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Vicente Goicoechea Errasti

Biografía

Goicoechea Errasti, Vicente. Ibarra, Aramayona (Álava), 4.IV.1854 – Valladolid, 19.IV.1916. Sacerdote, canónigo, maestro de capilla y compositor.

Vicente Goicoechea cursó el bachillerato en la ciudad de Vitoria y comenzando estudios de Leyes en la Universidad de Oñate (Guipúzcoa), finalizándolos en Valladolid en 1877. Tras permanecer varios años en Lequeitio, se trasladó nuevamente a Valladolid, esta vez para estudiar en el Seminario Conciliar. Aunque recibió algunas clases de Felipe Gorriti, su formación musical fue básicamente autodidacta, teniendo mucha influencia en su estilo el análisis de las obras de los grandes polifonistas clásicos, así como el de la nueva polifonía que predicaba desde Alemania la escuela cecialianista y de la obra de J. S. Bach, C. Frank y Ch. Gounod. En 1890 obtuvo la plaza de maestro de capilla en la catedral vallisoletana, a la que se habían presentado también otros músicos destacados del momento como Manuel Herrera, maestro de capilla en la Catedral de León; B. Belsué Chueca, organista en el Burgo de Osma, y Federico Olmeda, organista en la catedral de Burgos. Olmeda con Goicoechea se convertiría tiempo adelante en uno de los mejores representantes del espíritu de reforma que imperaba ya en la música religiosa española, anterior a la proclamación del Motu Proprio de San Pío X. En 1905 fue nombrado canónigo, dejando su beneficio de maestro. En 1911 ingresó como académico de número en la Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción de Valladolid, falleciendo en esta ciudad en 1916.

Cuando Goicoechea se hizo cargo del puesto en Valladolid, la música que se escuchaba en las iglesias católicas pasaba un momento crítico; El canto litúrgico se caracterizaba por el mal gusto y la poca calidad, plagado de “juegos, gorjeos, insulsas repeticiones, cortes violentos, tremenda confusión, reminiscencia de óperas bufas hasta en los momentos más solemnes, de los sagrados ministerios”, como señalaba en 1911 A. Marchedresan desde las páginas de Música Sacro Hispana. Con su magisterio, Goicoechea inicio una honda labor de reforma que tendría una amplia repercusión en toda la Península. Para ello, siguió muy de cerca los movimientos reformistas de Solesmes y Ratisbona y se hizo con una importante biblioteca donde reunió las nuevas ediciones de la polifonía clásica. No sin oposición, pero con tenacidad y sobre todo con la gran modestia que le acompañaría toda su vida, comenzó a introducir modificaciones en el repertorio de la catedral, sustituyendo la música poco apropiada de compositores en boga como los maestros Prado, García o Calahorra, por las de Morales, Palestrina y Victoria, o los más modernos Gounod y Eslava. Estos últimos eran autores poco interpretados en las catedrales hispanas por entonces, pero que con el tiempo y gracias a la labor de difusión realizada a partir de entonces por las revistas y editoriales de música religiosa, alentada igualmente por Federico Olmeda, acabarían llegando a las capillas musicales hispanas.

Las ideas de Goicoechea sobre la adecuación de la música a los diferentes momentos de la liturgia y el gran apostolado que con ella se podía realizar, así como la necesidad creciente de una reforma, pasaban por considerar de suma importancia la formación artística de los responsables de las parroquias, por lo que desde el seminario vallisoletano asumió la instrucción musical de los futuros sacerdotes. Allí formó una Schola Cantorum que serviría de modelo a otras posteriores, como la de Comillas, y estableció la enseñanza del Canto Gregoriano y de la Polifonía Clásica entre las materias de estudio de los aspirantes al sacerdocio, algo totalmente inusual en la época. Sus experiencias en este terreno y sus ideas sobre cómo debía ser la nueva música religiosa quedaron plasmadas en 1905 en sus Reglas para la reforma del Oficio Divino. Dos años después, muchos de los principios allí contenidos fueron eje de las discusiones del Primer Congreso Nacional de Música Sacra, celebrado precisamente en Valladolid, cuyo fin “no era otro que el de procurar universalmente una reforma de la música religiosa, siguiendo en todo la dirección del Motu Proprio de Pío X, nuestro amadísimo Papa”, en palabras del padre Otaño (SI), quien a partir de este momento se convirtió en el principal abanderado de la nueva música religiosa española. Como órgano de este acontecimiento y para difundir su filosofía, se creó la revista Música Sacro Hispana, cuyo título recogía una iniciativa del propio Goicoechea y cuya redacción se trasladaría posteriormente de Valladolid a Bilbao y a Vitoria.

