Félix Badía, Domingo. Foyos (Valencia), 30.XI.1937 – Bela Vista (Huambo-Angola), 14.VII.1976. Monje cisterciense (OCist.), maestro de novicios, chantre, compositor de música, mártir de la guerrilla angoleña.
Se llamaba Antonio en el mundo, pero cambió el nombre por el de Domingo al recibir el hábito monástico en San Isidro de Dueñas (Palencia) el 15 de agosto de 1958. Hizo la profesión solemne en 1963, y recibió la ordenación sacerdotal el 10 de septiembre de 1967. Finalizada la carrera sacerdotal, se especializó en música, habiendo desarrollado un brillante papel como compositor de nuevas melodías, por coincidir su formación con los años del concilio y posconcilio, años en que se suprimieron en las comunidades monásticas las melodías gregorianas y se sustituyeron por las de nueva creación en lengua vernácula; fray Domingo se distinguiría por su buen gusto a la hora de crear nuevos cantos litúrgicos, al par que le nombraron maestro de coro y organista.
Había llegado a la fundación cisterciense de Bela Vista en junio de 1974, impulsado por el deseo de colaborar en la implantación del monacato en un país de misión, siguiendo en ello las consignas trazadas por los últimos pontífices, habiendo partido de España cuando todos consideraban una temeridad semejante empresa. Su gran ilusión estaba presidida por el deseo de ayudar a aquellos hermanos que estaban dando un alto ejemplo de piedad y laboriosidad en medio de las tribus salvajes. Se había ofrecido a colaborar con el mayor entusiasmo, y aprovechó muy bien el tiempo, porque se dice de él que en los dos años que vivió entre los negros, llegó a dominar el idioma nativo hasta el punto de cantar y adaptar a él las nuevas melodías corales. Hacía solamente un año que Angola se había independizado de Portugal —11 de noviembre de 1975— tras una guerra cruel que asoló el país, a la cual siguió una aparente paz que tardaría poco tiempo en explotar, azuzada por ideales marxistas, sobre todo cuando llegaron a tomar parte en la contienda tropas de Fidel Castro, de Cuba, pues dado que esta nación del Caribe se mantenía en un régimen tiránico después de cuarenta años, es comprensible que se pusieran de parte de la revolución.
La situación fue empeorando más y más cada día, sobre todo en ciertas zonas muy conflictivas del país.
De momento, los monjes de Bela Vista fueron respetados, pues era un testimonio vivo para el pueblo aquel núcleo de hombres que se sacrificaban y trabajaban para mejorar la situación. De hecho habían construido ellos mismos el monasterio y lograron aclimatar al país una manada de vacas lecheras que habían importado de España, extrayendo de ellas la base de su alimentación, así como para favorecer a tantos pobres como socorrían. En medio de estas revueltas sociales, de ordinario, como siempre, la Iglesia llevó las de perder, siendo asesinados varios misioneros y algunos catequistas en algunas misiones.
El 13 de julio de 1976, el padre prior de Bela Vista se encaminó a Huambo, en compañía de otro monje, con objeto de realizar algunos servicios necesarios para la buena marcha de la comunidad. Tendría que hacer noche en la capital, por cuanto no eran tiempos para poder viajar de noche al monasterio. Pocos días antes, el todoterreno de las religiosas enclavadas en la misión, a dos kilómetros del monasterio, había sido tiroteado, hasta con fuego de artillería, al transitar por la carretera que discurre por dentro de la finca del monasterio. Al día siguiente, sucedió algo parecido con un coche ocupado por personal civil. Por todos estos síntomas, los dos viajeros que habían ido a Huambo, no pudieron regresar el mismo día. Precisamente en aquella noche en que faltaron —13 de julio— en las primeras horas fue atacada y asaltada la misión católica, situada a unos cinco kilómetros del monasterio, por un grupo de cien guerrilleros armados, quienes saquearon la residencia misionera masculina, secuestrando a los tres sacerdotes, uno de ellos era negro, del clero secular, y los otros dos blancos, de la congregación del Espíritu Santo, uno joven, y el otro anciano y enfermo que había sido provincial. El cronista que consigna estos datos ignoraba la suerte que habían corrido los secuestrados en el momento de notificar los acontecimientos.
El día siguiente, 14 de julio, mandaron las religiosas teresianas un mensaje a los monjes pidiendo socorro por medio de un seminarista y un joven que acababa de terminar la carrera de Magisterio. Pedían que las fuesen a buscar con un vehículo grande a las dos religiosas y un grupo de alumnas internas para ser evacuadas. Aquel día no estaba la camioneta en el monasterio, por continuar el superior en Huambo.
Entonces el padre subprior rogó al padre Félix Badía que fuera con un turismo ligero a Bela Vista en busca de otro vehículo más apropiado para auxiliar a las religiosas. Aceptó de buen grado el mandato y se encaminó a la misión dispuesto a prestar auxilio a las que se hallaban en peligro. Le acompañaban el hermano Adolfo Sánchez y los dos jóvenes que habían acudido a pedir auxilio. Todavía en el área de la finca, a mil quinientos metros apenas del monasterio, en la carretera de Bela Vista, una ráfaga traidora de ametralladora segó instantáneamente las vidas del padre Domingo y del estudiante de magisterio que le acompañaba, portador del mensaje. Los otros dos que les acompañaban se salvaron, gracias a las piernas de gamo de las que estaban dotados. Se comprende la impresión de horror causada en la pequeña comunidad, al perder de manera inesperada y cruel un elemento tan valioso como aquél, que sin duda estaba llamado a ser el sostén de la nueva fundación, al cesar en el cargo el superior que la presidía. Pero los planes de Dios son inescrutables.
La prensa española comunicó al país la triste noticia de esta muerte insensata, de un hombre que había dejado la patria para ir a país extraño a instruir a sus gentes no sólo en el camino del cielo, sino incluso a trabajar con inteligencia para aprovechar la riqueza natural de aquella tierra de promisión, que a pesar de ser de lo mejor del mundo, ignoran los naturales que con un poco de ingenio y constancia pueden elevar su nivel económico, saliendo de la miseria en que yacen sumidos. La noticia transmitida por los medios de comunicación decía así: “Misionero valenciano ametrallado en Angola. La noticia del asesinato del monje trapense Domingo Félix Badía, de treinta y nueve años, ha llegado hoy a su población natal, Foyos. El padre Domingo Félix fue ametrallado el pasado día 14 por un grupo de guerrilleros angoleños en la misión que las madres teresianas tienen en la localidad de Bela Vista. Un grupo de guerrilleros asaltó la misión y se llevaron consigo a varios sacerdotes portugueses. Cuando el padre Félix tuvo conocimiento del hecho, se dirigió a la misión, acompañado por un novicio nativo. En el camino se encontró con los guerrilleros que le dispararon. El religioso llevaba veinte años en la orden y dos en Angola”.
Fuentes y bibl.: Informaciones aportadas por la Fundación de Bela Vista y la Abadía de San Isidro de Dueñas (Palencia).
Redacción, “El padre Domingo Félix, fiel hasta el sacrificio de su vida”, en Cistercium, XXVIII (1976), págs. 257-259.
Damián Yáñez Neira, OCSO