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Ana Aneas Guillén

Biografía

Aneas Guillén, Ana. Ana Esmeralda. Tetuán (Marruecos), 1928 – Sao Paulo (Brasil), XI.2022. Bailarina, coreógrafa y actriz.

Nacida en Tetuán por estar su padre destinado en dicha plaza como militar, al que siguió en sus sucesivos traslados. Así, a partir de los seis años estaba estudiando en el colegio del Sagrado Corazón en Sevilla y, posteriormente en Madrid, abandonando entonces sus estudios para introducirse en el mundo de los escenarios.

Debutó con la obra Vive como quieras, en la Compañía del Teatro Nacional María Guerrero. Su aptitud para el baile determinó su ingreso en la Escuela de Danza del Círculo de Bellas Artes y, al formar una Compañía de Ballet —que dirigió Jorge Montemar— el duque de Híjar —adinerado mecenas que, llevado por su amor al arte, invirtió en la compañía parte de su fortuna—, encontró un puesto en aquella formación al lado de otras dos coetáneas de Ana Esmeralda, que fueron luego captadas por el cine: Paquita Rico y Carmen Sevilla. Participaron en 1945 en un espectáculo titulado Rapsodia andaluza, en el teatro Cervantes de Sevilla, donde se iniciaban también, entre otras jóvenes bailarinas, Charito León, una danesa llamada Ayo y Marianela de Montijo. Sin embargo, el ballet terminó por disolverse apenas un año después.

Ana Esmeralda se incorporó entonces a otras compañías de baile, hasta que, consagrada como figura del ballet, pudo tener compañía propia con la que traspasó las fronteras españolas, bailando por toda Europa occidental e incluso en Turquía. El baile, sobre todo el clásico español, era toda su pasión, con fondo de música de Falla, Granados, Albéniz o Turina.

Sin embargo, en 1949, tuvo un primer contacto con las cámaras al actuar como bailarina en la película La casa de las sonrisas, a las órdenes de Alejandro Ulloa. Inmediatamente, Antonio Román le ofreció el principal papel de la versión cinematográfica de El amor brujo. Ana Esmeralda se encargó de la coreografía, junto a otros grandes artistas, como Pastora Imperio, Manolo Vargas y Rafael Albaicín. A partir de entonces, fue sucesivamente alternando sus intervenciones ante las cámaras con sus actuaciones en los escenarios. Unas veces con papeles relevantes, algunos sin necesidad de mostrar sus facultades en la danza, y otras simplemente apareciendo como espléndida bailarina, en cortas escenas. En 1951, rodó Lola la piconera, que dirigió Luis Lucia, cuya protagonista fue Juanita Reina, pero Ana Esmeralda brilló con su baile gitano, acompañada de José Toledano, en una escena a la luz de la luna. Al año siguiente, encarnó ya en la película Bronce y luna, de Javier Setó, un papel de actriz dramática: el de la gitana Azucena, bailaora en el Sacromonte granadino, por cuyo amor disputan dos hombres, uno de los cuales era José Suárez, quien hacía de galán. Ese año de 1952 hizo también el papel de María Dolores, una bailarina mezclada involuntariamente, según la trama argumental, en una banda de contrabandistas, en el filme de José María Elorrieta con el título homónimo. La naturaleza de su personaje le permitió exhibir, una vez más, su arte danzante. Además, ese mismo año intervino en una coproducción hispano-italiana poco conocida, Siempre Carmen, sobre el eterno mito que fabulara Próspero Mérimée, varias veces llevado a la pantalla.

En esta ocasión, con dirección de Alejandro Perla y G. M. Scotese, Ana Esmeralda fue esa gitana capaz de llevar a la perdición a cualquier hombre que se cruzara en su camino, en especial aquel oficial, que en esta ocasión interpretó Fausto Tozzi.

Siguió bailando en teatros y salas de fiesta durante seis años hasta que, en 1958, volvió a bailar delante de las cámaras con Llegaron dos hombres, un raro producto cinematográfico de coproducción hispanosueca, que por parte española realizó Eusebio Fernández Ardavín, con Paco Rabal y la actriz sueca Ulla Jacobson. Finalizando la década, Juan Ignacio Luca de Tena llevó al cine la comedia teatral Don José, Pepe y Pepito, que dirigió Clemente Pamplona, con Antonio Casal y Ana Esmeralda interpretando a una bella propietaria de unos laboratorios por la que muchos suspiran. Se trata de una amable trama en la que tuvo un buen cometido de actriz. Lo mismo, ese mismo año, que en La casa de la Troya, en una versión más moderna de la novela de Alejandro Pérez Lugín ambientada en el mundo estudiantil de la Universidad de Santiago de Compostela, a finales del XIX, donde personificaba a Carmiña, protagonista de una hermosa historia sentimental. Película en donde tampoco tuvo que bailar y sí mostrar su capacidad como actriz, reto del que salió airosa. Fue su película más popular.

Después, en 1960, fue pareja del tenor Alfredo Kraus en la película El vagabundo y la estrella, de Mateo Cano y José Luis Merino, cerrando su filmografía en 1964, con La cesta, de Rafael J. Salvia. Poco después, Ana Esmeralda decidió retirarse tanto de los escenarios como de la gran pantalla, y por haberse casado en 1955 con un productor cinematográfico brasileño, fijó su residencia en la ciudad de São Paulo, donde fundó una academia de baile y donde terminó falleciendo.

 

Obras de ~: Filmografía: Actriz en: A. Ulloa (dir.), La casa de las sonrisas, 1949; A. Román (dir.), El amor brujo, 1949; L. Lucia (dir.), Lola la piconera, 1951; J. Setó (dir.), Bronce y luna, 1952; J. M.ª Elorrieta (dir.), María Dolores, 1952; A. Perla y G. M. Scotese (dirs.), Siempre Carmen, 1953; E. Fernández Ardavín (dir.), Llegaron dos hombres, 1958; C. Pamplona (dir.), Don José, Pepe y Pepito, 1959; R. Gil (dir.), La casa de Troya, 1959; M. Cano y J. L. Merino (dirs.), El vagabundo y la estrella, 1960; R. J. Salvia (dir.), La cesta, 1964.

 

Bibl.: “Figuras del cine: Ana Esmeralda”, en La Vanguardia Española (Barcelona), 13 de julio de 1965, pág. 47; D. Pineda Novo, Las folklóricas, Sevilla, R. C. Editor, 1983, pág. 206; F. Vega, Quién es quién, Barcelona, CILEH, 1991, pág. 57.

 

Manuel Román Fernández

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