Felipe. Infante de Mallorca. Perpiñán (Francia), 1288 – Nápoles (Italia), ¿1343? Infante de Mallorca, tutor de Jaime III (1325-1335), eclesiástico, canónigo.
Hijo de Jaime II de Mallorca y de Esclaramunda de Foix. La derrota del movimiento cátaro determinó en el sur de Francia la floración de movimientos vinculados al franciscanismo y en menor medida a los dominicos; dentro del franciscanismo surgieron corrientes místicas, iluministas, a veces con proyecciones políticas como las que arrastraron al infante Fernando a una restauración de la influencia catalana en el sur de Francia, promovida por el franciscano Bernardo Delicieux.
El infante Felipe, el menor de los hijos de Jaime II y de Esclaramunda, mostró tempranamente su vocación religiosa. En 1302, con apenas catorce años, ingresó en la Orden de los Dominicos, en París. Pero su estancia en el convento duró escaso tiempo. Poco después inició sus estudios sacerdotales con la finalidad de obtener el presbiterato. Una carrera normal, para un hijo de Rey, suponía la obtención de numerosos beneficios eclesiásticos y el ascenso a la jerarquía eclesiástica más encumbrada. El infante Felipe obtuvo canonjías en las sedes catedralicias francesas más destacadas y cargos, como el de tesorero de San Martín de Tours; también fue propuesto como abad del monasterio de San Pablo, de Narbona, como arzobispo de Tarragona y como obispo de Mirapeix. A todo ello renunció el infante dedicado, bajo la dirección religiosa del franciscano Ángel Clareno, a un misticismo que le apartaba tanto de su integración disciplinaria en una Orden como a cualquier atisbo de vida mundana, de poder, vanidad y riqueza.
Las circunstancias dramáticas que vivió la Corona de Mallorca, tras la muerte de Sancho de Mallorca, tuvieron el efecto, inesperado, de sacarlo de su aislamiento.
Según el mandato testamentario del rey Sancho debía nombrarse un consejo de regencia y un tutor, durante todo el período de minoridad de Jaime III; como éste apenas contaba con nueve años, la tarea de tutor se presentaba larga y sobre todo ardua.
El trasfondo de la cuestión era el de la continuidad de la dinastía de Mallorca, cuestión que debió tocar fibras íntimas del infante; la exhortación del papa Juan XXII a asumir esta responsabilidad fue, esta vez, el impulso definitivo.
La situación política de la Corona de Mallorca, en 1324-1325, era que Jaime II de Aragón se negaba a reconocer a Jaime III como sucesor y que tenía ocupado militarmente el Rosellón. Ante esta situación se abrió una ronda de negociaciones, a partir de junio del año mencionado, para buscar vías de salida.
Jaime II de Aragón y el infante Felipe conocían perfectamente su fuerza respectiva; el infante Felipe sabía que la sucesión de Jaime III era perfectamente legítima, que este principio era inatacable, y que el mismo Jaime II de Aragón era Rey porque su hermano Alfonso el Liberal había fallecido sin descendencia; por consiguiente, el tema de las sustituciones sucesorias —descendencia directa por colateral— era indiscutible. Pero también el infante Felipe sabía que no saldría indemne; el rey de Aragón exigía, a cambio de su renuncia, la condonación de la deuda contraída con Sancho de Mallorca, a raíz de la participación de la Corona de Mallorca en la empresa de conquista de Cerdeña. Éstos fueron los términos de la cuestión; el infante Felipe aceptó esta condición y tres meses después de iniciarse las negociaciones, en septiembre de 1325, Jaime II de Aragón presentó su renuncia formal a sus derechos sobre la Corona de Mallorca.
Felipe había salvado la continuidad dinástica, pero ahora debía convencer a los municipios y corporaciones de la Corona de Mallorca para que se hicieran cargo de la condonación de la deuda a favor del rey de Aragón. La tarea fue ardua porque significaba para las mencionadas instituciones convertirse de acreedores en deudores y porque los gastos de la operación de Cerdeña debían dividirse entre los territorios insulares y continentales de la Corona. Sólo la continuidad de un contexto económico favorable, con el gran desarrollo del sector comercial insular, permitieron atenuar y absorber la deuda contraída.
El infante Felipe siguió como tutor hasta la mayoría de edad de Jaime III, en 1335, aunque desde algunos años antes éste había ido asumiendo responsabilidades políticas. A partir de la fecha indicada, el infante desaparece del escenario político, aunque su experiencia hubiera sido útil como miembro del Consejo Real. En 1337 falleció su mentor espiritual fray Ángel Clareno. El infante, refugiado en la Corte de Nápoles, donde residía su hermana la reina Sancha, acaso en sus últimos días tuvo conocimiento de la reincorporación de la Corona de Mallorca a la Corona de Aragón por Pedro el Ceremonioso.
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Pau Cateura Bennàsser
