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Cristóbal Becerril

Biografía

Becerril, Cristóbal. Cuenca, c. 1539 – 27.VII.1585. Platero.

Cristóbal Becerril, hijo de Francisco Becerril, fue una importante figura de la platería conquense del siglo xvi. Como antes que él hiciera su progenitor, centralizó en torno suyo una parte considerable del movimiento artístico conquense, gracias a su fecundidad y a la modernidad de sus diseños de carácter renacentista. Lejos de quedar ensombrecido por la personalidad de Francisco Becerril, Cristóbal fue un digno heredero de su estilo, tomando firmemente el testigo no sólo al frente del obrador familiar, sino también en los cargos de maestro platero de la catedral de Cuenca, marcador de la ciudad y ensayador de la Real Casa de la Moneda. Desarrolló con gran éxito todas sus funciones hasta el momento de su muerte. Hizo testamento cerrado que se abrió poco después de su fallecimiento, documentado el 27 de julio de 1585 a las doce del mediodía.

Respecto a su formación no cabe duda de que tuvo lugar en el taller familiar, junto a su padre, con el cual aprendió todas las técnicas y el especial gusto por los diseños y la decoración escultórica de carácter clasicista.

Colaboró con él en muchas obras y, aunque en la documentación no se expresa de forma específica, seguramente tuvo un importante papel en la fase central de la elaboración de la gran custodia de asiento de la catedral, obra en la que siguió realizando labores de mantenimiento tras la muerte de su padre.

Nada se ha mencionado hasta el momento del funcionamiento del taller que dirigió tras la desaparición de su predecesor; sin embargo, analizando su producción y la relación que mantuvo abiertamente con otros orfebres coetáneos, es muy probable que contase con la ayuda de al menos un oficial en el obrador, que ayudase a abordar el importante número de encargos que han sido documentados hasta el año mismo de su muerte.

Desde 1572, Cristóbal Becerril fue agraciado con el cargo de maestro platero de la catedral de Cuenca.

Los encargados del cabildo conquense estarían sin duda al tanto del crédito y el buen hacer del heredero de Francisco Becerril. Cristóbal asumió estas funciones prácticamente de forma inmediata tras la muerte de su padre, dado que, si la desaparición de Francisco se viene estimando entre los meses de enero y marzo de 1572, este mismo año ya aparece Cristóbal reflejado en las cuentas como autor de un brasero de plata y una campanilla por las que cobró 99 reales. A lo largo de los trece años en que desarrolló estas funciones se le reconocen bastantes obras e intervenciones en el tesoro de la iglesia mayor.

Aparte de las citadas, de entre ellas destacan una cruz procesional, dos incensarios, un relicario y unas tapas de libro.

Sin embargo, lo más importante de su producción tiene lugar fuera del ámbito catedralicio. La primera noticia que relaciona a Cristóbal con cuestiones laborales data de 1559; con veinte años de edad, el platero ya estaba recibiendo encargos de cierta importancia, como la sobrecopa con viril que contrató con el mayordomo de la iglesia de Castillejo del Romeral, aunque en el plano documental no son demasiadas las referencias que se conservan con su nombre. Al estar trabajando en el taller familiar a las órdenes de su padre, es a partir de 1572 cuando se hace patente su intensa actividad; respecto los años siguientes se han documentado varias obras religiosas de envergadura, contratadas con diferentes parroquias de la provincia de Cuenca. Su obra más importante es la custodia de asiento de Alarcón, actualmente conservada en la Hispanic Society de Nueva York; está compuesta a manera de templete clásico dividido en cuatro cuerpos decrecientes en altura y rematados por un cupulín. Dotada de un clasicismo más despojado que las obras de su padre, su estructura arquitectónica refleja un gusto renacentista ordenado y adaptado al especial decoro de influencia italiana habitual en los trabajos de los mejores orfebres hispanos del último tercio del siglo xvi. El cuerpo inferior, que incorpora una inscripción que indica el año en que Cristóbal Becerril la entregó terminada (1585), presenta una sección cuadrada con apeos interiores, asimismo, cuadrados y reflejos exteriores de tipo abalaustrado colocados sobre salientes. Con arcos de medio punto bajo dintel, este primer cuerpo es el que mayor relación tiene con las obras de su padre, Francisco, sobre todo en el abalaustramiento con decoración recargada común en las piezas anteriores a 1560. El segundo cuerpo mantiene la sección cuadrada de la parte baja, aunque en este caso emplea columnas jónicas, elegantes y despojadas, que soportan un entablamento adintelado.

