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Luis de Sotomayor Pimentel y Jordán

Biografía

Sotomayor Pimentel y Jordán, Luis de. Señor del Villar de Ferreiros (XIII). Simancas, (Valladolid), 1590 – Lima (Perú), 1660. Maestre de campo, visitador de los caballeros de la Orden de Santiago en el Perú.

Hijo de Diego de Sotomayor Pimentel, XII señor del Villar de Ferreiros en la feligresía de San Ciprián de Sesto a solamente seis leguas españolas de Santiago de Compostela, construido con las piedras de la Torre de Moreda, destruida durante las guerras civiles de los hermandiños en el siglo xii por orden del obispo Gustios y de María Martín y Jordán de una familia de posibles conversos de Simancas.

En edad de escoger profesión se fue a las guerras de Flandes con sus propias armas y tras cinco años volvió a Galicia, donde su padre le compró una plaza de Inquisidor para que nadie se atreviera a molestarle por la rama de Jordán y un matrimonio ventajoso con su pariente lejana Inés de Rivadeneyra, hija natural de una criada libre y soltera de la esposa del doctor Fernán Díaz de Rivadeneyra, procurador general del Reino de Galicia en Madrid, donde falleció sin haber casado, dejando una gran fortuna en vínculos y mayorazgos; pero había diferencias culturales, pues Luis de Sotomayor, educado en los gajes de la Corte, era culto y viajado e Inés de Rivadeneyra, criada por aldeanos, ignorantísima. Al principio todo fue bien, pero los continuos viajes de Luis hicieron que el matrimonio se desmoronara. De sus hijos, Fernán murió niño y Diego mancebo. Luis de Sotomayor tenía dos criados de apellido Bermúdez, a quienes el vulgo conocía como Lambotes. Estos ruines calumniaron a Inés diciendo que se conversaba largamente con un fraile franciscano y entró Luis de Sotomayor en escrúpulos cuando vio que Inés de Rivadeneyra le enviaba de regalo unas ropas blancas al fraile. Esa noche en su casa de Beigondo, cerró el aposento de las damas de su mujer con candado y le dio doce puñaladas. Inés de Rivadeneyra quedó como muerta y por las dudas, Luis de Sotomayor le aplicó un espejito en la nariz y luego en la boca pero ella contuvo la respiración y lo engañó.

Entonces tomó un caballo y se fue a la casa de su tía en Teanes, en el camino se encontró con el conde de Maceda a quien pidió que fuera a su hogar porque había quedado la señora enferma, pero era que acaba de oír las campanas de su casa que tocaban a auxilio con las vecinas de la iglesia de San Roque. Inés de Rivadeneyra sanó de sus heridas que felizmente fueron superficiales pero temerosa de su marido se metió al convento de San Paio, donde vivió algunos años más y hasta se reconcilió con él por cartas. Luis de Sotomayor evadió el juicio haciendo valer sus fueros de inquisidor y de señor del Villar y en 1632 consiguió dos Reales Provisiones.

Muerta Inés, pasó su viudo a Valladolid a litigar unas tierras contra los padres de la orden de Samos a quienes ella había beneficiado con un legado y ocurrió que abierta la causa a prueba se presentaron varios testigos aldeanos con pañolones en la cabeza, a los cuales Luis de Sotomayor descubrió quitando el trapo para que se les viera el cerquillo. El asunto trascendió a Felipe IV, quien se disgustó mucho.

Al tiempo visitaba a una tía abadesa en un convento de Valladolid y conoció a una lejana sobrina llamada Bernarda de Aguilera Ribera y Pimentel, mocita linda de no más de veinte años cuando Luis de Sotomayor iba por los cincuenta, a quien enamoró, raptó y llevó a Galicia, casando en secreto para no desacreditar el caudal de sus hijas y así poder casarlas mejor como efectivamente sucedió, pues a María casó con el caballero Porras, patrono de la Capilla de Albas, pero no tuvieron hijos y a Beatriz con su primo Alvar González de Rivadeneyra, con sucesión. De allí se originó la idea que Bernarda había sido monja, cuando sólo era interna en el convento.

Luis de Sotomayor era un hombre de 1,90 metros de estatura, robusto, viril y malgeniado, capaz de arrancar una reja emplomada y empotrada en una pared de piedra. Paraba un coche tirado por cuatro mulas y un día reventó a un pobre borrico subiéndose al lomo y apretándolo con las piernas. Doblaba herraduras con las manos y en cierta ocasión, en el parque del Buen Retiro, casi delante del Rey mató a dos caballeros en duelo a espada.

En 1625 había ingresado a la Orden de Santiago y en 1538 el Rey ya no aguantó más y cuando sonó el escándalo de los padres de San Benito, lo envió a Indias con el honorífico cargo de visitador de los caballeros de la Orden de Santiago en el Perú, cuyo virrey le nombró corregidor de Canas, visitador de indios e ingenios y por último maestre de campo, en cuyo oficio falleció de gangrena en Lima, por haberse herido casualmente la pierna derecha, el 30 de abril de 1659, de casi setenta años En Lima vivió con Bernarda y de este matrimonio tuvo a Francisco y a Josefa de Pimentel Sotomayor y Aguilera que se quedaron en Ferreiros por ser muy tiernos y no soportar el viaje. Francisco heredó el Señorío sin corresponderle, casó con Urraca de Saavedra Pazos y Figueroa, señora de la Casa del Ronsal en el valle de Mondoñedo y tuvo sucesión, y Josefa casó con Gregorio Montero, señor de la Casa de Brandeso también con sucesión. En cambio llevó a Indias a los dos mayores, Luis y Bernarda. Luis fue general de Caballería, corregidor de Latacunga y casó en Lima brillantemente con Catalina Fernández de Córdova, Figueroa y Sande, señora de la Casa de las Cuatro Campanas, sin sucesión, y Bernarda murió soltera. En Lima nació Ana que fue monja. Diego casó en el Cuzco, con hijos.

 

Bibl.: R. Pérez Pimentel, Diccionario Biográfico del Ecuador, t. 6, Guayaquil, Imp. de la Universidad de Guayaquil, 2002 (2.ª ed.) (www.diccionariobiograficoecuador.com).

 

Rodolfo Pérez Pimentel