Pérez de Hita, Ginés. ?, c. 1537 – 1600 post. Escritor de novela morisca, soldado e historiador de la Guerra de las Alpujarras.
Personaje enigmático durante siglos, cuyas primeras investigaciones sembraron la confusión sobre su figura histórica. A pesar de los avances experimentados en su estudio, todavía se ignoran datos biográficos fundamentales, pues los lugares y fechas de nacimiento y muerte todavía permanecen sumidos en las sombras del silencio documental, ello no obsta para que se le considere como murciano, región en la que desarrolló toda su vida conocida. Por declaración suya en un pleito pericial, testimonio investigado recientemente por Muñoz Barberán y Guirao, se sabe que debió de nacer en torno a 1537. Se desconocía también su apellido paterno “de la Chica”, que a partir de 1560 permutó por Pérez de Hita, con el cual pasó a la posteridad y fama. De lo que no cabe la menor duda es sobre su oficio artesanal de zapatero de opera prima, dueño de un taller importante donde, además de fabricar calzado, se diseñaban y ornamentaban carrozas para la procesión del Corpus y atuendos complementarios con destino a toda clase de festejos populares, actividades que han quedado reflejadas en múltiples instrumentos públicos. Casó con Isabel Lázaro, más conocida por el apellido Botía, hija de Antón y Ginesa, influyente familia de Vélez Rubio, localidad que acogía una importante población morisca compuesta por doscientas sesenta familias, que en la década de 1570 fue deportada al pueblo de Villanueva de Alcardete (Toledo). Allí fue donde, según su propio testimonio, acudió años más tarde para entrevistarse con el Tuzani.
Su primera vecindad fue la de Lorca, lugar en el que fijó su residencia desde 1560 a 1577, aproximadamente, años que constituyen una etapa crucial de su vida, en especial por haber partido desde esta población como soldado para combatir la sublevación morisca.
En dicha urbe se despertó su afición por las escenificaciones teatrales menores y otras facetas literarias que, sorprendentemente, supo compatibilizar con su oficio de zapatero. La ciudad de Lorca que conoció Pérez de Hita constituía un microcosmos social, fiel reflejo de la España del Siglo de Oro. Dentro de ella convivían los cristianos viejos junto con un importante contingente de mudéjares, convertidos a principios del xvi, y numerosos inmigrantes granadinos, que acudieron a esta región en busca de trabajo y, en mayor cuantía, huyendo de la guerra alpujarreña. Unos y otros hicieron prosperar la industria sedera murciana, hasta el punto de competir seriamente con la más acreditada granadina. Por otra parte, la acrecentada nobleza lorquina, a quien estaba vedado el trabajo manual, favoreció este fenómeno migratorio ante la escasez de mano de obra. La colectividad neoconversa era en cierto modo viva imagen de la cristianovieja, pues también estaba compuesta por una aristocracia asimilada, oligarquías políticas, grandes terratenientes, labradores sin tierra y jornaleros. Tanto el trato de Hita con sus convecinos moriscos de la extensa huerta, sobre todo por sus relaciones artesanales, como con los de Vélez Rubio, le familiarizó con este pueblo que sufría la aculturación por parte del gobierno. Además, su profesión de zapatero formaba parte de las afinidades que le asociaban a los cristianos nuevos de moro, pues es conocida la práctica de la artesanía del cuero por sus antepasados musulmanes y mudéjares. Con el tiempo, este escritor escaló puestos dentro del entramado socio- económico de la época, pues fue nombrado veedor de su gremio (1571). Ese mismo año las autoridades locales le otorgaron la responsabilidad de vigilancia, al frente de doce soldados, de un grupo de moriscos, situación que le proporcionó ocasión de conversar con ellos y, seguramente, obtuvo de los mismos información valiosa que años más tarde reflejó en su obra. Posteriormente, obtuvo el cargo de partidor de aguas, actividad importante en un municipio huertano donde escaseaba tan preciado elemento (1573).
