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Mariana Manzanedo y Maldonado

Biografía

Manzanedo y Maldonado, Mariana. Mariana de San José. Alba de Tormes (Salamanca), 5.VIII.1568 – Madrid, 15.IV.1638. Fundadora de las agustinas recoletas (ORSA) y escritora mística.

En la parroquia de San Pedro de Alba de Tormes (Salamanca), once días después de su nacimiento, fue bautizada Mariana de Manzanedo y Maldonado, la hija menor de Juan de Manzanedo y Herrera, y María Maldonado y Camargo, ambos de notable procedencia social. Los Manzanedo provenían del valle de Burgos con este nombre, afincado en Ciudad Rodrigo (Salamanca) desde el siglo XIV, y desde entonces aparecen relacionados con la nobleza, las armas y la Iglesia.

Juan de Manzanedo fue oidor del duque de Alba.

Por la otra parte, la estirpe de los Maldonado también era antigua y extensa, instalados desde comienzos del siglo XIV en Coria (hoy provincia de Cáceres, entonces de Salamanca). La madre de Mariana estuvo emparentada con los comuneros Pedro y Francisco Maldonado.

El matrimonio Manzanedo-Maldonado tuvo seis hijos, y quizá, un séptimo, que fallecería prematuramente.

Dos varones (Juan y Luis) y cuatro mujeres (Catalina, María, Francisca y Mariana).

Su madre, María Maldonado, mantuvo amistad con Teresa de Jesús durante el tiempo que permaneció en Alba de Tormes. Un día de febrero de 1573, con cuatro años y medio, conoció Mariana a la santa abulense, y de ella recibió su bendición, cuando visitaba a sus monjas en Alba de Tormes. Este recuerdo dejará una huella imborrable en la personalidad de Mariana.

A los seis años se trasladó a Ciudad Rodrigo, donde desde hacía tres años residía una hermana suya, Francisca, en el convento agustino de Santa Cruz. Enviudó su padre y se fue a Roma durante dos años, y a su regreso ya había sido ordenado sacerdote. De la Ciudad Eterna traía una licencia para que sus cuatro hijas pudiesen entrar como seglares en cualquier monasterio que eligieran, si bien dos de ellas ya lo habían conseguido previamente, una en el convento de franciscanas terciarias de Coria y la otra en el ya citado convento de Ciudad Rodrigo. Tras el fallecimiento del padre, Mariana, con ocho año recién cumplidos, fue encaminada en octubre de 1576 hacia el convento ya aludido de Ciudad Rodrigo. En él residían su hermana y dos tías suyas, Catalina y María. Éstas se hicieron cargo de su formación humana y cristiana con vistas al matrimonio, junto con otras dos niñas en parecidas circunstancias.

Deseosa de ser monja agustina, tomó el hábito en el Convento de Santa Cruz “a primero de febrero, año de 1586 y la profesión a tres de febrero [del] año de [15]87”, según copió del libro de profesiones Leonor de la Encarnación. En el tiempo de formación leyó, entre otros textos, las obras de santa Teresa, a quien consideraba madre y maestra. Se trata de Camino de perfección, y El libro de su vida. En el citado convento de Ciudad Rodrigo vivió Mariana veintisiete años.

Al poco tiempo de profesar ayudó en la sacristía a su hermana enferma, en 1595 ejerció de tornera, al año siguiente fue elegida maestra de novicias y el 19 de noviembre de 1600 priora del convento, según la ya citada Leonor de la Encarnación.

Cuando era provincial Agustín Antolínez de la provincia de Castilla, aprovechando una invitación que le había cursado a finales de 1602 Juan Bautista de Elejalde para fundar en Éibar (Guipúzcoa) un convento reformado de su Orden, se desplazó hasta Ciudad Rodrigo y presentó el proyecto fundacional a Mariana de San José, cuyo priorato acaba de concluir, para que se hiciese cargo de la fundación. Aunque en un principio Mariana se resistió a colaborar, luego se puso a su disposición. El 8 de mayo de 1604 ya estaba en Éibar dispuesta a ingresar en clausura con tres religiosas, dos del convento de Santa Úrsula de Toledo y una de Santa Cruz de Ciudad Rodrigo; dos novicias que acababan de tomar el hábito en Salamanca, una joven de la ciudad de Ávila y algunas mujeres más de la población eibarresa, como Magdalena de Mallea y su sobrina nieta, María de Elejalde, de once años, hija del fundador. A la cabeza de esta fundación se encontraba la madre Mariana de San José.

