norte de Córdoba capital.

Espejo, de quien se ignora su parentesco, fue uno de tantos andaluces que cedió a la llamada de las Indias, y marchó a la Nueva España, hacia 1550. En su carta al Rey de 1584 dice: “Soy hombre de 50 años” y, además, “más de 24 años ha que pasé a la Nueva España”. Por ello, se deduce que no son ciertas la fecha de nacimiento en 1506 de algunas biografías o diccionarios y la fecha de 1571 de su llegada a México, que aparece en otras biografías modernas (Gran Enciclopedia de España, 1992; Mecham, 2006). Por último, murió en 1587, pero no en México, como dicen otras biografías, sino en un viaje emprendido a España, antes de llegar a La Habana. En su aspecto familiar, se sabe que en 1575 pidió la legitimación de una hija natural que tenía, Juana, quien contrajo matrimonio más tarde con Pedro González de Mendoza, hermano de fray Gómez de Mendoza, autor de Historia de China, publicada en 1585, que, a pesar del título, incluye un relato sobre el viaje de exploración de Espejo, explicable porque, en 1584, Pedro González de Mendoza, yerno de Espejo, llegó a España con sus poderes y relato de su viaje para poder efectuar con el Rey una capitulación de nuevas conquistas, que no se llevó a cabo.

Instalado en Ciudad de México, Espejo se convirtió en pocos años en un comerciante que llegó a tener una gran fortuna. Transcurría su vida tranquila pero activamente, cuando por causa de sus posesiones (tenía diversas estancias o rancherías en lo que hoy es el estado mexicano de Querétaro) o por un problema judicial en la Audiencia de México, como se dice más modernamente, hizo un viaje a las minas de Santa Bárbola, o de Santa Bárbara, en la Nueva Vizcaya, a unas ciento sesenta leguas al norte de México.

Allí conoció a unos frailes franciscanos que le hablaron de su intranquilidad por la falta de noticias de tres hermanos en religión, en concreto, de fray Agustín Ruiz, fray Francisco López y fray Joan de Santa María, quienes, residentes en San Bartolomé, habían marchado más al norte de México, en una expedición de Francisco Sánchez Chamuscado en 1581, deseosos de misionar a tribus indígenas, sin que se tuvieran más noticias. Entonces, Espejo, bien por piedad, bien por escapar de la justicia, se dispuso a acudir en la búsqueda y socorro de dichos religiosos.

Autorizado oficialmente por Juan de Ontiveros, alcalde mayor de Cuatro Ciénagas (Saravía, 1978), salió de San Bartolomé el día 10 de noviembre de 1582, acompañando a los franciscanos fray Bernardino Beltrán y fray Pedro de Heredia, escoltados por catorce soldados, algunos indios, como criados e intérpretes, y llevando una impedimenta en unos ciento quince caballos y mulas, que transportaban vituallas, armas y municiones. Entre los militares figuraban el capitán Bernardo de Luna, aragonés; Juan López de Ibarra, vizcaíno; Francisco Barreto, portugués; los hermanos Diego Pérez de Luján (quien fue escribiendo un diario de la expedición) y Gaspar de Luján, sevillanos; Pero Hernández de Almansa, de esta villa manchega, y Miguel Sánchez Valenciano, con su mujer Casilda de Amaya e hijos Pedro y Juan. Se introdujeron en territorios en los que las tribus indígenas (los conchos, después los pazaguantes y los jumanos) si no amistosamente, al menos no tuvieron encuentros hostiles con ellos, hasta que llegaron al país de los patarabueyes u otomoacos, habitantes de las márgenes del río Conchos, como los anteriores, pero hasta la confluencia con el río Grande, una gran tribu con cierta civilización y un carácter más belicoso. A flechazos les mataron cinco caballos de la expedición, pero Espejo, con dotes de prudencia, no quiso luchar con ellos y consiguió el apaciguamiento con los indígenas. Continuó su viaje durante varias jornadas siguiendo siempre la orilla del río Conchos, hasta que llegó al país de los tiguas (14 de febrero de 1583) donde adquirió noticias ciertas de que fray Agustín Ruiz y sus compañeros habían sido asesinados. Nombraron a la villa Puala de los Mártires. Culminada con esta infausta noticia la finalidad de la expedición, Espejo, entusiasmado en su exploración de ignotas regiones, decidió seguir su viaje, en el que, posiblemente, pensara en el hallazgo de minerales preciosos.