La sublevación morisca, iniciada en los últimos días del año 1568, fue el recurso desesperado de un pueblo en búsqueda de su identidad, después de soportar un cerco opresivo tendente a sofocar su peculiaridad y manifestaciones culturales. La lucha despiadada fue la respuesta a la pragmática antimorisca de 1567. Pérez de Hita expone algunas de las causas de la sublevación, como fue la proliferación del bandidaje monfí, extremadamente cruel en la etapa previa a la rebelión; así como la presión fiscal que sufrían los exmudéjares a través de la discriminatoria “farda”. Desde Lorca partió al campo de batalla bajo las banderas del marqués de Los Vélez, Luis Fajardo, a quien no ahorra alabanzas, considerándole uno de los más valerosos caballeros de su tiempo. Traza de él un magistral retrato, y llama la atención cuando lo describe montado a caballo, pues “parecía en silla un peñasco firme”. Hita militó en el tercio lorquino conocido con el calificativo de “los pardos” por el color del uniforme, adoptado a fin de distinguirse del resto de los componentes del ejército murciano. Su nombre figura en dos relaciones de refuerzos enviados desde la ciudad donde estaba avecindado, pero no consta documentalmente que permaneciera enrolado durante toda la contienda. Su retirada definitiva, junto con el marqués de Los Vélez, debió acaecer poco antes del cerco de Galera (18 de enero de 1570). Pérez de Hita ejerce de verdadero testigo de cargo contra las crueldades, rapiñas y otros desmanes de los ejércitos cristianos que acudieron a sofocar la rebelión, los cuales, según él, fueron la causa de la prolongación de la guerra.
Cuando regresó a Lorca, por encargo del Ayuntamiento, en 1572, compuso un poema épico sobre los orígenes de la urbe y hazañas de sus habitantes, en el que da rienda suelta a la fantasía cuando trata de su fundación. Durante los años finales de la década de 1570, la localidad huertana sufrió una profunda crisis económica provocada por la escasez de agua, motivo que empujó a muchos de sus vecinos a emigrar en demanda de trabajo. A partir de 1577, se carece de noticias respecto a Pérez de Hita, pero por un documento de 1580 se sabe que Cartagena fue su nuevo destino, donde va a desarrollar una frenética actividad de escenificaciones festivas, tanto en esa ciudad como en Lorca y Murcia; no obstante, es éste el período menos conocido de su vida. En la década de 1590 se estableció definitivamente en Murcia capital, etapa en la que va a dar el definitivo salto a la celebridad con la publicación en Zaragoza, el año 1595, de su libro más conocido Historia de los bandos de Zegríes y Abencerrajes, uno de los de mayor venta en su época, como queda reflejado en las numerosas ediciones realizadas, el cual influyó notablemente en el auge de la novela romántica universal, sobre todo la de temática orientalizante granadina, entre cuyos seguidores más representativos, son de destacar Chateaubriand e Irving. En 1598 se encuentra la escritura de venta de los derechos de autor por los originales de la Segunda parte de las guerras civiles de Granada. En el documento aparece Ginés Pérez de Hita firmando como poeta y “coronista”, ya sin la mortificante alusión a su oficio de zapatero.
En 1596 terminó su poema épico sobre La guerra de Troya, que no llegó a ver la luz. El fallecimiento de Felipe II, en 1598, dio motivo a un certamen entre los poetas murcianos, rivalizando en alabanzas al poderoso Monarca. No podían faltar los versos de Pérez de Hita en las exequias del Rey a quien, por otra parte, criticó su política con los moriscos granadinos y, de forma más manifiesta, su expulsión del antiguo Reino nazarí. El 17 de julio de 1600 figura por última vez estampada su firma en los archivos de Murcia con motivo, como en tantas otras ocasiones, de la compra de lienzos para organizar festejos y danzas, sin que vuelva a dar más señales de vida.
