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Tristán Calvete

Biografía

Calvete, Tristán. Pastrana (Guadalajara), ú. t. s. xv – 1549. Consejero de Órdenes, obispo de Oviedo y visitador de la Chancillería de Granada.

Aprendió las primeras letras muy probablemente en su ciudad natal de Pastrana, hasta que pasó a Valladolid para obtener en su Universidad grado de bachiller en Cánones. El 5 de noviembre de 1504 ingresó como becario canonista en el Colegio de Santa Cruz, condición con la que obtuvo sucesivamente los grados de licenciado y doctor en esta materia.

Su primera responsabilidad resultó de esta vocación eclesiástica y las relaciones cultivadas durante sus estudios, cuando, al ser nombrado obispo de Cartagena el presidente de la Chancillería de Valladolid, doctor Martín de Angulo, le nombró provisor y vicario de su obispado y, en su nombre, Calvete fue a tomar posesión de su iglesia y a gobernarla durante la ausencia de Angulo, en 1508. Al ser promovido éste al obispado de Córdoba, Calvete también fue a esta sede con el mismo mandato, en 1510, hasta que recibió nombramiento como oidor del Consejo de Órdenes. Para ello se le dio hábito de Calatrava y posteriormente ganó la encomienda de Zorita. Consta su participación en el Consejo, entre otras labores, en la tramitación de títulos de comendadores, como el de Castroverde para Juan Enríquez, el 13 de mayo de 1514, en el que podían leerse las siguientes firmas, además de la del comendador mayor Hernando de Vega: “Ludovicus, Licenciatus; Licenciatus Don garcía; Calvet, Doctor”. Hasta entonces, el progreso de Calvete se debía a su sintonía con los ministros flamencos que medraban cerca del príncipe Carlos, por lo que no es de extrañar que, con la muerte del Rey Católico y la regencia de Cisneros, éste se apresurara a expulsarle de su plaza consiliar. Según Alcocer y Rivera, se retiró a su encomienda, si bien parece que recibió en ella las cantidades consignadas como consejero. La nómina del Consejo de la Orden de Calatrava, de 12 de marzo de 1521, incluía a García de Padilla, Luján y Calvete, con un salario de 100.000 maravedís para los dos primeros y 5.000 para el tercero. A ellos se unieron el relator Barreda, fray Hernando Chacón y Rodrigo de Ayala.

A decir de Alcocer y Rivera, por nombramiento del cardenal Adriano pasó en 1518 a Sicilia como visitador de la Inquisición y presidió el tribunal hasta que, en 1529, el cardenal Alonso Manrique le mudó a la Inquisición de Zaragoza. Aquí, cuando la emperatriz pasó por Zaragoza para aguardar la llegada de su esposo, Calvete se añadió a su séquito, y, vacante poco después el obispado de Lugo, fue presentado para esta diócesis. De ella pasó a la de Oviedo, en sucesión de Fernando de Valdés, tomando posesión en ella el 15 de agosto de 1539. Seis días antes, Valdés comunicaba al cabildo ovetense su traslado a León. En su carta, reflejando algo más que cortesía, solicitaba que “al señor obispo recibáis, améis y obedezcáis como siempre lo habéis hecho [...] y como su persona, letras y grandes virtudes lo merescen [...]”. La relación de Calvete con el presidente también se aprecia en la siguiente carta, escrita una semana antes por el nuevo obispo a su cabildo: “[...] damos infinitas gracias a nuestro señor habernos hecho pastor de tan sancta iglesia [...] y suceder a tan reveremda y magnífica persona como es el señor presidente [...]. Quisiéramos ir agora a tomar posesión, porque creemos, según la ausencia ha habido de prelados en esa iglesia, por haber estado contino ocupados en oficios, hay necesidad de nuestra presencia y, por estar agora ocupado en algunos negocios, habrá alguna dilación”.

Con todo, promoción tan periférica no le apartó del protagonismo político, puesto que al año siguiente el Emperador le encomendó la visita a la Chancillería de Granada. Se seguirá su actuación en esta comisión a través del máximo conocedor de esta institución castellana, Carlos Garriga. En el otoño de 1539 fueron respectivamente comisionados Tristán Calvete y Juan de Córdoba, deán de Córdoba, para visitar las Chancillerías de Granada y Valladolid. El origen de estas inspecciones coincidió con los últimos meses de Tavera en la presidencia del Consejo Real, cuya preocupación por el buen funcionamiento de estos tribunales debió influir en tal decisión, sin desdeñar la insistencia de la asamblea de Cortes de 1538, en institucionalizar trienalmente las visitas. Como señala Garriga, la decisión de visitar las chancillerías debió de adoptarse durante la primera mitad del año 1539, y se ejecutó en su segunda mitad, coincidiendo con la promoción de Fernando de Valdés a la presidencia del Consejo, y el nombramiento paralelo de nuevos presidentes para ambos organismos. Sendas Cédulas Reales de 25 de octubre de 1539 despacharon los títulos de Sebastián Ramírez de Fuenleal, obispo de Tuy, electo de León, como presidente de Valladolid, en lugar del propio Valdés; así como del licenciado Hernando Niño, obispo de Orense, como presidente de Granada, en lugar del propio Ramírez de Fuenleal.

En esta dinámica, que como ha indicado el profesor Martínez Millán aún tardó en tener mayor alcance político, la designación de Calvete como visitador estuvo relacionada con su amistad con Valdés, pues, todavía en agosto de 1539, en tiempo de Tavera, una vez descartado el licenciado Antonio de Fonseca, se dudaba entre el obispo de Oviedo y el de Ciudad Rodrigo, Antonio Ramírez de Haro.