Las Constituciones elaboradas por Antolínez fueron aprobadas por el nuncio un año después, y notificadas al monasterio de Éibar el 23 de mayo de 1604.

Este mismo día las cuatro religiosas hicieron nuevos votos, profesando el modo de vida religiosa recoleta.

Mariana cambió sus apellidos familiares por el de San José, con el que se la conocerá en la historia. Poco tiempo después, con una compañera de convento, dejó la tierra vasca para irse a Medina del Campo (Valladolid) para comenzar los trabajos de una nueva fundación. Con donaciones de Agustina Canovio, principalmente, se puso en pie la nueva fundación.

En enero de 1604 se hizo una primera escritura, luego perfeccionada con otra de “declaración y modificación”, y aprobada por el Capítulo Provincial de Castilla el 6 de junio de 1604, que se encontraba reunido por aquellas fechas en Medina. Un día antes había llegado Mariana de San José a dicha población. En el convento de Medina vivió por espacio de dos años completos. Los oficios que desempeñó en Medina fueron de priora y subpriora, maestra de novicias y tornera, portera y sacristana.

La tercera fundación fue la de Valladolid, en junio de 1606. Con numerosa asistencia de fieles tuvo lugar la inauguración oficial del convento vallisoletano. Era el 18 de junio y este mismo día ingresaron las primeras cinco novicias. Cuatro años, hasta septiembre de 1610, estuvo en él Mariana de San José. La fundación de Valladolid supuso una novedad importante al no situarse bajo la jurisdicción de la Orden de San Agustín, sino del obispo diocesano. Diferentes motivos causaron esta situación, como los desencuentros tenidos con algunos superiores, la protección afectuosa del obispo patriarca Juan Bautista de Acevedo, y la experiencia acumulada por la madre Mariana respecto a cuanto podía favorecer la viabilidad de la fundación.

La fundadora de las agustinas recoletas deseaba mayor libertad para organizar la vida consagrada según los principios de su propia inspiración, si bien no le fue sencillo superar las presiones e incluso imposiciones que recibía por parte de fundadores y patronos, de nobles, reyes y eclesiásticos. Con todo, Mariana de San José seguía pensando en abrir más conventos de agustinas recoletas. En las Navidades de 1606 había comenzado a tratar de la nueva fundación de Palencia, cuyo principal promotor fue Pedro de Reinoso.

De la fundación de Palencia Mariana de San José tomó posesión por poderes el 16 de diciembre de 1609, aunque no se llevó a cabo hasta el día de la Natividad de Nuestra Señora, 8 de septiembre de 1610. En esta casa permaneció cuatro meses, hasta el 6 de enero de 1611. Este mismo día partió para Valladolid con el fin de elegir una nueva priora del convento, dado que debía irse a Madrid por mandato de la reina Margarita de Austria, a quien había conocido en 1604 a su paso por Valladolid camino de Medina.

Desde entonces Margarita mantuvo con la madre Mariana relaciones de afecto y amistad.

El 14 de enero de 1611 inició el camino hacia Madrid para hacerse cargo del convento de la Visitación, creado una veintena de años antes (1589) por san Alonso de Orozco, y que por entonces estaba en crisis vocacional y económica. Mariana entró como priora del convento el 22 de enero de 1611 para introducir en él la recolección agustiniana, pero la estrechez y asperezas de vida que intentó imponer produjo oposición en las religiosas que habían profesado otras Constituciones, es decir, diferente modo de vida al promovido por la madre Mariana. Mientras tanto, la reina Margarita de Austria confirmó su protección y decidió el traslado de las agustinas a una casa de patronazgo real, a un monasterio nuevo, el futuro monasterio de la Encarnación. La primera piedra del nuevo monasterio se colocó el 11 de junio de 1611, y mientras duró su construcción las religiosas residieron desde el 4 de febrero de 1612 en la Casa del Tesoro, contigua al palacio de Felipe III. Aquí permanecieron cuatro años y cinco meses, hasta el 2 de julio de 1616, día del traslado al monasterio de la Encarnación.

