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Calixto Hornero Calatrava

Biografía

Hornero Calatrava, Calixto. Pozuelo de Calatrava (Ciudad Real), 14.X.1742 – Madrid, 7.II.1797. Humanista, exegeta y pedagogo escolapio (SChP).

En 1757, siendo muy joven, ingresó en la Orden de las Escuelas Pías, en la que profesó de votos solemnes en 1759. Terminados laudabiliter sus estudios sacerdotales y pedagógicos, fue destinado como profesor al Real Colegio de Escuelas Pías de San Fernando de Madrid, donde enseñó Latín, Castellano, Retórica y Poética. De ese tiempo (1774), se conservan sus Academias de latinidad, ya iniciadas en aquel colegio por el padre Felipe Scío en 1764. Eran exámenes públicos de Latinidad, Retórica, Poética, Historia, Matemáticas y Ciencias. Además de profesor, fue nombrado rector del mismo colegio, sin abandonar la enseñanza, y en 1789, en circunstancias difíciles de la provincia, elevado directamente a provincial por el visitador apostólico, Froilán Calixto Cabañas, comisionado por el nuncio del Papa en España, monseñor Hipólito Antonio Vincenti, para hacer los nombramientos de superiores de las tres provincias escolapias de España. Su provincialato duró hasta 1794.

Pero, más que por sus dotes de gobierno, el padre Hornero brilló especialmente por las de profesor. Versado en lo que entonces se llamaba Humanidades —Lengua Castellana, Latín y Griego—, supo exponer de forma sistematizada y clara el método de enseñanza que él mismo empleó en sus aulas. Así lo atestiguan sus libros, que sirvieron de texto durante más de un siglo, no sólo en los colegios escolapios, sino en otros muchos en toda España, y fueron conocidos también fuera de ella.

En el largo “Prólogo” a su Gramática Latina, hace un cuadro histórico de la pedagogía escolapia y expone su método innovador en el proceso de aprendizaje gramatical, de traducción y composición de la lengua latina, donde pone en paralelo a los autores españoles con los latinos, sin olvidar los estudios de las Ciencias, Aritmética, Geografía e Historia. La sustitución del latín por la lengua vulgar en la enseñanza fue una evidente mejora, que contribuyó a revitalizar el decaimiento y descrédito en que habían caído las humanidades en Europa. Escribe el padre Hornero: “Desde el principio ha de cuidar el maestro de formar a sus discípulos en la pureza y elegancia de la lengua castellana, porque nadie puede conseguir la perfección de una lengua extranjera y muerta, como la latina, sin poseer primero la nativa y propia. El conocimiento de la lengua latina no depende solamente del estudio de una Gramática, sino más en particular de su debido uso, junto con el de los autores en que se habla el latín en toda su pureza y elegancia”. Para facilitar la aridez de la gramática latina, empleaba el romance —son bien conocidas las Coplas del Padre Hornero—, reglas en verso para el aprendizaje del latín, método que los escolapios emplearon también en otras disciplinas escolares, como la Geografía del padre Úbeda. Hablando de la medida del verso, dice el padre Hornero: “La final de todo Verso/Por una ley permanente/Es sílaba indiferente./Lee mucho los Poetas/Y de su uso aprenderás/Mucho que aquí no hallarás”.

La enseñanza de la traducción latina comenzaba por las Fábulas de Fedro, las vidas de generales de Cornelio Nepote, y seguía con las cartas de Cicerón, las Guerras de Salustio, los Comentarios de César y los dos primeros libros de la Eneida de Virgilio y De Arte Poética, de Horacio. “Antes —decía— es entender y traducir los autores latinos que componer en latín”. Al ejercitarse en la composición, los alumnos debían de hacerlo vertiendo algún libro castellano, para que vieran la semejanza de ambas lenguas y sus particularidades. Su “Prólogo” termina de esta manera: “Han de cuidar principalmente los maestros de hacer el estudio agradable, disponer de una crianza ajena a la opresión y terror; no se han de abatir los ánimos con la violencia del castigo; antes bien, se deben levantar con el halago y el premio, mostrándoles el camino del honor, de la conciencia y del propio bien”. Desde 1784, en que salió a luz la primera edición, fueron muchas y muy numerosas las ediciones de la Gramática Latina del padre Hornero. De entre tantas como escribieron los escolapios, sólo ésta adquirió tanta fama, dentro y fuera de la Orden. La de Hornero sigue, en principio, la Gramática de Antonio de Nebrija, como las demás de su tiempo, pero con significativas diferencias. En primer lugar, se escribió en castellano, con las ventajas que ya se han indicado. Por otra parte, dio cabida en sus páginas a los adelantos filológicos y gramaticales, y la presentó de manera más adecuada a los alumnos, sin alarde de sistema científico y sin enojosas controversias. Con lo cual se abandonó la enseñanza del latín en latín, como hace la Gramática de Nebrija, y lo mismo la de Nebrija arreglada por el padre Juan Luis de la Cerda, la cual, además, para los ejercicios prácticos, empleaba el Breviario Romano en vez de los textos de autores clásicos. Decía Vicente de la Fuente, en Los españoles pintados por sí mismos (Madrid, 1843): “Yo no sé qué gusto tienen estos buenos Padres escolapios en traducir a los niños estas profanidades, teniendo ahí los himnos del Breviario y los Santos nuevos”. Y hay más diferencias, pues los colegios de escolapios sólo exigían dos años, y no cuatro, para el aprendizaje del latín. “En dos años los alumnos estarán dispuestos para las clases de humanidades y retórica, y para tomar los principios de la lengua griega, a la que se deben aficionar por ser tan importante” (“Prólogo”). Desde que apareció la Gramática del padre Hornero ya no han vuelto a escribirse en España gramáticas en latín.

