Junqueres, Ildefonso. Epira de l’Angli (Francia), 1881 – Oseira (Orense), 19.VI.1944. Fundador y primer superior cisterciense (OCist.) de Oseira tras la reforma del monasterio, místico.
Pertenecía a una familia francesa numerosa, como lo prueba el hecho de que se juntaron hasta seis hermanos luchando en la Primera Guerra Europea. Formado en la cultura y la piedad, ingresó muy joven en la abadía de Notre Dame des Neiges, donde cursó su carrera eclesiástica, ordenándose sacerdote en 1909.
Resultó un religioso ejemplar. La prueba más convincente es que cuando su monasterio planeó la fundación del monasterio de Oseira, su abad escogió a fray Ildefonso como primer superior y le puso al frente de la colonia fundadora. La inauguración oficial tuvo lugar el 3 de agosto de 1930, en medio de un entusiasmo popular delirante de toda Galicia, que estuvo virtualmente presente en los actos presididos por el nuncio de Su Santidad, monseñor Federico Tedeschini, arzobispo de Lepanto.
El padre Ildefonso fue el protagonista principal de la puesta en marcha de la comunidad, tarea harto difícil, por la serie de problemas de todo género que suelen surgir en los primeros tiempos de toda fundación, máxime cuando carecían de medios económicos indispensables para hacer frente a la vida, y el edificio no podía estar en peores condiciones para vivir en él, por lo que fueron inauditas las calamidades de todo género que tuvieron que soportar. Sólo un espíritu fuerte y lleno de Dios podía aguantar tantas dificultades como soportó la primera comunidad, cuando se encontró con un edificio completamente en ruinas, sin la menor ayuda económica de nadie para restaurarlo, y con una economía rayana en la miseria, ya que carecían de fuentes indispensables para sostenerse.
A pesar de todo, nada fue capaz de hacerles desistir de su propósito de dar vida a aquellas ruinas gigantescas.
A los pocos meses de estancia en el monasterio, los pocos monjes que constituían la primera comunidad se esforzaron en adecentar los patios y pasillos invadidos de maleza, de tal manera que el edificio cambió por completo de aspecto. Como en la comunidad había algunos religiosos especializados en los diversos ramos, se iniciaron las primeras restauraciones de algunos locales, muros y bóvedas, y hasta se construyó una sencilla fuente en el patio de caballeros que aún puede admirarse. Al mismo tiempo, emprendieron otros trabajos encaminados a buscar medios de subsistencia. Se escucha a un cronista que visitó el monasterio al año siguiente de la inauguración oficial. Después de decir que los esfuerzos realizados por los monjes fueron “titánicos”, y “sin un céntimo de subvención oficial”, escribe: “Ya tienen montadas turbinas eléctricas que producen fluido eléctrico para alumbrado y fuerza motriz; fábrica de productos lácteos, movida por la misma electricidad, donde halla colocación toda la leche que produce el ganado de los aldeanos [...]”.
Se advierte que hicieron partícipes del alumbrado eléctrico a los vecinos de Oseira, dato digno de tenerse en cuenta, puesto que en 1932 serían contadísimas las poblaciones gallegas que disfrutaran de este beneficio tan necesario e incomparable como es la electricidad.
Años difíciles y conflictivos los que le tocó gobernar al padre Ildefonso, porque coincidieron primero con la República y luego con la Guerra Civil. A pesar de ello, haciendo caso omiso del grupo de monjes jóvenes que tuvieron que incorporarse en el ejército, todo fue paz en el monasterio. Los revolucionarios se dieron cuenta de las estrecheces económicas que envolvía su vida y jamás se metieron con ellos. Las únicas novedades que hubo fueron el haberse instalado en la zona oriental del edificio un reformatorio provincial de niños, convertido más tarde en campo de concentración de presos políticos, los cuales quedaron tan agradecidos al buen trato dispensado por los monjes que, una vez puestos en libertad, continuarían vinculados a los monjes con gran afecto, y aún se puede añadir que hoy en día muchos de sus descendientes siguen manteniendo una gran estima por los monjes de Oseira.
El padre Ildefonso perseveró al frente de la comunidad hasta el 19 de julio de 1944, año en que, una pequeña indisposición, acabó con su vida en breve tiempo. Falleció, dejando tras de sí fama de hombre virtuoso, paciente, lleno de Dios, incapaz de hacer mal y un verdadero padre de sus monjes. Fue opinión que no se equivocaron los superiores al poner los ojos en él y confiarle el llevar a cabo esta empresa gigantesca.
Aunque sea de nacionalidad francesa, merece un lugar entre los destacados españoles por haber venido a país extraño a poner en marcha la restauración de este monasterio, que de no haberse impuesto los primeros monjes aquellos sacrificios sobrehumanos de los llamados “tiempos heroicos” —los primeros años en que carecían de todo—, hubiera sido imposible salvar de la ruina a esa mole gigantesca que tanto entusiasma a los millares de visitantes que desfilan por ella cada año. La restauración fue dirigida por los propios monjes.
Bibl.: P. García Górriz, Crónica del monasterio de Osera iniciada en 1929, vol. I, s. l., s. f. (inéd.), passim; Guía de Osera, descripción histórico-artístico del Imperial Monasterio, Oseira (Orense), 1932, passim; “La restauración del Monasterio de Oseira”, en Boletín de la Comisión Provincial de Monumentos Histórico-Artísticos de Orense, X (1933-1935), págs. 184-191; D. Yáñez Neira, Continuación de la historia de fray Tomás de Peralta, Xunta de Galicia, 1986, págs. 146-153; El Monasterio de Oseira, cincuenta años de restauraciones, León, Editorial Everest, 1988, pág. 108-111.
Damián Yáñez Neira, OCSO