En la Casa del Tesoro concluyó Mariana de San José la redacción de sus Constituciones, con algunas modificaciones y adaptadas a las nuevas circunstancias exigidas por ser fundación real el monasterio de la Encarnación. La edición es de 1616. Tres años más tarde, el 13 de julio de 1619, recibieron la confirmación de Pablo V, y el 27 de noviembre de 1625, Urbano VIII las impuso a todos los conventos de agustinas recoletas. Este texto carismático fundacional consta de 39 capítulos y un prólogo, en el que se afirma el origen divino de la comunidad religiosa.

Con la gracia de Dios cada religiosa se propone guardar la Regla de San Agustín en espíritu de soledad y oración según las normas de vida dadas en las Constituciones. En diferentes capítulos se prescriben los tiempos de oración, silencio, disciplinas, recogimiento o interioridad; el aprecio del espíritu eclesial y la vida común fraterna vivida en comunidad. Porque sin soledad no hay oración, y sin ésta resulta imposible alcanzar la perfección, es por lo que las religiosas deben permanecer la mayor parte del día recogidas “en celda aparte”, “a solas” con Dios y despreocupadas de cuanto sucede dentro o fuera del convento.

En el monasterio de la Encarnación vivió Mariana de San José durante veintidós años, siempre con el cargo de priora, y no siempre fácil de ejercerlo por la cercanía de las personas reales, la nobleza y el ambiente en el que se distingue por la intriga, la desconfianza y las presiones de grupos ideológicos opuestos. Los Reyes, especialmente Felipe III y su esposa Margarita, la visitaron con frecuencia, pero Mariana se preocupó sobre todo por la vida espiritual de las religiosas, del culto divino organizado en el monasterio real, de la defensa de la libertad interior del monasterio, y de buscar los mejores consejeros, confesores y capellanes para su monasterio. Por la correspondencia de Mariana se sabe que estuvo pendiente de otras fundaciones que no llegaron a realizarse: Sevilla, Plasencia y Colmenares, e incluso en Inglaterra y Flandes; y que mantuvo asidua comunicación con Luisa de Carvajal, Marina de Escobar e Inés de la Asunción, fundadoras de las recoletas de Santa Brígida.

Diferentes enfermedades y dolores de cabeza, de muelas y de estómago padeció en los últimos años de su vida. La causa de la muerte parece que fue un tifus exantemático, o “tabardillo”. El 12 de junio de 1644, por iniciativa de las religiosas de la Encarnación, se procedió al reconocimiento del cadáver, y los médicos que lo examinaron certifican en actas que lo encontraron incorrupto. El cuerpo fue trasladado al coro bajo, cerca del relicario y de la reja conventual, en donde se conserva en la actualidad. El 27 de abril de 1993, el cardenal Ángel Suquía abrió en Madrid el proceso de canonización.

En el aspecto literario, Mariana de San José, además de las Constituciones para las fundaciones de los conventos de agustinas recoletas, fue escribiendo para su confesor, director espiritual y promotor literario, Jerónimo Pérez, un comentario del Cantar de los Cantares.

El comentario comprende hasta el capítulo 3, versículo tercero. La versión que usó de la Sagrada Escritura es la Vulgata. Porque concluye el comentario de una forma inesperada, seguramente otra parte del comentario al libro del Cantar de los Cantares debió quemarse en 1628, cuando Mariana de San José quiso desprenderse de todos sus escritos. Un año antes había salido impresa la obra Ejercicios espirituales y repartimiento de todas las horas (Madrid, 1627). En ella ofrece una serie de consideraciones sobre la vida común fraterna, y las disposiciones interiores de las religiosas para la oración y la recepción de los sacramentos de la Iglesia.

Su primer biógrafo, el licenciado Luis Muñoz (muerto en 1646), por encargo de las religiosas de la Encarnación, compuso la obra titulada Vida de la venerable M. Mariana de S. Joseph, fundadora de la Recolección de las monjas agustinas (Madrid, 1645).

En cinco libros recoge los relatos autobiográficos de Mariana de San José, su Autobiografía, las Cuentas de la vida interior (libros I-III), los recuerdos que conservaban las religiosas del convento de la Encarnación (libro IV), y el comentario al Cantar de los Cantares que se conserva de Mariana de San José (libro V).

