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Esteban Pérez de la Foz Fernández

Biografía

Pérez de la Foz Fernández, Esteban. Esteban de la Foz. Santander (Cantabria), 4.IV.1928 – 25.I.2007. Pintor.

Sus primeros contactos con el dibujo y la pintura fueron de forma autodidacta. En 1953, participó en el Homenaje a Casimiro Sainz, en el I Salón de la Joven Pintura Montañesa, celebrado en la Galería Sur de Santander. Un año después, también en la Galería Sur presentó su primera exposición individual, basada en obras figurativas, retratos y paisajes urbanos parisinos (ciudad que conocía muy bien por sus viajes familiares) resueltos a base de líneas y planos facetados, de concepto tardocubista, realizados con ceras y de sobrios colores. En 1955 expuso en la Galería Altamira de Madrid obras en la línea anterior, pero dando un paso en la experimentación técnica, al aplicar la encáustica sobre el papel. La prensa madrileña acogió bien su obra, relacionándola con Cossío y reconociendo su modernidad. En este año, fue uno de los once artistas seleccionados para participar en la convocatoria del Premio Francisco G. Cossío 1955 y en el I Salón de Pinturas del Ayuntamiento de Santander, y obtuvo el primer premio. Las exposiciones se sucedieron en los años siguientes: participó en las colectivas de la Sala Delta de Santander (1956), realizó el importante Retrato de Mademoiselle du Parc Monceau, hoy propiedad del Museo de Bellas Artes de Santander; en 1957 obtuvo el Premio Sésamo de Pintura y participó en el concurso convocado por el Ministerio de Educación Nacional en Madrid con la obra Quartier Latin, obra de composición perfectamente ordenada, realizado de forma muy suelta y rica de empastes, en la línea constructivista. Gracias al concurso obtuvo una beca de estudios en París y se inició un nuevo e importante período en su trayectoria artística. Su formación pictórica tuvo lugar en L’Ecole du Louvre, donde estudió figura y en el Atelier de la Grande Chaumière, donde desarrolló trabajos del natural. Entabló amistad con distintos intelectuales y artistas gracias a las tertulias; visitó museos y viajó por Europa, con lo cual estaba siempre al tanto de la actualidad artística. Al mismo tiempo, formó parte de algunas exposiciones colectivas en París y en Londres, donde la pinacoteca D. Greene le compró una obra.

Esteban Pérez de la Foz ya se había decantado por la modernidad al igual que otros artistas y amigos, como Enrique Gran, Ángel de la Hoz, Miguel Vázquez, Ángel Medina o Manuel Gómez Raba, pero sin llegar a constituir un grupo en ningún caso. Al regresar a España se instaló en Bilbao, en 1959. Comenzó a desarrollar de forma polifacética su labor artística (proyectos y decoraciones de stands, cartelismo, logotipos, grabados, murales como el titulado Proceso de fabricación). Toda esta actividad fue compaginada con la pintura, donde siguió desarrollando sus característicos paisajes urbanos, constructivistas o postcubistas, con grandes campos de color, avanzando, sin rupturas hacia la abstracción; es el caso de obras como Cortijo, Interior con sillas (c. 1960) o Bodegón con botellas (c. 1960). Ese camino hacia formas abstractas se constata en los paisajes titulados Puerto (1962), Costa helada (c. 1963) o Caída de las aves (1963), obras de gesto y color especialmente expresivos. Después, las amplias pinceladas, generosas y envolventes, apoyan la iconografía humana, utilizada como elemento de crítica, en ejemplos como Hombre y mar (1965), Orador (c. 1965), El hombre de las medallas (c. 1965). El propio artista considera estas obras de agitación, al igual que las tituladas Grito o Clamor.

