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Francisco Antonio de Montes y Pérez

Biografía

Montes y Pérez, Francisco Antonio de. San Mamés (Cantabria), 6.V.1753 – Madrid, 12.XI.1817. Marino.

Nació en el seno de una familia hidalga de militares, que se distinguieron en la Armada y el Ejército; su tío paterno Bartolomé fue gobernador del Choco (Nueva Granada), capitán de fragata y ministro principal del arsenal de La Habana, distinguiéndose en la defensa del Morro y resultando herido; su hermano Toribio, que era cuatro años mayor, fue teniente general del Ejército, gobernador y capitán general del Reino de Quito y su pacificador. A sus padres, Pedro de Montes Caloca y Ángela Pérez Alonso, no se les conoce dedicación que no sea la familiar. Los primeros años de su vida transcurrieron en la casa paterna, aunque fue educado en Santander.

Después de hechos los estudios elementales, Montes embarcó en los navíos Terrible y Atlante. El 22 de agosto de 1770 ascendió a alférez de fragata y embarcó en la fragata Palas, para una navegación a las Islas Filipinas. El 28 de abril de 1774 fue promovido a alférez de navío e hizo otro viaje a Filipinas en la fragata Astrea (diciembre de 1774), volviendo a Cádiz en 1776, ya ascendido a teniente de fragata. Fue elegido primer ayudante de la compañía de guardias marinas de Ferrol, creada en esa época (1777), donde permaneció hasta su ascenso a teniente de navío. Embarcó en su nuevo empleo en el navío Arrogante de la escuadra de Ferrol y transbordó al San Vicente, insignia del comandante de la escuadra general Arce, integrada en la del general Luis de Córdova, que en unión de la francesa del conde d’Orvilliers llevó a cabo la campaña del canal de La Mancha.

En abril de 1779, Carlos III decidió intervenir en la guerra americana al lado de Francia y en ayuda de las trece colonias inglesas de Norteamérica. Se puso sitio a Gibraltar en un esfuerzo combinado hispano-francés, pero el 16 de enero de 1780, la escuadra inglesa de Rodney derrotó a la española de Lángara, posibilitando el abastecimiento del Peñón.

En 1780, Montes fue trasladado al jabeque Mallorquín, en Algeciras, quedando luego de ayudante del comandante del bloqueo, jefe de escuadra Antonio Barceló, que tenía su insignia en el jabeque Pilar. Durante su comisión realizó dos acciones: la noche del 26 de junio de 1780, al mando de las goletas Golondrina y Concepción y varias lanchas cañoneras, se acercó para batir a los buques fondeados, el navío de setenta y cuatro cañones Panther, una fragata de treinta y seis cañones y algunos mercantes, manteniendo el intercambio de fuego con los buques y las baterías de la plaza durante dos largas horas y, la otra, la noche del 16 de julio de 1780, esta vez mandaba cuatro cañoneras para atacar a los buques surtos en la dársena y sostuvo el intercambio de fuegos durante tres horas.

El 5 de diciembre siguiente embarcó en el navío San Pascual de la escuadra de Luis de Córdova, con el que concurrió a la expedición a Menorca (1781), yendo de ayudante del general Buenaventura Moreno, que mandaba una fuerza de veinte buques de guerra y setenta y tres mercantes con las tropas y pertrechos para poner sitio al castillo de San Felipe; a ésta se le incorporó una escuadra francesa para apoyar la operación.

Transbordó al navío Atlante para el bloqueo de Mahón, participando activamente en los continuos ataques al castillo de San Felipe hasta su rendición en los primeros meses de 1782, siendo ascendido a capitán de fragata. Regresó con su general a Algeciras, en la fragata Juno. Intervino Montes en el desgraciado ataque de la noche del 13 de septiembre a bordo de la batería flotante Pastora, insignia del general Moreno, donde resultó herido al salvar la dotación de otra flotante antes de que volara. Seguidamente embarcó en el navío Rayo de la escuadra de Posada, perteneciente también a la combinada de Córdova, con la que salió de Algeciras en octubre de 1982 y se halló en el combate que dicha escuadra sostuvo el 20 con la inglesa de Howe frente a cabo Espartel, cuando ésta pasaba al Atlántico después de haber conseguido aprovisionar Gibraltar, varando en sus playas varios mercantes durante un temporal. Por su comportamiento en todas estas operaciones, Montes fue ascendido a capitán de navío. En 1783, se firmó el Tratado de Versalles y se puso fin a la guerra. El 11 de abril de ese año se le confirió a Montes el mando del navío San Justo, con el que pasó a Ferrol por desarme, desembarcando y haciéndose cargo de la Mayoría General del departamento, hasta que el 17 de febrero de 1789 se le dio el mando de la fragata Santa Elena, de treinta y cuatro cañones; con la que salió hacia las costas de Italia, regresando a Cádiz, donde desembarcó el 23 de septiembre del mismo año.

Desde el 26 de marzo de 1793 Montes mandó el navío San Ramón, de sesenta y ocho cañones, integrado en la escuadra de Ultramar del general Aristizábal, con la que salió de Cádiz escoltando a varios buques mercantes con destino a la América septentrional.

