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Diego de Benavides y de la Cueva

Biografía

Benavides y de la Cueva, Diego. Conde de Santisteban (VIII). Jaén, 18.II.1607 – Lima (Perú), 16.III.1666. Virrey del Perú (XVIII) y virrey de Navarra.

Hijo de Francisco de Benavides y de la Cueva, VII conde de Santisteban del Puerto, y de Brianda de Bazán y Benavides. Por la línea paterna fue descendiente de Alfonso VII, rey de Castilla y León (1126- 1157). En 1612 entró en la Corte como menino y llegó a desempeñarse como gentilhombre de cámara de Su Majestad. Estudió en el colegio mayor de San Bartolomé de la Universidad de Salamanca y siguió la carrera de las armas. En 1628 contrajo matrimonio con Antonia Ruiz de Corella Dávila, marquesa de las Navas, con la que tuvo cinco hijos. En 1648 Antonia Ruiz falleció y tres años después el conde de Santisteban contrajo segundas nupcias con su cuñada Juana Dávila y Corella, quien a su vez murió en 1653. En 1654 Diego Benavides y de la Cueva contrajo su tercer matrimonio con Ana de Silva Manrique de la Cerda con la que tuvo tres hijos. Destacan también entre sus primeros datos biográficos su nombramiento como comendador de Monreal de la orden de Santiago y las acciones bélicas emprendidas en Milán en 1637 en calidad, primero, de simple soldado y, luego, en su condición de capitán de infantería del tercio de Saboya. En premio a su actuación el rey Felipe IV le nombró marqués de Solera.

Acompañó al monarca en la jornada de Aragón y en 1643 con título de maestre de campo recibió el encargo de comandar el ejército de Badajoz en el conflicto bélico con Portugal. Su ascenso como servidor real continuó con la concesión en 1647 de la plaza de gobernador y capitán general de Galicia. Entre 1653 y 1659 ejerció el cargo de virrey y capitán general de Navarra. En este último año también participó como plenipotenciario en la paz de los Pirineos, en donde se acordó el matrimonio de Luis XIV con la infanta María Teresa de Austria.

Fue nombrado por Felipe IV virrey del Perú el 6 de agosto de 1660 para sustituir a Luis Enríquez de Guzmán, conde de Alba de Liste. En noviembre de ese mismo año, acompañado de su esposa Ana de Silva Manrique y dos de sus hijos, partió del puerto de Cádiz en el galeón que comandaba el general Pablo de Contreras, pero debido a un temporal éste tuvo que volver al puerto. La expedición partió nuevamente el 10 de enero de 1661, e hizo escala en Tierra Firme.

Su llegada al Perú se hizo por el puerto de Paita y su toma oficial del mando se produjo el 31 de julio de 1661, día en que instauró la costumbre de hacer la entrada oficial a Lima saliendo del palacio de gobierno.

El ex virrey Alba de Liste aprovechó la ocasión para investir al hijo menor del conde de Santisteban, Manuel de Benavides, de apenas trece años, con el título de teniente de capitán general de la Armada del Sur. Las instrucciones de gobierno que recibió el 16 de agosto de 1660 eran las mismas que se dieron a sus dos antecesores, el conde de Salvatierra y el conde de Alba de Liste, entre las que destacaban vigilar a los religiosos para que se integraran en sus doctrinas, indultar a toda persona que hubiese delinquido si con ello se lograba pacificar el territorio, redistribuir los repartimientos de indios que hubiesen sido declarados vacantes, renovar los títulos de encomienda, prohibir el ingreso de extranjeros, reparar los caminos y reforzar la Armada del Sur. Destacó entre las instrucciones específicas dadas a este virrey una cláusula en la que se le encargaba aliviar a los indios del servicio personal.

En lo que se refiere al gobierno económico, el virrey acrecentó los ingresos de la Real Hacienda al conceder por escritura del 30 de noviembre de 1664 el asiento de la avería al Tribunal del Consulado de Lima, contrato que fue ratificado en Madrid por real cédula de 20 de mayo de 1666. La avería era un impuesto que se cobraba sobre el transporte de mercancías en las naves que entraban y salían de los puertos.

Los grandes comerciantes limeños agrupados en el Consulado a cambio de asumir dicho cobro en calidad de arrendamiento se comprometieron a pagar cien mil pesos a la Corona a las siguientes diez armadas que llegasen a Portobelo. También el gremio de comerciantes firmó asientos para el cobro de alcabalas y almojarifazgos por los que, respectivamente, se ofreció a pagar 139.500 y 127.000 pesos cada año. Con una parte del producto de estos asientos se pudo costear la construcción de naves de guerra para incrementar la Armada del Sur encargada de proteger a los comerciantes que asistían a la feria de Portobelo en Tierra Firme.

