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Faustino Ansay

Biografía

Ansay, Faustino. Zaragoza, 1763 – ¿Sevilla?, 1825. Destacado militar.

Ingresó en el Ejército en agosto de 1779 como soldado distinguido del Regimiento de Dragones de Villaviciosa, con el que dos años más tarde tomó parte en el sitio y toma de la isla de Menorca y del castillo de San Felipe.

En 1782 pasó al Campo de Gibraltar para asistir al bloqueo del Peñón, siendo en el mes de julio de ese año ascendido a sargento, empleo con el que en 1789 fue destinado al Regimiento de Dragones de Buenos Aires, en el que, en 1794, fue ascendido a alférez y en 1797 a ayudante mayor, siendo a continuación trasladado al Regimiento de Blandengues de Santa Fe. Causó baja en el destino anterior en 1802 al ser nombrado sargento mayor del Regimiento de Caballería de Voluntarios de Mendoza, ciudad de la que fue nombrado subdelegado de la Real Hacienda y a la que se trasladó en unión de otros dos funcionarios de la misma, el ministro tesorero Domingo de Torres y Harriet y el ministro contador Joaquín Gómez de Liaño, dependientes todos ellos del intendente de Córdoba de Tucumán.

Al llegar a Mendoza en el mes de junio de 1810 las noticias de que había sido depuesto el virrey Hidalgo de Cisneros y que el poder había sido tomado en Buenos Aires por una Junta Provincial Gubernativa, Ansay, Torres y Gómez de Liaño se comprometieron a continuar fieles a la Corona, afianzados en sus ideas al saber que Córdoba había reconocido la autoridad del Consejo de Regencia de España, por lo que en la junta tenida por el Cabildo de Mendoza el 23 de junio se negaron a acatar las órdenes procedentes de la Junta de Buenos Aires, a no ser que viniesen por conducto del virrey.

Pero al triunfar el levantamiento separatista en Mendoza, los revolucionarios obligaron al comandante Ansay a entregar el armamento de que disponía y a continuación le depusieron de su cargo, mientras la Junta de Buenos Aires se apresuraba a organizar una expedición hacia el interior con la finalidad de hacer sentir su poder.

Ansay había pedido al gobernador de Córdoba que le enviase cincuenta hombres, con los que esperaba apoderarse de la población, pero al tardar en llegar éstos y haciéndose la situación insoportable, el día 28 decidió asaltar el cuartel de las Milicias Disciplinadas, contando con la ayuda de sus dos compañeros, la de un capitán de las Milicias Urbanas de Mendoza y la de un teniente de Caballería de Chile, que se encontraba de paso en la población, a los que se unieron sus criados y algunos vecinos, hasta totalizar dieciocho hombres, consiguiendo su propósito y hacerse fuertes en el cuartel. Este cambio en la situación obligaría al cabildo a llegar a un acuerdo, por el que se le devolvió el mando a Ansay y la población manifestó su adhesión al gobernador de Córdoba.

La situación empeoró cuando llegaron órdenes de la Junta de Buenos Aires por las que se le privaba a Ansay del mando que había recuperado y se le conminaba a presentarse en Buenos Aires, al tiempo que se ordenaba al comandante de armas recién nombrado que apresase a Torres y Gómez de Liaño y los condujese a la capital.

Detenidos los tres patriotas y confinados en Mendoza en un miserable calabozo, al cabo de unos días fueron conducidos en carreta a Buenos Aires, adonde a su llegada, tras cuarenta y seis días de viaje, fueron encerrados en la cárcel de la Cuna, pesando sobre ellos la pena de muerte, que finalmente fue conmutada por la de prisión en el fuerte de Patagones, a orillas del río Negro.

Tras una penosa marcha atravesando la Pampa, sólo llegar a la prisión comenzaron a idear la fuga, pero la ocasión no llegó hasta el mes de abril de 1812, aprovechando la llegada del bergantín inglés Amazonas.

A estos planes prestó una gran colaboración otro de los prisioneros, José González, que había sido guarda mayor de Córdoba de Tucumán, y el sargento de dragones de la guarnición de la prisión Domingo Fernández.

Tras hacerse dueños del fuerte y apoderarse del bergantín, mientras Ansay se quedaba al mando de la prisión, Torres y Liaño zarparon hacia Montevideo, con la mala fortuna de que a poco de abandonar el puerto quedaron varados en la arena.

Cuando esperaban que la subida de la marea liberase el buque, avistaron a lo lejos otra embarcación, que posteriormente fue localizada en la bahía de Todos los Santos, donde se había amarrado con objeto de aprovisionarse de víveres y leña; se trataba del queche Hiena, comprado por los insurgentes a los ingleses, artillado con veinte cañones y con una tripulación de noventa hombres.

Recurriendo a mil artimañas y arriesgando sus vidas, lograron hacerse con el segundo barco tras apresar a la tripulación, que fue conducida a Patagones. A continuación zarparon en el queche hacia Montevideo Torres y Gómez de Liaño, mientras Ansay permanecía en el fuerte a la espera de que se designase su relevo.

Ansay fue recogido en el mes de agosto en Patagones y conducido también a Montevideo, llevando consigo a setenta y dos prisioneros del queche y al bergantín Amazonas. Durante la travesía tuvo que sofocar un conato de sublevación en el que participaron los presos del Hiena, que tuvo como consecuencia el fusilamiento del contramaestre y piloto de este buque. Patagones cayó en poder de los independentistas en diciembre de 1814. No pudo disfrutar de la tranquilidad, pues en el mes de octubre de 1812 los insurgentes pusieron sitio a Montevideo, encomendándole Vigodet la defensa de Cerro Grande, por encontrarse situada en el lugar más estratégico. En febrero de 1813 obtuvo el empleo de coronel y en junio del año siguiente capituló Vigodet, siendo trasladado a Buenos Aires con el resto de los defensores. Los vencedores no cumplieron sus compromisos y, en unión de otros oficiales, fue confinado en el campamento de Dos Talas, situado en un terreno húmedo rodeado de lagunas y terrenos salitrosos, carentes de ropa y alimentos y sometidos a un trato insoportable por sus guardianes.

Hasta 1820 no consiguió recuperar la libertad, consiguiendo llegar a España dos años después, dándosele la opción de elegir un punto para fijar su residencia de retiro, en caso de no hallarse útil para regresar a Ultramar, prefiriendo su ciudad de nacimiento. El crudo clima de Zaragoza empeoró su quebrantada salud, por lo que en agosto de 1823 solicitó se le trasladase su residencia a Sevilla, petición que le fue concedida.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General Militar de Segovia, secc. 1.ª, leg. T-821.

J. M.ª Pemán, Un laureado civil: vida y hazañas de Don Domingo de Torres en los días de la independencia de América, Madrid, Escelicer, 1944; J. M. Gárate Córdoba, “Torres Harriet y Gómez de Liaño, primeros laureados de Intendencia”, en Revista Ejército, n.º 441 (1976), págs. 3-6; M. Caparrós, Ansay o los infortunios de la gloria, Barcelona, Seix Barral, 2005.

 

José Luis Isabel Sánchez