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Manuel María Blanco Ramos

Biografía

Blanco Ramos, Manuel María. Navianos de Alba (Zamora), 24.XI.1779 – Filipinas, 1.IV.1845. Religioso agustino (OSA) y botánico en Filipinas.

Nació en Navianos, feligresía de Alba de Aliste, arzobispado de Santiago y provincia de Zamora. Hijo de Pedro Blanco, natural de Navianos, y Petronila Ramos, natural de Sariviezo [sic] de Aliste, los dos vecinos de Navianos un “anejo” de Marquid, así como sus abuelos paternos y maternos. Fue bautizado por el presbítero José Rodríguez, vecino de Carbajales con permiso del cura párroco de Marquid, Agustín Bazela y Taboada, el 2 de diciembre de 1779.

Cursó sus primeros estudios en la preceptoría de Carbajales de Castro, bajo la dirección del típico domine, prestando servicios “como muchacho de recados”. En 1789, con diez años, ingresó en el Colegio-Seminario que los Agustinos, de la provincia del Santísimo Nombre de Jesús de Filipinas, tienen en Valladolid, donde el 27 de diciembre de ese mismo año fue confirmado, según consta en la partida de bautismo. Allí como postulante cursó estudios de latín y filosofía (1789-1793). Tomó el hábito de novicio el 25 de mayo de 1794 y, terminado su año de prueba, profesó en la Orden de San Agustín con votos temporales el 6 de diciembre de 1795. Persona muy activa, mientras cursaba sus estudios teológicos, dedicó su tiempo libre al estudio de las ciencias, especialmente Química, Física, Historia Natural, Matemáticas, Geografía y Astronomía. Aprendió a traducir el francés correctamente, aunque no llegó a escribirlo con tanta perfección.

Terminada la carrera eclesiástica y en cumplimiento de su cuarto voto, partió para Filipinas a primeros de febrero de 1804 llegando a Manila a mediados de abril de 1805, donde inmediatamente fue destinado al pueblo de Angat en la provincia de Bulacán, en la isla de Luzón, para estudiar el idioma tagalo bajo la dirección del cura párroco, fray Joaquín Calvo, muy aficionado al estudio de las plantas. Una vez examinado y aprobado en dicho idioma tagalo, pasó a desempeñar, en 1812, la cura de almas en el pueblo de San José de Batangas, cuya iglesia, que aún existe, se construyó bajo su dirección. Mientras se dedicaba a sus labores parroquiales, se sintió fuertemente atraído por la naturaleza circundante, comenzando sus primeros estudios serios acerca de la vegetación del país, cuyos apuntes luego formarían parte de la obra que le encumbró, su Flora de Filipinas.

Conocido entre los hermanos por su carácter moderado y pacífico, y convencidos de que reunía las condiciones de gobernante, ocupó los más altos puestos dentro de la provincia de la Orden. Como apunta Isacio Rodríguez, fue prior de Batangas (1810-1814), de Guagua (1814-1818), prior (1820), definidor provincial (1825-1829, 1841-1845), prior de Manila (1828-1829), prior de Batangas (1829-1830), procurador de la provincia (1830-1833), provincial (1833-1837), prior vocal de Parañaque (1838- 1839), prior vocal de Guadalupe (1839-1845). Entre ellos cabe destacar haber sido elegido provincial por todos los sufragios el 11 de mayo de 1833, en unas difíciles circunstancias en las que consiguió extinguir una fuerte polémica acerca de una “alternativa” suscitada dentro de la Orden. Visitó todas las casas de esa provincia fomentando las buenas costumbres y tradiciones, extirpando abusos y corrigiendo malas tendencias de los religiosos incumplidores de sus deberes. En Visayas, por comisión del obispo de Cebú, visitó también las parroquias administradas por los padres Recoletos. Modesto y laborioso, era muy sobrio en el hablar y notablemente lacónico en el escribir, haciéndolo con mucha claridad y precisión y con tal fuerza de convicción que imponía sus ideas al que le escuchaba. Sus cartas pastorales a los religiosos son modelo de ciencia y literatura.