En 1790 y 1793 el padre Felipe Scío, de la misma Orden, publicó, por primera vez en castellano, la traducción de la Biblia Vulgata Latina. Pronto se agotó la primera edición, y, al querer reimprimirla, no pudo hacerlo el padre Scío, por lo que el rey Carlos IV encomendó aquel trabajo a los padres Calixto Hornero, Hipólito Lereu, Luis Mínguez y Ubaldo Hornero. La Biblia del padre Scío, corregida por estos estudiosos, mejoró la traducción literal primera, haciéndola más comprensible y de sintaxis más fácil, pero perdió parte de su riqueza en notas e interpretaciones.

Otro trabajo que ocupó el tiempo del padre Calixto Hornero fue el que le encomendaron los obispos, es decir, el de censurar las traducciones al castellano de los textos litúrgicos latinos.

Murió en Madrid a la corta edad de cincuenta y cinco años.

 

Obras de ~: Examen Latinitatis, Madrid, Pedro Marín, 1774; Ejercicios literarios de Lengua latina, española y Retórica, Madrid, Pedro Marín, 1776; Elementos de Retórica, con ejemplos Latinos de Cicerón, y castellanos de Fr. Luis de Granada, Valencia, Imprenta Benito Monfort, 1777 (Madrid, Ibarra, impresor de Cámara de S.M., 1883, incluye apéndice de Elementos de Arte de la Historia, por Juan Cayetano Losada, Madrid, Imprenta Núñez, 1833); Gramática Latina (Arte de), Madrid, 1784, 1892, Imprenta Leonardo Núñez de Vargas, 1825; Retórica (Arte de), Madrid, 1792; Bellum Catilinarium Sallustii (ms.); Oratio pro Milone (traducciones españolas, con notas), s. f. (ms.); Método de escuelas (plan de estudios en las Escuelas Pías), s. f. (ms.); La enseñanza de la Religión a los niños, s. f. (ms.); Oración en liras, a Santa Teresa de Jesús, s. f. (ms.).

 

Fuentes y bibl.: Archivo Provincial de las Escuelas Pías TD (Madrid), Necrología y Manuscritos, CC. 0161/03 n.º 92, 0214/01-05; 0214/01-05; 0519/02.

Revista Calasancia, III, Madrid, Imprenta A. Pérez Dubrull, 1889, págs. 277-279; C. Lasalde, Historia General y Bibliografía de las Escuelas Pías de España, Madrid, Imprenta de la Cía. de Impresores y Libreros, 1893, págs. 238-239, 426 y 466; E. Llanas, Escolapios Insignes, t. IV, Madrid, Imprenta San Francisco de Sales, 1900, págs. 21 y 329; T. Viñas, Index Bio-Bibliographicus Scholarum Piarum, 92 y ss., Typ. Vaticana, Romae, 1908; C. Rabaza, Historia de las Escuelas Pías en España, Valencia, Tipografía Moderna, A. C. de Miguel Gimeno, 1917, I, págs. 325-331, II, 257, y IV, 577; C. Vila Palá y L. M. Bandrés Rey (coords. y dirs.), Diccionario Enciclopédico Escolapio, t. I, Salamanca, Ediciones Calasancias, 1983, págs. 290-291.

 

Valeriano Rodríguez Sáiz, SChP

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