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Mateo de Lisón y Viedma

Biografía

Lisón y Viedma, Mateo de. Señor de Algarinejo (I). Montefrío (Granada), 1580 – Granada, 1641. Estadista, arbitrista, procurador en Cortes, veinticuatro de Granada.

Mateo de Lisón y Viedma nació en la villa granadina de Montefrío el año 1580, seguramente con ocasión del establecimiento en ella de su padre, quien tenía importantes intereses agrarios y políticos en la comarca. Los Lisón constituyeron uno de los pocos linajes de la nobleza de sangre que se afincaron en el reino de Granada a raíz de la conquista cristiana.

Descendiente de comendadores de la Orden de Santiago, enzarzados en luchas intestinas en el reino de Murcia durante el siglo xv y beneficiados con grandes repartimientos de tierras, Francisco Saorín de Lisón se avecindó en la ciudad de Granada, en la cual pudo enlazar matrimonialmente, gracias a su riqueza y notoria condición hidalga, con uno de los mejores partidos locales, Luisa de León y Viedma, cuya sangre judeoconversa se compensaba sobradamente por los grandes parentescos que aportaba en el seno de la oligarquía capitalina. De ellos nació, entre otros, Mateo de Lisón, a quien hay que ver en el terreno local como una continuación agrandada de las ambiciosas estrategias paternas. Estrategias que giran en torno al control, en la medida de lo posible, de tres importantes ciudades de la España del siglo xvii: Loja, Granada y Motril, sobre las que el linaje tejerá una tupida red de contactos clientelares y familiares. En Motril, por estas motivaciones, se instaló, siendo ricamente heredado, otro hijo de Francisco Saorín, Cebrián de Lisón, del que arranca la rama segunda de la casa, quien casó en el seno de la elite local.

En este sentido deben entenderse los tres casamientos de Mateo de Lisón y Viedma, que muestran a la perfección los intereses y las líneas de actuación de esta casa granadina, lanzada a una progresión imparable.

El primero lo realizó en 1601 con María de Contreras, hija del acaudalado regidor y depositario general de Motril, Alonso de Contreras, relacionándose de lleno con la poderosa elite costera granadina, dueña de productivos ingenios de azúcar. Con motivo de la boda, y “atenta a ser la dicha doña María tan rica”, Francisco Saorín de Lisón fundó mayorazgo en cabeza de su hijo. El segundo enlace se produjo con Baltasara Godínez Madera, hija del famoso licenciado Gregorio López Madera, del Consejo Real, oidor entonces de la Real Chancillería de Granada y futuro señor, por compra, de la villa de Cozvíjar, cerca de la citada ciudad. Evidentemente, y aparte la dote recibida, el objetivo de esta relación familiar no era sino acercar a Mateo al ámbito cortesano, aprovechando las relaciones de su suegro. Por último, en 1630, se desposaría con Catalina de Carvajal y de la Cueva, igualmente relacionada con la elite motrileña, viuda de Rodrigo Hurtado de la Fuente, regidor de esa villa y miembro de uno de los principales clanes judeoconversos del reino de Granada, cabeza de esta particular sacarocracia.

Mateo tuvo descendencia de sus tres esposas, pero cabe destacar a Mariana de Lisón y Contreras, que acabó heredando la casa, esposa de Luis Fernández de Córdoba, progenitores de los marqueses de Algarinejo, ya que Manuel de Lisón y Carvajal, el único varón, murió sin hijos, aunque casó con la noble lojeña María del Rosal y Ortega.

La actividad pública de Lisón y Viedma es bien conocida, consiguiendo en 1601 ser veinticuatro de Granada y procurador en las Cortes de 1621. En esa ocasión, encabezó en cierta manera una corriente tendente a aplicar rápidas y decisivas reformas políticas, económicas y sociales, manifestación evidente del cansancio y el rechazo que habían supuesto las corruptelas generalizadas que caracterizaron a la época inmediatamente anterior, el valimiento del duque de Lerma. Su carácter inflexible y su oposición a la naciente política del conde duque de Olivares le valió el destierro a sus dominios granadinos. Los escritos que fue redactando a continuación le consagraron como un defensor de la república, opuesto a las manipulaciones de la moneda y a la venta de patrimonio regio, así como un defensor de las viejas costumbres y de la moralidad pública. No en vano se le definió por sus coetáneos como “uno de los mejores republicanos que ha tenido España”. Sin embargo, la realidad es bien distinta, ya que en la esfera privada se revela como un activo comprador de oficios, dispuesto a todo tipo de corruptelas, que incluyen una dura negociación con la Inquisición, a la que ofrecía una fuerte suma a cambio de las ventas de familiaturas del Santo Oficio al mejor postor. En este sentido, hay que mencionar las continuas compras de oficios municipales en Granada, Loja y otras localidades granadinas.