A través de su obra se observa que no dio un paso que no fuera para hacer el bien y para estudiar la espléndida vegetación de las islas. El estudio de la historia natural en Filipinas se había iniciado con la llegada de las primeras expediciones a sus costas en el siglo XVI y fue continuado por los religiosos de diversas congregaciones que se desplazaron hasta las islas para evangelizar a sus habitantes. Aunque también se deben destacar algunos seglares que, como José García Armenteros, Francisco Noronha, Juan de Cuéllar y los naturalistas de la expedición de Malaspina, Pineda, Neé y Haenke, también estudiaron aquellos recursos naturales a finales del siglo XVIII, el padre Blanco, según dejó escrito, siguió los pasos de sus predecesores religiosos, los jesuitas Clain y Juan Delgado, el agustino Ignacio Mercado y el dominico Fernando Santa María que habían reunido noticias sobre las riquezas naturales de las Filipinas y de los que tuvo presentes sus trabajos con objeto de encontrar las propiedades útiles de las plantas indígenas, en especial las que podían aliviar al hombre de las enfermedades empezando por las que afectaban a sus feligreses. Movido por ese sentimiento adaptó y tradujo del francés al tagalo, en 1822, el Tratado de medicina doméstica de Tissot, en la que procuró aconsejar el uso de medicinas propias del país y fáciles de hallar, en lugar de muchas de las propuestas por Tissot, que los indios no podían adquirir.

Aprovechaba sus ratos libres para enseñar a sus parroquianos todas las artes útiles, especialmente la agricultura, instruyéndoles sobre las estaciones propias de la siembra de las plantas, el modo de cultivarlas y el aprovechamiento de las mismas. También intentó hacer y graduar anteojos y fabricar piezas de loza y vidrio, ensayando, aunque sin éxito, el dar a las tinajas y vasijas el vidriado que tanto valor daba a las de China.

Con la oportunidad que le prestaba ser provincial y delegado de los obispos de Manila, visitó casi todas las provincias del archipiélago (las provincias de Batangas, Tondo, Bulacán, Pampanga, ambos Ilocos y Paganisán en Luzón y las de Cápiz, Antique, Iloilo y Cebú en Visayas). En esos viajes cumplía con el ministerio pastoral al mismo tiempo que examinaba los bosques, los montes, los ríos y las producciones de los diferentes puntos por donde pasaba, recogiendo cuantos datos científicos y útiles le fueron posible. Así “levantó” las Cartas topográficas de las provincias cuya administración espiritual se encontraban a cargo de su Orden y se imprimieron en el año 1834. Además de componer libros, revisó, corrigió, continuó y aumentó el Osario Venerable del padre Agustín María; ordenó el Mapa General de las almas que administraban en aquel entonces los Agustinos en Filipinas, situación geográfica de los pueblos, industria de sus habitantes y año de su formación, publicado en Manila en 1845.

Con intención de ayudar a sus fieles a “bien morir” tradujo en versos castellanos los Salmos de David llamados penitenciales. En esa línea publicó su última obra, un librito en tagalo con el título de Confesión y Comunión que legó a los indios como último testimonio de su ferviente caridad facilitándoles el camino para llegar a conseguir la vida eterna.

Pasó los últimos años de su vida en el convento de Guadalupe, donde trabajó como prior desde 1839 hasta 1845. Debilitado por una prolongada disentería, murió, el 1 de abril de 1845, a los sesenta y seis años. Sus restos descansan en el mausoleo agustiniano del convento de Guadalupe, destruido en 1899.

El padre Blanco había nacido un año después de la muerte de Linneo y creció en la atmósfera humanística y científica que Carlos III había creado en España y sus colonias. Aunque desde los inicios del siglo XIX guerras y turbulencias asolaban España y el entusiasmo por el desarrollo de las ciencias naturales se desvanecía, apareció prodigiosamente tomando esa iniciativa en Filipinas, el padre Blanco; gracias a su deseo de ser útil a sus feligreses, llevó a cabo la magna empresa de escribir la Flora de Filipinas.

