Barreda y Acedo Rico, Rafael de la. Ciudad Real, 20.VIII.1935 – Monasterio de Santa María de Curutarán, Jacona (México), 25.XI.1985. Capitán del Ejército, monje del Císter (OCist.) y fundador de la Trapa de Jacona.
Descendiente de una familia aristocrática manchega, era hijo de Manuel de la Barreda y Treviño y de María Concepción Acedo Rico y Sánchez Ocaña, X Condesa de la Cañada, Grande de España. Fue alumno del Colegio de las Maravillas en Madrid, al alborear en él la juventud sintió inclinación a enrolarse en el Ejército, ingresando en la Academia Militar de Zaragoza, hasta lograr el ascenso a capitán, que coincide con la misma promoción del rey Juan Carlos de Borbón. Cuando llegó el momento de instalarse en el mundo, entabló relaciones con una joven de su alcurnia, pero notando que no le llamaba el Señor por el camino del matrimonio, la dejó tranquilamente y buscó otro estado que llenara más las ansiedades de su alma, creyendo encontrarlo abrazando una vida religiosa de austeridad para trabajar con afán en la obra de su santificación personal.
Su primera idea fue hacerse cartujo, pero antes de dar un paso, puso tales propósitos en conocimiento del capellán del batallón, al que pidió información sobre los monjes cartujos. Resultó que como no conocía a fondo esa Orden, y en cambio, conocía mejor la Trapa de Venta de Baños —por tener un familiar en ella— le preguntó si no le daría lo mismo ingresar en la Trapa. Su contestación fue que le era indiferente entrar en una Orden o en otra, por no conocer ninguna de ellas. Puesto el capellán en contacto con su pariente el trapense, le explicó el caso y a la vez le pedía información para transmitírsela al oficial aspirante.
Como siempre, en estos casos, más que enviarle detalles informativos, lo más corriente y positivo era aconsejarle que el pretendiente se personara en la Trapa, que estudiara aquella vida de cerca, viera cómo viven los monjes, y luego se decidiera a ingresar, o bien buscara otros monjes que estuvieran más en sintonía con su modo de ser.
Se presentó en la Trapa de Dueñas hacia 1965, pasó allí unos días estudiando el problema vocacional, y tanto le agradó aquella vida de silencio y austeridad, que regresó a casa, hizo los preparativos necesarios, y antes de dos meses estaba ya ocupando su sitial en el noviciado de San Isidro. Allí se abrazó generosamente con todas las exigencias de la vida monástica y sucedió una cosa muy curiosa: cuando llegó la hora de la profesión, en el acto que se celebró solemnemente en la sala capitular ante una comunidad de más de setenta monjes, el sacerdote que tuvo la homilía, con el fin de animarle a continuar en el servicio de Dios, y dada su calidad de oficial del Ejército, tuvo la ocurrencia de recordarle que “el solado español nunca da un paso atrás, sino siempre adelante”. Pasado el tiempo contaba él que tales palabras le habían llegado al corazón y le afianzaron en la perseverancia.
Ordenado sacerdote en 1975, pronto le nombraron para un puesto importante, que desarrolló con toda la perfección posible; por eso, dada la seriedad de su persona, cuando en la comunidad se planeó una nueva fundación cisterciense en México en 1979, el padre Barreda fue el superior escogido para llevarla a cabo. Comenzó a funcionar la casa con paso firme, sorteando con prudencia y acierto las grandes dificultades que salen al paso en toda fundación. Primero de simple superior encargado de presidir a sus hermanos, pero en 1981, al afianzarse la comunidad y tratar de elegir prior, recayeron los sufragios de sus hermanos sobre el antiguo capitán, que siguió presidiendo los destinos de la pequeña comunidad.
Así seguía siendo un verdadero modelo de la comunidad, cuando a los seis años, el 25 de noviembre de 1985, víspera de la fiesta de Cristo Rey, habiendo ascendido a un poste del tendido eléctrico a reparar una avería, una descarga eléctrica acabó con su vida, cuando había cumplido cincuenta años. Luego recordaron que en más de una ocasión predijo que su vida llegaría sólo a esa edad. Al lado del dolor normal experimentado no sólo en la comunidad, sino también en la comarca dejó tras de sí una aureola de hombre de Dios. Bien lo demostraron las gentes de la comarca cuando intentando los familiares trasladar sus restos a España, nunca lo consintieron, pensando que era un verdadero tesoro para aquella tierra.
Fuentes: informaciones aportadas por el padre L. Fraile desde la nueva fundación mexicana del monasterio cisterciense Virgen del Curutarán, Jacona (Michoacán, México).
Damián Yáñez Neira, OCSO