Ayuda

Juan Francisco de Lardizábal Oriar

Biografía

Lardizábal Oriar, Juan Francisco de. Señor de Oriar. Villafranca de Oria (Guipúzcoa), 1699 – ¿1753? Director de las Reales Fábricas de Armas de Placencia (Guipúzcoa).

Hijo de José Antonio de Lardizábal y Oriar y María Luisa de Elorza, Juan Francisco fue el único varón y el mayor de los cuatro hijos de los Lardizábal Oriar y Elorza. Los Lardizábal utilizarían siempre el compuesto, tanto para diferenciarse de sus homónimos de Segura (Guipúzcoa) como por imposición del mayorazgo de Oriar, que lo habían heredado a mediados del siglo xvii.

Juan Francisco contrajo matrimonio en 1715, con Magdalena Eulalia de Arza y Altube, con la que tuvo seis hijos, de los cuales, los tres mayores fueron varones.

Su familia fue el ejemplo de aquellos funcionarios que enviaban a sus hijos a formarse en la Corte, bajo la tutela de paisanos que estaban bien situados, con el fin de poder ascender en la carrera administrativa.

Así lo hizo Juan Francisco con sus hijos varones.

El primogénito, José Antonio, se hallaba en la Corte cuando contaba diecisiete años, bajo la tutela de Andrés de Otamendi, guipuzcoano como él, pero residente en Madrid para ostentar, entre otros cargos, la representación de la provincia de Guipúzcoa en la Villa y Corte. Los otros dos hijos varones de Juan Francisco, Francisco Javier y Domingo Ignacio, también contaron con una educación esmerada, con la ayuda, tanto de Andrés de Otamendi como de Esteban Abaria, del Consejo y Cámara de Indias. Posteriormente, Francisco Javier desarrolló una brillante carrera en la Administración, llegando a ser secretario de Su Majestad y de la Embajada en Lisboa, además de miembro del Consejo en el Tribunal de la Contaduría Mayor de Hacienda. Domingo Ignacio, por su parte, se trasladó a México, en donde intervino en los negocios de la Nueva España. Ambos hermanos, Francisco Javier y Domingo Ignacio, fueron nombrados caballeros de Santiago, como broche a sus carreras profesionales.

Si importante fue la proyección de sus hijos en la Administración y negocios, no lo fue menos la de Juan Francisco, como director de las Reales Fábricas de Armas de Placencia, tras una corta experiencia como tesorero de las minas de cobre de Aralar (Navarra).

La fabricación de armas en la provincia de Guipúzcoa tenía una larga tradición. El interés por parte de la Real Hacienda sobre su producción radicaba en que las manufacturas vascas eran la fuente principal para surtir a los Ejércitos de Su Majestad, tanto de armas de fuego como blancas. Además, siendo el Ejército el más importante demandante, la producción estaba mediatizada por los acuerdos y asientos que se celebraran entre la Corona y los armeros. Tan importante era la buena marcha de la manufactura de armas que, durante buena parte del xviii, tras la firma de una contrata y con el fin de evitar todo lo que pudiera entorpecer su elaboración, se estipulaba que todos los que trabajaran en su manufactura gozaran las preeminencias de la Artillería. Al mismo tiempo, se prohibía elaborar armas para atender la demanda de otras personas durante el tiempo que durara la contrata o asiento, que normalmente era de nueve años.

El concepto de fábrica se correspondía entonces con los almacenes en donde se depositaban las armas elaboradas por los gremios que participaban en las distintas partes de su manufactura. Dadas las características del producto, las armas estaban sometidas a un riguroso examen para asegurar su calidad. El director, que tenía el carácter de “ministro por S. M. puesto en estas reales fábricas de armas”, era el máximo responsable del establecimiento. Existía además un veedor que debía garantizar la calidad de las armas entregadas, asistiendo para ello a su examen. Otras figuras, como las de guarda-almacén, pagador y contador, completaban el organigrama de los reales almacenes y fábricas, como normalmente se denominaban.

