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Martin de Hijar y Mendoza

Biografía

Híjar y Mendoza, Martín de. Lima (Perú), 1625 – Concepción (Chile), 1704. Religioso agustino y obispo de Concepción (Chile).

Fue hijo de García Híjar, marqués de San Miguel, caballero de la Orden de Santiago. Ingresó en la Orden agustiniana en 1641. Realizó sus estudios en el colegio de San Ildefonso, que tenía el título pontificio de Universidad. Se graduó de lector de Filosofía en el mismo colegio. Fue nombrado calificador del Santo Oficio de Lima, censor de libros e inquisidor del culto.

Su talento, su ciencia y su virtud lo elevaron a los puestos más elevados de la Orden en su patria. Fue elegido prior del convento de Nuestra Señora de Copacabana en el Alto Perú en 1665. En el período siguiente fue escogido definidor de la provincia y en 1680 se le confió el gobierno del convento de Otuzco. Fue elegido provincial en 1681. En calidad de tal, debió recorrer la sierra peruana y la región de la selva amazónica para visitar los conventos y los centros misioneros. Fue tal su prestigio que los superiores lo enviaron en 1690 a Quito como provincial para reorganizar la provincia quiteña y pacificarla después de años de revueltas y desconcierto entre sus miembros. Fue una tarea difícil que fray Martín de Híjar realizó con tino y prudencia. No fue de extrañar que acabada esta misión se hiciera acreedor a que el Monarca y el papa Inocencio XII lo nombraran obispo de Concepción en 1693. Fue consagrado en Quito. Tras pasar algunos días en Lima, viajó a Chile y tomó posesión de su diócesis el 20 de diciembre de 1695.

El nuevo obispo llegaba a una diócesis pobre que llevaba veinte años sin contar con la presencia de un obispo. Una parte de ella, el archipiélago de Chiloé, no había sido visitada por un obispo desde hacía ochenta años. Tampoco la Patagonia había recibido la atención indispensable de los prelados. La llegada del obispo, que ya contaba sesenta y siete años de edad y no pocos achaques, fue recibida con alborozo y esperanza.

Concepción era tierra de misiones: en el continente se hallaban los araucanos, que se alzaban a menudo contra las autoridades españolas, y en la región insular los chilotes y otras tribus se hallaban dispersas por las numerosas islas. La fe era predicada por los franciscanos y los jesuitas y las capillas eran mantenidas por los fiscales, quienes agrupaban a las pequeñas comunidades para recitar las oraciones y entonar los cánticos que les habían enseñado los misioneros.

Las autoridades manifestaron su respeto y veneración al obispo Híjar y Mendoza. Reconocieron sus virtudes y sus dotes de gobierno. Formó parte de la junta de guerra contra los indios rebeldes. Con juicio y criterios que parecían ajenos a su carácter aconsejó prudentes medidas que influyeron positivamente en la mejora del Ejército para bien de todos.

Después de visitar dos veces su diócesis, conocía bien sus necesidades y celebró sínodo diocesano en 1702, pero no pudo concluirlo. Tampoco pudo dejar solucionados algunos puntos de protocolo en el trato exigido por los corregidores en los templos durante las ceremonias. Los dos últimos años de su gobierno los pasó retirado y enfermo de achaques que le imposibilitaban ejercer eficientemente sus funciones pastorales. Como fraile agustino, la última actuación relevante que ejecutó fue presidir el Capítulo Provincial de su Orden. Pocos meses después murió en extrema pobreza quien había nacido de noble y rica alcurnia.

 

Bibl.: R. Muñoz Olave, Rasgos biográficos de eclesiásticos de Concepción. 1552-1818, Santiago de Chile, Imprenta San José, 1916; L. F. Ruiz Trujillo, “Martín Alonso de Híjar y Mendoza”, en Episcopologio chileno. 1561-1815, t. IV, Santiago de Chile, Ediciones Universidad Católica de Chile, 1992.

 

Marciano Barrios Valdés

 

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