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Francisco Ronquillo Briceño

Biografía

Ronquillo Briceño, Francisco. Conde de Gramedo (IV). Milán (Italia), 22.X.1644 – Madrid, 29.V.1719. Corregidor en Palencia, Córdoba y Madrid, y gobernador del Consejo de Castilla.

Nació en el seno de dos nobles linajes de Castilla- La Vieja, unidos por el matrimonio de Antonio Ronquillo Cuevas, su padre, y María Jacinta Briceño de Duero, su madre.

El apellido Ronquillo es originario de Arévalo. Se hace popular por su antepasado, el mítico alcalde Rodrigo Ronquillo, hombre que hizo frente al alzamiento comunero en el reinado de Carlos V, sofocando este proceso con la victoria en Villalar. Según la leyenda, el verdadero apellido era Velázquez, pero la voz ronca del padre del mítico alcalde dio lugar al sobrenombre de Ronquillo.

El apellido Briceño es originario de la zona de la actual Zamora. Su madre era hija de Antonio Briceño Osorio, dueño de las villas de Molezuelas, Gramedo y Villar del Farfón, que a falta de un hijo varón recayeron en herencia en su hija, uniéndose así al patrimonio de los Ronquillo.

Francisco fue el séptimo hijo de una larga prole de diez hermanos. Se distinguió entre todos ellos como “el más ambicioso y dotado para la intriga política”, carácter que se manifestó en la evolución de su carrera.

Su infancia trascurrió en Milán, a donde marchó su familia cuando su padre, también “un hombre de estado”, fue destinado para el ejercicio de cargos diplomáticos, entre los cuales obtuvo la Cancillería de Milán. Su muerte en 1651 obligó a su madre a tomar la decisión de regresar a España.

Ya en España, Francisco cursó estudios que le convirtieron en letrado. En estos años de formación, su apellido se barajaba en las diferentes esferas del poder del Estado debido a los cargos que desempeñaban sus hermanos José, Pedro y Antonio. Los servicios que ofrecían a la Monarquía redundaron en el prestigio de su linaje, en un marco mayor de la parentela.

Muy pronto se inició su carrera. Juan José de Austria le nombró su mayordomo. El “protector” de su hermano José parece seguir agradecido por los servicios que le prestó esta familia. Pero las facultades, valía personal y aspiraciones de Francisco le llevaron pronto a dar un impulso hacia metas más ambiciosas.

Entre los años 1660 y 1675 desempeñó funciones militares en una progresión que le condujo de la Capitanía de Infantería y caballos en Extremadura hasta teniente general de los Reales Ejércitos, cargo que consiguió en 1704.

Al igual que sus hermanos, recibió un hábito de la Orden Militar de Calatrava, que se le concedió en 1669. En estos años, cambió también su vida personal.

Contrajo matrimonio con Petronila Ximénez Morillo, hija de Pedro Ximénez, consejero de su Majestad, y Ana Pérez de Guelbes. De esta unión nacieron tres hijos: Tomás, Pedro y Ángela Manuela Ronquillo Briceño y Ximénez de Morillo. Con la familia constituida marchó a Palencia donde se le confió el corregimiento de esta ciudad.

Allí permaneció hasta la década de 1680, momento en que el rey Carlos II tuvo que hacer frente a una situación compleja: una hacienda precaria, la fortaleza de Francia en Europa, la crisis social; a lo que añadir en estos años la aparición de las epidemias, y consiguientes hambrunas que provocaron un descalabro demográfico y una penuria económica generalizada.

Ante este panorama, el signo más evidente de la Monarquía era la debilidad, a pesar de las buenas intenciones y planes reformistas de sus ministros.

Una ciudad muy castigada por las epidemias citadas fue Córdoba, lo que provocó una situación de total marasmo que necesitaba un poder fuerte para ser controlado.

Por ello se proveyó como corregidor a Francisco Ronquillo. Llegó a la ciudad el 3 de octubre de 1683 para tomar posesión de su cargo, en el que permaneció hasta 1689, siendo su corregimiento el más prolongado en la ciudad del siglo xvii. Al frente del mismo, consiguió importantes proyectos, entre los que cabe destacar el control de los representantes en el Cabildo o el saneamiento de la ciudad y su impulso económico.