Desde el país de los tiguas entró en zonas inexploradas, dando rumbo a su expedición hacia el Este, donde penetró en territorio rico y fecundo y continuó viaje hasta la llamada provincia de Ouicros. Prosiguió hacia el Norte y penetró en el país de los cunamas, de una mayor civilización, con un pueblo que hacía de capital llamado Cía, donde había ocho plazas públicas, las casas estaban construidas con piedras calizas de colores y sus habitantes portaban hermosas mantas tejidas de algodón de varios colores. Usaban parasoles, como los de los chinos. Incansable, Espejo continuó avanzando unas cinco leguas hacia el Noroeste, a la región donde había bisontes, entrando en el país de los ameyos. Allí subió por una escalera tallada en la roca viva hasta la cúspide de un peñasco, donde halló la gran población de los acomas. Prosiguió durante unas veinticuatro leguas, ahora hacia el Oeste, hasta que se topó con la tribu de los zuñis o cíbolas, más nación que tribu, la misma que hacía ya tiempo, el explorador español Francisco Vázquez de Coronado había encontrado en 1540. Allí hallaron cuatro indios mexicanos, de la citada expedición, que se habían quedado a vivir con los zuñis. Recordaban palabras castellanas. Llevaban conviviendo cuarenta y dos años y le hablaron a Espejo sobre la existencia de una laguna, situado a unas sesenta jornadas de viaje, en cuyas orillas había indios con brazaletes y anillos de oro. Lo mismo habían dicho los zuñis o cíbolas a Vázquez Coronado en 1540, pero éste no pudo llegar, pues a los doce días de marcha tuvo que regresar, por causa de la falta de agua. Espejo no dudó en emprender el largo camino hacia ese prometido paraíso, pero aquí se produjo un corte en la expedición. En efecto, agotado el fundamento de la misma (noticias y rescate de los misioneros franciscanos) por haberse comprobado su muerte a manos de los indígenas, el franciscano inductor de la expedición, fray Bernardino Beltrán, asustado por la enorme distancia a que se había alejado de su convento, pidió regresar a San Bartolomé, en lo que fue seguido por la mayoría de la escolta (11 de abril de 1583).

No quiso retroceder en su plan Espejo y quedó acompañado de sólo nueve hombres y algunos guerreros zuñi. Prosiguió el pequeño grupo su marcha. Después de unas veintiocho leguas de camino llegó a una comarca llamada Moqui, en cuya aldea principal, Aguato, de mil quinientas casas, fue bien recibido por los indígenas (entraron con banderas desplegadas, tocando trompetas, salvas de tiros y tomaron posesión de la villa “en nombre del Rey”). Le dieron abundantes víveres y mantas de algodón. A cuarenta y cinco leguas llegó a una montaña, en donde encontró una mina de plata, que se identifica hoy con las de Hill Williams Fork, Arizona. Llegó al país de los queres. Entonces se separó de la expedición Bernardo de Luna para ir a dar cuenta de ella, y éste fue quien ofreció una suma de datos en una relación que sirvió, con otros apuntes, para el cronista Baltasar de Obregón. Mientras, Espejo atravesó el país de los queres y torciendo al Este se halló en el país de los hubotes, en donde observó abundancia de minas. Sus habitantes moraban en casas de adobe de hasta cuatro plantas y usaban mantas de algodón. El país era montañoso, cubierto de bosques de pinos y de cedros, con abundante fauna de bisontes, búfalos, ciervos y gamos mucho mayores que los europeos. La tierra era muy fértil y en los ríos se pescaba en abundancia. Espejo denominó a esta comarca Nueva Andalucía, en recuerdo de su patria, pero el nombre no cuajó y se le siguió, y se le sigue, llamando Nuevo México, un estado de Estados Unidos desde el siglo xix.