Inició su trabajo botánico con pocos medios, sin sentirse un profesional en la materia y sin maestro ni contacto alguno con los sabios europeos que le pudieran asesorar. Escaso de libros de consulta, la información más actualizada y de referencia que tenía era el Sistema Vegetabilium de Linneo, aunque más tarde pudo adquirir el Genera Plantarum de Jussieu y alguno de los primeros trabajos de De Candolle. Sin herbarios con los que comparar sus plantas y que resolviesen dudas y considerando que cada una de las conclusiones científicas anotadas fueron el resultado de su observación personal, su Flora es en sí misma un monumento a su celo y talento, llegando a contribuir de manera excepcional en el conocimiento histórico-natural filipino, pues fue la primera obra de esta materia que vio la luz en aquella tierra. Era tanta su modestia, que para que fuera publicada, precisó que se interesasen varias personas de distinción y letras como Íñigo González Azaola y que la misma reina gobernadora, María Cristina, por medio del capitán general de las islas, Pascual Enrile, le invitase a ello. Él mismo lo escribió en el prólogo. “Nunca fue mi pensamiento formar un tratado de plantas digno de la luz pública. Una simple curiosidad me había hecho ir escribiendo lo que me parecía interesante. La historia de las plantas de Filipinas, es digna empresa de un botánico de profesión que merezca la confianza de los sabios [...].” En 1837 finalmente apareció su Flora de Filipinas según el Sistema sexual de Linneo y, contra lo que su autor esperaba, constituyó esta publicación un verdadero acontecimiento científico. Esta primera edición, en un volumen en octavo, consta de ochocientas ochenta y siete páginas de texto escritas en español, precedida por setenta y ocho que contienen una introducción, que se puede considerar como un pequeño tratado de botánica, cuya importancia se aumenta con la nomenclatura botánica, dispuesta en forma de diccionario de términos técnicos usados en el texto y una lista de los géneros estudiados en el volumen. Describe novecientas tres especies y variedades con nombres en latín y treinta y una solamente con los nombres nativos. Siguiendo el sistema de Linneo, lleva multitud de observaciones intercaladas, en las cuales explica sus posibles aplicaciones en medicina y su utilidad práctica para la industria y el comercio. Al lado de los nombres científicos, aparecen los vulgares, el tagalo, bicol, visayo, ilocano y pampango, y al pie de cada una de las descripciones la localidad o localidades correspondientes a cada especie. La Flora comprende plantas existentes casi exclusivamente en la isla de Luzón, particularmente en Manila y provincias colindantes como Rizal, Bulacán, Pampanga, Bataan y algunas plantas recogidas en el norte, particularmente en La Unión, Ilocos Sur, Ilocos Norte y Cagayan. En el sur, el padre Blanco cubrió las provincias de Laguna hacia el sur hasta Camarines. También existen notas de unas cuantas procedentes de Mindoro, Negros, Cebú y las Visayas. Casi todas las plantas estudiadas son comunes y cultivadas en las áreas pobladas de los lugares bajos. Hay muy pocas que representen las regiones de mediana elevación y ninguna de las altas regiones montañosas. Tuvo tanto éxito esta publicación que se necesitó hacer otra edición en la que el padre Blanco puso todo su empeño en corregir los errores detectados, aunque al morir el 1 de abril de 1845, fue continuada y terminada por otros compañeros de la Orden agustina, entre ellos su amigo y discípulo Antonio Llanos, quien añadió un suplemento formado por varios apuntes inéditos, conforme a los últimos deseos del padre Blanco. Esta segunda edición, igual que la primera, está impresa también en octavo y tiene 619 páginas. Casi con el mismo estilo que en la primera, las plantas incluidas son 1.131 especies y variedades. De estas plantas tan sólo veintisiete llevan nombres nativos. Seis especies que aparecen en la primera edición fueron excluidas de la segunda a la que se añadieron ciento noventa y ocho especies más.