En 1970 concurrió a la II Bienal de Pintura de Bilbao y logró el segundo premio y la medalla de plata por su obra Óxidos vivos (en la colección de Seguros Bilbao). Al año siguiente, en el IV Salón de Estío de Baracaldo (Vizcaya), volvió a lograr premios con su obra Límite. Decidió entonces trasladar su residencia a Santander. Tras un paréntesis en su trayectoria, en su evolución, comenzó una nueva serie que marcó diferencias, serie denominada Huidas, que viene a enlazar con los conceptos que había desarrollado en la década de 1960. Este tipo de obras se fundamenta en un sustrato existencialista, dotadas de significado social y político, en formas resueltas de registro abstracto-informalista, pero con un movimiento orgánico e inmaterial, cosmogónico. En algunas ocasiones, el soporte utilizado es la madera, que contribuye a resaltar las texturas fuertes, también logradas en el lienzo por medio de importantes empastes y una gama de color apagada sobre fondos neutros, caso de obras como: Venus rota, Antropos, Mitócrata, Regresando (1974), Huida (1975), hoy en la colección del Museo de Bellas Artes de Santander o Huida+X (1977). Son obras con las que participó en diversas muestras colectivas: Bienal Internacional de Zaragoza (1972), III Exposición de Arte Español Actual en la Torre de Merino de Santillana del Mar (Cantabria), Museo de San Telmo de San Sebastián (Guipúzcoa), II Muestra de Arte Contemporáneo de Baracaldo (Vizcaya, 1975), Aktuel Malerei de Bremen (1975), I Bienal Nacional de Arte Ciudad de Oviedo (1976), Santander y la Vanguardia en el Museo de Bellas Artes de Santander (1977).

Muchas son también sus apariciones individuales en diversas galerías españolas y extranjeras. Entre estas últimas, cabe citar la Galería Borkoowski de Hannover (Alemania), en 1975. A fines de la década de 1970 ejecutó las últimas Huidas, donde las formas orgánicas, luz y sombra, se desplazan hacia los márgenes del cuadro, mientras los fondos se han ido disipando, creando un efecto de tranquilidad y equilibrio: Vestigio (1977) o Huida 24 (c. 1975). Se trata de una huida del hombre “ante la imposibilidad de comunicación; lleno de pánico y desesperanza [...] personas que salen como erosionadas, física y moralmente [...] expresión de la huida”, como él mismo lo definió en sus diálogos con Salcines.

A finales de 1979, se celebró en el Museo de Bellas Artes de Santander una exposición que marcó un hito en su trayectoria, con la exhibición de grandes lienzos aparentemente de ruptura, en la moderna y vanguardista línea de las novedades europeas de la pintura-pintura, coherente con su línea evolutiva, en composiciones en permanente equilibrio y liberación expresiva y donde las amplias pinceladas aparecen aplicadas con fuerza, gestuales e intuitivas, llenas de significado, cada una de ellas bien ponderadas previamente y rápidamente ejecutadas, con firmeza, otorgando al color de una singular fuerza, especialmente el negro, a veces plano y sintetizando al máximo su contenido, rozando el “minimal”, pero sin abandonar la expresión, conceptos patentes en Espacio sellado (1978) o la emblemática Díptico signado (1979) que se conserva en el Museo de Bellas Artes de Santander. Esta formulación la mantendrá durante algunos años, como en T-E miroir d’Ingres punto dos (1982), perteneciente también al Museo de Santander, o Sílaba sellada (1982). Este cambio no fue comprendido por un cierto sector de crítica y público, pero volvía a evidenciarse otro nuevo signo de autenticidad en la pintura de Pérez de la Foz.

En 1980 expuso en la Casa del Siglo xv de Segovia. Al año siguiente en la Galería Trazos Dos de Santander. En 1982 lo hizo en las galerías René Metrás de Barcelona y Quattocento de Tarragona, compareciendo a Arco con Trazos Dos de Santander. En 1985 expuso sus trabajos en el Colegio Oficial de Arquitectos de Cantabria y nuevamente en la Casa del Siglo xv de Segovia. A partir de aquí, desarrolló unas obras marcadas por un expresionismo de síntesis, abstracto, en series, como Islas y Costas, magníficamente concebidas y ejecutadas, constatándose en óleos como Isla sumergida (1987), Deriva de pecios (1987) o Monumento vacío (1989), en sintonía con la identificación y constante relación del artista con la naturaleza y su devoción por el paisaje natural y siempre fruto de su meditación. En 1986 exhibió sus pinturas en la Galería Carmen Durango de Valladolid, compareciendo a la correspondiente edición de Arco con Trazos Dos de Santander. Al año siguiente estuvo presente en esta feria pero con la Galería Carmen Durango de Valladolid, participando a su vez de la muestra colectiva Pintores de Cantabria celebrada en la Asamblea Regional de Cantabria (Parlamento de Cantabria). En 1989 obtuvo dos premios en el XXI Premio de Pintura Caja León y en el Certamen Nacional de Pintura en Cantabria, celebrado éste en Madrid. En los años 1990, 1992 y 1994 expuso en la Galería Trazos Tres de Santander.

