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Juan González Quesada

Biografía

González Quesada, Juan. Juan Cristóbal. Ohanes (Almería), 24.V.1896 – Madrid, 19.IX.1961. Escultor.

Nacido en Ohanes, vivió desde niño en Granada y siempre se sintió y se le consideró granadino. Tras la primera enseñanza, trabajó como botones del Centro Artístico, Literario y Científico de Granada. Allí inició su carrera emulando a los socios que asistían a clase de Modelado. A principios de la década de 1910 fue alumno de la Escuela Superior de Artes Industriales —luego de Artes y Oficios— de Granada. Pero su primer maestro, del que recibió una formación más específica, fue el escultor granadino Nicolás Prados Benítez. Alumnos de aquella escuela fueron también Manuel Ángeles Ortiz e Ismael González de la Serna, grandes amigos suyos, que pertenecieron, como él, al Rinconcillo, tertulia juvenil que se reunía en el Café Alameda y cuyo miembro más famoso fue Federico García Lorca.

Sus dotes no habían pasado desapercibidas en el Centro Artístico, donde celebró una primera y sencilla exposición. En particular, llamaron la atención del influyente político granadino Natalio Rivas, que se convirtió en eficaz protector suyo: procuró su marcha a Madrid en 1913, para ponerlo bajo el magisterio de Mariano Benlliure, y gestionó las pensiones del Ayuntamiento y la Diputación de Granada con las que costeó sus primeros años en la capital de España, donde viviría ya siempre. Como escribió Lafuente Ferrari, “Juan Cristóbal era un granadino rubio y menudo, que no había dejado su ceceo del Albaicín, pero que sólo en Madrid se sentía a gusto”. Dedicado en exclusiva a la escultura, encontró su propio camino abandonando el pictoricismo decimonónico en el que se había formado y uniéndose a la corriente de depuración novecentista que capitaneaban José Clará, Mateo Inurria y Julio Antonio, atento, sobre todo, a los dos últimos.

Pronto empezaron a sucederse sus piezas más destacadas, premiadas con frecuencia en los certámenes oficiales a los que concurrió. En la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1917 obtuvo una Segunda Medalla por Desnudo, figura femenina en bronce sobre base de piedra, que, adquirida por el Estado, pasó al entonces Museo Nacional de Arte Moderno.

Pese a ciertos ecos de Inurria y, más lejanos, de Rodin, la obra suponía un avance decisivo en el logro de una expresión personal. En la Exposición Nacional de 1920 recibió una condecoración por el grupo en bronce del Monumento a Ángel Ganivet en Granada, parte del conjunto que se inauguraría en 1921 en el bosque de la Alhambra y que sería siempre una de sus mejores creaciones, en la que un estilizado realismo era base de un simbolismo muy matizado. En esta dirección avanzó con La noche, figura femenina en mármol negro con la que obtuvo Primera Medalla en la Nacional de 1922, y con Sibila, también en mármol negro, parte de su envío a la de 1926, que destacó García de Valdeavellano: “Sin duda, las obras del escultor granadino señalaban la aportación más valorable de la escultura a la Exposición Nacional”. En 1929, en la Exposición Internacional de Bellas Artes de Barcelona, celebrada en el marco de la gran Exposición Universal de aquel año, obtuvo Primera Medalla con el bronce Maja, desnudo de cuerpo entero. Otra de sus obras más elogiadas fue su media figura de Cervantes para el Cuerpo de Inválidos del Ejército, concluida en 1928, en madera dorada y pintada, muy tradicional y actual a la vez.

Al mismo tiempo, hizo un buen número de retratos —como el de Ramón Pérez de Ayala, en 1926, o el de Manuel de Falla, en 1927— y de bustos y cabezas que son más bien tipos —como Rafaela, de 1918—, obras que evidencian igualmente su maduración, mostrando a menudo al Juan Cristóbal que, en palabras de Lafuente Ferrari, “amaba la línea elegante, sinuosa, las superficies tersas, gratas al tacto, las cualidades sensuales del mármol, en las que el tacto parecía también estilizarse”.

En la década de 1930 geometrizó algo su lenguaje: fuertemente en la gran Cabeza de Goya en piedra de Sepúlveda que se erigió en Madrid, en 1932, entre las dos ermitas de San Antonio de la Florida; muy sutilmente en Galleguita, en mármol blanco, uno de sus mejores bustos de mujer, que puede contrastarse con la rotunda cabeza, en el mismo material, de Pedro Rico, alcalde de Madrid, otra de sus grandes obras de este momento, hecha, sin embargo, en su línea más clásica.