En 1661 la Hacienda tuvo un ingreso de 2.208.469 pesos 5 reales y salidas por un total de 1.652.374 pesos 6 reales, lo que indicaba un saldo positivo de 556.094 pesos 7 reales que se remitieron a la Corona.

Sin embargo, la Audiencia de Lima elevó al Rey el 24 de mayo de 1666 una cuenta relacionada con el estado en que había quedado la Real Hacienda a la muerte del conde de Santisteban. En ese documento se dejó constancia que hasta fines de abril de 1666 la deuda ascendía a 1.647.713 pesos y 3 reales, mientras que los ingresos de las cajas reales no pasaban de 1.514.680 pesos, por lo que la deuda se situaba en 133.033 pesos. La Audiencia explicó que el virrey era el máximo responsable del déficit por haber dilatado año tras año el pago de las deudas. Al año siguiente el virrey conde de Lemos en las advertencias que hizo al referido informe económico de la Audiencia, precisó que tal institución había omitido consignar un ingreso económico hecho en la caja real de Lima dos meses después de haber fallecido aquel virrey y que se correspondía con el último año de su gobierno, por lo que concluyó que en realidad no existía tal déficit sino más bien un superávit.

En relación con la producción de plata de las minas de Potosí el historiador peruano Manuel de Mendiburu consignaba que entre su descubrimiento y el inicio del gobierno del conde de Santisteban fueron quintados 1.480 millones de pesos ensayados.

El cálculo del fraude derivado del tráfico clandestino de dicho mineral fue estimado en una cantidad muy similar a la relación oficial. Este virrey en su deseo de evitar las continuas estafas que se cometían en la marca de las barras de plata de la mina de San Antonio de Esquilache de la provincia de Caylloma, resolvió que los empresarios mineros dejaran de abonar a la Corona el quinto acostumbrado del total extraído y en adelante pagasen el sexto. Esta medida fue derogada por los ministros del Consejo de Indias en las instrucciones que confirieron a quien iba a ser su sucesor, el conde de Lemos.

Entre las medidas más trascendentales tomadas por el conde de Santisteban destacó la sanción de la ordenanza de obrajes el 14 de julio de 1664, que procuró poner remedio a los abusos que se cometían contra los indios en la mita que beneficiaba a tal actividad manufacturera concentrada en la ciudad de Quito. Tal decisión estuvo condicionada por el memorial de denuncia de la mita que en 1657 redactara el alcalde del crimen Juan de Padilla, bajo el gobierno del conde de Alba de Liste. Al llegar a conocimiento de Felipe IV tal escrito, éste dispuso por cédula del 21 de septiembre de 1660 que se formase en Lima una Junta de protección a los indios integrada por el virrey, el arzobispo Juan de Villagómez y los miembros de la Real Audiencia. La primera reunión de la Junta se celebró el 20 de mayo de 1661 y en ella se decidió ordenar al protector de indios, Diego de León Pinelo, que verificase las denuncias sobre la mita de indios en los centros mineros y en los obrajes. León Pinelo mantuvo una fuerte discrepancia con Padilla como resultado de su informe que reducía los efectos negativos de la mita y es de resaltar que la polémica entre ambos personajes se enriqueció al ser publicados sendos escritos en Lima. Finalmente, el conde de Santisteban adoptó la opinión del fiscal Nicolás Polanco de Santillana que en 1662 preparó un informe favorable a lo argumentado por Padilla pero limitó su actuación a la mita en los obrajes. La ordenanza de obrajes dispuso la prohibición de fundar obrajes sin antes haber obtenido una licencia de la Corona, limitó la concesión de la mita de indios a una serie de provisiones que debían cumplimentarse ante el fiscal y el protector de indios, ordenó que los indios de la región de Quito que debían acudir a la mita se tomaran de la séptima parte de tributarios en la sierra y de la sexta parte en los valles, dispuso que los destinados a este trabajo se turnaran cada seis meses con el propósito de proporcionarles un descanso prolongado y, por último, prohibió el trabajo de los indios menores de doce años. En relación con el problema del trato de los indios en las minas de Potosí, el virrey no tomó ninguna medida relevante, ya que la persona que eligió como comisionado en el arreglo de la mita, el obispo Francisco Vergara y Loyola, se alejó de las medidas radicales propuestas por Padilla y propuso sólo reformas insustanciales.