A pesar de las correcciones que se hicieron en esta segunda edición, tuvo muchas críticas, pues se comparaba con otros escritos aparentemente más científicos y que se llevaron a cabo por entonces en Europa, pero con distintos medios. Se le achacaba que no todas las descripciones eran completas, o que no era fácil averiguar quién era el autor de los nombres de las especies, o que las referencias a la situación geográfica de las plantas no siempre era correcta, pues especies endémicas aparecían mencionadas como procedentes de Asia y América tropical y en cambio otras especies, introducidas en realidad desde América tropical, estaban descritas como si fueran originarias de Filipinas.

A pesar de todo, también se agotó esta segunda edición y entonces, a expensas de la provincia agustiniana de Filipinas, bajo la dirección científica de fray Andrés Naves, se preparó en Manila la tercera edición que se la llamó “monumental” por su lujosa presentación y las ilustraciones botánicas que la acompañaban.

Se comenzó a imprimir en 1877; periódicamente salían fascículos con ilustraciones que eran enviados a los abonados hasta que se concluyó en 1883. Consiste en cuatro volúmenes de texto, en latín y español y dos volúmenes de láminas en cuarto aumentado. Los tres primeros volúmenes de texto son prácticamente una reimpresión de la segunda edición, aunque va acompañada de la traducción latina. El volumen cuarto contiene las obras del padre Ignacio Mercado, las obras de fray Antonio Llanos y la Novissima Appendix de los padres Andrés Naves y Celestino Fernández-Villar que es un intento de revisión y análisis crítico de las especies de la primera y segunda edición de la Flora Filipina del P. Blanco, añadiendo todas las nuevas investigaciones botánicas referentes al archipiélago filipino. Se hicieron dos versiones, una de lujo con las láminas en color, que fueron impresas en Barcelona, y otra más económica con las láminas en blanco y negro.

De las 1.131 especies y variedades descritas por el padre Blanco un gran número se consideraron sinónimos por Naves y Fernández-Villar. Éstas a su vez fueron corregidas por el botánico Elmer D. Merrill al llevar a cabo una revisión y estudio crítico de la Flora de Filipinas en 1905, 1918 y 1922-1926. Aun así, también los trabajos de este botánico americano necesitaron enmiendas para que pudieran acomodarse a las actuales revisiones y monografías taxonómicas de las familias y géneros y sobre todo a la serie titulada Flora Malesiana. Esta última revisión nomenclatural se llevó a cabo gracias a Domingo Madulid y Romualdo del Rosario, con motivo de la reimpresión de la tercera edición de la Flora de Filipinas del P. Blanco, realizada en 1993, que por primera vez se traduce al inglés.

La obra del padre Blanco ha sido objeto de admiración y reconocimiento. La Sociedad Económica de Amigos del País de Manila le contó entre sus socios. La misma augusta reina manifestó al capitán general que quería recompensar el mérito del esclarecido religioso, pero el padre Blanco rehusó toda recompensa. En España, Graells le propuso y fue admitido como correspondiente de la Real Academia de Ciencias Físicas, Exactas y Naturales de Madrid. Los padres agustinos le dedicaron, en el pueblo de Bulacán, una modesta columna de piedra como testimonio del aprecio universal en que era tenido. En la Exposición de Ámsterdam, al ser presentada la tercera edición de la Flora Filipina, se le adjudicó el gran premio de honor a la ciencia.

Varios sabios han honrado también al padre Blanco consagrando a su memoria plantas y dándoles su nombre, como el botánico Lindley que le dedicó el género Blancoa Lindley, con la especie B. canescens Lindley de la familia de las haemodoráceas; también Blume le dedicó una palma, Blancoa Blume, cuyo tipo estaba basado en la especie Caryota tremula Blanco, pero al no ser reconocida como válida le dio ese mismo nombre genérico a una planta de la familia de las sapindáceas Blancoa arborea (Blanco) Blume, especificando su dedicatoria “[...] Ita dictum est in honorem Patris Augustini Reverendissimi P. Fr. Manuelis Blanco, auctoris Florae Philippinarum [...].” Otros sabios, como De Candolle, también le citan constantemente en su Prodromus, colmándole de elogios, así como los botánicos Walpers, Hasskarl, Hooker, entre otros.

