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Ricardo Moragas

Biografía

Moragas, Ricardo. Gerona, 1827 – Madrid, 16.XII.1899. Bailarín, coreógrafo y maestro de danza española, director de los cuerpos de baile del Gran Teatro del Liceo de Barcelona y del Teatro Real de Madrid.

Llegó a Barcelona en 1837 y se inició en el oficio de hojalatero, con el maestro Jerónimo Rull, en la calle dels Lladó, pero se entusiasmó desde muy joven con la danza. Se inició en su aprendizaje con el maestro Antonio Biosca, en la calle de la Call, titular de una de las doce escuelas de baile de Barcelona.

Le atraían los bailes pantomímicos franceses que practicaban las compañías que llegaban a la ciudad entre 1847 y 1850, en las que se supone que participó como figurante. En 1852 ya figuraba como miembro del cuerpo de baile del Liceo, y había aprendido ya Escuela Bolera. Se supone que tomó clases con los maestros visitantes que llegaban al Liceo con las compañías francesas desde París (Albert, Barrez, Gontié). Marchó a París con veintitrés años y está documentado por sus cartas que trabajó como bailarín profesional, después de muchos esfuerzos por hacerse un hueco, en América y Londres en 1854 y 1855. Incluso actuó en la isla de Martinica con una compañía de opereta, estudiando su folclore autóctono. En 1859 debutó en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona, junto a Manuela Perea La Nena, en las obras Celos y caliá, El carnaval de Venecia y La hija del Guadalquivir. En la temporada 1859-1860 adquirió el título de compositor (coreógrafo), director y primer bailarín de todo género, lo que significaba que dominaba el baile nacional o Escuela Bolera y el denominado baile extranjero (hoy denominado ballet clásico y que nombra al academicismo franco-italiano). Para el primero, su pareja era Adela Guerrero, alumna suya, y para el segundo, compartió protagonismo con Mariquita Edo. Estrenó el ballet Los zuavos, de José Alsina, y Aragón y Castilla, una jota del maestro Tintorer, profesor del Conservatorio de Isabel II. También estrenó en 1959 El diablo de plata y La redoma encantada, así como Las boleras del hechizo y La perla de Oriente. Para La redoma..., con música de Juan Goula en las partes de baile, incluyó un baile de diablos, dos minuetos y un baile de cosacos. La presentó con gran éxito también en Madrid y se estrenó con el título Castillos de España en las giras por Cuba, México y Nueva York.

Entre Barcelona y Madrid sumó doscientas cincuenta representaciones.

Mantuvo su rango en el Liceo durante sus estancias allí durante los años 1865, 1868, 1869 y 1887. Entre sus primeras coreografías, figuran los ballets El infierno de los jugadores, o las partes de danza de las óperas Don Carlo (que marcó el inicio de su colaboración con el escenógrafo Soler y Rovirosa) o L’Africaine, un gran espectáculo en el que movió a treinta y dos bailarinas y dieciséis bailarines. Se casó con la bailarina Eusebia Curriols.

En 1863 actúa en el teatro del Circo de Barcelona con la bailarina Julia Ferrer, que dominaba la técnica en puntas. En 1869 le acompañaban en escena Malvina Bertoletti y Eduardo Torres, dos de los bailarines que impulsó, como hizo también con Antonio Tarrida, las hermanas Ferrer y Dolores Montero La Monterito.

Su etapa de mayor esplendor creativo se produce entre 1873 y 1876, cuando el empresario Alberto Bernis se hizo con la gestión del teatro Principal de Barcelona, propiciando su fructífera colaboración creativa junto a Soler y Rovirosa y Rafael Calvo. Obras de esta época son La almoneda del diablo (1973), La pata de cabra (1874) o La magia nueva (1876).

Bailó con Rosita Maura en el ballet El puente del diablo, en el Teatro Real de Madrid. Gestada también como una obra de creación compartida, Corinda es fruto del impulso entre el empresario Brugada, el ilustrador y polifacético artista multidisciplinar Apeles Mestres y Soler y Rovirosa, con el coreógrafo. En ella, la bailarina Magdalena Puig tocaba el piano con las puntas de los pies. De este grupo de creadores surgieron también Lohókeli y Parthénope, estrenados en el teatro Tívoli, en 1884, y considerados una novedad para la época. Su capacidad para el trabajo y su gran creatividad le permitieron trabajar para varios teatros, hecho que se confirmó cuando, nombrado en 1881 director coreográfico del Teatro Real de Madrid y maestro de baile de la Familia Real, no abandonó su puesto en el Liceo, ni dejó de realizar giras con artistas ligados a uno u otro teatro o independientes. Así, ofreció su arte en Milán, Turín, Portugal, París o Buenos Aires. Para la Exposición Universal de Barcelona de 1888 repuso Lohókeli, en el teatro Novedades, de nuevo con gran éxito. En 1889, apareció de nuevo ligado a la compañía de ballet del Teatro Real, donde formaría un sólido cuerpo de baile que continuaría después con Manuel Mercé. Era ya una personalidad reconocida, y destacaba por sus ganas de seguir aprendiendo, su curiosidad por la historia, la arqueología o la pintura. Es eminente su trabajo como propulsor de la danza en Barcelona y Madrid en la segunda mitad del siglo xix, y su apoyo a sus alumnos, bailarines que continuaron después su estela, como el maestro Coronas o Pauleta Pàmies. En 1945, Joan Magriñá puso su nombre al aula de danza del Instituto del Teatro de Barcelona.

 

Bibl.: J. de Udaeta, La castañuela española, Madrid, Ediciones del Serbal Ministerio de Cultura, 1989; VV. AA., Antonia Mercé ‘La Argentina’. Homenaje en su centenario (1890-1990), Madrid, INAEM, Ministerio de Cultura, 1990; Ministerio de Cultura, Encuentro Internacional. La Escuela Bolera (noviembre de 1992), Madrid, INAEM, 1992; P. Llorens, X. Aviñoa, I. Rubio y A. Vidal, Historia de la Danza en Cataluña, Barcelona, Caja de Barcelona, 1987.

 

Cristina Marinero

 

 

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