En la década de 1990, llevó a cabo obras en la línea evolutiva siempre marcada, sin sobresaltos, de gran riqueza cromática y empastes generosos, donde la pincelada deja huella, retomando, sin jamás haberla perdido, el orden físico de la composición espacial, consiguiendo ritmos armónicos y tranquilos. De esta forma, la síntesis pictórica vuelve a ser fundamental, como en Retrato estival (1991), que se exhibió en San Román de Escalante o Noviembre (1991), obra que recuerda por su simplificación a las realizadas en 1979. En 1994 el Museo de Bellas Artes de Santander le rindió un homenaje, con la organización de una muestra retrospectiva y la edición de una monografía.

Allí se incluían algunas de sus más emblemáticas obras de todos los períodos, incluidas las más actuales. Entre éstas, se presentaban Cuarteto (1993), perteneciente hoy a dicho Museo, Partitura 1 (1993), Concierto grosso 2 (1993) o J.S.B. 1 (1993), todas ellas protagonizadas por la música y donde el color vuelve a tomar fuerza. En la titulada Cuarteto contrasta el vivo rojo sobre los campos de gris y negro de los que surge. Se trata de una obra de gran riqueza matérica, de generosa aplicación siempre con brocha y pincel, que permite chorretones controlados sobre las distintas bandas de aplicación, dejando a su vez bien marcado el gesto, evidenciándose la huella del pincel y el trazo firme sobre la materia, con colores brillantes y atrevidos (azules, amarillos, naranjas). Toda su potencia creativa, siempre fresca, vuelve a evidenciarse en sus exposiciones de la Casa de Cultura de Torrelavega (2001) y de la Sala Bretón de Astillero (2002), hasta su inclusión en El Puente de la Visión 2005 del Museo de Bellas Artes de Santander.

Coherencia y libertad creativa, evolución constante, consecuente consigo mismo y con su obra, inquieto estudioso y perfecto conocedor de las novedades, siempre abierto —jamás aislado—, receptivo en sus viajes y lecturas, constante en sus meditados trabajos, ejemplo de reflexiva continuidad, Esteban Pérez de la Foz ha realizado con rapidez sus obras, sin bocetos previos ni correcciones posteriores, con un excelente sentido del orden en su espacio, posiblemente debido a su vasta cultura musical, sacando el máximo partido al óleo como técnica preferida y perfecto maestro en su aplicación y en la elección cromática que él mismo compone a base de pigmentos. Otorga siempre una impronta personal a sus obras, avanzando paso a paso, en una dirección única: la del tiempo de la expresividad del color, consiguiendo expresiones de violencia o de paz, según sean los tonos elegidos, para mostrar sus emociones o la percepción crítica de la realidad, en constante dialéctica. “Toda la carrera son ensayos, nada definitivo”: así se podría definir su intensa trayectoria, una constante y reflexiva evolución, obras de composición acabada, sin abocetamiento previo, en donde nada parece sobrar, sinceras y expresivas, plenas de una sabia economía de formas y colores. Desde su autodidactismo inicial paisajismo, pasando por sus paisajes urbanos neocubistas o constructivos, y por la sobriedad abstracta de sus Huidas, hasta llegar a su gesto pleno, de evidente conexión con los nuevos salvajes alemanes..., todo su trabajo ha estado dotado de una intelectual experimentación que le hace erigirse en un artista español fundamental del último cuarto del siglo xx con plena contemporaneidad cualitativa activa en el nuevo milenio.

 

Obras de ~: Mademoiselle du Parc Monceaux, 1956; Huida, 1975; Pintura. Díptico signado, 1979; Estaba sobre la hierba, 1982; D’après de Satie I, 1987; Cuarteto, 1993; Espacio interior, 2001; Mar abajo, 2003.

 

Bibl.: L. A. Salcines, El arte como comunicación, Santander, 1977; C. García García y C. González Santos, Esteban de la Foz, Santander, Museo de Bellas Artes, 1994; VV. AA., Esteban de la Foz, catálogo de exposición, Santander, Consejería de Cultura del Gobierno de Cantabria y Ayuntamiento de Astillero, 2001; El Puente de la Visión 2005, Santander, Museo de Bellas Artes y Caja Cantabria, 2005; G. Balbona, “[Necrológica]”, en El Diario Montañés, 26 de enero de 2007.

 

Salvador Carretero Rebés

 

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