Pérez de Barradas y Fernández de Henestrosa, Antonio. Marqués de Peñaflor (V). Guadix (Granada), 1732 – Écija (Sevilla), 23.XI.1795. Grande de España.
Hijo segundo de Antonio Lope Pérez de Barradas, III marqués de Cortes de Graena, y de Inés Ana María Fernández de Henestrosa, hija de los marqueses de Peñaflor, contrajo matrimonio en Écija (Sevilla) el 10 de agosto de 1746 con su prima María Francisca de Paula Fernández de Henestrosa y Córdoba, V marquesa de Peñaflor. A raíz de su matrimonio con esta noble astigitana trasladó su residencia a Écija y pasó a ostentar el cargo de alférez mayor perpetuo de esta ciudad, título al que uniría el de maestrante de la Real de Granada desde 1754.
La vida de Antonio Pérez de Barradas y de su esposa se vio marcada por el despliegue de una intensa actividad constructiva. Las casas principales del marquesado en Écija, emplazadas en la calle de los Caballeros, que habían servido de residencia a los anteriores marqueses de Peñaflor y que se habían visto sometidas a obras de consideración desde poco antes de 1726, adquirieron prácticamente su fisonomía actual.
El palacio se amplió, se remodeló, se embelleció y se erigió en un auténtico símbolo parlante de poder, como correspondía a un linaje tan ilustre y en constante expansión.
En un manifiesto afán de permanente distinción, los diferentes templos ecijanos, sobre los que el marquesado ostentaba patronato, se vieron beneficiados por cuantiosas limosnas e inversiones en bienes muebles e inmuebles. Asimismo, contribuyó a acrecentar el ideal de distinción y ascenso social la política matrimonial desplegada con sus hijas. A la primogénita, Inés, la casó en 1768 con su sobrino Antonio Pérez de Barradas Fernández de Henestrosa, igualmente hijo primogénito del marqués de Cortes de Graena; la unión de ambos marquesados quedó así asegurada. Las restantes hijas contraerían matrimonio con miembros de la alta y media nobleza: María Teresa con el primogénito del marqués de los Trujillos y conde de Torrepalma, María Pascuala con el de los marqueses de Algarinejo y Cardeñosa, María Luisa con el de los condes de Albarreal, Antonia con el marqués de Torreblanca, Josefa con Luis Alfonso Enríquez y María del Rosario con Rafael Agustín Maldonado Chacón.
El afán de encumbramiento social no quedó saciado con las estrategias matrimoniales. Había que subir los últimos peldaños. La idea de obtener la Grandeza de España se hizo patente. Para ello era necesario captar la voluntad del Rey y la coyuntura de entonces no podía ser más propicia. La política de fundación de Nuevas Poblaciones, emprendida por Carlos III, había chocado con la oposición de toda la ciudad de Écija representada por su Cabildo. Los marqueses, en 1769, se posicionaron al lado de la Corona y permutaron las tierras vinculadas de la Orteguilla por el baldío de Barranco Bermejo, permitiendo así la fundación de La Luisiana en el término de Écija. Las tierras de Barranco Bermejo, hasta ahora propiedad del común, quedaron incorporadas al colindante Coto del Alamillo, perteneciente a la Casa de Peñaflor. El trueque no pudo ser más ventajoso, aunque le reportó algunos problemas que fueron tenazmente defendidos por Pablo Antonio de Olavide y bastantes enemigos, entre otros, de su propio cuñado el marqués de Alcántara quien, para obstruir la obra de Peñaflor, llegó a defender a los que incendiaron las casas de los colonos alemanes que se habían sentado en Orteguilla.
A fines de febrero de 1770, María Francisca de Paula dio a luz a un inesperado hijo varón, Antonio Manuel. Con este nacimiento quedó frustrado, de entrada (pues Antonio Manuel falleció en plena adolescencia), el propósito de unión de los marquesados de Peñaflor y de Cortes de Graena. Pocos días después del alumbramiento, y a consecuencia del mismo, falleció María Francisca de Paula, no sin antes conferir poder a su esposo para testar en su nombre.
A partir de este momento, Antonio Pérez de Barradas, marqués viudo de Peñaflor, asumió la tutoría de su hijo. Prosiguió en el empeño, que había gestado con su esposa, de conseguir la Grandeza de España.
Tan ansiada merced, que sería transmitida después de sus días a sus sucesores, la obtuvo finalmente por Real Decreto de Carlos III de 22 de octubre de 1771 y Real Despacho de 10 de agosto de 1773.
La recompensa de la Corona, por el apoyo que prestó el marqués de Peñaflor en 1769 a la política colonizadora, era ya una realidad. Pero no fue ésta la única contraprestación. El 13 de abril de 1772, el corregidor de Écija, Joaquín de Pareja y Obregón, confirió poder al alférez mayor para que representara la jurisdicción real en la ciudad, cuando él y su alcalde mayor se hallaran ausentes o enfermos; y, en 1777, el Rey le confirmó este privilegio, lo que significaba un manifiesto control del poder político-administrativo del concejo por parte del marqués. Se erigió además en un auténtico mecenas, patrocinando espectáculos y obras públicas que lograron cimentar su popularidad y prestigio durante toda su vida.
Antonio Pérez de Barradas otorgó testamento el 22 de mayo de 1795. Falleció el 23 de noviembre de 1795, recibiendo cristiana sepultura en el Convento de la Victoria de Écija.
Bibl.: J. de Ariza, Descripción genealógica de los Excmos. Sres. Marqueses de Peñaflor, Écija (Sevilla), Benito Daza, 1772; M. Martín Ojeda y A. Valseca Castillo, Écija y el Marquesado de Peñaflor, de Cortes de Graena y de Quintana de las Torres, Córdoba, Ayuntamiento de Écija y Fundación de los Excmos. Sres. Marqueses de Peñaflor y de Cortes de Graena, 2000.
Marina Martín Ojeda