La Historia de los bandos Zegríes y Abencerrajes fue editada en Castilla tres años después que en Zaragoza, hecho que revela las polémicas previas a la expulsión de los moriscos. El encabezamiento destacado de la palabra “historia” en la edición príncipe no deja de ser un contrasentido, puesto de manifiesto por los estudiosos del tema a partir de Menéndez Pelayo, porque juzgan su contenido como una novela histórica o morisca, con marcado predominio del elemento imaginario sobre el real, llegando a considerar a su autor como creador de este género literario. Las fuentes de inspiración más mencionadas por el escritor artesano pertenecen a las publicadas por Esteban de Garibay para el listado de los reyes de Granada; y la Crónica de los Reyes Católicos de Hernando del Pulgar, cuando se refiere a la campaña militar y a las capitulaciones al final de la conquista. Hay que destacar la profusa utilización de romances, transmitidos por vía oral o publicados en colecciones, la mayor parte de ellos de gran calidad y belleza. Según Menéndez Pidal, la novela de Pérez de Hita hizo famosos por todo el mundo los romances fronterizos y moriscos. Por último, cabe señalar el artificio, muy propio de los libros de caballería, de atribuir el autor murciano su obra a Aben Hamin, un moro de Granada.
En un primer apartado, recorre el autor con rapidez desde los orígenes míticos de la ciudad del Darro, hasta la situación política del reino en vísperas de la desaparición del estado nazarí. Dedica especial atención a la guerra de conquista por el ejército castellano, en cuyo período, como señala Carrasco Urgoiti: “Se despliegan episodios amorosos, lances caballerescos y grandes cuadros áulicos, como las suntuosas fiestas de toros y cañas, o el espectacular juego de la sortija cuyo trofeo obtiene, como preludio del desenlace de la contienda, el Maestre de Calatrava. La sociedad nazarí queda retratada como una corte de caballeros y damas que hacen del lance, el juego ecuestre y la galantería la razón de su existencia”. Pérez de Hita, apoyado en la leyenda, considera las rivalidades de linaje como causa de la división reinante entre los nazaríes, que derivará en la acusación de adulterio a la reina y en el dramático suceso de la matanza de los abencerrajes ordenada por Boabdil, acontecimientos que preludian la ruina de la capital granadina. Es el momento en que da comienzo la conversión de parte de la nobleza granadina y su incorporación a la Corte de los Reyes Católicos. Pérez de Hita quiere transmitir el mensaje de la rehabilitación de las estirpes nazaríes, cuya nobleza será reconocida en las capitulaciones de rendición y, en consecuencia, la hidalguía de sus descendientes quedaba legitimada.
La Segunda parte de las guerras civiles de Granada es una historia anovelada, donde se entremezclan los hechos reales con las fabulaciones. El cronista manifiesta haber acabado la redacción del libro sobre la guerra morisca el 22 de noviembre de 1597, pero no consta con certeza que se publicase antes de 1619, año en el que vieron la luz las dos ediciones de Barcelona y Cuenca, cuando ya no podían despertar polémica, dada la maurofilia no disimulada del escritor. Los frecuentes errores, tanto en cifras como en transcripción de nombres, dan la impresión de que su autor no participó en ambas, así como tampoco en la revisión de las pruebas de imprenta. A Blanchard-Demouge le corresponde el mérito de reivindicar la condición de historiador de Pérez de Hita por el trabajo realizado en esta postrera parte del conflicto bélico. Los historiadores, por lo general, han rehuido acometer la dificultosa tarea de distinguir en esa dualidad pendular la realidad de la ficción, quizás por escepticismo ante la desbordante fantasía del creador literario, no considerando por ello su obra dentro de la disciplina histórica.
Los notables estudios recientes realizados por Caro Baroja, Domínguez Ortiz, Vincent, Cabanelas, Carrasco Urgoiti, Márquez Villanueva, Cabrillana, Barrios Aguilera y Sánchez Ramos, entre otros, sientan las bases para un trabajo de conjunto sobre un tema tan amplio y complejo como fue la guerra de los moriscos granadinos, pues hoy día tan sólo se dispone de los libros de la época, escritos por Hurtado de Mendoza, Mármol, Rufo y Pérez de Hita.