Aquí sufrió también la muerte de su esposa, en 1684, sólo un año después de asentarse en la ciudad.

Desde Córdoba fue a Madrid. Su llegada a la capital se produjo en un momento álgido en el plano político, en el que intervino en los asuntos de primer orden.

La situación que encontró hizo aumentar en él una actitud de rechazo ante la realidad política, que se enmarca en una ideología que preludia el movimiento de la Ilustración de la siguiente centuria. Se mostró por ello ante la Corte de Carlos II como “antiministerial furibundo”, rechazó la forma de actuar de los gobernantes respecto de sus gobernados, lo que suponía una amenaza a la Monarquía. En medio de toda esta acción política que había desplegado Francisco Ronquillo, había casado en segundas nupcias con María Elvira Jofre de Loaissa, señora noble y de notable cultura.

Al llegar 1699, su postura se radicalizó. Sus méritos le llevaron al Consejo de Hacienda, y sus actos le convirtieron en un “héroe” para el pueblo de Madrid. Contando con el apoyo que había conseguido, dio lugar a una trama que estalló ese mismo año, y que la historiografía llama el Motín de los Gatos. La primera consecuencia de este hecho fue la caída de su gran enemigo el conde de Oropesa, y su alzamiento por segunda vez al corregimiento de la capital, que ya había ejercido en el año 1690. Ahora, al frente del mismo intentó la puesta en marcha de grandes iniciativas que pusieran freno a la carestía de la población y el control de los precios de los alimentos. Pero la situación le desbordó y no cumplió lo prometido. Además de lo indicado, el motín tuvo una consecuencia de mayor trascendencia: se ponía de relieve la existencia de dos facciones políticas enfrentadas: la facción pro-austríaca y la facción pro-borbónica, de la que en este momento ya participaba Francisco Ronquillo.

La existencia de estas facciones se entiende por la situación, que a fines del siglo xvii atravesaba la Monarquía hispánica: crisis económica y social y sobre todo el gran problema de la cuestión sucesoria. No había habido heredero de los dos matrimonios de Carlos II, y este hecho dio pie en Europa a una lucha soterrada entre las potencias europeas sobre el control de dicho trono. La decisión que tomase el Rey sobre su futuro sucesor no era sólo una cuestión interna de Estado, sino una decisión que afectaba a una Monarquía supranacional.

El 2 de octubre de 1700, Carlos II otorgó su último testamento, nombrando a Felipe, duque de Anjou, su heredero. Esta decisión desencadenaría un conflicto conocido como la Guerra de Sucesión. La actividad de Francisco Ronquillo a favor de la sucesión francesa constituye en este período de transición el centro de toda su acción política.

La aceptación del testamento por Luis XIV entronizó a la dinastía Borbón en España, iniciándose una nueva etapa en la que Francisco Ronquillo se encontraba en la cima del poder. Entonces fue destinado como gobernador a Cádiz, y desde Cádiz accedió a gobernador de Armas en Castilla hasta que en 1705 llegó al Consejo de Castilla también como gobernador.

Por entonces fue cuando sucedió a su hermano Antonio Ronquillo Briceño en las mercedes de conde de Gramedo y marqués de Villanueva de las Torres, que había optado por retirarse de la vida pública, al haberle premuerto su única hija, fruto de su matrimonio con Ana Antonia Ramos del Manzano y del Portillo, II condesa de Francos. Acumuló además la merced de II señor de Villanasur. Se mantuvo en el cargo de gobernador del Consejo de Castilla hasta 1713, cuando abandonó por su oposición a Melchor Rafael de Macanaz, que había sido nombrado ese mismo año fiscal general del Consejo.

Las reformas que planteó Macanaz y que eran secundadas por el Jean Orry, y también por la princesa de los Ursinos, atacaban a la autoridad del Consejo, ante lo cual Ronquillo en total desacuerdo abandonó su posición privilegiada.

