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Pedro Enrique Ibarreta Uhagón

Biografía

Ibarreta Uhagón, Pedro Enrique de. Bilbao (Vizcaya), 1.VIII.1859 – Estero Patiño (Argentina), IX.1898. Ingeniero agrimensor, guerrillero voluntario, explorador.

Hijo de Adolfo de Ibarreta y Ferrer y de María Isabel Dolores Petra de Uhagón y Vedia, Pedro Enrique Joaquín Manuel de Ibarreta Uhagón nació en el seno de una familia burguesa con ansias de nobleza. Su progenitor era un reputado ingeniero, dos de sus tíos ocupaban posiciones preeminentes en el Banco Español de San Fernando —antecedente directo del actual Banco de España— y en el Banco de Bilbao, y su padrino no fue otro que Pedro Francisco Goossens y Ponce de León, secretario de Isabel II.

El estallido de la Tercera Guerra Carlista (1872- 1876) hizo que Adolfo de Ibarreta, que ostentaba el grado de capitán en la milicia que defendía la ciudad, decidiese enviar a su familia a lugar seguro. Mont de Marsan y Londres acogieron los años adolescentes de Ibarreta, que aprovechó aquel tiempo para aprender idiomas y esgrima.

A comienzos de 1876, Pedro Enrique de Ibarreta volvió a Bilbao y dos años más tarde ingresó en la Escuela de Ingenieros de Guadalajara. Un duelo a pistola, en el que salió herido, aunque vencedor, le forzó a pedir la baja en dicha institución a los diez meses de su entrada en la misma. Tras ayudar a su progenitor en las tareas de construcción del Ferrocarril Central de Vizcaya, Pedro Enrique de Ibarreta decidió emigrar a la República Argentina. En 1883 se instaló en Buenos Aires, pasando luego a Rosario y Córdoba, ciudad ésta en la que desempeñó el cargo de vicecónsul de España al tiempo que conseguía el título de ingeniero geógrafo en su Universidad.

En 1887, trabajando para Casado del Alisal, el magnate palentino que construyó el ferrocarril que unía La Candelaria con Rosario, se dedicó a explorar 500 kilómetros cuadrados del gigantesco e inexplorado Chaco argentino. Cartografiando aquel territorio, Ibarreta estuvo a punto de sucumbir al ser atacado por un jaguar. Años después, intentando cruzar el Chaco de este a oeste, se perdió con sus compañeros de exploración, vagando durante ocho meses por aquellas inmensas soledades, mientras su familia le daba por muerto.

En 1893, Ibarreta organizó otra expedición en busca de una mina de oro, supuestamente ubicada en la selvática frontera entre Brasil y Paraguay. Tampoco tuvo suerte, porque entonces fueron las pirañas las que estuvieron a punto de acabar con su vida. Enfermo a causa de las picaduras de los insectos, volvió a España para recuperarse. Pero durante su estancia en la Península, estalló la Guerra de Cuba. Profundamente patriota, pospuso sus futuras exploraciones americanas para combatir en aquella isla. En Cuba equipó una guerrilla pagada de su bolsillo, y permaneció un año y medio combatiendo, destacando en la lucha contra las partidas de Maceo y Máximo Gómez en las centrales azucareras de La Reforma, Central María y Orutillas. Por su valor en estas y otras acciones de guerra, el general García Navarro le extendió un certificado en el que hacía constar su heroico comportamiento, proponiéndole para recibir la Cruz de María Cristina, a la vez que le otorgaba la Cruz Roja del Mérito Militar de 1.ª Clase.

En 1897 retornó a la Argentina para organizar una nueva expedición, con el fin de buscar oro en Bolivia. Vagabundeando sin fortuna por la serranía de Jujuy, este nuevo fracaso le hizo retomar un antiguo proyecto: explorar el desconocido río Pilcomayo. Tras construir dos chalanas sin proa ni popa, cajones cuadrados con troneras que impedían la navegación de vuelta atrás en caso de que pintasen mal las cosas, partió de Colonia Crevaux el 23 de junio de 1898. “Mi expedición es, en chico, a lo Hernán Cortés: no puede materialmente retroceder”, decía en la carta de despedida que envió a uno de sus amigos. Junto a Ibarreta viajaban su compadre, el aragonés Martín Beltrán, y ocho peones, añadiéndoseles a última hora un joven llamado Manuel Díaz y dos indias tobas que les sirvieron de intérpretes en las primeras jornadas de navegación. Fuertemente armados con rifles Winchester, pistolas y bombas de dinamita, los exploradores descendieron el Pilcomayo enfrentándose a una naturaleza hostil. Crecidas, tormentas, sed y hambre fueron sus principales enemigos. También se enfrentaron a los indios, pero sin derramar sangre: bastó con utilizar cohetes de feria y voladores para amedrentarles y mantenerles alejados. A finales del mes de agosto de 1898, sus chalanas quedaron embarrancadas en el Estero Patiño. Ibarreta mandó a sus hombres en busca de socorro. Él se quedó en las chalanas con un peón enfermo de malaria y el joven Manuel Díaz. De lo que aconteció después, se tuvo noticia por los dos únicos supervivientes de aquella expedición, los peones Florentino Leiva y Rómulo Giráldez, que contaron cómo durante tres meses vagaron perdidos por el Chaco. Sin comida, sin agua y sin ropa, vieron cómo sus compañeros fueron muriendo uno tras otro. Ellos se salvaron de pura casualidad, tras encontrarse con los indios “mansos” de una misión anglicana. Para entonces ya habían comenzado a llegar a Buenos Aires rumores que decían que Ibarreta y sus compañeros habían muerto a manos de los indios.