El gobierno de este virrey fue afectado por una serie de convulsiones sociales localizadas en el sur del virreinato. El 1 de diciembre de 1661 tuvo lugar en la ciudad de La Paz la sublevación de mestizos liderados por Antonio Gallardo que condujo a la muerte del corregidor y justicia mayor Cristóbal Canedo y de varios oficiales. La rebelión estalló como resultado de la decisión tomada por el corregidor de limitar el comercio ilícito y la introducción por vía de contrabando de víveres en la ciudad, estando ambas actividades controladas por los mestizos. La Paz quedó por un breve tiempo desguarnecida hasta que el nuevo gobernador Francisco Erquiñigo, ayudado por el alcalde Agustín Zegarra de las Roelas, acabó con la revuelta y ahorcó a los líderes Lucas de Montealegre y Antonio Orduña.

Por su parte, Gallardo murió en la refriega que sostuvo con las tropas del virrey en su pretendido asalto a la ciudad de Puno. También en la región de Potosí se produjeron importantes hechos delictivos relacionados con el enfrentamiento entre los peninsulares ricos (los “vascongados”) y los criollos y andaluces (los “vicuñas”) que pretendían acceder a las ricas vetas del cerro de Potosí que controlaban los primeros. La contienda entre ambos grupos tuvo una historia larga y tortuosa desde principios del siglo xvii y si bien el móvil económico explica parte del conflicto, también subyacía en él la disputa por espacios de poder dentro de la región. En 1663 el contador vizcaíno Pedro Arechua fue asesinado por su prometida Magdalena Téllez. El corregidor Gómez de Avila aplicó la pena de garrote a la acusada a pesar de que los vecinos de Potosí le ofrecieron doscientos mil pesos para salvar su vida. Los mineros potosinos elevaron al gobierno varias protestas contra el corregidor y el virrey dispuso que Gómez de Figueroa se trasladara a Lima para aclarar aquellas denuncias. Absuelto de los cargos en su contra y cuando este corregidor se encaminaba a Potosí a retomar su puesto, fue envenenado por los vecinos de la villa que le denunciaron.

El suceso más grave ocurrido bajo el gobierno del conde de Santisteban fue la rebelión de los empresarios mineros de la plata en la provincia de Puno. Este acontecimiento se explica en dos coyunturas: 1661- 1663 y 1665-1668. En la primera coyuntura se enfrentaron dos bandos parcialmente diferenciados por su origen social. El primero estuvo encabezado por los hermanos andaluces José y Gaspar Salcedo y sus aliados fueron todos los enriquecidos con la explotación de las minas, en especial los de origen vascongado y ciertos criollos originarios del Perú. El segundo bando estuvo integrado por los mestizos, los criollos empobrecidos y los indios reclutados entre los trabajadores de las minas, que finalmente fueron expulsados de las minas por el grupo afín a los Salcedo. En la segunda fase del conflicto las ambiciones económicas provocaron variaciones dentro de la alianza del bando dominante y generaron nuevas rivalidades por la explotación de las vetas más ricas halladas en Laicacota.

Los mineros vascongados quedaron enfrentados a los andaluces liderados por Salcedo. El 8 de marzo de 1666, los Salcedo al mando de seiscientos hombres e indios de servicio atacaron Laicacota y tomaron posesión del asiento minero al grito de “Muera el mal gobierno, viva el Rey y el Papa”. A los nueve días de ocurrir este hecho falleció el conde de Santisteban y fue el conde de Lemos a quien correspondió sofocar la rebelión de Laicacota en 1668. A los diez meses de producirse el deceso del conde de Santisteban y mientras gobernaba interinamente la Audiencia de Lima, se denunció a Juan Ordóñez como líder de una conspiración indígena contra el mal gobierno en la que se había tramado incendiar algunos barrios de la capital.

El Real Acuerdo abrió en enero de 1667 un proceso contra ocho inculpados y les condenó a la horca.

En 1661 el virrey ordenó la fundación de la Audiencia de Buenos Aires y nombró presidente de ella a José Marañón de Salazar pero, al considerarse inoportuna su creación, ésta se suprimió y el territorio volvió a agregarse a la Audiencia de la Plata. En 1662 nombró como gobernador de Chile a Ángel Peredo, oficial que participó en la guerra de Flandes, y le proporcionó un situado, varios navíos y cientos de soldados para contener a las naves extranjeras que penetraban en la costa del Pacífico por el estrecho de Magallanes. Una de las embarcaciones varó en la costa de Itata y perecieron ciento cincuenta soldados.