Esta escuadra llegó a tener once navíos, siete fragatas y nueve bergantines, con mil doscientos cañones. En enero de 1794, con su navío y la fragata Águeda bloqueó los puertos de Bahiajá y Guarico en Santo Domingo (hoy Fort Liberté y Cap Haitien en Haití). La noche del 27 siguiente el general Aristizábal dispuso se atacasen los fuertes de la entrada de Bahiajá con el segundo batallón del Regimiento fijo de Cuba y alguna tropa más de marina de las guarniciones de los buques de la escuadra en las lanchas y botes de ella; y con el fin de sostener y auxiliar a la tropa, ordenó a Montes se pusiese a la vela, lo que inmediatamente hizo, socorriendo a la tropa con municiones y víveres, y, previa autorización del general, penetró osadamente en el desconocido puerto de Bahiajá, donde ningún navío de línea lo había hecho, acoderando su navío a medio tiro de cañón del fuerte Delfín. La actitud de Montes provocó la rendición del fuerte y de la contigua Bahiajá, en la noche del 28 de enero de 1794. Permaneció en Bahiajá mandando los buques destacados en la isla La Española, para defensa de los puertos españoles y hostigamiento de los franceses.

El 7 de julio de 1794 tuvo lugar el asesinato en masa, perpetrado por los negros, de setecientos cuarenta y dos franceses que habían hecho juramento de fidelidad a España y estaban, por lo tanto, bajo la protección de sus armas. Montes, al saberlo, liberó a cuantos franceses pudo, conduciendo a más de quinientos desde los embarcaderos a sus buques y dándoles toda clase de auxilios. Esta conducta no sólo mereció las alabanzas de franceses y españoles, sino del rey de España y aun del Gobierno de Francia, una vez se firmó la Paz de Basilea (22 de julio de 1795), enviándole una comunicación altamente honorífica por su conducta humanitaria y digna.

España firmó esta paz por los triunfos republicanos en Europa; con ella recuperó los territorios conquistados por los franceses a cambio de la cesión a Francia de la parte española de la isla de Santo Domingo.

En agosto de 1796 se firmó el primer Tratado de San Ildefonso: alianza permanente entre España y el directorio francés, fundamentalmente dirigida contra Inglaterra. En octubre ya se iniciaron las hostilidades.

Frente al cabo de San Vicente la flota española (al mando de Córdova) fue derrotada por la inglesa de Jervis.

Los servicios prestados por Montes en el empleo de capitán de navío fueron premiados con el ascenso a brigadier. Pasó destinado a Acapulco para establecer en dicho puerto la marina de San Blas, debido a las condiciones extremas de su clima y al poco calado de su rada. Para ello el virrey de Nueva España le nombró comandante de marina de Acapulco y San Blas y puso a sus órdenes una fuerza de tres fragatas, un paquebote, un bergantín, tres goletas y una balandra para mantener el prestigio del pabellón español en aquellas aguas a pesar de los numerosos corsarios ingleses que por ellas operaban; lo cual consiguió realizando navegaciones y cruceros por la alta y baja Californias, Acapulco y Manila. Al finalizar la misión para la que había sido nombrado fue designado para la escuadra de La Habana, dejando una excelente memoria de su buena administración. El 19 de septiembre de 1797 tomó el mando del navío Ángel, de setenta y cuatro cañones, y salió para vigilancia de la costa Norte de Cuba hasta la isla de la Tortuga (N. de Haití) con las fragatas Juno y O bajo su dependencia, apresando las fragatas mercantes inglesas Enrique y Rosela. Transbordó al navío Asia (12 de julio de 1799), con el que realizó comisiones de caudales, azogues y frutos preciosos esquivando enemigos que estaban apostados para apresarlo y consiguiendo capturar dos goletas y una fragata inglesas, lo cual mereció muchos elogios incluyendo una Real Orden muy honorífica.

Recibió Montes el mando de la fragata Anfitrite (4 de mayo de 1801), con la que realizó repetidas comisiones llevadas a feliz término, lo cual aumentó su fama y le valió felicitaciones de las autoridades de la isla de Cuba y del Gobierno de Su Majestad. El 17 de agosto de 1802 cesó en el mando de la fragata por el fin de la guerra; solicitó y obtuvo su regreso a Cádiz. Al romperse de nuevo las hostilidades (1804) por el apresamiento en el cabo de Santa María de cuatro fragatas procedentes de América, se le confirió el mando del navío San Rafael, de ochenta y cuatro cañones, perteneciente a la escuadra de Gravina (compuesta de seis navíos y una fragata) e integrada, a su vez, en la combinada de Villeneuve (catorce navíos, seis fragatas y dos bergantines franceses); se incorporó a ella en Port Royal (Martinica) y tomó parte en las operaciones que se realizaron en las Antillas.