Cuando Espejo encontró resistencia indígena en el país de los tamos, inició el regreso a San Bartolomé. Siguió hacia el Sur, ayudado por un guía indígena, caminando por las orillas de un ancho río, al que llamó “de las Vacas” (se trata del actual río Pecos), por la abundancia de ganado que fue encontrando en sus márgenes. Con suma rapidez desanduvo el camino y consiguió llegar a San Bartolomé el 20 de septiembre de 1583. Llegó Espejo “con cuarenta mil mantas, tejidos y plata”, dice el Diccionario Porrúa (1995), una exageración grave en cuanto a las mantas, pues en dos ocasiones fue obsequiado Espejo por los indios con mantas, la primera vez con “mil”, la segunda vez con “tres mil”, y suponiendo que las conservase todas, lo que es difícil, el total sumaría cuatro mil mantas, no cuarenta mil.

Llegados por fin a Santa Bárbara y, por causas no bien aclaradas (quizás por un proceso judicial pendiente), el alcalde mayor les quitó el proceso original de los sucesos y las diligencias del viaje de exploración. Y no sólo eso sino que los aprehendió y procedió al secuestro de todos los bienes que traían. Al final, la justicia se impuso y, por orden de la Real Audiencia, les fue devuelta la libertad y todo lo confiscado.

Su exploración le sirvió para recoger una abundante información sobre la fauna, la flora y la mineralogía encontradas a su paso; por eso no hay razón para no considerarlo como un naturalista, pues describe con gran detalle muchas especies de los tres reinos de la naturaleza, el mineral, el vegetal y el animal. Saravia (pág. 205), informa de que en el antiguo Colegio de Minería existen dos aerolitos que por una inscripción manifiestan que fueron recogidos por Antonio de Espejo en 1581 en el rancho de Chupaderos, actual Estado de Chihuahua.

La noticia de la expedición de Espejo fue publicada, casi inmediatamente, por Gabriel de Obregón, en su Historia de los descubrimientos antiguos y modernos de la Nueva España, para lo que se valió de la relación del viaje del propio Espejo y del diario del expedicionario Diego Pérez de Luxán. Los dos últimos documentos permanecieron inéditos en el Archivo de Indias, hasta que la Relación [...], de Espejo fue publicada en la Colección de Documentos Inéditos, volumen XV, 1871, y la de Diego Pérez de Luxán ha permanecido inédita hasta que se publicó por primera vez en inglés en 1929, en Los Ángeles (Estados Unidos).

Los relatos de la expedición de Sánchez Chamuscado, inmediata predecesora de Espejo y, sobre todo, los de éste, que avanzó mucho más hacia el Norte, despertaron un gran interés en la Nueva España, pues se volvía a remover aquella leyenda de los países fabulosos situados al Norte. A partir de 1583, el virrey celebró conversaciones para efectuar unas capitulaciones en toda regla. Fueron varios los pretendientes, como el cronista Obregón, que se ofrecía para ello al final de su libro.

Por otro lado, Antonio de Espejo, a continuación de su regreso, dirigió una carta directamente al rey de España (23 de abril de 1584) pidiendo el derecho a la conquista de todo el territorio de Nuevo México y partes adyacentes al Norte exploradas por él. Nombró agentes en España a su yerno y dos más. Proponía al Rey una condición: la de no depender directamente del virrey de Nueva España. Le propuso el alistamiento de cuatrocientos soldados, de los que cien los proporcionaría él entre sus familiares, allegados y amigos. Le sugería que podría construirse un puerto en el Mar del Norte (al norte del golfo de California, donde hoy sólo existe el Puerto Peñasco), que podría llegar a ser similar, decía Espejo, en sus funciones a las que hacía en la costa sur de la Nueva España el puerto de Veracruz.

La propuesta de Antonio de Espejo no se tuvo en cuenta sin más explicación. Espejo intentó viajar a España, pero murió en el barco que le llevaba a La Habana, en 1587.

