Fernández de Villalán, Diego. ¿Valladolid?, 1466 – Almería, 1556. Religioso franciscano (OFM), obispo y confesor del cardenal Cisneros.
Fue el obispo franciscano que en treinta años levantó la catedral-fortaleza de la ciudad de Almería y uno de los más importantes de la diócesis. Es posible que naciera el 1466 en la ciudad de Valladolid a juzgar por los años que tenía a su muerte. Choca muchísimo el gran silencio de las fuentes franciscanas respecto de su nacimiento y la primera etapa de su vida.
Aparece como secretario y confesor del cardenal Cisneros desde abril de 1501 hasta su muerte en 1523.
Junto a él vivió la gran acción de la Reforma católica llevada a cabo por el cardenal y la reina Isabel la Católica en la Iglesia española. Ejerciendo el derecho de presentación, Carlos V lo nombra obispo de Almería, y es promovido a su catedral por el papa Adriano VI en el consistorio del 17 de julio de 1523. Llega a Almería acompañado de su hermana Juana de Villalán y de su sobrino Bartolomé de Villalán, al que nombra provisor y vicario general. Le acompañan además un secretario y dos comensales. Hacen una vida monástica y pobre.
Se encontró la ciudad destruida por el terremoto del 22 de septiembre de 1522. Ante la indefensión de sus fieles compra una serie de huertos y casas fuera de la Almedina hasta juntar 5.086 metros cuadrados en los que el día de san Francisco de 1524 pone la primera piedra de la catedral-fortaleza que además de atender al culto divino, dará cobijo a los fieles en los frecuentes ataques de la piratería berberisca.
Se comienzan las obras en estilo gótico isabelino, posiblemente sobre planos de los hermanos Egás.
Mediada la obra se trae de Granada a Juan de Orea que continuará la obra en estilo renacentista. En su largo pontificado deja ultimado el templo, la sacristía, la torre del homenaje y todo el cerco y las torres de defensa, menos la torre principal. En su tiempo se eleva otra serie de templos importantes en la ciudad y en la diócesis. El Hospital de Santa María Magdalena lo levantó con ayuda del Cabildo catedralicio al que encomendó su administración, a pesar de sus enfrentamientos por el autoritarismo episcopal que ejercía.
En su tiempo se crearon por mandato real nuevas canonjías y la principal la de doctoral, siendo el primer doctoral Diego Marín. Impulsó el culto al Santísimo Sacramento y la reforma del clero. Se enfrentó con los señores temporales, de los que los más influyentes eran los Vélez, a los que no duda ponerles pleitos ante el Consejo de Castilla, ya que aunque gozaban de las tercias de los diezmos no reparaban los templos de sus señoríos, ni acudían a cumplir con las obligaciones de culto y clero que tenían como carga. Posiblemente los pleitos más difíciles fueron los que mantuvo con el obispo de Cartagena que le había arrebatado una serie de pueblos. Asimismo, su enfrentamiento por cuestiones de límites y de independencia de jurisdicción con el arzobispo de Granada Gaspar de Ávalos (Dávalos) tuvo tanta importancia, que incluso hubo que recurrir a Roma.
En diciembre de 1526 asistió a la capilla de los Reyes Católicos, en Granada, a la reunión de teólogos que trataron de la reforma de ritos y costumbres de los moriscos, problema el más grande de aquel reino.
Ya desde los ochenta años comenzó a tener problemas de salud; pero llegó hasta los noventa de edad y treinta y dos de episcopado. El día 7 de julio de 1556 descansó en el Señor. Cumpliendo su voluntad, el cabildo le dio sepultura en la capilla gótica del Santo Cristo de La Escucha, al que tenía gran devoción, en un grandioso monumento obra de Juan de Orea.
Bibl.: O. Gómez Parente, Crónicas Franciscanas de España, vol. VI, Madrid, Cisneros, 1977, pág. 310; F. Bermúdez de Pedraza, Historia eclesiástica de Granada, vol. IV, Universidad de Granada-Servicio de Publicaciones Don Quijote, cap. XCVIII, 1989, fols. 201 y ss.; J. García Oro, El Cardenal Cisneros. Vida y empresas, vol. I, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1992, págs. 110-111; J. López Martín, La Iglesia en Almería y sus Obispos, Granada, Instituto de Estudios Almerienses, 1999, págs. 189-228.
Juan López Martín