Para identificar y entender las especies del padre Blanco en su Flora de Filipinas, actualmente los estudios se basan en los nombres vulgares y en las ilustraciones de los dos volúmenes de la tercera edición, ya que hay pocos ejemplares en los herbarios que puedan servir claramente de referencia para identificar estas especies. Ni siquiera los cuatrocientos ejemplares que según Colmeiro existen en el Herbario del Real Jardín Botánico de Madrid está claro que sean procedentes de Blanco y Llanos. Aun así, su trabajo sigue siendo la principal fuente de conocimiento, por la información sobre los usos prácticos y medicinales de muchas plantas, y se ha convertido en un compendio excelente de información etnobotánica extremadamente útil para el antropólogo y el botánico.

Permanece como un monumento perdurable a la botánica y una contribución sin igual de los agustinos a la ciencia filipina.

 

Obras de ~: Noticias históricas del pueblo e iglesia de Bauan, provincia de Batangas, sacadas de los archivos de aquella iglesia y pueblo, y ordenadas por el M. R. P. Fr. Manuel Blanco, Archivo del convento de Manila, ms., pág. 1823; S. A. Tissot, Aviso del Pueblo, [traducido del francés al tagalo por los años 1822], 1824 (1.ª ed.); Ang Mahusay na paraan pag-gamot sa manga maysaquit ayon sa aral ni Tissot. Tinagalog nang isang Religioso sa Orden ni S. Agustin, Imprenta Sampaloc. por D. Cayetano J. Enriquez, 1831 [con Pequeño apéndice de plantas añadido]; Ang Mahusay na paraan pag-gamot sa manga maysaquit ayon sa aral ni Tissot. Tinagalog, hinusay at dinagdagan nang MRP Fr. Manuel Blanco ex Provincial sa orden ni san Agustin, at ngayo, i, ipinalimbag na panibo nang M. R. P. Fr. Felipe Bravo, casalocoyang Provincial sa naturang orden, Manila, Imprenta Amigos de País, 1884 [sin el pequeño apéndice de plantas]; Cartas Geográficas de las provincias de Filipinas en las que administraban los PP. Agustinos calzados (dibujadas por el P. Blanco y grabadas por Santiago de Arquiza en 1832 las de las provincias de Tondo, Batangas, Bulacán, Pampanga, Pangasinán é Ilocos, junto con las de otras provincias grabadas por Alejandro Sánchez en 1834), en Mapa General de las almas que administran los Agustinos en Filipinas, situación topográfica de los pueblos, industria de sus habitantes y año de su formación, Manila, 1845 y Administración espiritual del P. Villacorta; Señor. El Provincial y Definidores abajo firmantes de la Provincia de Agustinos Calzados de vuestras Islas Filipinas elegidos por la misma para decidir y representar por ella los asuntos más arduos e importantes a V. M., con el mayor respeto y veneración exponemos, 6 de agosto de 1833, ms.; Flora de Filipinas según el sistema sexual de Linneo, Manila, Imprenta de Sto. Tomás por D. Cándido López, 1837; Flora de Filipinas, según el sistema sexual de Linneo, 2.ª ed., corr. y aum. por Manila, Imprenta de D. Miguel Sánchez, 1845; con A. Navés, C. Fernández-Villar y D. Vidal y Soler, Flora de Filipinas por el P. Fr. Manuel Blanco agustino calzado adicionada con el manuscrito inédito del P. Fr. Ignacio Mercado, las obras de P. Fr. Antonio Llanos y de un Apéndice con todas las nuevas investigaciones botánicas referentes al archipiélago Filipino, ed. dir. científica de A. Naves, Manila, Plana y Chopé, 1877-1883, 6 vols.; Flora de Filipinas por el Padre Manuel Blanco, OSA, con la participación de P. G. Galende et. al., ed. en ingl. y esp. Intramuros, Manila, Convento de San Agustín (reimpr. de la gran ed. de 1877-1883. 3v.; il. col.) 1993; Memoria de todos los Religiosos que han muerto en demanda de la propagación de la Religión Christiana, y civilización de los habitantes del Asia en esta Provincia de Ssmo. Nombre de Jesús de las Islas Filipinas del Orden del ínclito Doctor de la Iglesia San Agustin N. P., sacada de varios documentos que existen en nuestros Archivos de donde los tomó el P. Fr. Agustín Maria, autor de esta Memoria, y que intituló “Osario Venerable”. Continuada, corregida y enmendada por N. M. R. P. ex Provincial Fr. Manuel Blanco, Prior actual del Convento de Ntra. Sra. de Guadalupe, ms., 1839; Traducción en verso castellano de los Salmos penitenciales de David; Manga Dalit na tagalog at pag tulong sa mamatay na tauong cristiano: quinatha ni P. Fr. Manuel Blanco, exProvincial sa orden ni S. Agustin, ipinalimbag ni P. Fr. Celestino Mayordomo sa nasabing Orden (Versos en tagalo y modo de ayudar a bien morir. Compuesto por el P. Blanco y mandado imprimir por el P. Mayordomo) [1.ª ed. antes de 1857]; Con superior permiso, Manila, Imprenta de los Amigos del País a cargo de Est. Plana Jorva, 1865 (2.ª ed.); Manga Dalit na tagalog [...] at ipinalimbag nang panibago ni P. Fr. Felipe Bravo, Prior Provincial, Manila, Imprenta de los Amigos del País, 1881 (3.ª ed.); Introducción de Manga dalit na tagalog. Catha, t, tinagalog nang mararangal na manga Padre sa Orden ni S. Agustin Ama natin, si Fr. Pedro Herrera, Fr. Manuel Blanco at si Fr. Melchor Fernández; at ipinalimbag ngayong panibago nang isang Padre sa naturang órden, Guadalupe, Imprenta del Asilo de Huérfanos 1886; Ang cristianong naghihingalo o ang mabuting pag tulog sa caloloua nang mamatay na tauo nang macapagcamit nang magandang camatayan [...], Tambobong, Pequeña Imprenta del Asilo de Huérfanos, 1890 (5.ª ed.); Confesion at Comunion, aral baga na icagagayac nang cristiano sa pagcompisal at paquiquinabang. Quinatha nang P. Fr. Manuel Blanco sa órden ni S. Agustin (Confesión y Comunión. Preparación para recibir dignamente estos Sacramentos), 3.ª ed. (idem), 5.ª ed., Binondo. Imprenta de M. Sánchez y Cía., 1865 (idem), 6.ª ed., Guadalupe, Pequeña imprenta del Asilo de Huerfanos, 1888; Arte de hacer las Indianas (trad. atrib. por el P. Jorde al P. Blanco, apoyándose en débiles fundamentos), ms., s. f.

