Quevedo y Bueno, Félix. Villahoz (Burgos), 20.XI.1777 – Zaragoza, c. 1850. Oidor del Consejo de Navarra.
Hijo de Francisco de Quevedo, administrador general honorario de rentas y particular de Huesca, y de Teresa Bueno, y hermano del consejero togado del Supremo del Almirantazgo y sobrino de Pedro de Quevedo, obispo de Orense.
Desde su Villahoz natal pasó a Huesca en compañía de sus padres, y en su Universidad Sertoriana se graduó de bachiller en Jurisprudencia Civil y cursó también las Facultades de Filosofía y Cánones, leyendo por substitución las Cátedras de Digesto Viejo y de Prima de Cánones. Luego pasó a la Universidad de Zaragoza y en ella asistió a la Cátedra de Derecho Natural y de Gentes (1804-1805) y en este mismo tiempo fue académico de la de Nuestra Señora del Pilar y San Ivo. Fue examinado y recibido como abogado por la Real Audiencia de Aragón (1805) y en ese mismo año se incorporó al Real Colegio de Abogados de Zaragoza y fue recibido como abogado por los Reales Consejos, desde cuya época mantuvo estudio abierto en su villa natal, habiéndose desempeñado (1804) como administrador interino de rentas unidas de la ciudad de Huesca y su partido durante las ausencias y enfermedades de su padre y tiempo después fue nombrado (11 de abril de 1807) subdelegado regio de la villa de Sariñena y su distrito para la enajenación, venta de bienes eclesiásticos y segregación de séptimas partes, cuyo destino sirvió sin salario alguno.
Cuando la invasión de los franceses tomó las armas y sirvió como subteniente de voluntarios de Huesca y, una vez licenciado por el capitán general de Aragón, volvió a ocuparse en la administración interina de rentas de Huesca encargándose de la recaudación y liquidación de raciones y mantenimiento de las tropas navarras y aragonesas al mando del general Espoz y Mina. Restablecido en el Trono Fernando VII, el infante don Antonio le nombró por administrador de la encomienda de la Fresnera y Rafales (3 de noviembre de 1816) y en el año siguiente fue nombrado juez conservador privativo de ella (15 de diciembre de 1817). En los tres primeros decenios del siglo xix su conducta política no sólo fue la de tener a los franceses como “sus eternos enemigos”, sino también la de un decidido defensor del “Altar y el Trono” y así, durante el régimen constitucional (1820-1823), se decía de él que: “Por los auxilios que ha prestado a los Realistas ha merecido el aprecio de estos y sufrido persecuciones por los constitucionales”. Este proceder le valió, unido a sus méritos, que, sobre consulta de la Cámara de Castilla (22 de noviembre de 1824), fuera nombrado oidor de la Real Audiencia de Canarias para la vacante por muerte de Francisco Javier Otal y Palacín.
Después de seis años en Canarias fue promovido a oidor de la Real Audiencia de Extremadura (12 de octubre de 1830) y tomó posesión en el año siguiente (14 de junio de 1831). Nada más arribar a Cáceres comenzó a resentirse su salud y por ello solicitó su traslado (7 de abril de 1832) y a los pocos meses fue nombrado oidor del Consejo de Navarra (25 de octubre de 1832) en lugar de Joaquín Paz y Merino, plaza de la que tomó posesión en Pamplona antes de que acabara aquel año (19 de diciembre de 1832) y allí fue nombrado juez conservador del vínculo de la capital de Navarra (21 de febrero de 1833) y juez conservador de la junta del vino de Pamplona (23 de febrero de 1833) y durante la vacancia de la regencia del Consejo ejerció las funciones de tal (del 31 de enero de 1834 al 13 de abril de 1834), manteniéndose en esta plaza hasta que fue jubilado con honores y el sueldo correspondiente a su clasificación (28 de febrero de 1836), tras lo cual se estableció en la ciudad de Zaragoza, desde la que casi un decenio después reclamaba sus haberes impagos (24 de abril de 1845).
Fuentes: Archivo Histórico Nacional, Consejos, lib. 741, fol. 217v.; Justicia, Magistrados y Jueces, leg. 4.615, exp. 5.154; Archivo del Reino y General de Navarra, Comptos, Mercedes Reales, lib. 45, fols. 79v.-81v.
Javier Barrientos Grandon