Cetina, Diego de. Huete (Cuenca), VII.1531 – Plasencia (Cáceres), VI.1568. Jesuita (SI), confesor de santa Teresa de Jesús.
Hijo de María de la Muela y de Agustín de Cetina, ambos naturales de Huete. Estudió Artes en las Universidades de Alcalá y Teología en la Universidad de Salamanca, entró en la Compañía de Jesús el primer día de enero de 1552, siendo recibido en esa segunda ciudad por el padre Miguel de Torres. Una salud quebrantada pudo interrumpir este proceso de formación como jesuita. Tenía veinticuatro años cuando comenzó a ser director espiritual de la madre Teresa de Jesús. Pudieron ser Gaspar de Daza o el caballero Francisco Salcedo los que animaron al padre Cetina, en su juventud, a bajar hasta el monasterio de la Encarnación, aunque también le advirtieron sobre las consecuencias espirituales que Teresa de Jesús vivía con su vida de oración. La monja intentó mantener la visita en secreto, pero rápidamente se difundió por el convento la presencia del jesuita en el locutorio.
A este religioso, precisamente, le correspondió animar en su concepto de oración a la reformadora carmelita, encontrando en ella el “espíritu de Dios muy conocidamente”, aunque le pidió que meditase sobre la humanidad de Cristo. Fue la puerta que se abrió desde la Compañía de Jesús a Teresa de Ávila, después continuada por Juan de Prádanos y Baltasar Álvarez.
Precisamente, pudieron ser Cetina o Prádanos, alguno de los dos, los que le dieron “parte de los Ejercicios” Espirituales, según indica el primer biógrafo de la monja santa, que fue otro jesuita, el padre Francisco de Ribera. El padre Cetina mostró todo su aliento a la religiosa, hablándole de lo que Dios esperaba de ella, de la necesidad de la formación, de la meditación y de los ejercicios de penitencia. El confesor se mostró piadoso y comprensivo, frente a anteriores rigores. Pudo ser también él quien recomendara a Teresa de Jesús que consultase estos asuntos espirituales con Francisco de Borja, entonces comisario de la Compañía en España y Portugal y predicador muy requerido en numerosos ambientes, cuya visita se anunciaba temprana en la ciudad de las murallas.
La estancia de Cetina en Ávila, en 1554 o 1555, visitando a la monja carmelita, fue corta según pone de manifiesto Cándido de Dalmases, quien cree que su presencia en esa ciudad podía haberse convertido solamente en un reposo para su salud, proviniendo de Salamanca. La propia santa Teresa habla, en el Libro de la Vida, de un proceso de cambio, motivado por Cetina, que se prolongó por espacio de “dos meses”.
“Me ha dado gracia para obedecer a mis confesores aunque imperfectamente; y casi siempre han sido de estos benditos hombres de la Compañía de Jesús”, dice la propia santa Teresa. La ausencia de Cetina provocó en la monja carmelita una notable turbulencia que una pariente suya intentó solucionar sacándola del convento y llevándola a su propia casa.
A través de Guiomar de Ulloa pudo conocer al citado padre Prádanos, siguiendo lo que el maestro Juan de Ávila había indicado: “Les havía perdido el miedo que al principio tenía”.
Tras abandonar estos ámbitos, Diego de Cetina prosiguió al colegio cercano de Plasencia, donde permaneció entre 1560 y 1564 y en el año de 1568, fecha de su muerte, con el paréntesis de Toledo (entre 1564 y 1567) y Murcia (en ese último año). En todos estos colegios, Cetina se distinguió como predicador y confesor (“predica mediocre y confiesa, y no para más”, decía el catálogo trienal de 1565), ejercitando lo que se denominaba “ministerios de la palabra”. Él mismo, en 1564, autorretrataba su personalidad y su vida espiritual: “Tengo media salud y soy flaco de cabeza.
Siempre fui inclinado a rezar las Horas de Nuestra Señora y a la oración mental cuando me pusieron a ello, y agora tengo más inclinación a la oración mental que vocal. Siempre fui amigo de sermones, misas y de hablar de Nuestro Señor”. El citado padre Ribera dibujaba, con todo, su prudencia.
Bibl .: J. Gómez Centurión, “El padre Diego de Cetina, primer confesor de Santa Teresa de Jesús”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, (BRAH), t. LXXI (julio-septiembre de 1917), págs. 246-252; A. Risco, “Los tres primeros confesores de Santa Teresa”, en BRAH, LXXX (julio de 1922), págs. 446 ss.; “Fundación del Colegio de la Compañía de Jesús en Ávila”, en BRAH, LXXXI (1923); C. de Dalmases, “Santa Teresa y los jesuitas”, en Archivum Historicum Societatis Iesu, 35 (1966), págs. 348-351; E. de la Madre de Dios y O. Steggink, Tiempo y vida de Santa Teresa, Madrid, La Editorial Católica, 1977 (2.ª ed. rev. y aum.) (Biblioteca de Autores Cristianos, 283), págs. 153-159; M. González Gisbert, Santa Teresa de Jesús y Cuenca con otros ensayos teresianos, Cuenca, Manuel González Gisbert, 1982.
Javier Burrieza Sánchez