Alen, Celestino. Orense, 1858 – Santiago del Estero (Argentina), 6.VII.1915. Farmacéutico.
De espíritu inquieto y emprendedor, abandonó su hogar paterno camino a América siendo muy joven.
De familia de alcurnia, que ocupaba varios cargos en el rango público y social, se había educado selectamente en la Península. En 1874, viajó a Santiago del Estero, provincia del centro-norte de la República Argentina, después de una breve permanencia en Buenos Aires y Rosario. Se dirigió hacia el Perú, adonde lo recomendaban los intereses comerciales de Santamarina, pero, arribado a la ciudad norteña, decidió establecerse en ella. En 1875, ya se desempeñaba como maestro en la enseñanza oficial de las primeras letras que registró la provincia. Su juventud no fue un obstáculo para hacer conocer sus condiciones intelectuales y su amplia versación en distintas disciplinas.
Poco después, se inició profesionalmente como farmacéutico, siendo uno de los pioneros de esta actividad en Santiago del Estero. Al crearse el Consejo de Higiene Pública, por Decreto de 20 de julio de 1880, fue designado secretario de esta benemérita institución provincial.
Con el advenimiento al gobierno de Absalón Rojas, a partir de 1886, Celestino Alen actuó en funciones de director de Rentas, colaborando estrechamente al lado del primer magistrado, con quien lo unía una gran amistad. Su activa participación en tareas públicas le hizo gozar de la consideración y reconocimiento de los principales hombres de figuración local y regional de aquella época, como el general Bartolomé Mitre, Julio A. Roca, ambos ex presidentes de la Nación, y Bernardo de Irigoyen, entre tantos otros.
Fue hombre de consulta de los políticos santiagueños, que muchas veces recurrieron a su ayuda financiera.
Volcó una actividad incansable en el comercio y la industria, paralelamente a empresas de promoción agrícola que le dieron elevada posición y solvencia material. Instaló su “Botica Española” frente a la plaza principal de la ciudad, a la cual le anexó su “Librería e Imprenta Española”. Desde entonces, fue lugar de reunión del mundillo cultural y político de la época. Como hombre de empresa, dio impulso desde sus establecimientos agrícolas vecinos a la capital, a nuevos cultivos y plantaciones que proveían las necesidades de la ciudad y se distribuían entre los más necesitados.
Durante muchos años fue corresponsal del periódico La Nación de Buenos Aires, y luego facilitó su imprenta a El Liberal. Su siempre presente amor a su terruño natal se puso de manifiesto al presidir y ocupar importantes cargos en la Sociedad Española y en la Asociación Patriótica Española. Desde esta última, organizó los actos conmemorativos del 25 de mayo de 1900, en que tuvo relevancia la adhesión especial a la revolución.
Bibl.: V. O. Cutolo, Nuevo Diccionario Biográfico Colonial Argentino, t. I, Buenos Aires, Elche, 1968, págs. 87-88.
Sandra Fabiana Olivero