Alcalá-Zamora y Ruiz de Tienda, Pedro. Priego de Córdoba (Córdoba), 29.IV.1778 – 24.V.1850. Político.
La vida de este prieguense ilustre es, sin duda, del mayor interés, no sólo por su cursus honorum, sino también por su ideología y pensamiento. Era hijo de familia hacendada y bien acomodada. Sus padres, Francisco Ubaldo Alcalá Zamora y Sánchez Guillén y Fabiana Sebastiana Ruiz de Tienda y Carrillo, pertenecían a la elite local, tanto por su hidalguía como por su abundoso patrimonio. De su infancia, estudios y formación nada cierto se sabe, a diferencia de su hermano José que se doctoró en Medicina por la Universidad de Orihuela. Su primera comparecencia pública se produce en el año 1802, enarbolando como título el de familiar del Santo Oficio de la Inquisición de Córdoba, cargo heredado de su padre. Al año siguiente es nombrado por su condición de hijodalgo, alcalde ordinario por el estado noble de la villa de Priego, y en 1804 vocal de la Junta de Sanidad.
Un capítulo aparte se abre con la guerra de la Independencia.
Participa en diversas acciones bélicas y alcanza el grado de capitán de Caballería de Dragones, confiándole el municipio 700 jóvenes que contribuyeron a los felices resultados de la batalla de Bailén.
Restablecida la monarquía en 1814, y por su acendrado liberalismo, huye a Francia a causa de la represión absolutista, de donde regresa ese mismo año. En 1820 es nombrado diputado provincial, y en 1822 es elegido para formar parte del Congreso de la Nación.
Acusado de infidencia (deslealtad) y de pertenecer a la masonería es condenado a dieciocho meses de privación de libertad. Su carrera política se recompone al ser nombrado jefe político de Sevilla, y en 1834 procurador, escaño que revalida en las Cortes de 1836.
Dos años después es nuevamente hecho prisionero por orden del conde de Cleonard. Calificado como una tropelía, el hecho es debatido en las Cortes de 1839, en donde se presenta el 26 de septiembre exigiendo responsabilidad al Gobierno y al ministro de la Guerra por haberse vulnerado la inmunidad parlamentaria. Al año siguiente y en su calidad de presidente de la Junta Provisional del Gobierno de la provincia de Córdoba decreta el destierro de varios vecinos de Priego de filiación carlista, sirviendo de elemento determinante la publicación de un folleto que le acusaba de antiliberal por su pertenencia en épocas pasadas al Tribunal del Santo Oficio, ya extinguido.
Superado el incidente se incorpora a las Cortes en los años 1841 y 1842 defendiendo numerosas proposiciones de ley sobre redención de pensiones perpetuas, abolición de otras anejas a capillas y sepulturas, arreglo provisional de contribuciones, reducción de los empleados públicos, intereses del Ayuntamiento de Priego y venta a plazos de bienes urbanos desamortizados para evitar la expoliación. Acuciado por una severa enfermedad reumática renuncia a su acta de diputado en 1843, con la que nuevamente le había honrado la provincia de Córdoba.
Retirado a su villa natal, centra su interés ahora en la vocación agrícola de la que veinte años antes había dado cuenta en una Memoria impresa como miembro de la Comisión de Agricultura de la Diputación cordobesa, en colaboración con su amigo el marqués de Cabriñana. Buen conocedor del estado económico de la comarca, propone la importación de morera multicaule, para que se puedan sacar tres crías de gusanos de seda al año y fomentar así una mayor y mejor producción del ramo y acrecentar las actividades lucrativas de su pueblo. Dedica también su tiempo al aumento del patrimonio familiar y a mejorar la oleicultura. “Andalucía, país el más rico del Universo, según los historiadores —decía en 1836— tan poblado y opulento en otro tiempo, se halla hoy sin población, yermos sus campos, abatidos sus agricultores y en el último grado de languidez”.
“Un dogma es en economía que los acrecentamientos de la riqueza proceden de los trabajos de los hombres”, añadía en 1837. Y en el mismo año haciéndose eco del hecho desamortizador agregaba que “la autoridad civil es la única que tiene facultad para disponer del territorio”, o aquella no menos contundente: “las grandes propiedades sirven de abrigo a los ladrones”. Pocos años antes había publicado en el Semanario Industrial de Madrid dos opúsculos titulados “Observaciones sobre el cultivo de los olivos en Andalucía” y “Observaciones sobre el beneficio de la aceituna”, que fueron muy bien acogidos por la crítica, y en los que se exterioriza su amplio saber sobre el particular. Murió de cólico a los setenta y dos años de edad. El conde de la Nava en la sesión necrológica que se le dispensó declaró que fueron “grandes y grandes sus servicios a la causa de la libertad”. Pero sin duda alguna “su participación en la obra legislativa cimentadora del régimen liberal español marca el punto más alto de su biografía”.
Fuentes y bibl.: Archivo del Congreso de los Diputados, Serie documentación electoral, Exp. personal de ~, sign. 10, n.º 13; 12, n.º 13; 13, n.º 23; 14, n.º 36; 16, n.os 4 y 8; 19, n.º 8; 20, n.º 23; y 21, n.º 32.
M. Peláez del Rosal, “Prieguenses ilustres: El diputado don Pedro Alcalá Zamora: su obra”, en Revista Fuente del Rey (RFR), n.º 2 (1984), págs. 6-7; M.ª D. Muñoz Dueñas, “Don Pedro Alcalá Zamora en la primera hora del liberalismo español. Datos para una biografía”, en RFR, n.º 77 (1990), págs. 6-7; M. Peláez del Rosal, “Observaciones sobre el cultivo del olivo en Priego y en Andalucía”, en RFR, n.º 216 (2001), págs. 12-15; “Observaciones sobre el beneficio de la aceituna”, en RFR, n.º 217 (2002), págs. 14-16; “Observaciones sobre el beneficio de la aceituna. De la piedra y el rulo, en RFR, n.º 218 (2002), págs. 14-16; “El prensado de la aceituna”, en RFR, n.º 219 (2002), págs. 14-16; “De la extracción del aceite”, en RFR, n.º 220 (2002), págs. 15-16.
Manuel Peláez del Rosal