El Monumento a Julio Romero de Torres en Córdoba, elegido en concurso en 1934 e inaugurado en 1940, presenta cierta ampulosidad y literalidad si se compara con los dedicados a Ganivet y a Goya, adelantando algo del último Juan Cristóbal, el posterior a la Guerra Civil, que pasó en Madrid trabajando en su estudio.

Tras la guerra y hasta su muerte, siguió siendo el de siempre, pero haciendo cierta revisión de los criterios plásticos y de representación contra los que él y su generación se habían definido en su juventud: naturalismo, abocetamiento, cierto carácter narrativo y hasta cierta retórica decimonónica. Bien elocuentes habrían sido dos obras: el proyectado y no realizado monumento a la infanta Isabel de Borbón en Madrid, y el monumento al presidente dominicano Trujillo, para Santo Domingo, que, aunque estuvo muy avanzado, no se llegó a concluir. Sí se realizó una obra anterior a éstas y creación principal de este largo período: el Monumento al Cid, en Burgos, encargado en 1947 e inaugurado en 1955, monumento ecuestre y, en palabras de Camón Aznar, “testimonio de su capacidad de énfasis heroico”.

Pero lo que más siguió haciendo fueron bustos y cabezas, casi todos retratos, reflejo del ancho mundo de sus amistades, que, como antes de la guerra, incluía a muchos de los principales protagonistas de la vida cultural y social de Madrid. En esta ciudad murió en 1961, víctima de un cáncer. Hombre apasionado, vital en extremo, que vivió intensamente la amistad y el amor, a su muerte dejó un generalizado sentimiento de humanidad y simpatía, así como el recuerdo de un tiempo que, en la España de entonces, empezaba a parecer muy lejano.

 

Obras de ~: Desnudo, 1917; Niño granadino, 1918; Rafaela, 1918; Monumento a Ganivet, Granada, 1919-1921; La noche, 1922; Indalecio Prieto, 1924; Sibila, 1926; Ramón Pérez de Ayala, 1926; Manuel de Falla, 1927; Cervantes, 1927-1928; Maja, 1929; Galleguita, c. 1931; Pedro Rico, 1932; Monumento a Goya, Madrid, 1932; Monumento a Julio Romero de Torres, Córdoba, 1934-1940; El alfarero (autorretrato), 1938; Juan Belmonte, 1942; Antonio Sánchez, 1942; Monumento al Cid, Burgos, 1947-1955.

 

Bibl.: J. A. Gaya Nuño, Escultura española contemporánea, Madrid, Guadarrama, 1957; Arte del siglo xx, en M. Almagro Basch et al., Ars Hispaniae: historia universal del arte hispánico, t. XXII, Madrid, Plus-Ultra, 1977; J. Marín Medina, La escultura española contemporánea (1800-1978), Madrid, Edarcón, 1978; B. de Pantorba, Historia y crítica de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes celebradas en España, Madrid, Jesús Ramón García-Rama, 1980; E. Quesada Dorador, “Juan Cristóbal González Quesada” y “Selección de textos críticos y documentación”, en VV. AA., Juan Cristóbal, catálogo de exposición, Granada, Patronato de la Alhambra y Generalife, 1984, págs. 19-41 y págs. 49-90, respect.; El escultor Juan Cristóbal, memoria de licenciatura, Granada, Universidad, 1984 (inéd.); J. Alix Trueba, “Escultura española. 1900-1936” y “Catálogo. Biografías y relación de obras expuestas”, en Escultura española. 1900-1936, catálogo de exposición, Madrid, Ministerio de Cultura, 1985, págs. 23-195 y págs. 213-289, respect.; E. Quesada Dorador, “Gitanos. Pinturas y esculturas españolas. 1870-1940”, en Gitanos. Pinturas y esculturas españolas. 1870-1940, catálogo de exposición, Granada, Comunidad de Madrid, Fundación Caja de Granada y Fundación Rodríguez-Acosta, 1995, págs. 103-168; “Obras del Museo de Bellas Artes de Granada”, en Obras del Museo de Bellas Artes de Granada, catálogo de exposición, Granada, Junta de Andalucía y Caja Granada, 2003, págs. 23-66; E. Quesada Dorador et all, Juan Cristóbal (1896-1961), Pinto (Madrid), Junta de Andalucía-Fundación Rodríguez-Acosta, 2014.

 

Eduardo Quesada Dorador