Su actividad política parece agotarse en 1713, fecha desde la cual no se encuentran datos de su presencia al frente de otras instituciones de poder. Felipe V le concedió una pensión vitalicia de 100.000 reales al año por su fidelidad y servicio a la Monarquía, así como también debido a la precariedad de medios de su casa. Obtuvo también de la merced real el que se le permitiese que Tomás, el único hijo varón que le quedaba vivo, fuese retirado del Ejército como era su deseo, pues su otro hijo había muerto en la batalla de Villaviciosa el 10 de diciembre de 1710.

Francisco Ronquillo Briceño fue un hombre de Estado.

Una personalidad activa y preocupada por lo que acontecía a su alrededor. Por sus ideas, un adelantado a su tiempo; muchos le califican como un preilustrado.

Falleció este “hombre honrado y de mucho ingenio”, en Madrid, en 1719. Sin embargo, muy a pesar de sus deseos, le sucedió su hija Ángela Manuela como V condesa de Gramedo y IV marquesa de Villanueva de las Torres, casada en primeras nupcias con Antonio Vázquez de Coronado, II marqués de Coquilla, conde de Montalvo y vizconde de Monterrubio, y, en segundas, con Fernando de Prado Bravo de Acuña, II marqués de Prado y V conde de Obedos, sin sucesión de ambos matrimonios, por lo que en ella terminó el linaje de Ronquillo.

 

Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Nacional, Consejo de Órdenes Militares, Calatrava, n.º 10679; Archivo Municipal de Córdoba, Actas Capitulares, libro 189, 193; Real Academia de la Historia, Colección Salazar y Castro, n.º 19478, fol. 187v.; leg. 44, n.º 77115; leg, 3, n.º 74088; Biblioteca Nacional (Madrid), ms. 6680, fols. 180-189; ms. 10907, fols. 30-32r.

Saint-Simon, Mémoires, vols. II, III, IV, Paris, 1721-1723 (Paris, Gallimard Bibliothèque de la Plèiade, 1984-2003); A. Morel-Fatio, Recueil des instructions donnes aux embassadeurs et ministres de France depueis les traités de Westphalie jusqu’à la rèvolution franÇaise, vol. 1, Paris, Felix Alcan Èditeur, 1898, págs. 162 y 268; G. Maura Gamazo, Correspondencia entre dos embajadores 1689-1691 Pedro Ronquillo y el Marqués de Cogolludo, Madrid, Real Academia de la Historia, 1951, págs. 19-20; A. y A. García Carraffa, Enciclopedia heráldica y genealógica hispanoamericana, vol. 80, Madrid, Archivo Histórico Nacional, 1958; J. Fayard, Los miembros del Consejo de Castilla (1621-1746), Madrid, Siglo XXI, 1982, págs. 150, 158, 224, 254-259 y 446-478; F. Quesada Ríos, “La obra y nueva fábrica de la plaza de la Corredera”, en VV. AA., Actas II Coloquios de Historia de Andalucía, Córdoba, Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba, 1983, págs. 355-373; F. Barrios, El Consejo de Estado de la Monarquía Española, Madrid, Consejo de Estado, 1984; G. Maura Gamazo, Vida y reinado de Carlos II, Madrid, Aguilar, 1990, págs. 565-577; J. Oyamburu, D. Pedro Ronquillo y la diplomacia española en el Norte de Europa durante el reinado de Carlos II, tesis doctoral, Madrid, Universidad Complutense, 1995, pág. 143 (inéd.); E. Ruiz- Ayúcar, El alcalde Ronquillo. Su época. Su falsa leyenda negra, Ávila, Institución Gran Duque de Alba, Serie Minor, 1997, págs. 20-32; M. A. González Fuertes, La organización institucional de la Cámara de Castilla en la época borbónica, Córdoba, Servicio de Publicaciones de la Universidad, Estudios de Historia Moderna, 2002, págs. 48-51, 79-80, 220, 292, 361- 363 y 450; C. de Castro, A la sombra de Felipe V. José de Grimaldo, el ministro responsable (1703-1726), Madrid, Marcial Pons, 2004, págs. 33, 89-176 y 205-295.

 

Juana María Salado Santos