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Luis de Estrada

Biografía

Estrada, Luis de. Ávila, c. 1520 – Santa María de Huerta (Soria), 2.VI.1581. Monje cisterciense (OCist.), erudito en las ciencias del espíritu y comprometido en las corrientes eclesiales más abiertas de la época.

Son muy oscuros los orígenes de fray Luis de Estrada, monje y abad del monasterio cisterciense de Santa María de Huerta (Soria), que no hay que confundir con su homónimo, también cisterciense y posterior, monje y abad del monasterio de Valbuena (Valladolid). El dato más seguro y confirmado es que nació en Ávila, donde abundaba en la época el apellido Estrada; se ha supuesto, mera conjetura, que era hermano del jesuita abulense Francisco de Estrada, provincial de Aragón, y contemporáneo suyo.

En cuanto a la fecha del nacimiento, los autores proponen como más probable la de 1520, según declaraciones del mismo personaje, que a veces sin querer se contradice; se cita directamente a Estrada en De origine Monasterii Hortensis: “siendo de edad de sesenta años (por el 1580), y aviendo vivido en este Sancto Monasterio por espacio de mas de quarenta años y sido en él tres veces Abbad, después de haver residido veinte y dos años en los estudios de Alcala [...]”; ya en su estancia en Huerta y Alcalá rebasa los sesenta años que dice tener. Por lo demás, el silencio es total en la primera etapa de su vida, en que se forjó su rica personalidad.

La vida de Luis de Estrada se enmarca en pleno siglo xvi, tan rico, tan complejo y contradictorio en la historia española. España, que se abre al humanismo, prepara la corriente que se plasmará en el Concilio de Trento, convirtiéndose así en paladín de la contrarreforma.

Estrada ingresó muy joven en Huerta y a los pocos años fue enviado a la Universidad de Alcalá de Henares, universidad moderna y pluralista, abierta a todas las corrientes teológicas y humanistas de la época. Allí permaneció como colegial diez años, discípulo aventajado, compañero y amigo de otros personajes insignes, entre ellos Benito Arias Montano. Estrada nunca se preció de teólogo, pero su trayectoria posterior demostró que dominaba la Teología y era un gran conocedor de la Escritura y sus principales lenguas.

Retornado a su comunidad, se le encargó resolver en Zaragoza los problemas que la comunidad tenía con los señores vecinos de Ariza; allí coincide con el ataque de la ciudad contra los jesuitas y los defiende valientemente. En mayo de 1557 es nombrado por primera vez, en el Capítulo General de la Congregación, abad del monasterio de Huerta. En esta misma asamblea se le encarga comentar en lengua vernácula la Regla de San Benito, para que sirva a sus hermanos, los abades, en la obligación diaria de explicar la regla a su comunidad. Tan bien cumple su cometido, que los mismos capitulares le piden que traduzca su comentario al latín, para que se puedan aprovechar los abades de otros países.

La obligación principal de nuestro abad es el cuidado de los hermanos y la formación de la comunidad.

Estrada está en el origen del esplendoroso siglo de oro de Huerta, con monjes relevantes en la congregación, en las universidades de Alcalá y de Salamanca y en la Iglesia española y americana. Prosigue Estrada con los problemas de la extensa hacienda del monasterio, que tenían que solventarse en las tres distintas y distantes chancillerías del país, Valladolid, Granada y Zaragoza. Es notable también la actividad constructora de nuestro abad; a él se debe la construcción, al menos en sus inicios y en buena parte de la obra, del claustro plateresco del siglo xvi y del coro de nogal de la misma época. Detecta e intenta resolver el gran problema de siempre del monasterio, la humedad, drenando hacia el próximo río Jalón el subsuelo del monasterio; en el tercer trienio, encargó las pinturas de la capilla mayor al pintor italiano Bartolomé de Matarana.

Cuando cesa en su primer trienio, en 1560, es nombrado rector del colegio de Alcalá, para suceder a su fundador, fray Cipriano de la Huerga, monje cisterciense de Nogales (León) y famoso escriturista; aquí va a trabajar intensamente, durante doce años, y criará, según su propia expresión, monjes bien formados para la Orden y la Iglesia española. Para algunos, Estrada fue el verdadero fundador de este colegio.