En socorro del explorador español partieron numerosas expediciones militares que, si bien no lograron hallar rastro de los expedicionarios, aprovecharon la ocasión para llevar a cabo diversas campañas contra los indios. Fue un millonario masón argentino, Juan Cánter, quien sufragó los gastos de la expedición, que, finalmente, recuperó los huesos de Ibarreta. Carmelo de Uriarte, amigo del explorador, y un buhonero asturiano en quien confiaban los indios, José Fernández Cancio, dieron con sus restos el 18 de junio de 1900, erigiendo una cruz en el lugar donde el indio pilagá Danasagaí le matara a golpes de macana. Años más tarde, Pío Baroja y, sobre todo, Vicente Blasco Ibáñez en Argentina y sus grandezas, resucitaron la olvidada memoria del explorador vizcaíno, a quien el escritor valenciano definió como “caballero andante de la geografía, paladín sin miedo y sin tacha de la ciencia, varón de heroicas acciones, cuyas hazañas hacen recordar a los hombres de los primeros años del Descubrimiento”.

 

Bibl.: “Ibarreta”, en El Noticiero Bilbaíno (Bilbao), 19 de agosto de 1895, pág. I; E. Vera González, “A través del Chaco. Los exploradores Ibarreta e Uriarte”, en La Ilustración Artística (Barcelona), n.º 991 (1898), págs. 838-839; J. Montero, “Expedición Ibarreta al Pilcomayo”, en Boletín Instituto Geográfico Argentino (Buenos Aires), t. XX, 1899, págs. 208-239; “Los restos de Ibarreta”, en La Vasconia (Buenos Aires), t. VII, 1899- 1900, pág. 353; A. Arzac, “Un explorador basco [sic]: Enrique de Ibarreta”, en Euskal-Erria Revista Vascongada (San Sebastián), 1900, pág. 176; J. A. de Ibarreta, El Explorador Ibarreta en el Pilcomayo. Noticias de la prensa sud-americana acerca de la expedición, El Ferrol (La Coruña), Imprenta de El Correo Gallego, 1900; “Las tres expediciones de Carmelo de Uriarte en busca de Ibarreta”, en La Ilustración Española y Americana (Madrid), 22 de abril de 1901; “Lost in the land of mystery”, en The New York Times (Nueva York), 27 de julio de 1902; L. Luna Olmos, Expedición al Pilcomayo, Buenos Aires, Imprenta y Papelería Guillermo Krieger, 1905, págs. 38-39 y 73; O. Asp, Expedición al Pilcomayo, Buenos Aires, Anales del Ministerio de Agricultura, 1905; A. Fric, en La Baskonia (Buenos Aires), n.º 487 (30 de agosto de 1905), pág. 487; J. G. Montenegro, en La Baskonia (Buenos Aires), n.º 537 (30 de agosto de 1908), pág. 526; V. Blasco Ibáñez, Argentina y sus grandezas, Madrid, Editorial Española Americana, 1910, págs. 720-721; M. de Somonte, Ibarreta, Correrías por la América del Sur-Exploración del Río Malcomayo [sic], San Esteban de Pravia (Asturias), Imprenta de José Pueyo, 1912; “El asesinato de Ibarreta”, en Impulso (Formosa, Argentina), 11 de diciembre de 1968, págs. 27-30; “Un franciscano a la búsqueda del explorador Ibarreta”, en La Mañana (Formosa, Argentina), 8 de abril de 1983; “Una cruz en el Pilcomayo”, en Encuentro (Dirección de Cultura de Formosa, Argentina), 1984, págs. 20-22; “Ibarreta, orígenes de un nombre”, en La Mañana (Formosa, Argentina), 11 de julio de 1992; J. de Orueta, Memorias de un bilbaíno 1870-1900, Bilbao, Editorial El Tilo, 1993, págs. 61-66; “La Perla del Oeste cumple 73 años”, en El Comercial (Formosa, Argentina), 11 de julio de 1994; J. L. Olivera, Ibarreta, Explorador del Pilcomayo, Formosa (Argentina), Editorial Gualamba-Universidad Nacional de Formosa, 1997; I. M. Sansoni, “Río Arriba, Río Abajo. La Literatura de viajes y la exploración de los ríos interiores, Orinoco, Bermejo y Pilcomayo”, en Revista Theomai (Buenos Aires, Argentina), n.º III (2001); J. de Ybarra e Ybarra, Nosotros los Ybarra, Barcelona, Tusquets, 2002, pág. 607; J. A. Díaz Sáez, Ibarreta, el último explorador. Tragedia y muerte en su expedición por el Pilcomayo, Madrid, Miraguano Ediciones, 2004.

 

José Antonio Díaz Sáez

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