Los dos cuerpos superiores son de base circular; en el primero, los intercolumnios están cerrados por placas con un apostolado, y el último presenta arcos abiertos sobre pilares cajeados. Abundan en su estructura figuras de bulto de los apóstoles, santos y ángeles, que ilustran la pieza junto con escenas relevadas y cinceladas en las placas del zócalo y los frisos de cada cuerpo. Tal es la calidad de la pieza, que muchos autores han pretendido ver la mano de Francisco Becerril en el aparato ornamental de esta pieza. No iban desencaminados los que argumentaron esta hipótesis, dado que es indudable la huella estética del mayor de los Becerril en la pieza de Alarcón; sin embargo, la sucesión de órdenes, la esbeltez de la estructura y la moderación clasicista aplicada al canon de las figuras de los tres cuerpos superiores hablan de un lenguaje romanista clásico más evolucionado y maduro que el de las piezas de Francisco, más acorde con la cronología en la que fue terminada la pieza.

La tipología de las piezas documentadas de Cristóbal Becerril no difiere a grandes rasgos de lo que venía haciéndose en su taller cuando su padre estaba al frente. Todas ellas son obras de culto, entre las que predominan los cálices, las custodias, las cruces procesionales y los incensarios. Aunque no se le reconocen objetos de carácter civil, que sin duda labraría con la misma maestría, exceden a lo mencionado el brasero y las tapas de libro que el cabildo conquense le encargó en su condición de maestro platero de la catedral. Una visión global de su obra conservada denota la evolución estética que ya se advertía en el análisis de la custodia de asiento de Alarcón, una cuestión que, en su caso, no se reduce a los cambios experimentados en el ámbito estructural de sus obras, pues la decoración también se vio sometida a la coherencia de los cambios del lenguaje, con la sustitución de unos elementos por otros cuando la evolución y el cansancio de las formas así parecían requerirlo.

Hubiese por medio o no algún tipo de organización corporativa, como ocurría en otros gremios, es conocida la costumbre de los plateros españoles de relacionarse entre ellos no sólo de forma profesional, sino también en el plano personal. Cristóbal de Becerril no fue una excepción en este sentido. Casado con Isabel Román, miembro de una conocida familia de orfebres, tuvo una hija que a su vez contrajo matrimonio con el platero Juan de Astorga. Los artífices conquenses más renombrados tuvieron tratos con él; los que mayor contacto mantuvieron eran Leandro de Belcove, Mateo Aysa, Noé Manuel, Jorge de Alcántara o Fernando Ruiz de Santo Domingo. Sin tener pruebas documentales definitivas, existe la sospecha de que alguno de éstos llegase a trabajar con Cristóbal en su propio taller; con todos ellos compartió alguno de los abundantes contratos que jalonan su producción.

Su marca personal, la que incorporan muchas de las piezas que le han sido atribuidas hasta el momento, consta de un escudete con una X flanqueada por dos puntos sobre la silueta de un becerro. La similitud que este sello tiene con el que empleaba su padre Francisco ha llevado a confundirlos en los casos que la estampación no es suficientemente clara. No se le conoce una marca distinta a ésta, que pudiese haber empleado en sus funciones de marcador municipal.

 

Obras de ~: Sobrecopa de cáliz, Casillejo del Romeral (Cuenca), c. 1560; cruz procesional, Morillejo (Cuenca), c. 1569; Brasero y campanilla, catedral de Cuenca, 1572; Cruz procesional, catedral de Cuenca, 1574; Incensarios (dos), catedral de Cuenca, 1575; Relicario y coronas de plata, catedral de Cuenca, 1576; Cruz procesional, Valhermoso de la Fuente (Cuenca), 1576; Cáliz, capilla de Santiago, catedral de Cuenca, 1577; Cruz procesional, Las Madrigueras (Cuenca), 1578; Cruz procesional, Villar de Domingo García (Cuenca), 1579; Cáliz, Henarejos (Cuenca), c. 1580; Cáliz con custodia y cruz procesional, La Alberca (Valencia), 1580- 1583; Cubiertas de libro, catedral de Cuenca, 1581; Incensarios (dos), Arguisuelas (Cuenca), 1583; Cáliz, Villares de Saz (Cuenca), c. 1585; Custodia de asiento, Alarcón (Cuenca), finalizada en 1585.

 

Bibl.: A. Ponz, Viaje de España, Madrid, Joaquín Ibarra, 1772; J. J. Larrañaga, Cuenca: guía Larrañaga, Cuenca, 1929; Catálogo de la exposición de orfebrería y ropas de culto, Madrid, Museo Arqueológico Nacional, 1941; J. M. Cruz Valdovinos, “Tras el IV centenario de Francisco Becerril”, en Goya n.º 125 (1975), págs. 281-290; F. A. Martín, “El punzón de Cuenca”, en Goya n.º 151 (1979), págs. 18-20; A. López Yarto, Francisco Becerril, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1991.

 

Javier Alonso Benito

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