Al regreso a Europa, sostuvo combate (22 de julio de 1805) contra la escuadra del almirante Calder (compuesta de quince navíos, cuatro de ellos de tres puentes, dos fragatas, una balandra y un lugre) a 30 leguas de Finisterre con tiempo neblinoso, de forma que sólo en algunas claras se veían recíprocamente los buques; el de Montes fue constantemente batido por dos navíos, uno de tres puentes, al que le ocasionó grandes averías; con el aparejo destrozado, cayó a sotavento hacia la línea enemiga donde fue rodeado y obligado a rendirse por: tener veinte pulgadas de agua en la bodega, la mitad de la dotación muerta o herida, abatidos los tres palos, desmontados muchos cañones y averiado el timón. Al principio, Montes había sufrido dos fuertes contusiones y, después, una grave herida de metralla por lo que tuvo que entregar el mando al segundo. Fue remolcado a Plymouth y desguazado, por no poderse reparar. Se aprobó su conducta y fue ascendido a jefe de escuadra.

El 20 de octubre de 1805 tuvo lugar el combate de Trafalgar y el fin del poderío naval español. Se firmó el Tratado de Fontainebleau (27 de octubre de 1807), por el que se acordó la tripartición de Portugal y se autorizó la entrada de veintiocho mil soldados franceses para ejecutar el plan de reparto. El 17 de marzo de 1808 se produjo el Motín de Aranjuez, de inspiración fernandina: fin de la dictadura de Godoy y abdicación de Carlos IV, que, tras los sucesos del 2 de mayo en Madrid, cedió todos sus derechos (España e Indias) al Emperador. El 4 de junio Napoleón proclamó Rey a su hermano José. Era el comienzo de la Guerra de la Independencia y el 30 de agosto de 1808 la Junta Central Suprema, en representación del pueblo español, solicitó apoyo a Inglaterra. El duque de Wellington desembarcó con sus tropas en Lisboa.

El 6 de abril de 1809 fue nombrado Montes gobernador militar y político de Cartagena de Indias.

Actuó con prudencia en circunstancias difíciles, paralizando el fermento general independentista, hasta finales de 1810, en que volvió a la Península.

A su llegada, Montes fue nombrado vocal de la junta de asistencia de la dirección general de la Armada y, más tarde, comandante general del departamento de Cartagena (11 de mayo de 1813). Dispuso fuerzas para la rendición de Denia, auxilió eficazmente al segundo ejército, habilitó, con el mayor acierto y superando las dificultades de la estrechez y de la falta de recursos, los ocho navíos que se hallaban en el puerto de Mahón, los cuales condujeron a la capital departamental cuantos útiles se habían depositado en aquella isla, preparó los edificios más necesarios del astillero; puso en estado de navegar al navío San Joaquín y a las fragatas Catalina, Casilda, Perla y otros buques de la escuadra sutil que se hallaban abandonados. Ascendió a teniente general (14 de julio de 1814), cesó en el departamento y se trasladó a la Corte, por primera vez en su larga carrera.

En 1815 obtuvo la Gran Cruz de San Hermenegildo, que se concedía a muy pocos; desde subalterno era caballero de la Orden de Santiago, y más adelante se le distinguió también con la llave de gentilhombre de cámara de Su Majestad, distinción entonces no prodigada, y que se tenía en gran estima. Se encontraba en la Corte cuando le sobrevino la enfermedad que terminó con su vida (12 de noviembre de 1817).

 

Obras de ~: Discurso instructivo sobre los movimientos más importantes y útiles de la táctica naval, Madrid, Imprenta de la Viuda de Ibarra, 1789; Diario de navegación de Europa, Museo Naval, 1790 (ms.) (col. Guillén, t. CDXCIII).

 

Bibl.: “Reseña biográfica de Francisco de Montes y Pérez”, en Gaceta de Madrid (Madrid, Imprenta Real), 104, 28 de agosto de 1819, págs. 852-854; F. de P. Pavía y Pavía, Galería biográfica de los generales de Marina, Jefes y personajes notables que figuraron en la misma corporación desde 1700 a 1868, Madrid, Imprenta J. López, 1873; J. A. y A. del Río, Marinos Ilustres de la provincia de Cantabria, Santander, Imprenta de J. M. Martínez, 1881; “Biografía de Francisco de Montes”, en VV. AA., Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-americana, t. XXXVI, Madrid, Espasa Calpe, 1927; D. de la Valgoma y Barón de Finestrat, Real Compañía de guardias marinas y Colegio Naval. Catálogo de pruebas de Caballeros aspirantes, Madrid, Instituto Histórico de la Marina, 1955; C. Martínez-Valverde, “Biografía de Francisco de Montes”, en VV. AA., Enciclopedia general del mar, Madrid-Barcelona, Ediciones Garriga-Agustín Núñez, 1957; E. Rodríguez Demorizi, Derrotero de la isla de Santo Domingo, Santo Domingo, Editora Educativa Dominicana, 1975; A. Palau-Dulcet Claveras, Biblioteca marítima española de M. Fernández de Navarrete, Barcelona, Editorial Palau & Dulcet, 1995.

 

José María Madueño Galán