Obras de ~: Relacion del viage que yo, Antonio Espejo, ciudadano de la ciudad de Mexico, natural de la ciudad de Cordoba, hize con catorce soldados y un relijioso de la orden de San Francisco, á las provincias y poblaciones de la Nueva Mexico, a quien [sic] puse por nombre Nueva Andalucia, a contemplación de mi patria, en fin del año de mill e quinientos e ochenta y dos [...], en Archivo General de Indias, Patronato, est. 1.º, caja 1.ª (ms.) (Colección de Documentos Inéditos Relativos al descubrimiento, conquista y organización de las antiguas posesiones españolas de América y Oceanía, sacados de los Archivos del Reino, y muy especialmente del de Indias, vol. XV, Madrid, Imprenta de J. M. Pérez, 1871, págs. 101-126); “Carta al Virrey, por intermedio del arzobispo de Méjico, fechada ‘a fin de octubre de 1583’”, en Colección de Documentos Inéditos, págs. 162 y 163; “Carta a la Sacra Católica Real Majestad, de 23 de abril de 1584”, en Colección de Documentos Inéditos [...], págs. 151-162; “Poderes otorgados a su yerno, Pedro González de Mendoza, a Joan García Bonilla y a Diego de Salas Barbadillo, a todos tres y a cada uno ‘in solidum’, para actuar en España”, en Colección de Documentos Inéditos [...], págs. 189-191.

 

Bibl.: D. Pérez de Luxán, Entrada que hizo en el Nuevo Méjico Anton de Espejo en el año de 82, Archivo General de Indias, 1-1-3/22 (ms); L. G. Michaud, Biographie universel ancienne et moderne, vol. XIII, Paris, D. et M. Michaud, 1854, pág. 51; Colección de Documentos Inéditos Relativos al descubrimiento, conquitsa y organización de las antiguas posesiones españolas de América y Oceanía, sacados de los Archivos del Reino, y muy especialmente del de Indias, vol. XV, op. cit.; H. H. Bancroft, History of Arizona and New Mexico, San Francisco, The History Company, 1889, págs. 80-91; H. E. Bolton (ed.), Spanish Exploration in the Southwest, 1542-1706, New York, Ch. Scribner’s Sons, 1916, págs. 130, 140, 141, 156, 161-195, 206, 223, 243, 247 y 321; R. Ramírez de Arellano, Ensayo de un Catálogo Biográfico de escritores de la Provincia de Córdoba, vol. I, Madrid, Tipografía de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1922, pág. 194; Historical Documents relating to New Mexico, Nueva Vizcaya and Approaches Thereto, to 1773. Collected by A. F. A. Bande lier and R. Bande lier. Spanish texts and English translations [...], vol. I, Washington, Carnegie Institution, 1923, págs. 122, 193, 195; VV. AA., Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, vol. XXII, Madrid, Espasa Calpe, 1924, pág. 163; Dictionary of American Biography, vol. III, New York, Scribner’s Sons, 1959, págs. 184 y 185; F. Esteve Barba, Cultura virreinal, Barcelona, Salvat Editores, 1965, págs. 601 y 602; A. G. Saravia, Obras. Vol. I, Apuntes para la historia de la Nueva Vizcaya, México, Universidad Autónoma, 1978, págs. 201-205, 207 y 222; J. L. Correll, Through white men’s eyes. A contribution to Navajo history. A chronological record of the Navajo people [...], vol. I, Window Rock, Arizona, Navajo Heritage Center, 1979, págs. 24 y 25; VV. AA., Gran Enciclopedia de Andalucía, vol. III, Sevilla, Promociones Culturales Andaluzas, 1979, págs. 1403 y 1404; B. Obregón, Historia de los descubrimientos antiguos y modernos de la Nueva España, escrita por el conquistador ~ en el año de 1584, México, Ediciones Porrúa, 1988, VV. AA., Gran Enciclopedia de España, vol. VIII, Zaragoza, Enciclopedia de España, 1992, pág. 3735; A. Garibay (dir.), Diccionario Porrúa de Historia, Biografía y Geografía de México, Sexta ed. corregida y aumentada, vol. II, México, Ediciones Porrúa, 1995, pág. 1221; J. L . Kessell, Spain in the Southwest. A history of colonial New Mexico, Arizona, Texas and California, Norman, University of Okahoma Press, 2000, págs. 57, 67 y 68; J. Ll. Mecham, “Antonio de Espejo and his Journey to New Mexico”, en Southwestern Historical Quaterly Online, vol. 030, n.º 2 (2006), págs. 114-138, http://www.tsha.utexas.esu/publications/ journals/shq/online/v030/n2/article4.html.

 

Fernando Rodríguez de la Torre

 

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