Debido a las actuaciones de diversos asentistas, no corrían buenos tiempos para las fábricas de armas en torno a la década de 1730. Tales eran los problemas que, tras constituirse la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas en 1728, el asiento fue traspasado a la misma, en 1735, gracias a las gestiones realizadas por Miguel Antonio de Zuaznábar, en representación de la caraqueña, ante Juan Francisco de Azpiazu, el entonces asentista. De esta forma, en septiembre de 1735, la Compañía de Caracas asumió el nuevo asiento. En él se estipulaba la entrega anual de catorce mil fusiles con sus bayonetas, sin perjuicio de que la Corona pudiera realizar otros pedidos.

De forma inmediata, la Compañía de Caracas nombró un apoderado en la persona de Manuel José de Echeverría. Pero, en 1742, fue sustituido por Prudencio de Junguitu, al tiempo que Juan Francisco de Lardizábal y Oriar era designado director de las fábricas de armas, incorporándose como tal al organigrama de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas. A partir de aquella fecha, serían tres las generaciones de los Lardizábal Oriar que ocuparían la dirección de las fábricas de armas, ya que al mismo tiempo fueron renovándose los asientos entre la Corona y la Guipuzcoana de Caracas. Así, en 1744, cuando finalizaba la contrata de 1735, la junta de accionistas de la Compañía decidió renovarlo por otros nueve años, a pesar de reconocer los retrasos de la Real Hacienda en el pago de las armas a los gremios armeros. La razón de continuar era, según se declaraba en la propia Junta, que “la experiencia ha enseñado lo mucho que conviene al servicio del Rey y al bien y utilidad de los pueblos de esta Provincia”. Precisamente entonces, en plena guerra contra Inglaterra, la necesidad de armas era aún más urgente.

En las Juntas Generales celebradas por la Compañía de Caracas en Madrid, en 1753, se acordó que, en caso de enfermedad o ausencia de Juan Francisco, fuera su hijo José Antonio, quien le sustituyera como director, como así ocurrió aquel mismo año. Al mismo tiempo se volvió a tratar sobre la renovación del asiento de armas, tanto de las fábricas de Placencia como de las de armas blancas de Tolosa. En el nuevo contrato, que fue firmado en abril de 1753, se incluía una cláusula por la que los ferrones que se dedicaran al abastecimiento de la primera materia a los gremios armeros, tenían preferencia sobre otros particulares para adquirir carbón y leña.

La labor de Juan Francisco al frente de las fábricas de armas parece que fue positiva, a la vista del incremento en la producción, tanto de armas de fuego, como blancas en la también guipuzcoana localidad de Tolosa, y de su abastecimiento a los Ejércitos. Al mismo tiempo se aseguró la regularidad en el trabajo de los gremios armeros que fueron retribuidos a través de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, sin que se dieran los retrasos de etapas anteriores.

 

Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Provincial de Cádiz; Archivo General de Simancas, Secretaría de Hacienda, leg. 799, fol. 101; Archivo General de Indias, Contratación, 5.001; Archivo General de Guipúzcoa, 2-21-29, carta de la dirección de la Compañía de 10 de diciembre de 1736; 2-21-49, 10 de septiembre de 1735.

R. Larrañaga, Síntesis histórica de la armería vasca, San Sebastián, Ediciones Caja de Ahorros Provincial de Guipúzcoa, 1981; J. A. Mota Rodríguez “La Real Compañía Guipuzcoana de Caracas y las Reales Fábricas de Armas de Placencia”, en Los Vascos y América, Bilbao, Fundación Banco Vizcaya, 1989, págs. 431-458; B. de Aguinagalde Olaizola; “La fundación de la Real Sociedad de los Amigos del País, ¿un asunto de familia?”, VV. AA., en Actas del II Seminario de Historia de la RSBAP, San Sebastián, Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País, 1989; M.ª M. Gárate Ojanguren, La Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, San Sebastián, Doctor Camino, 1990; “Formas de producción de la manufactura siderometalúrgica del Antiguo Régimen. La fabricación de armas”, en Estudios dedicados a la Memoria del Profesor L. M. Díez de Salazar Fernández, Bilbao, Universidad del País Vasco, 1992, págs. 337-355.

 

María Montserrat Gárate Ojanguren