 

Bibl.: J. Lindley, Appendix to the 23 Edwards’s Botanical Register with a sketch of the vegetation of the Swan River colony, 1840, pág. 45; C. L. Blume, Rumphia sive Commentationes Botanicae Imprimis de Plantis Indiae Orientalis, 2 (1843 [1836]), pág. 128; idem, 3 (1849 [1847]) pág. 181; C. Mayordomo, “El P. Manuel Blanco”, en Amigos del País (Manila), 136 (1845), supl. 16/25 [con pequeños retoques y adiciones fue reproducida en Santiago Vela (1913)]; M. Colmeiro, La Botánica y los Botánicos de la Península Hispano-Lusitana. Estudios bibliográficos y biográficos, Madrid, 1858, págs. 54 y 204; J. K. Hasskarl, “M. Blanco, Flora der Philippinen, übersetzt und kritisch beleuchtet”, en Flora, 47 (1864), págs. (2) 17-23 (4) 49-59; R. Martínez Vigil, “La Flora de Filipinas por el P. Blanco”, en Revista de Filipinas (1875), págs. 349-355; S. Vidal y Soler, Cervantes en Filipinas: El bien decir del P. Blanco, Manila, 1876; A. De Candolle, La Phytographie, 1880, págs. 122, 136 y 140-141; S. 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Paloma Blanco Fernández de Caleya