Las características más destacadas de la música de Vicente Goicoecheas son la profundidad de sus ideas musicales, el marcado interés armónico de algunos pasajes y los efectos de gran dimensión obtenidos con una gran economía de medios y un lenguaje artístico marcado por la tradición. Otro aspecto muy cuidado de su música es la siempre acertada relación de la melodía y la armonía con el texto, buscando una expresividad intensa dentro de los límites permitidos por lo religioso. Dado el carácter profundo de sus composiciones, que buscan siempre el sentido último de la oración por medio de la música, su obra alcanzó gran predicamento, no sólo en su catedral, sino también en Madrid y otras capitales extranjeras, llegando a ser interpretadas en el propio Vaticano. De hecho, Vicente Goicoechea acabaría siendo considerado como el gran apóstol de la reforma litúrgica de Pío X en España y su labor se vería continuada por toda una generación de compositores entre los que destacan las figuras de Julio Valdés, Marcelino Villalba, José María Olaizola, Gaspar de Arabaolaza, Francisco Pérez de Viñaspre, José María Vírgala y Nemesio Otaño. La producción musical de Goicoechea engloba más de medio centenar de composiciones religiosas que van desde la polifonía a voces solas o con acompañamiento de órgano hasta otras composiciones diversas no más ambiciosas, pero que incluyen la orquesta. Muchas de ellas fueron publicadas con posterioridad a su fallecimiento en Música Sacro Hispana, así como en Tesoro Sacro Musical, conformando una parte importante del nuevo repertorio de cantos sagrados adaptados a las directrices emanadas de Roma en 1903. Goicoechea gozó de un gran prestigio por la crítica especializada tanto en vida como después de muerto. Las numerosas reseñas aparecidas en las citadas revistas lo nombran como autor de obras dignas de toda alabanza, pues en ellas se encuentra “todo lo que la música religiosa exige” (Música Sacro Hispana, noviembre 1909). Algunas composiciones suyas fueron especialmente célebres en los círculos religiosos que sucedieron al movimiento reformista. Tal es el caso de uno de su Salve, su Te Deum, que en opinión de J. M Olaizola era “la obra religiosa más importante que se habrá escrito hasta el presente en el mundo o su Miserere, la obra más sólida que en estos años, se ha escrito” (Música Sacro Hispana, 1913) o su Misa de la Inmaculada Concepción, de la que el Otaño señalaba en 1954 que del insigne violinista Juan Manén había llegado a decir que “era la única misa que le había convencido”.

 

Obras de ~: Salve; Te Deum; Misa de la Inmaculada Concepción.

Escritos: Reglas para la reforma del Oficio Divino, Valladolid, Imprenta de J. Montero, 1905.

 

Bibl.: N. Otaño, “El maestro Goicoechea”, en Música Sacro Hispana, IV (1915), pág. 50; L. Villalba Muñoz; “Vicente Goicoechea”, en Biblioteca Sacro Musical, I (1916), págs. 63 y ss., y I (1917), págs. 1 y ss.; N. Otaño, “El Rvdo P. Otaño nos habla de D. Vicente Goicoechea”, en Pensamiento Alavés (Vitoria) (1954); J. M. Olaizola, “Madurez Artísitica”, en Tesoro Sacro Musical, 3 (1954); N. Almandoz, “En torno al primer centenario del maestro Vicente Goicoechea (1845-1916)”, en Tesoro Sacro Musical, V-VI (1954), pág. 6; J. Artero, “Mis recuerdos de Goicoechea”, en Tesoro Sacro Musical (1954), págs. 2 y 3; T. de Manzárraga, “Homenajes al maestro Goicoechea en el primer centenario de su nacimiento”, en Tesoro Sacro Musical, IX-X (1954); J. López Calo, Índices de la revista Tesoro Sacro Musical, Madrid, Sociedad Española de Musicología, 1983; M.ª A. Virgili Blanquet, “La música en Valladolid en el siglo xx”, en VV. AA., Historia de Valladolid, XI, Valladolid, Ateneo, 1985; T. Marco, Historia de la música española. El siglo xx, t. VI, Madrid, Alianza Música, 1989; P. Aizpurúa, “Vicente Goicoechea Errasti: Centenario de su magisterio en la catedral de Valladolid”, en Revista de Musicología (Madrid, Sociedad Española de Musicología), XV, 1 (1992), págs. 281- 302; F. J. Garbayo Montabes, “José Artero y la musicolgía religiosa española”, en Cuadernos de Música (Madrid, SGAE), II (1992), págs. 8-22; M.ª A. Virgili Blanquet, “Goicoechea Errasti, Vicente”, en Diccionario de la música española e hispanoamericana, t. V, Madrid, SGAE, 1999, págs. 672 y 673; J. B. Varela de Vega, “Semblanza de Vicente Goicoechea”, en Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción (Valladolid), 37 (2002); M.ª A. Virgili Blanquet, “Antecedentes y contexto ideológico de la recepción del Motu Proprio”, y X. Aviñoa, “Los congresos del Motu Proprio (1907-1928): Repercusión e influencias”, en Revista de Musicología, 1, XXVII (2004), págs. 23-42 y págs. 381-400, respect. [Actas del Simposio Internacional El Motu Proprio de San Pío X y la Música (1903-2003)].

 

Francisco Javier Garbayo Montabes

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