Al terminar su mandato en Alcalá, retorna otra vez a Huerta para un segundo trienio, en que se entrega de nuevo a la comunidad, pero ya con la salud quebrantada; al final es elegido definidor o consejero de la Congregación. Y por fin, dicen las crónicas, viejo y muy achacoso, pero por su experiencia en los negocios y su gran santidad, por tercera vez le nombran abad. Cuando regresa del Capítulo General, en que cesa, se echa en cama y muere en los brazos de su sucesor y discípulo; es el 2 de junio de 1581.

En este rápido repaso de la actividad de fray Luis de Estrada por su biografía en cierto sentido monástica, se debe resaltar que debió ser un buen maestro del espíritu, como se refleja en la obrita que escribió y que llamó El Rosario de Nuestra Señora, dirigido, no precisamente a los monjes sino a los seglares, interesados en la vida espiritual. Obra de erudición y de piedad que ayuda, dentro de la corriente espiritual de la época, al crecimiento espiritual de sus lectores.

Donde se refleja su talante universal e integrador es en la defensa de la naciente Compañía de Jesús.

Tenía estrecha amistad personal con san Ignacio de Loyola y caló profundamente en su espiritualidad y los objetivos de esta novedosa forma de vida eclesial.

No tuvo miedo a enfrentarse sobre todo con los poderes eclesiásticos del momento, en los arzobispados de Zaragoza y Toledo, precisamente en la ciudad de Alcalá de Henares, perteneciente entonces a Toledo. En Zaragoza, consiguió que fueran admitidos, después de ser expulsados de la ciudad. Supo también enfrentarse a las diatribas del famoso teólogo dominico Melchor Cano, encarnizado enemigo de los jesuitas.

Es muy importante su amistad con Benito Arias Montano y su proyecto ambicioso de la llamada Biblia Regia, que quería ser continuación y ampliación de la famosa Políglota Complutense. Felipe II nombra a Luis de Estrada miembro del equipo que tiene que emitir juicio sobre este proyecto, muy atacado desde diversos ángulos. En su dictamen aparece Estrada como un sujeto muy preparado en ciencia bíblica y crítica textual; aquí se demuestra la calidad intelectual y el prestigio del monje.

Los últimos años de Estrada coinciden con una dureza de posturas a nivel doctrinal, y es importante cómo Estrada supo dar la cara por sus amigos, con peligro de ser, como ellos, también él víctima de los tribunales de la Inquisición. Se conserva su defensa del cardenal arzobispo de Burgos, Francisco de Mendoza, acerca de algunas proposiciones sobre la Eucaristía.

Esta labor apologética suya la ejerció también dentro de su propia Congregación, que asimismo fue criticada y denunciada ante el Monarca. Siempre apareció fray Luis de Estrada como un humilde, pero valiente, defensor de la verdad y la justicia, siempre desde su profunda vida contemplativa, que resaltaron en él quienes lo conocieron.

 

Obras de ~: Libro de Meditaciones para los novicios, Valladolid, 1602; Modo de rezar el Rosario de Nuestra Señora, Alcalá, 1570; Alabanzas de S. Eugenio y de la traslación de su cuerpo a la ciudad de Toledo, Toledo, 1578; Exposición moral de la Santa Regla, s. l., s. f. (inéd.); Carta y Discurso del Maestro Fr. Luis de Estrada sobre la aprobación de la Biblia Regia y sus versiones; y juicio de la que hizo del Nuevo Testamento Benito Arias Montano, s. l., s. f.; Carta de Fray Luis de Estrada al Ilmo. D. Diego de Covarrubias, Presidente del Consejo de Castilla, s. l., s. f.; Apologiae pro Religiosis Societatis Iesu liber unus. Carta de Fray Luis de Estrada a los PP. de Simancas, s. l., s. f.; Carta del Padre Fray Luis de Estrada, abad de Huerta, escrita al Padre Alonso Román de la Compañía de Jesús, s. l., s. f.; Carta del P. Fray Luis de Estrada al Dr. Bartolomé de Torres; De origine Monasterii Hortensis, s. l., s. f. [cartas en ed. L. Esteban, IV Centenario de Fr. Luis de Estrada (1581-1981), Monasterio de Santa María de Huerta, Biblioteca Hortense, Series B-Studia, 1983, págs. 343-360, págs. 419-420, págs. 303-326, págs. 333-340, págs. 341-342 y págs. 385-404, respect.]; Apología a favor del Cardenal D. Francisco de Mendoza, arzobispo de Burgos, s. l., s. f. (inéd.).