Dentro de la corriente reformista que tuvo lugar desde la segunda mitad del siglo xvi y que marcará decisivamente los primeros años del xvii, Mariana de San José aparece como una figura clave.

Ella llevó a cabo la reforma de la rama femenina de las agustinas en España, movida en gran parte por la reforma carmelita que promovió santa Teresa de Jesús. En Mariana de San José se encuentra un modelo de mujer fuerte, con extraordinarias dotes de gobierno e intensa vida contemplativa, de sacrificio y ascetismo, que luchó por conseguir la reforma de la vida consagrada desde los valores carismáticos vigentes en el siglo xvii, donde proliferaban actos devocionales, en ocasiones de religiosidad barroca, y una práctica penitencial minuciosa como medio de alcanzar la perfección del estado religioso. Todos los biógrafos y estudiosos de Mariana de San José coinciden en resaltar su talla espiritual y mística, similar a la de los grandes personajes del Siglo de Oro español.

 

Obras de ~: Regla dada por Nuestro Padre S. Agustín a sus Monjas, con las Constituciones para la nueva Recolección de las Monjas, conforme a ella. Aprobadas por nuestro santísimo Padre Paulo V, Madrid, Imprenta Luis Sánchez, 1616 (Valladolid, Imprenta Juan Bautista Varesio, 1626; s. l., Imprenta Félix de Casas, s. f.; Madrid, Imprenta Diego Díaz de la Carrera, 1642; Madrid, Imprenta Diego Díaz de la Carrera, 1648; Madrid, Imprenta Diego Díaz de la Carrera, 1648; ed. del mismo año, lugar e imprenta, pero difiere de la anterior con pequeñas variantes tipográficas y de texto; Madrid, Imprenta Atanasio Abad, 1683; Madrid, Imprenta Antonio Marín, 1757; Madrid, Imprenta D. E. Aguado, 1850; Valencia, Imprenta Católica de Ramón Ortega, 1888; Guadalajara, Tipografía de El Regional, 1908); Ejercicios espirituales y repartimiento de todas las horas, Madrid, Imprenta Viuda de Alonso Martín, 1627; “Sobre el libro de los Cantares”, en L. Muñoz, Vida de la venerable M. Mariana de S. Ioseph fundadora de la Recolección de monjas agustinas, priora del Real Convento de la Encarnación, hallada en unos papeles escritos de su mano, sus virtudes observadas por sus hijas, publicadas de orden de las mismas religiosas, Madrid, Imprenta Real, 1645, págs. 381-461; “Constituciones de las monjas recoletas del orden de San Agustín, corregidas y adaptadas al nuevo Código de Derecho Canónico, Madrid, Gráfica Literaria, 1928 [Serradilla (Cáceres), Imprenta Sánchez Rodrigo, 1939 (con ligeras modificaciones en Latinoamérica salieron cinco eds., 1672, 1691, 1753 y 1826; otra ed. de las Constituciones se hizo para las recoletas dominicas de Carmona (Sevilla), con licencia para su impresión de 12 de octubre de 1628, por el impresor Pedro Gómez de Pastrana; “Constituciones de la Madre Mariana de San José. Estudio y edición de J. Díez,”, en Recollectio, 20 (1997), págs. 151-215]; “Cartas de la madre Mariana de San José, 1628-1634, ed. de G. de Santiago Vela”, en Archivo Agustiniano, 16 (1921), págs. 43-61: 45-61; “Declaración de la madre Mariana de San José sobre el padre jesuita Luis de la Puente, en el proceso de beatificación de Madrid”, en L. de la Puente, Obras escogidas, Madrid, Editorial Atlas, 1958, pág. XVI (col. Biblioteca de Autores Españoles, 111); “Carta a doña Luisa de Carvajal”, en L. de Carvajal y Mendonza, Epistolario y poesías, Madrid, Editorial Atlas, 1965, págs. 454-457 (col. Biblioteca de Autores Españoles, 179); Consejos y máximas, Madrid, Real Monasterio de la Encarnación, 1979 [nueva ed. de P. Panedas, en Recollectio, 7 (1984), págs. 281-309]; Escritos místicos y autobiográficos (Sobre la madre Mariana de San José), III. ed. de T. Calvo, Madrid, Archivo del Real Monasterio de la Encarnación, 1980-1981; Escritos impresos (Sobre la madre Mariana de San José), IV, ed. de T. Calvo, Madrid, Archivo del Real Monasterio de la Encarnación, Madrid, 1980-1981; Testimonios (Sobre la madre Mariana de San José), I, ed. de T. Calvo, Madrid, Archivo del Real Monasterio de la Encarnación, 1981; Escritos íntimos (Sobre la madre Mariana de San José), II. ed. de T. Calvo, Madrid, Archivo del Real Monasterio de la Encarnación, 1981; “Testamento espiritual, ed. de P. Panedas”, en Recollectio, 6 (1983), págs. 177-185; “Cartas de la madre Mariana de San José y otras prioras del monasterio de la Encarnación de Madrid a los Barberini, ed. de C. Alonso”, en Recollectio, 11 (1988), págs. 565-594; Autobiografía y escritos de la Madre Mariana de San José, ed. de J. Díez, Madrid, Federación de Agustinas Recoletas, 1993.