Esta misma vertiente de avispado comprador se detecta en las operaciones realizadas para adquirir de la Corona la jurisdicción del pueblo de Algarinejo, una aldea de la ciudad de Loja sobre la que su padre ya había mostrado apetencias. Dueño de buena parte de las tierras, Mateo de Lisón consiguió de la endeudada hacienda regia varios oficios públicos de la localidad (escribano público, alguacil mayor...), hasta convertirse en señor de Algarinejo en 1614 por la cantidad de 3.200 ducados. Pero ni siquiera en esta operación se mostró transparente, pues intentó hacer pasar una villa poblada de más de cien vecinos, con concejo y parroquia, por un despoblado, a fin de rebajar sustancialmente su precio. Luces y sombras de la España Imperial.

En definitiva, fue Lisón un destacado político de su época, gran estadista al decir de sus coetáneos y un afamado arbitrista que plasmó en sus papeles buena parte de los males que aquejaban a España, así como un intelectual honesto que luchó encarnizadamente contra el poder absoluto que encarnaba el conde-duque de Olivares desde el propio siglo xvii que le vio vivir. Pero, también se pueden encontrar en su figura visos de cacique local, de ambicioso personaje de provincias que logró acumular, y por muy diversos medios, una gran fortuna. Alguien que supo aprovechar al límite las oportunidades que le brindaba una Monarquía hispánica al borde de la ruina, convirtiéndose en uno de los principales compradores de patrimonio regio, práctica que de forma pública denostaba en sus escritos. Hombre, por tanto, de su tiempo, protagonista de algunas de las más turbulentas décadas de nuestra historia, lleno de claroscuros, como cualquier otra gran figura del pasado, que únicamente se convierte en contradictoria si le aplicamos una anacrónica y maniquea forma de ver la realidad.

 

Obras de ~: Discursos y apuntamientos en que se tratan materias importantes del gobierno de la Monarquía (Biblioteca Nacional de España, mss.micro/11527) (Madrid, 1622); Desengaño de Rey y apuntamientos para su Gobierno. Diálogos entre Rey poderoso. Reino afligido. Consejero desapasionado ofrecidos a la Real persona, Madrid, 1623.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de Simancas, Mercedes y Privilegios, leg. 255, pieza 19, y Expedientes de Hacienda, leg. 281, pieza 5; Archivo Histórico Nacional (Madrid), Sección Nobleza, Fondo Luque, cajas 68, 82, 533, 534, 698 y 699, Órdenes Militares, Santiago, exp. 4487.

J. Vilar, “Formes et tendances de l’opposicion sous Olivares: Lisón y Viedma, defensor de la patria”, en Mélanges de la Casa de Velázquez (Madrid), n.º 7 (1971), págs. 263-294; Ch. Jago, “Habsburg Absolutism and the Cortes of Castile”, en American Historical Review (University of Chicago), n.º 86 (1981), págs. 307-326; F. Henríquez de Jorquera, Anales de Granada, II, Granada, Universidad, 1987, pág. 888; R. Lera García, “Venta de oficios en la Inquisición de Granada (1629- 1644)”, en Hispania (Consejo Superior de Investigaciones Científicas [CSIC], Madrid), vol. XLVIII/3, n.º 170 (1988), págs. 928-932; J. Cerdá y Ruiz Funes, “Las Cortes de Madrid de 1621: unas proposiciones de dos procuradores”, en VV. AA., Centralismo y autonomismo en los siglos xvi-xvii. Homenaje a Jesús Lalinde Abadía, Barcelona, Universidad, 1990, págs. 81-100; J. L. Castellano Castellano, Las Cortes de Castilla y su Diputación (1621-1789). Entre pactismo y absolutismo, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 1990; E. Soria Mesa, “El señorío de Algarinejo (siglos xvixviii)”, en Revista del Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino (Granada), n.º 6, 2.ª época (1992), págs. 319-334; E. Soria Mesa, La venta de señoríos en el reino de Granada bajo los Austrias, Granada, Universidad, 1995; V. Palacio Atard, “España en la crisis europea del Seiscientos”, en VV. AA., España. Reflexiones sobre el ser de España, Madrid, Real Academia de la Historia, 1997, págs. 201-202; E. M.ª García Guerra, “La moneda de vellón: un instrumento al servicio de la fiscalidad del Estado moderno castellano: las Cortes”, en Cuadernos de Historia Moderna (Universidad Complutense de Madrid), 21 (1998), pág. 89; L. Perdices de Blas y J. Reeder, Diccionario de pensamiento económico en España (1500-1812), Madrid, Fundación ICO-Editorial Síntesis, 2000; A. Dubet, “Los arbitristas entre discurso y acción política. Propuestas para un análisis de la negociación política”, Tiempos Modernos. Revista Electrónica de Historia Moderna (CSIC), n.º 9 (2003); J. H. Elliott, El Conde-Duque de Olivares: el político en una época de decadencia, Madrid, Editorial Crítica, 2004; A. López Álvarez, “Coches, carrozas y sillas de mano en la Monarquía de los Austrias entre 1600 y 1700: evolución de la legislación”, en Hispania (CSIC, Madrid), vol. LXVI, n.º 224 (2006), pág. 900.

 

Enrique Soria Mesa