Calvo Vello, Miguel. Fray Miguel Quijada. Granada, c. 1639 – Ribadeo (Lugo), 30.IV.1698. Obispo de Mondoñedo, monje cisterciense (OCist.) y catedrático en la Universidad de Salamanca.
Nació fray Miguel en la ciudad de Granada, donde era su padre oidor de la Real Chancillería de esa ciudad.
Su progenitor se llamaba Diego Calvo Quijada, y había nacido en el lugar de Peleas, cerca del monasterio de Valparaíso (Zamora); era noble e hidalgo descendiente de la Montaña de Burgos, como antiguamente llamaban a Cantabria, y de Laín Calvo, juez de Castilla, como demostró en su informe para entrar en el Colegio Mayor de Santa Cruz de Valladolid.
Su madre se llamaba Catalina Vello de Acuña, natural de Madrid; a la Villa y Corte, muerto su padre, regresó fray Miguel con su madre, siendo aún niño, y allí se crió y educó. Estando ya destinado y en pretensión de un Colegio Mayor en Salamanca, como su hermano Juan Calvo era colegial en Valladolid, cambió de tercio y se inclinó por la vida monástica, pidiendo el hábito en el monasterio de Santa María de Huerta (Soria); se lo dio, el 7 de septiembre de 1660, el prior, fray Pablo de Villafuerte, en ausencia del padre abad, fray Ambrosio de la Cámara, quien al año siguiente le dio la profesión; tenía en este momento veinte años de edad. Inmediatamente lo envían a estudiar Artes al monasterio de Belmonte (Asturias), y luego a cursar Teología en Salamanca.
Terminados los estudios, se dedica a la docencia; en primer lugar, enseñó, en 1669, Artes en el colegio que tenía la congregación en el monasterio de Meira (Pontevedra); a los dos años pasó a Salamanca, donde se graduó de maestro en 1674; su monasterio de Huerta le ayudó para cubrir los gastos.
Alterna la docencia con los cargos de gobierno; de abad del Colegio de Loreto, que tenían los cistercienses en Salamanca, a definidor general o consejero de la congregación; la primera vez que le nombran abad, 1674, le tienen que dispensar de la edad de profesión, porque no le alcanzaba. En la universidad ocupa todas las cátedras hasta terminar en la de Filosofía moral.
Estando con el cargo de definidor, Carlos II lo presentó para el obispado de Cortón, en Nápoles; el nombramiento le llegó cuando estaba de visita en su monasterio de Huerta, y renunció; era por septiembre de 1689. Al año siguiente lo presentó el mismo monarca para el obispado de Mondoñedo, vacante por muerte de su obispo, fray Gabriel Rodríguez de Arellano, dominico; recibió la consagración episcopal en el monasterio de Valparaíso, pasando inmediatamente a gobernar su obispado. La integridad y ejemplaridad que caracterizaron su vida de monje la continuó en su actividad pastoral. Era de natural serio y modesto, pero sabía mezclar la gravedad en su porte con la afabilidad en su rostro y en sus palabras.
Tenía fama de liberal para con los pobres, a veces con riesgo de faltarle incluso lo necesario para su propia familia.
Todavía la edad le daba para más, pero en 1698 se le declararon unas cuartanas, que le hicieron sufrir mucho; para aliviar sus dolores se trasladó a Ribadeo, puerto de mar, con mejor clima; pero su situación se agravó y le llegó la hora de la muerte, precisamente a últimos de abril de 1698; tenía cincuenta y nueve años de edad y treinta y ocho de vida monástica; sus amigos de Madrid estaban haciendo gestiones para que le dieran otro obispado más pingüe. A su muerte, el monasterio de Huerta recibió un gran legado, además de la legítima, situada en Madrid, de la que gozaba por parte de su madre.
Bibl.: C. Cordón, Obispos, Generales y Abades de Huerta, s. l., s. f. (inéd.) (en Archivo de la Abadía de Santa María de Huerta, fols. 30v.-31v.); Zamora y Lucas, “Mitras y coronas en el Real monasterio de Santa María de Huerta”, en Celtiberia, 23 (1962), págs. 7-50; L. Herrera, “Actas de nombramientos de varios obispos de monjes de Huerta”, en Cistercium 79 (1962), págs. 322-325.
Agustín Romero Redondo, OCist.