 

Bibl.: C. Cordón, Obispos, Generales y Abades de Huerta, s. l., s. f. (inéd.) (en Archivo de la Abadía de Huerta, fols. 67v.-70r.); C. Henríquez, Poenix reviviscens, Bruxellis, apud J. Meerbequium, 1626, págs. 426-431; Menologium Cisterciense, Amberes, Baltasar Moreto, 1630, págs. 181-182; J. A. Pellicer y Saforcada, “Notas literarias a la Carta y Discursos del Maestro Fray Luis de Estrada sobre la aprobación de la Biblia Regia y sus versiones, y juicio que hizo del Nuevo Testamento Benito Arias Montano”, en J. Rodríguez de Castro, Biblioteca Española, vol. I, Madrid, Imprenta Real, 1781, pág. 660 a-b; R. Muñiz, Biblioteca Cisterciense Española, Burgos, Joseph de Navas, 1793, págs. 113-116; Carta Apologética del sabio Cisterciense Fr. Luis de Estrada, por mérito y arreglo de la célebre “Biblia Regia” de Arias Montano y sus versiones, Burgos, 1794; L. Esteban, “Los escritores hortenses”, en Cistercium, 79 (1962), págs. 280-283; P. Guerin, “Estrada Luis de”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia eclesiástica de España, vol. II, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1972, pág. 880; L. Esteban, “IV Centenario de Fray Luis de Estrada”, en Cistercium, XXXV (1983), págs. 119-139; L. Esteban Marco, “El venerable Fray Luis de Estrada, un maestro espiritual”, E. Fernández Tejero y N. Fernández Marcos, “Fray Luis de Estrada y Arias Montano”, D. Yánez Neira, “La huella de Fray Luis de Estrada en la Congregación de Castilla”, T. Polvorosa López, “EL Rosario meditado del cisterciense Fray Luis de Estrada”, R. Gonzálvez, “El P. Luis de Estrada y la traslación del cuerpo de S. Eugenio a la ciudad de Toledo”, M. Nicolau, “El P. Luis de Estrada y la Compañía de Jesús”, A. Linage Conde, “Luis de Estrada, un cisterciense de su tiempo”, A. Borrás i Feliu, “Fray Luis de Estrada y su defensa a la Compañía en Alcalá y Zaragoza”, en L. Esteban Marco (dir.), IV Centenario de Fr. Luis de Estrada (1581- 1981), Navarra, Monasterio de Santa María de Huerta, 1983, págs. 15-118, págs. 119-133, págs. 135-149, págs. 151-235, págs. 237-251, págs. 253-266, págs. 267-278 y págs. 279-295, respect.; L. Sagalés Cisquella, “Espirituales cistercienses en las Congregaciones de Castilla y Aragón”, en F. R. de Pascual, C. Mateo, F. Beltrán Llavador (dirs.) y J. J. Barcenilla Vaquero (coord.), I Congreso Internacional sobre Mística Cisterciense: Ávila, 9-12 de octubre de 1998 [Ávila], Conferencia Regional Española cisterciense [1999], págs. 295-314; C. Pardos Solanas, “Una lección para el príncipe: Aportaciones para la interpretación del claustro renacentista del monasterio de Santa María de Huerta (Soria)”, en Cistercium, 240 (2005), págs. 923-950, y en Museo ‘Camón Aznar’ de Ibercaja, XCVII (2006), págs. 231-277.

 

Agustín Romero Redondo, OCist.

 

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