En 1663 el vecindario de Lima hizo al rey un donativo económico con motivo del estallido de la guerra entre España y Francia. El 28 de enero de 1664 se celebró por parte del Tribunal del Santo Oficio un auto de fe en la plaza de Armas de Lima, siendo relajados Manuel Henrique y Mencía de Luna, esta última en estatua por ser difunta, bajo los cargos respectivamente de judaizante y hechicera. Entre los desastres naturales que ocurrieron bajo el gobierno del conde de Santisteban destacó el terremoto del 12 mayo de 1664 que destruyó Ica y Pisco, ambas ciudades ubicadas al sur de Lima, con un costo de más de quinientos muertos. También se tuvo noticia de la aparición de epidemias de tifus y de viruela en las misiones jesuitas de Maynas que diezmaron a la población española e indígena. El virrey fundó una cátedra de matemáticas en la Universidad de San Marcos de Lima que fue dotada con seiscientos noventa y dos pesos, sin embargo, ésta tuvo que abandonarse por falta de oyentes.

En 1665 en Lima se erigió un túmulo en las honras fúnebres de Felipe IV.

Además de las actividades militares y políticas mencionadas, el virrey demostró interés por las artes.

Compuso numerosas poesías y en 1660 sus hijos Francisco y Manuel de Benavides compilaron el conjunto de su obra literaria en un libro titulado las Horas Sucesivas. El volumen constaba de los siguientes apartados: “Carmina” (tres libros de poemas latinos), “Elogia varia” (poemas latinos) y “Oracula divina ex tribus primis Geneseos capitibus, ad Christianam oliticam expensa” (un tratado en prosa latina).

El conde de Santisteban falleció en Lima el 16 de marzo de 1666 y fue enterrado en la iglesia del convento grande del Rosario de la orden de Predicadores de Lima. Llegó a gobernar cuatro años, siete meses y dieciséis días y no dejó relación de gobierno.

El 10 de diciembre de 1666 se embarcó para España la condesa viuda con sus dos hijas, había nacido la menor, Josefa de Benavides y Silva, en Lima en 1662.

Asumió el mando del virreinato temporalmente la Real Audiencia que presidía Bernardo de Iturrizara.

 

Obras de ~: Horae Succesivae D. Didaci Benauidii Comitis Sancti Stephani Studiosa cura D.D. Franciscic Marchionis Nauarum et Enmanuelis Benauidii Filiorum Congestae Ad Alexandrum VII P.M., Lugduni, Sumpt. Ioannis Coronneau Bibliopolae Bayonensis, 1660.

 

Bibl.: J. Pellicer, Memorial de Santisteban, Madrid, 1660; V. Vidania, Memorial de Santisteban, Napoli, 1696; D. Alsedo y Herrera, Aviso historico, politico, geographico, con las noticias mas particulares del Peru, Tierra-Firme, Chile, y Nuevo Reyno de Granada: en la relacion de los sucessos de 205 años, por la chronologia de los adelantados, presidentes, governadores, y virreyes de aquel Reyno Meridional, desde el año de 1535, hasta el de 1740, Madrid, en la oficina de Diego Miguel de Peralta, 1740; M. de Mendiburu, Diccionario Histórico Biográfico del Perú, II, Lima, Imprenta Enrique Palacios, 1932, págs. 413- 429; G. Lohmann Villena, El Conde de Lemos, virrey del Perú, Madrid, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1946; “Las relaciones de los virreyes del Perú”, en Anuario de Estudios Americanos, XVI, Sevilla, 1959; “Testamento de los virreyes del Perú en el Archivo General de la Nación”, en Revista del Archivo General de la Nación, 2, Lima, 1974, págs. 39-55; R. Vargas Ugarte, Historia General del Perú. Virreinato (1596-1689), Lima, Carlos Milla Batres, 1971; L. Hanke, Los Virreyes Españoles en América durante el gobierno de la Casa de Austria, t. IV, Biblioteca de Autores Españoles, Madrid, 1979, págs. 151-167; J. Mercado Egea, D. Diego de Benavides y de la Cueva, XVIII virrey del Perú, Jaén, Gráficas Catena, 1990.

 

Víctor Manuel Peralta Ruiz