El desarrollo de las visitas de Calvete y de Córdoba fue idéntico. Ambas fueron simultáneas en su inicio, habiendo recibido Calvete su comisión el 6 de septiembre de 1539. Con ellas debía inquirirse el estado de las dos chancillerías desde las últimas visitas.

Lo único diferente fue su duración: mientras Calvete concluía a final de abril de 1540 y abandonaba Granada el 20 de mayo, Juan de Córdoba se demoró hasta el 14 de noviembre, como consecuencia del diferente volumen de trabajo que hubieron de afrontar, o la distinta profundidad que dieron al mismo. Garriga ve en estas diferencias factores de carácter entre ambos comisionados, al considerar la “visita” como institución sensible a la personalidad del ejecutor, por su naturaleza difusa. Y el mencionado autor otorga ventaja en la comparación a Juan de Córdoba, al menos en cuanto a meticulosidad. En ello pudo influir el hecho de que Calvete sólo contó con la ayuda del bachiller Bartolomé de Morales, notario apostólico, como escribano de la visita, pero quizá ejerciera mayor incidencia en tal actitud sumaria la plena consciencia sobre la desatención de que hacía objeto a su grey asturiana.

En diciembre de 1540, año y medio después de la llegada de Calvete a la silla ovetense, Valdés escribía como presidente del Consejo al Emperador, para darle cuenta del regreso de Calvete con la visita concluida: “El obispo de Oviedo es venido con la visitación de la chancillería de Granada; entiéndese en verla, y ya va al cabo; cuando se haya acabado se consultará a V. Md. lo que hobiere [...]”; algo que el prelado pensaba tener hecho ya desde junio. No en vano se dirigía a su cabildo en esas fechas, consciente de las distorsiones —y habladurías— que solían acompañar la ausencia de los obispos de su diócesis, afirmando sobre su vuelta: “En verdad la deseo tanto como vosotros señores dezís la esperáis que conozco la necessidad q. ay de n[uest]ra p[re]sencia y que conviene por la mucha ausencia q a tenido de p[re]lado. Yo estoy entendiendo en despachar con la más brevedad que pueda y desocuparme desta mi visita y yr a hazer la visita verdadera q toca a n[uest]ra conciencia q es desa s[an]ta igl[es]ia y obispado [...]”. Mención aparte merece en los capítulos resultantes de la visita de Calvete, al margen de las cuestiones de procedimiento y funcionamiento interno, el renacimiento de los conflictos jurisdiccionales que enfrentaban a la Chancillería granadina con el capitán general, el marqués de Mondéjar.

Su diligencia permitió que tales capítulos de reforma fueran aprobados por el Consejo el 7 de julio de 1542 y pasaron a formar parte en su momento de la Nueva Recopilación. En abril de 1546 murió en su villa natal, donde está enterrado. En nota de pésame dirigida al cabildo ovetense desde Madrid, el nuncio en España, Giovanni Poggio, expresó su lástima en los siguientes términos: “Oy se ha savido aquí la muerte del doctor Calvete, obispo de Oviedo, que Sancta Gloria haya, y e sentido la pérdida, porque le conoscí por perlado muy honrrado y fuymos muy amigos largo tiempo. N. Sr. use con él de la misericordia q todos havemos menester, y dé a essa yglesia y a V. Md. perlado con quien se consuelen y según se puede sperar de la prudente electión de Su Sd. y Su Magd[...]”; para seguir anunciándoles que había diputado por comisario y colector de la diócesis entretanto al abad Tierense, con instrucciones de hacerse grato a los miembros del cabildo, hecho significativo en el contexto de enfrentamiento entre los obispos y los cabildos hispanos que el concilio de Trento, iniciado el año anterior, estaba alentando. Calvete dejó recuerdo, a decir de Diego Bretón de Simancas, de alto de estatura, ligeramente tartamudo y comprometido sobre todo con los asuntos de la Inquisición.

 

Bibl.: F. M. Risco, Asturias, Madrid, Blas Román, 1793 (col. España Sagrada, 38-39) (ed. facs. Gijón, Mases Ediciones, 1986); M. Alcocer y S. Rivera, Historia de la universidad de Valladolid. V. Biobibliografías de juristas notables, Valladolid, Imprenta de la Casa Social Católica, 1924, págs. 161-162; L. Salazar y Castro, Los comendadores de la Orden de Santiago, vol. II, Madrid, Patronato de la Biblioteca Nacional, 1949, pág. 498; P. Girón, Crónica del emperador Carlos V, ed. de J. Sánchez Montes, Madrid, Escuela de Historia Moderna, 1964, pág. 38; J. L. González Novalín, El Inquisidor General Fernando de Valdés, vol. II, Oviedo, Universidad, 1971, págs. 50 y 62; A. A. Ruiz Rodríguez, La Real Chancillería de Granada en el siglo xvi, Granada, Diputación Provincial, 1987, pág. 34; P. Gan Giménez, La Real Chancillería de Granada (1505-1834), Granada, Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino, 1988, pág. 34; C. Garriga Acosta, Génesis y formación histórica de las visitas a las chancillerías castellanas (1484-1554), tesis doctoral, Salamanca, Universidad, 1989, págs. 854 ss.; M. A. Sobaler Seco, Catálogo de los colegiales del Colegio Mayor de Santa Cruz de Valladolid (1484-1786), Valladolid, Universidad, 2000; J. Martínez Millán (dir), La corte de Carlos V (2.ª parte). Los Consejos y Consejeros de Carlos V, vol. III, Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 2000.

 

Ignacio J. Ezquerra Revilla

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