En cuanto a las fuentes de inspiración histórica, la Austriada de Juan Rufo fue el libro que más influyó, aunque son difíciles de precisar sus aportaciones y la dependencia ejercida en Pérez de Hita; así, el término despectivo “reyecillo” para designar a Aben Humeya, fue previamente utilizado por aquel poeta épico, quien conoció la Guerra de Granada de Hurtado de Mendoza, influyendo indirectamente en el literato murciano. Muchos de los acontecimientos bélicos fueron presenciados por Hita, y así nos los transmite como testigo de primera mano. Un relato importante incorporado al libro fue el que le proporcionó Pérez de Evia, soldado a las órdenes de Juan de Austria, referente a la prosecución de la guerra a partir del cerco de Galera, cuando ya el autor de la narración sobre la contienda alpujarreña había abandonado el escenario de la lucha armada. El manuscrito de Evia constituye una excelente fuente fidedigna, con metodología histórica poco común. Los testimonios moriscos, utilizados en numerosas ocasiones, son característicos de la Segunda parte. Sin duda alguna, Pérez de Hita llegó a captar los rasgos diferenciales de este pueblo, en el supuesto de que él no perteneciera al mismo, como sostienen Márquez y López Baralt, aunque documentalmente no consta. Se identificó con los cristianos nuevos hasta defender el derecho de honra de las familias de origen moro, y creer en la utopía de su posible integración plena en la comunidad hispana.
El libro se compone de 25 capítulos, estructurado en torno a las principales figuras militares, excepto el primero dedicado a analizar las causas de la sublevación.
Hasta el decimotercio, el protagonismo se lo reparten los marqueses de Mondéjar y de Los Vélez.
En torno a estos nobles gira la trama guerrera, aunque como buen murciano, resalta más las proezas de Luis Fajardo. En el bando opositor el personaje indiscutible es Aben Humeya, cuyo retrato magnifica por su porte, talante y noble ascendencia, a la vez que agiganta sus cualidades personales, dejándose llevar por sus sentimientos de indudable maurofilia. A partir del capítulo XIV entran en la escena bélica nuevos caudillos; por el bando cristiano, Juan de Austria, Luis de Requesens, Lope de Figueroa, el marqués de la Favara y el duque de Sessa; y por el de los rebeldes, destacan, entre otros, Aben Abó, el Maleh y el Habaquí. Con la toma de Galera el declive morisco es patente, aunque la contienda se alarga agónicamente y sus postreros relatos giran en tono al Tuzani, personaje de carácter novelístico, y el Habaquí, en quien Pérez de Hita simboliza todas la virtudes del morisco ideal soñado, cristiano sincero y de porte ahidalgado. No podían faltar las descripciones de las competiciones atléticas y certámenes festivos en Purchena, organizadas por Aben Humeya, mostrando el protagonismo colectivo del pueblo morisco, muy en consonancia con la caballeresca sociedad mora de la Historia de los bandos de Abencerrajes y Zegríes. En los combates y pruebas se enfrentan turcos y exmudéjares, saliendo estos últimos siempre vencedores.
Finaliza el libro con una breve alusión a la dramática deportación de los neoconversos del Reino granadino, atreviéndose Pérez de Hita, sorprendentemente, a criticar la política de Felipe II. Testimonio del impacto de la Segunda parte de las guerras civiles, lo constituye el hecho de su gran influencia en no pocos literatos españoles.
Obras de ~: Historia de los bandos Zegríes y Abencerrajes. Primera parte de las Guerras de Granada, Zaragoza, 1595; Los diez y siete libros de Daris del Bello Troyano, 1596 (inéd.); Segunda parte de las Guerras civiles de Granada, Cuenca, 1619; Libro de la población de la muy nobilísima y leal Ciudad de Lorca, Lumbreras, Linares, 1929.
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Joaquín Gil Sanjuán