 

Bibl.: L. Muñoz, Vida y virtudes de la venerable virgen doña Luisa de Carvajal y Mendoza, Madrid, Imprenta Real, 1632 (Madrid, Tipografía Sucesores de Rivadeneyra, 1897, dedicatoria y págs. 304-305 y 492-494); T. de Herrera, Alphabetum Augustinianum, II, Matriti, 1644, págs. 67-68 (ed. anastática, Roma, Publicazioni Agostiniane, 1990); L. Muñoz, Vida de la venerable M. Mariana de S. Ioseph fundadora de la Recolección de monjas agustinas, priora del Real Convento de la Encarnación, hallada en unos papeles escritos de su mano, sus virtudes observadas por sus hijas, publicadas de orden de las mismas religiosas, Madrid, Imprenta Real, 1645; A. de San Nicolás, Historia General de los Religiosos Descalzos del Orden de los Ermitaños del Gran Padre y Doctor de la Iglesia San Agustín de la Congregación de España y de las Indias, I, Madrid, Andrés García de la Iglesia, 1664, págs. 179-209; N. Antonio, Bibliotheca Hispana Nova, t. II, Madrid, Joaquín Ibarra, 1788, pág. 87 (versión en español, t. II, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1999, pág. 111); T. Minguella, Compendio de la vida y virtudes de la M. Mariana de San José, Madrid, Imprenta del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, 1916; G. de Santiago Vela, Ensayo de una Biblioteca Ibero-Americana de la Orden de San Agustín, VII, Madrid, Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, 1925, págs. 184-192; C. M. Abad, “La Venerable Mariana de San José y sus hijas las agustinas recoletas. Tras comunidades religiosas”, en Vida y escritos del V. P. Luis de la Puente, de la Compañía de Jesús (1554-1624), Comillas (Santander), Universidad Pontificia de Comillas, 1957, págs. 493-512; P. Panedas, “Dinamismo de la vida espiritual según la doctrina de la madre Mariana de San José”, en Recollectio, 1 (1978), págs. 56-113 [reimpr. en Mayéutica, 5/13 (1979), págs. 15-48; 5/14 (1979), págs. 125-144]; “La madre Mariana de San José, maestra y modelo de oración”, en Recollectio, 6 (1983), págs. 31-65; “Testamento espiritual de la madre Mariana de San José”, en Recollectio, 6 (1983), págs. 171-185; “Madre Mariana de San José: consejos y máximas”, en Recollectio, 7 (1984), págs. 281-309; M. I. Barbeito Carneiro, “Aproximación bio-bibliográfica y documental a tres mujeres que convivieron con la Madre Mariana de San José”, en Mayéutica, 11/32 (1985), págs. 244-253; “Aproximación bio-bibliográfica a la madre Mariana de San José, una fundadora de excepción”, en Recollectio, 9 (1986), págs. 5-52; “Etopeya de la madre Mariana de San José, una mujer carismática”, en Recollectio, 10 (1987), págs. 45-95; T. Calvo, Cronología biográfica y espiritual de la M. Mariana de San José, Madrid, 1985; J. Díez, “Constituciones de la Madre Mariana de San José”, en Recollectio, 20 (1997), págs. 151-215; E. A. Eguiarte, ‘“Tan dentro del mismo centro’. La poética espiritual de la Madre Mariana de San José”, en Mayéutica, 30/69 (2004), págs. 5-96.

 

Rafael Lazcano González

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