Fernández de las Cuevas, Ruperto. Reinosa (Cantabria), 27.III.1830 – ?, f. s. xix-p. s. xx. Teólogo, funcionario y político.
Hijo de Obdulio Ramón y Gabina, mediada la treintena pasó a residir en Valderas, villa de la Tierra de Campos leonesa donde su padre, de ella natural, contaba con patrimonio bastante para ostentar rango de hacendado. En el Seminario conciliar allí establecido hizo estudios de Filosofía y los dos primeros cursos de la carrera de Teología, luego proseguida en Valladolid y concluida en Madrid en los primeros años cincuenta.
Apenas culminada su formación en 1853 y dedicada al fundador del Seminario de Aguirre (Vitoria), dio a la imprenta La voz del siglo, ferviente apología del catolicismo en que vituperaba la secularización porque conducía a la inmoralidad, denunciaba “la emancipación del pensamiento proclamada por los falsos reformadores”, renegaba de “las tempestades revolucionarias” de la época, exhortaba a una urgente reforma social cimentada sobre la superioridad de la religión católica y —en pro de tal— postulaba multiplicar, así en número cuanto en dotación económica, los seminarios.
Subsumida en esos mensajes, incluyó también una somera crítica a su paisano José Ordás Avecilla —demócrata nacido en Valderas—, por causa de “las funestas teorías que ha llegado a profesar”.
Sin embargo, tardó apenas nada en mudar radicalmente esas convicciones; según algunas versiones, tomó parte activa en las barricadas madrileñas de julio de 1854, pero consta con mayor verosimilitud que por entonces ingresó de auxiliar en el Ministerio de Hacienda —a mitad de 1855 fue ascendido a “tercero de la clase de sextos”—, y que sustituyó sus anteriores relaciones eclesiásticas por la confraternización con los adalides —José María Orense y el citado Ordás Avecilla— del progresismo democrático. Después, pasado el bienio, fue a alinearse con el grupo de Nicolás María Rivero, ingresó en varias sociedades —Ateneo y Asociación de Escritores y Artistas de Madrid—, y a la altura de 1860, con Pi y Margall, Nemesio Fernández-Cuesta y otros, concurrió a la rúbrica de la “declaración de los treinta” en que quedó sentado el credo democrático.
Inserto en esos círculos, proclamándose transigente con la Monarquía y a favor de la unión con los progresistas, en la segunda mitad de esa década participó en las conspiraciones orientadas al derribo de la Unión Liberal, a cuyos efectos, comisionado por el comité demócrata, viajó a Florencia en 1866 para entrevistarse con Prim. Con todo, fue la “Gloriosa” el escabel propiciador de su encumbramiento político, pues, tras ser miembro de la Junta revolucionaria interina, resultó designado regidor del Ayuntamiento “popular” madrileño, avales ambos bastantes para entonces pretender un acta como diputado a Cortes por la provincia y distrito de León que —arropado como estuvo dentro de la coalición monárquico-progresista gubernamental y bajo rubro de “propietario”— le resultó fácil obtener en la inmediata convocatoria de 1869 y aun revalidar en el resto de comicios del Sexenio, si bien en esos de 1871 y 1872 —en junto, cuatro actas— sumado a los demócratas radicales de Ruiz Zorrilla y ganando la representación por el distrito de Valencia de Don Juan.
Aunque no bastó a frenarla —antes bien, contribuyó a radicalizar sus posiciones—, su carrera parlamentaria se vio muy pronto enturbiada por “el expediente Balsaín”, venta fraudulenta y con grave quebranto para la Hacienda pública de terrenos silvícolas en el municipio segoviano de San Ildefonso, en la que tomó parte con acciones calificadas de inmorales y que acabaría anulada por el Consejo de Ministros a finales de 1873. Hasta llegar a esa data, no obstante, su estrella política aún tuvo breve margen de ascenso, pues, una vez proclamada la Primera República —entre cuyos adalides figuró—, su correligionario Manuel Becerra halló oportuno elevarle a subsecretario de Fomento, cargo que, en la inestabilidad de tales días, sirvió durante apenas cuatro semanas.
Ya en la Restauración, aún formó algún tiempo en las filas del progresismo democrático, mas no demoró en vincularse a las liberales, bandera postrera que hizo posible su retorno parlamentario en calidad de senador electo por León (1884-1888), pero que no bastó a colmar sus repetidas demandas de designación vitalicia, determinándole al cabo a la retirada de la escena política. Casado en fecha indeterminada con Clotilde de la Puente y Noguer, tuvo al menos dos hijos, uno de los cuales, Mario, prosiguió su trayectoria política también bajo advocación liberal.
Obras de ~: La voz del siglo, o sea apremiante necesidad de una reforma social sobre la base de la religión, del culto y del clero católicos (primera parte). Los seminarios conciliares elevando al clero a la altura de su misión en el siglo xix; historia de estos colegios, lo que deben ser hoy, y una reseña histórico-descriptiva de cada uno de los de la monarquía (segunda parte), Madrid, Imprenta de Manuel Minuesa, 1853.
Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Nacional, Universidades, 807, Exp. 3; Archivo del Congreso de los Diputados, Documentación Electoral, 61 n.º 6; 64 n.º 2; 68 n.º 7 y 72 n.º 4; Archivo del Senado, exps. personales, HIS-0161-06.
F. Fulgosio, Memoria leída en el Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid, en la Junta General de 31 de diciembre de 1860, por D..., secretario primero del mismo, Madrid, Imprenta de Tejado, 1861; M. Bautista, Los diputados pintados por sus hechos, Madrid, R. Labajos y Compañía, 1869-1870; A. M.ª Segovia, Figuras y figurones, Madrid, Jaramillo, 1881- 1886; L. Rovira, Galería de representantes de la nación, 1869, s. l., ¿1886?; M. Sánchez Ortiz y F. Berástegui, Las primeras cámaras de la regencia. Datos electorales, estadísticos y biográficos, Madrid, Imprenta de Enrique Rubiños, 1886; J. Maluquer, El socialismo en España, 1833-1868, Barcelona, Crítica, 1977; P. Carasa (dir.), Elites castellanas de la Restauración. Diccionario biográfico de parlamentarios castellanos y leoneses (1876-1923), Valladolid, Consejería de Educación y Cultura, 1997.
Luis Carlos Sen Rodríguez